EVANGELIO DEL DÍA

martes, 22 de febrero de 2011

"We tried to prevent him because he does not follow us."

DAILY GOSPEL: 23/02/2011
«Lord, to whom shall we go? You have the words of eternal life.» John 6,68


Wednesday of the Seventh week in Ordinary Time

Book of Sirach 4:11-19.
Wisdom instructs her children and admonishes those who seek her.
He who loves her loves life; those who seek her out win her favor.
He who holds her fast inherits glory; wherever he dwells, the LORD bestows blessings.
Those who serve her serve the Holy One; those who love her the LORD loves.
He who obeys her judges nations; he who hearkens to her dwells in her inmost chambers.
If one trusts her, he will possess her; his descendants too will inherit her.
She walks with him as a stranger, and at first she puts him to the test; Fear and dread she brings upon him and tries him with her discipline; With her precepts she puts him to the proof, until his heart is fully with her.
Then she comes back to bring him happiness and reveal her secrets to him.
But if he fails her, she will abandon him and deliver him into the hands of despoilers.

Psalms 119:165.168.171.172.174.175.
Lovers of your teaching have much peace; for them there is no stumbling block.
I observe your precepts and decrees; all my ways are before you.
May my lips pour forth your praise, because you teach me your laws.
May my tongue sing of your promise, for all your commands are just.
I long for your salvation, LORD; your teaching is my delight.
Let me live to praise you; may your edicts give me help.

Holy Gospel of Jesus Christ according to Saint Mark 9:38-40.
John said to him, "Teacher, we saw someone driving out demons in your name, and we tried to prevent him because he does not follow us."
Jesus replied, "Do not prevent him. There is no one who performs a mighty deed in my name who can at the same time speak ill of me.
For whoever is not against us is for us. 
Mc 9,38-40
Commentary of the day 
Pius XII, Pope from 1939 to 1958
Encyclical « Mystici Corporis Christi »
"We tried to prevent him because he does not follow us."
Let us imitate the breadth of love of Jesus himself. For the Church, the Bride of Christ, is one; and yet so vast is the love of the divine Spouse that it embraces in His Bride the whole human race without exception. Our Savior shed His Blood precisely in order that He might reconcile men to God through the Cross, and might constrain them to unite in one body, however widely they may differ in nationality and race. True love of the Church, therefore, requires not only that we should be mutually solicitous one for another as members (Rm 12,5), sharing in their suffering (1Co 12,26), but likewise that we should recognize in other men, although they are not yet joined to us in the body of the Church, our brothers in Christ according to the flesh, called, together with us, to the same eternal salvation.

It is true, unfortunately, especially today, that there are some who extol enmity, hatred and spite as if they enhanced the dignity and the worth of man. Let us, however, while we look with sorrow on the disastrous consequences of this teaching, follow our peaceful King who taught us to love not only those who are of a different nation or race, (Lk 10,33f.) but even our enemies (Lk 6,27f.). While our heart overflows with the sweetness of the teaching of Saint Paul, the apostle of the Gentiles, we extol with him the length, and the breadth, and the height, and the depth of the charity of Christ (Eph 3,18) which neither diversity of race or customs can diminish, nor trackless wastes of the ocean weaken, nor wars, whether just or unjust, destroy.


Wednesday, 23 February 2011

St. Polycarp, Bishop and Martyr (+ 167)



SAINT POLYCARP
Bishop, Martyr
(+ 167)
        St. Polycarp, Bishop of Smyrna, was a disciple of St. John. He wrote to the Philippians, exhorting them to mutual love and to hatred of heresy. When the apostate Marcion met St. Polycarp at Rome, he asked the aged Saint if he knew him. "Yes," St. Polycarp answered, "I know you for the first-born of Satan." These were the words of a Saint most loving and most charitable, and specially noted for his compassion to sinners. He hated heresy, because he loved God and man so much.
        In 167, persecution broke out in Smyrna. When Polycarp heard that his pursuers were at the door, he said, "The will of God be done; " and meeting them, he begged to be left alone for a little time, which he spent in prayer for "the Catholic Church throughout the world."
        He was brought to Smyrna early on Holy Saturday; and, as he entered, a voice was heard from heaven, "Polycarp, be strong." When the proconsul besought him to curse Christ and go free, Polycarp answered, "Eighty-six years I have served Him, and He never did me wrong; how can I blaspheme my King and Saviour?" When he threatened him with fire, Polycarp told him this fire of his lasted but a little, while the fire prepared for the wicked lasted forever. At the stake he thanked God aloud for letting him drink of Christ's chalice. The fire was lighted, but it did him no hurt; so he was stabbed to the heart, and his dead body was burnt. "Then," say the writers of his acts, "we took up the bones, more precious than the richest jewels or gold, and deposited them in a fitting place, at which may God grant us to assemble with joy to celebrate the birthday of the martyr to his life in heaven!"


