EVANGELIO DEL DÍA

domingo, 30 de noviembre de 2014

El Vaticano abandera la lucha contra los abusos - La Razón digital

El Vaticano abandera la lucha contra los abusos - La Razón digital

El Vaticano abandera la lucha contra los abusos

En los últimos años, la Iglesia ha ido perfeccionando el protocolo de actuación ante casos de abusos sexuales perpetrados por el clero. Hoy, el procedimiento de actuación continúa actualizándose, así como las medidas adecuadas para su prevención y el cuidado pastoral con las víctimas. Sin duda alguna, Benedicto XVI tomó el asunto con mano de hierro y dio inicio a una nueva etapa que hoy continúa con el Papa Francisco, quien se ha mostrado ya implacable en relación a varios casos. Parte de este camino es la medida puesta en marcha por el Papa argentino hace apenas 15 días con la creación de un Colegio especial para el estudio de los recursos de apelación contra sentencias condenatorias por delitos graves cometidos por miembros del clero, que estará integrado en la Congregación para la Doctrina de la Fe, el órgano que tiene en sus manos las cuestiones doctrinales más delicadas de la Iglesia. El objetivo de la nueva comisión, formada por siete cardenales u obispos que aún no se conocen, es el de garantizar la rapidez de los procesos.

En Doctrina de la Fe se encuentra la denominada Sección Disciplinar que es la que se ocupa en concreto de estos casos y está formada por varios sacerdotes. Por encima se encuentra el promotor de justicia que hace las veces de fiscal. Precisamente, el pasado septiembre, Francisco nombró a Robert J. Geisinger como nuevo promotor, en sustitución de Robert W. Oliver, a quien designó secretario de la Pontificia Comisión para la Tutela de los Menores.

En 2001, Juan Pablo II promulgó el decreto «Sacramentorum Sanctitatis Tutela», con el que atribuía a este órgano de la Santa Sede las competencias necesarias para tratar y juzgar según el ordenamiento del Derecho Canónico los delitos más graves. Este decreto va acompañado por una serie de normas que se han ido actualizando desde entonces con el fin de agilizar y simplificar los procedimientos, de tal manera que sean más eficaces y hagan cara a nuevos problemas.

El protocolo contra los abusos se activa nada más conocerse un caso, bien porque alguna víctima ha informado a la Santa Sede, bien porque se lo ha contado al obispo de la diócesis en la que tuvieron lugar los abusos o bien porque el terrible delito se ha destapado de alguna manera, por ejemplo a través de los medios de comunicación. La diócesis local debe investigar siempre todas las denuncias, que es justamente lo que el Papa Francisco pidió al arzobispo de Granada nada más recibir la carta de la víctima en la que contaba lo sucedido. Si la acusación es verosímil, el caso debe remitirse a Doctrina de la Fe y el obispo debe proporcionar toda la información necesaria, además de explicar su opinión acerca de los siguientes pasos a dar y las medidas que se deben adoptar a corto y largo plazo. Todo ello siguiendo el Derecho Civil y colaborando con las autoridades civiles del lugar desde el primero momento. De hecho, la Iglesia subraya que «es necesario adecuarse desde el primer momento a las disposiciones de ley vigentes en los diversos países».

Durante la primera etapa de investigación y hasta que finalice el caso, el obispo debe poner medidas cautelares para salvaguardar a la comunidad y a las propias víctimas. Según la normativa vigente en la Santa Sede, el obispo debe proteger siempre a los niños y para ello debe tomar todas las medidas oportunas para asegurar que no se hace ningún daño. Una vez que el procedimiento se ha puesto en marcha, Doctrina de la Fe puede autorizar al obispo local a iniciar un proceso judicial ante un tribunal de la Iglesia, pero los recursos en estos casos irían directamente a la Santa Sede. En el caso de los abusos en Granada, el Papa Francisco habría encargado la investigación canónica a la diócesis de Valencia y el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal alemán Gerhard Müller, así lo habría comunicado a la diócesis de Granada. El sacerdote acusado está obligado a responder a las acusaciones, así como a presentar un recurso ante la Congregación contra el decreto que lo condene a una pena canónica. Una vez se revise el decreto, la decisión de los cardenales miembros de este dicasterio es definitiva.

