EVANGELIO DEL DÍA

jueves, 9 de abril de 2015

Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35
 
Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. 
Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo: «¿Qué comentaban por el camino?» 
 Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!» 
«¿Qué cosa?», les preguntó. 
Ellos respondieron: «Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron.» 
Jesús les dijo: «íHombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?» Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él. 
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba.» 
El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.  
Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» 
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: «Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!» 
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. 
 
Palabra del Señor.

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No más espíritus

No más espíritus

No más espíritus

Cuando el médico Hipócrates dejó de lado la visión religiosa en el tratamiento de las enfermedades para pasar a un tratamiento racional y empírico no imaginó la revolución que causaría en el mundo al fundar la medicina moderna. 

Más aún, no dilucidó que llegaríamos, siglos después, a la socialización de la medicina a través de esquemas de atención sostenidos por los gobiernos o por las grandes transnacionales de la industria médica. Ya ni hablar de haber vislumbrado la automedicación, tan popular en países como el nuestro.

Y es que en México cualquier persona tiene algo de médico, basta ser madre para atreverse a recetar antibióticos, por ejemplo. Un analgésico no se le niega a nadie, por no decir más. Analizar el poder que significa que cada quien pueda curar sus enfermedades y las de los suyos, aunque sea en un esquema básico, es una avance inconmensurable. 

El usar la razón y saber que tus enfermedades no son provocadas por espíritus malignos conforme al designio de los dioses, convierte a la persona de lacayo a sujeto de derechos, empezando por el derecho a la salud. Aunque sea por demás cuestionable el negocio político y financiero que se desarrolla alrededor de las enfermedades y su cura.

Por lo menos en el mundo occidental cada vez son menos los lugares y los grupos sociales que atribuyen las enfermedades a castigos divinos. 

Saber que la enfermedad y el dolor son al final de cuentas el peso del objeto sobre el sujeto, genera una dialéctica que hace más comprensible nuestro paso por el mundo como seres de carnes y hueso, que al final de cuentas sufrimos enfermedades producto del verdadero azar, manifiesto ya sea en los genes o en lo que consumimos del exterior.

Quién no tiene un tío o madrina que maneja con pericia el PLM, mejor conocido como la Biblia del doctor o doctora. En él se contienen nombres de numerosos medicamentos aptos para cada enfermedad, desde una irritación en el ojo, hasta tendinitis. 

El también llamado tumbaburros se actualiza y pública cada año con los nuevos hallazgos de la medicina. Es sabido que cuando los doctores y doctoras no saben que recetar acuden a este libro que se distribuye sin ninguna restricción, a la mano de todo aquel que quiera conocer los secretos de las drogas legales.

Otro gran ejemplo del avance de la ciencia médica lo encontramos en la psiquiatría, para lo cual el mundo tuvo que esperar hasta el siglo 19; esta ciencia ha avanzado vertiginosamente en el tratamiento de las enfermedades mentales, pasando del encierro y los electroshocks a medicamentos que regresan al paciente la posibilidad de recuperar su vida y ser funcional en la sociedad. 

Lejos quedó cuando en el siglo 16 se alegaba que existía una piedra de la locura que supuestamente el médico extraía de la parte frontal del cerebro con cirugía. Este remedio no era más que un engaño, pues quienes lo practicaban solían guardar la piedra bajo la manga y hacerla aparecer de forma oportuna.

No obstante los avances en la medicina occidental, es cuestionable que ésta no haya aprendido de otras tradiciones médicas. Por ejemplo, tratándose de los enfermos mentales que en el mundo árabe son considerados seres con gracia que hay que cuidar y escuchar, en occidente, pese a su tratamiento y aceptación, siguen siendo vistos con cierta sospecha o rechazo. 

No obstante la negación a aceptar estados alterados de conciencia con normalidad, en el entendido de que estamos en un proceso civilizatorio, es más cómodo una dosis de risperidona a que taladren tu cerebro para encontrar la piedra de la locura. Ya ni hablar del ritual del exorcismo para sacar malos espíritus. ﷯ 

*Directora del Centro de Justicia para las Mujeres





stagduran
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«¿Tienen aquí algo para comer?»

Los discípulos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. 
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo
: «La paz esté con ustedes.» 
Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó:
«¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo.» 
Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó:
«¿Tienen aquí algo para comer?» Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos. 
Después les dijo:
«Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos.» 
Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió:
«Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto.» 
 
Palabra del Señor.

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