«Se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros»

EVANGELIO DEL DÍA: 23/02/2011
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Miércoles de la VII Semana del Tiempo Ordinario

Libro de Eclesiástico 4,11-19.
La sabiduría encumbra a sus hijos y cuida de aquellos que la buscan.
El que la ama, ama la vida, y los que la buscan ardientemente serán colmados de gozo.
El que la posee heredará la gloria, y dondequiera que vaya, el Señor lo bendecirá.
Los que la sirven rinden culto al Santo y los que la aman son amados por el Señor.
El que la escucha juzgará a las naciones y el que le presta atención habitará seguro.
El que confía en ella la recibirá en herencia y sus descendientes también la poseerán.
Al comienzo, ella lo conducirá por un camino sinuoso, le infundirá temor y estremecimiento y lo hará sufrir con su disciplina, hasta que tenga confianza en él y lo haya probado con sus exigencias.
Después, volverá a él por el camino recto, lo alegrará y le revelará sus secretos.
Si él se desvía, ella lo abandonará y lo dejará librado a su propia caída.

Salmo 119,165.168.171.172.174.175.
Los que aman tu ley gozan de una gran paz, nada los hace tropezar.
Yo observo tus mandamientos y tus prescripciones, porque tú conoces todos mis caminos.
Que mis labios expresen tu alabanza, porque me has enseñado tus preceptos.
Que mi lengua se haga eco de tu promesa, porque todos tus mandamientos son justos.
Yo ansío tu salvación, Señor, y tu ley es toda mi alegría.
Que yo viva y pueda alabarte, y que tu justicia venga en mi ayuda.

Evangelio según San Marcos 9,38-40.
Juan le dijo: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros".
Pero Jesús les dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí.
Y el que no está contra nosotros, está con nosotros. 
Mc 9,38-40
Leer el comentario del Evangelio por 
Pío XII, papa desde 1939 a 1958
Encíclica «Mystici Corporis Christi»
«Se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros»
     Imitemos la inmensidad del amor del mismo Jesús, modelo supremo de amor hacia la Iglesia. Indudablemente que la Esposa de Cristo, la Iglesia, es única; y sin embargo el amor del Esposo divino se extiende tan ampliamente que, sin excluir a nadie, abarca en su Esposa a todo el género humano. Si nuestro Salvador ha derramado su sangre, es con el fin de reconciliar con Dios, en la cruz, a todos los hombres, incluso aunque estén separados por la nación o la sangre y reunirlos en un solo Cuerpo. El verdadero amor de la Iglesia exige, pues, no solamente que unos sean miembros de los otros en el mismo Cuerpo, llenos de mutua solicitud (Rm 12,15), miembros que deben alegrarse cuando otro miembro es honorado y sufrir con él cuando él sufre (1C 12,26); sino que exige también que en los demás hombres todavía no unidos a nosotros en el Cuerpo de la Iglesia, sepamos reconocer en ellos a hermanos de Cristo según la carne, llamados igual que nosotros a la misma salvación eterna.

     Sin duda que no falta gente, sobre todo hoy, ¡desgraciadamente!, que orgullosamente alaban la lucha, el odio y la envidia como medio para sublevar y exaltar la dignidad y la fuerza del hombre. Pero nosotros, que discernimos con dolor los lamentables frutos de esta doctrina, seguimos a nuestro Rey pacífico, que nos ha enseñado no sólo amar a los que no pertenecen a la misma nación o tienen el mismo origen (Lc 10,33s), sino incluso amar a nuestros enemigos (Lc 6,27s), Celebremos con san Pablo, el apóstol de las naciones lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo del amor de Cristo (Ef 3,18); amor que la diversidad de pueblos o de costumbres no puede romper, que la inmensidad que se extiende en el océano no puede disminuir, que, en fin, las guerras, hechas por una causa justa o injusta, no pueden disgregar.


miércoles 23 Febrero 2011

San Policarpo



Obispo y Mártir.San Policarpo fue uno de los discípulos del apóstol San Juan Evangelista. Los fieles le profesaban una gran admiración. Y entre sus discípulos tuvo a San Ireneo y a varios santos más.

San Policarpo era obispo de la ciudad de Esmirna, en Turquía, y fue a Roma a dialogar con el Papa Aniceto para ver si podían ponerse de acuerdo para unificar la fecha de fiesta de Pascua entre los cristianos de Asia y los de Europa. Y caminando por Roma se encontró con un hereje que negaba varias verdades de la religión católica. El otro le preguntó: ¿No me conoces? Y el santo le respondió: ¡Si te conozco. Tu eres un hijo de Satanás!