Expulsados sin recurso

Si el sacerdote es juzgado y declarado culpable, el proceso judicial y el administrativo-penal pueden condenarlo a una serie de penas canónicas siendo la más grave la expulsión del estado clerical. Pero el protocolo contempla también que en casos muy graves, o en aquellos en los que el proceso penal civil haya declarado al clérigo culpable de abuso sexual a menores, la Iglesia puede llevar directamente el caso al Papa para que éste promulgue un decreto, llamado «ex officio» con el que se expulsa al culpable del estado clerical. Contra esta decisión del Papa no hay recurso posible. El Papa también es el responsable de conceder la dispensa al sacerdocio a los sacerdotes que hayan reconocido su delito y deseen volver al estado laical.

Las normas vaticanas apuntan además a que si el sacerdote acusado ha admitido sus delitos y ha aceptado vivir una vida de oración y penitencia, Doctrina de la Fe autoriza al obispo de la diócesis a la que pertenecen a emitir un decreto que prohíbe o restringe el ministerio público de dicho sacerdote. En el caso de que el religioso osara violar el decreto, de nuevo sería penado canónicamente.

La lucha de la Iglesia contra los abusos sexuales del clero en los últimos años ha ido más allá y en mayo de 2012 el propio Vaticano pidió a las conferencias episcopales de todo el mundo confeccionar unas «líneas guía» en las que se indique el procedimiento que seguiría cada diócesis en casos de abusos. Los episcopados que elaboraron el documento lo sometieron a la aprobación de la Congregación para la Doctrina de la Fe, con el fin de comprobar si seguía las nuevas normas establecidas por Benedicto XVI en 2010 y con las que se plantaba cara con más fuerza a estos delitos. Entre las nuevas medidas del ya Papa emérito, se encuentra el aumento de diez a veinte años del plazo de prescripción de los mismos y que puedan ser miembros del tribunal abogados o procuradores y no sólo sacerdotes, sino también laicos. Sin embargo, a juicio de algunos las reformas efectuadas en los últimos años por la Iglesia son todavía insuficientes. En un duro informe sobre los derechos de los niños, en el mes de febrero, la Comisión sobre los Derechos de los niños de la ONU acusó al Vaticano de no haber tomado las medidas adecuadas y de no ser transparentes a la hora de tratar estos casos, además de solicitar a la Iglesia que cambie su doctrina y su actitud sobre asuntos como el aborto. La respuesta de la Santa Sede no se hizo esperar y denunció que para la elaboración del informe no se habían tomado en cuenta todas las medidas adoptadas por la Iglesia, calificó de «injerencia» algunos puntos del informe y prometió «examinar minuciosamente» las observaciones de la ONU. No obstante, hace apenas unos meses se supo que el Vaticano expulsó a cerca de 850 sacerdotes entre 2004 y 2013 acusados de abuso sexual.



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Fwd: Verdad frente a abusos - La Razón digital

