Jueves semana séptima de Pascua (24 mayo 2012, María Auxiliadora)

De Corazón a corazón: Hech 22,30;23,6-11 ("Se me juzga por esperar la resurrección de los muertos… Has dado testimonio de mí"); Jn 17,20-26 ("Como tú Padre en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea… los has amado como a mi… yo estoy en ellos")

Contemplación, vivencia, misión: Pablo fue siempre un destello de Cristo Resucitado. Su testimonio dejó huella imborrable, desde Jerusalén hasta Roma. Un corazón unificado en el amor a Cristo y una comunidad unificada con Cristo en medio, es la garantía de una fe vivida que no hace rebajas a la entrega. El mandato del amor, puesto en práctica en la fraternidad, es un signo eficaz de santificación y de evangelización. La unidad del corazón y la unidad de una comunidad a modo de familia, construye en el mundo la unidad de la familoia de Jesús, que es reflejo de Dios Amor, uno y trino. "El Espíritu Santo se manifiesta distinto en cada uno, pero nunca distinto de sí mismo" (San Cirilo de Jerusalén). "Se reparte sin sufrir división" (San Basilio Magno).
En el día a día con la Madre de Jesús: En el Cenáculo, preparando la venida del Espíritu Santo, resonaban en el Corazón de María y de la Iglesia, las palabras de Jesús: "Los has amado como a mi… yo estoy en ellos". Era la explicación anticipada del encargo recibido en el Calvario: "He aquí a tu hijo… he aquí a tu Madre".