Cuando San Ignacio de Antioquía iba hacia Roma, encadenado para ser martirizado, San Policarpo salió a recibirlo y besó emocionado sus cadenas. Y por petición de San Ignacio escribió una carta a los cristianos del Asia, carta que según San Jerónimo, era sumamente apreciada por los antiguos cristianos.

El pueblo estaba reunido en el estadio y allá fue llevado Policarpo para ser juzgado. El gobernador le dijo: "Declare que el César es el Señor". Policarpo respondió: "Yo sólo reconozco como mi Señor a Jesucristo, el Hijo de Dios". Añadió el gobernador: ¿Y qué pierde con echar un poco de incienso ante el altar del César? Renuncie a su Cristo y salvará su vida. A lo cual San Policarpo dio una respuesta admirable. Dijo así: "Ochenta y seis años llevo sirviendo a Jesucristo y El nunca me ha fallado en nada. ¿Cómo le voy yo a fallar a El ahora? Yo seré siempre amigo de Cristo".



El gobernador le grita: "Si no adora al César y sigue adorando a Cristo lo condenaré a las llamas",. Y el santo responde: "Me amenazas con fuego que dura unos momentos y después se apaga. Yo lo que quiero es no tener que ir nunca al fuego eterno que nunca se apaga".

En ese momento el pueblo empezó a gritar: ¡Este es el jefe de los cristianos, el que prohíbe adorar a nuestros dioses ¡ Qué lo quemen! Y también los judíos pedían que lo quemaran vivo. El gobernador les hizo caso y decretó su pena de muerte, y todos aquellos enemigos de nuestra santa religión se fueron a traer leña de los hornos y talleres para encender una hoguera y quemarlo.

Hicieron un gran montón de leña y colocaron sobre él a Policarpo. Los verdugos querían amarrarlo a un palo con cadenas pero él les dijo: "Por favor: déjenme así, que el Señor me concederá valora para soportar este tormento sin tratar de alejarme de él". Entonces lo único que hicieron fue atarle las manos por detrás.

Policarpo, elevando los ojos hacia el cielo, oró así en alta voz: "Señor Dios, Todopoderoso, Padre de Nuestro Señor Jesucristo: yo te bendigo porque me has permitido llegar a esta situación y me concedes la gracia de formar parte del grupo de tus mártires, y me das el gran honor de poder participar del cáliz de amargura que tu propio Hijo Jesús tuvo que tomar antes de llegar a su resurrección gloriosa. Concédeme la gracia de ser admitido entre el grupo de los que sacrifican su vida por Ti y haz que este sacrificio te sea totalmente agradable. Yo te alabo y te bendigo Padre Cestial por tu santísimo Hijo Jesucristo a quien sea dada la gloria junto al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos".

"Tan pronto terminó Policarpo de rezar su oración, prendieron fuego a la leña, y entonces sucedió un milagro ante nuestros ojos y a la vista de todos los que estábamos allí presentes (sigue diciendo la carta escrita por los testigos que presenciaron su martirio): las llamas, haciendo una gran circunferencia, rodearon al cuerpo del mártir, y el cuerpo de Policarpo ya no parecía un cuerpo humano quemado sino un hermoso pan tostado, o un pedazo de oro sacado de un horno ardiente. Y todos los alrededores se llenaron de un agradabilísimo olor como de un fino incienso. Los verdugos recibieron la orden de atravesar el corazón del mártir con un lanzazo, y en ese momento vimos salir volando desde allí hacia lo alto una blanquísima paloma, y al brotar la sangre del corazón del santo, enseguida la hoguera se apagó"

"Los judíos y paganos le pidieron al jefe de la guardia que destruyeran e hicieran desaparecer el cuerpo del mártir, y el militar lo mandó quemar, pero nosotros alcanzamos a recoger algunos de sus huesos y los veneramos como un tesoro más valioso que las más ricas joyas, y los llevamos al sitio donde nos reunimos para orar".

El día de su martirio fue el 23 de febrero del año 155. Esta carta, escrita en el propio tiempo en que sucedió el martirio, es una narración verdaderamente hermosa y provechosa.






Oremos 
Dios y Señor de todo lo creado, que quisiste que San Policarpo fuera contado entre tus mártires, concédenos, por su intercesión, participar con él en la pasión de Cristo, para poder así resucitar, también con él, a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.



Nuestra Señora de Roches, cerca de  Salamanca, España (434)