El Papa Francisco no pudo expresar con más claridad su intención de luchar y erradicar los abusos sexuales dentro de la Iglesia católica: «La verdad es la verdad y no debemos esconderla». La reacción de Bergoglio ante las denuncias presentadas en la diócesis de Granada fue inmediata; tomó la iniciativa de manera personal y llamó a la víctima para pedirle que denunciara su caso, un gesto que sólo puede interpretarse como que ya no bastan las amonestaciones «sotto voce» en la curia, sino que había que actuar con rapidez y ejemplaridad contra este tipo de «crimen y grave pecado», como el Papa lo definió. «Me siento personalmente obligado a asumir todo el mal que una cantidad importante de sacerdotes hicieron», reafirmó Francisco. Por lo tanto, ha sido directamente el Vaticano el que ha asumido el liderazgo contra estos delitos execrables que atentan contra los derechos y dignidad elementales de los más débiles –niños y adolescentes en su mayoría–, ya que vulneran principios básicos de la Iglesia católica y que los culpables no pueden estar en su seno. No fue necesario el polémico informe del Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidos del pasado mes de febrero, en el que se denunció que el Vaticano ocultaba casos de abusos a menores, aunque su difusión fuese impactante, para que la Santa Sede tomase cartas en el asunto de manera decidida, pues no sólo se estaban investigando los casos denunciados y tomando medidas drásticas, sino que se había desarrollado una forma de acción conjunta a través de las conferencias episcopales. Ya entonces, el portavoz vaticano, Federico Lombardi, llamó la atención sobre el hecho de que algunos informes «muchas veces son presentaciones muy ideológicas o parciales de las cuestiones». En definitiva, la Santa Sede no estaba de brazos cruzados ante tal drama. El momento que definió la «tolerancia cero» lo marcó Benedicto XVI cuando en marzo de 2010 envió una larga carta a la comunidad católica irlandesa en la que se reconocía la gravedad de los delitos cometidos. Habló entonces de «sentimiento de traición que muchos de vosotros habéis experimentado» y de la necesidad de actuar con «valentía y determinación». Que sea el propio Papa Francisco quien encabece la lucha contra la pederastia sólo explica la necesidad de emprender «un camino de curación, renovación y reparación», en palabras de Ratzinger. El pasado mes de julio, Francisco invitó a un grupo de jóvenes víctimas de abusos a participar en una misa en Santa Marta. En su homilía, pidió perdón y marcó la doctrina que debe seguirse: «No hay lugar en el ministerio de la Iglesia para aquellos que cometen estos abusos, y me comprometo a no tolerar el daño infligido a un menor por parte de nadie, independientemente de su estado clerical».

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Román y los 'lobos' de su Iglesia | Crónica | EL MUNDO

Román y los 'lobos' de su Iglesia | Crónica | EL MUNDO

Román y los 'lobos' de su Iglesia

Román Martínez, uno de los implicados en el caso de presuntos abusos...

Era un joven apuesto y, por lo que le acusan, con un mundo interior trastornado. Román Martínez Velázquez de Castro se ordenó sacerdote el 15 de julio de 1978. Tenía 24 años. Hijo de un honorable doctor de pueblo, vivió una infancia acomodada. Ni carencias ni traumas en su residencia en Caniles (Granada). Todos sus hermanos iban a destacar y él, como era aspiración en familias como la suya, optó por ser sacerdote. Alto, 185 cm, siempre iba con las mejores prendas. Decidió ser un focolar -movimiento católico que apoya la unidad de los cristianos-, hasta que lo abandonaría para formar un clan, donde la familia tendría otro significado. Su grupo era conocido entre la cúpula clerical de Granada como Los romanes. Hoy, con 60 años, Don Román, como le llamaban, protagoniza el caso más cruento de pederastia en la Iglesia de España. Uno que se podría cobrar la cabeza de un arzobispo testarudo en protegerle. Abusos sexuales, masturbaciones, orgías, vídeos pornográficos...

D., aspirante a doctor, 24 años, políglota y brillante estudiante, decidió acabar con su silencio. Desvelar lo que sabía de Román, en quien había confiado, por quien abandonó a su familia. Y quien casi le destruye porque, a diferencia de Román, D. proviene de un barrio de clase obrera... Él era la esperanza de los suyos, un chico de esos que los padres sueñan tener. Tan bueno que decidió ser monaguillo. Recién entrado en la adolescencia, escuchaba a Don Román, su mentor y guía. Aún menor de edad, fue convencido para abandonar su casa e irse a vivir al piso del cura. A dormir en su misma cama.

De noviembre de 1978 a febrero de 1980, cuando apenas fue ordenado cura, a Román le tocó servir en la histórica parroquia de Cástaras (Granada), cuyo origen data desde el siglo XVI. Un templo donde también sirvió, entre 2002 y 2013, Manuel Quintana Muñoz, vicario de la iglesia donde era -hasta el 15 de octubre- sacerdote principal Román, la de San Juan de Vianney. Manuel es hermano de Sergio Quintana Muñoz, profesor de religión detenido por este caso y a quien el Arzobispado ya le ha retirado la idoneidad para dictar esta asignatura. Todo ocurrió alrededor de la iglesia de Vianney, donde Los romanes actuaban. Había un patrón de captación que estudian los investigadores: adolescentes con familias desestructuradas. Venían de hogares con problemas de drogas, sin aparente futuro... "Decían que les iban a dar hogar, les daban de todo. De pronto se sentían queridos...", cuenta un defensor de Román, sin darse cuenta de que existe una doble lectura. "Siguiendo sus consejos y su manipulación efectiva, dejé la casa de mis padres con 17 años y me fui a vivir a la casa parroquial...", contaba, en su carta al Santo Padre, D.

'Los mejores amigos'

"Te dan confianza. Sientes que es un honor... Transcurre un tiempo y llegas a creer que es tu familia", apunta M., el otro acusador de Los romanes. El segundo, por ahora. "Te hacen ver que lo que hacen es para tu bien... Me aconsejaban que estar con ellos era lo mejor... Ellos eran los mejores amigos".

Un apellido como Velázquez de Castro es cuasi aristocrático en la comarca de Baza, altiplano de Granada. Hay médicos, empresarios, comerciantes, constructores... Los pecados de Román han salpicado a todos. Incluso la actual alcaldesa de su pueblo titubea cuando le preguntamos por él. Dice apenas conocerlos... Menos al padre Martínez Velázquez de Castro, quien participó en las fiestas centrales de Caniles, en 2010, con una Novena en honor a San Sebastián titulada: Bienaventurados los limpios del corazón... Heredero de una buena parte de las propiedades de sus padres, no fue el dinero de su familia lo que habría hecho millonario a Don Román. Dos años antes de ese pregón, María Muñoz Morillas, una acaudalada farmacéutica, legó propiedades y varios millones de euros a tres curas. Entre los que figuran como actuales dueños de sus inmuebles están Román y Francisco José Campos. Este último es personaje esencial entre la secta de los romanes. Campos no es sólo un cura. Era uno de los sacerdotes con más porvenir de España.

Francisco Campos es juez del Tribunal Eclesiástico de Granada. Esto escandalizó primero al Papa cuando se enteró. Era un KO al mentón de uno de los más polémicos miembros de la alta curia, el díscolo arzobispo de la diócesis, Francisco Javier Martínez Fernández. Ya fue sumamente tibio con un abusador condenado cuando estaba destinado en Córdoba, hasta que éste fue expectorado por su sucesor. Después, ya como arzobispo granadino, apoyó la edición de un libro donde las mujeres eran bien vistas como "sumisas". Y ahora, uno de sus niños mimados, pues Campos lo era, aparecía como personaje relevante de la carta que había conmovido al Papa.

Paradójicamente, la vida de Campos era similar a la de la víctima, a D. El juez eclesiástico es hijo de un humilde camarero. Era el orgullo familiar. Graduado de Derecho Canónico en Salamanca, "todo apuntaba a que iba para obispo", señala un allegado. Su padre, Paco, está destrozado. «Le ha matado». Antes de ser nombrado cargo de confianza de monseñor Martínez Fernández, había pasado por varias parroquias de la Alpujarra como Órgiva, donde heredó la fortuna de la farmacéutica. El círculo del clan lo cierra Manuel Morales Morales, que reemplazó a Campos en Órgiva. Morales es otro de los cuatro principales acusados.

Los romanes -no menos de 10 sacerdotes y cuatro laicos, a pesar de que sólo haya cuatro imputados- con su estrategia disfrutaban de una buena vida. Se le atribuyen 18 propiedades, como mínimo, a su nombre. No menos de dos chalets de lujo, piso en la playa, coches de alta gama -un vecino vio un "Audi A6 dorado, de esos inolvidables"-, y a Román conduciendo una "moto naked tipo Ducati", refiere a Crónica un camarero que trabaja frente a la iglesia. Nos lo cuenta un día antes de que aparecieran en la fachada del templo de San Juan María Vianney de Granada pintadas de limpio trazo: "Pedófilos" y "sucios pederastas".

Llorando a solas

Todo lo que padeció el joven D. en manos de Los romanes ocurrió cuando era menor. A él, a la esperanza de su familia. Sufrió en silencio para acusar a su abusador principal, lo que le ocasionó distintos síndromes. Pero se sobrepuso, reemprendió su vida y hoy apunta alto en su profesión. Muy arriba. Pero no le era suficiente. Había llegado a sus oídos que la red se estaba haciendo más fuerte, que estaba atrapando a amigos suyos, a vecinos suyos... ¿Cómo tomó la decisión de escribir al Papa? Ya había llorado a solas varias veces D. Por fuera, era un chico feliz defensor de distintas causas, podría criticar al gobierno, a las matanzas de Israel en Palestina, la inmovilidad de la juventud... Por eso él no podía quedarse impasible ante Los romanes. Para cerrar un ciclo, en verano, el 24 de julio de 2014, escribió una carta al Santo Padre. La batalla iba a ser de cordero contra lobos. De David contra Goliat. Un Goliat que estaría respaldado por la Santa Madre Iglesia. Pero no. El papa Francisco ordenó actuar. Y Román y sus romanes caerían en desgracia. La redención de D. llegó el domingo 10 de agosto. A las 17.23 horas.

Semáforo en rojo. El móvil suena. Número desconocido.

-¿Quién es? -pregunta D.

-¿Hablo con el señor D.? -responde una voz cálida, que sentía cercana pero no la reconocía totalmente.

-Sí, soy yo. ¿Quién llama?

-Buenas tardes hijo, soy el padre Jorge.

-Perdón, se ha debido de equivocar. No conozco a ningún padre Jorge.

-Bueno, el Papa Francisco... -D., el muchacho locuaz, se queda completamente mudo.

-...

-¿Sigue ahí? -indaga Jorge Bergoglio, nombre de pila del sucesor de Benedicto XVI.

-...

-Hijo, serénate. He leído tu carta varias veces. No he podido más que emocionarme y sentir un dolor inmenso al leer tu relato. Quiero pedirte perdón en nombre de toda la Iglesia de Cristo... -Bergoglio estaba consternado, ya sólo la denuncia de D. bastaba para eso, pero además lo que se apuntaba en la carta era que Los romanes era un grupo organizado. No le había tocado enfrentarse a esto antes...

Esta conversación fue desvelada por el escritor y periodista Jesús Bastante. Un scoop que ha removido los cimientos de la Iglesia española. La primera fase de un escándalo que a partir de allí ha ido arrinconando a los acusados. Y a D., que está parapetado en sus investigaciones y libros, entre sus alumnos y sus tareas que no ha abandonado. Nos confirman su identidad -que no revelamos para protegerle-, dónde está refugiado, su oficina... Hablamos también con él: "Sólo quiero que se sepa la verdad. Creo en la Justicia. Sé que me están buscando, que están en la casa de mis padres, en mi lugar de trabajo...", nos ha dicho a través de uno de sus amigos más cercanos. "Estoy muy tranquilo. Gracias por interesarse por mí".

Cuando escribió su carta, D. sólo pensó en las otras víctimas. Incluso su actuar dejó descolocado a los líderes de otro grupo, al Opus Dei, del que forma parte y es supernumerario [laicos que no viven el celibato apostólico]. "Él ha actuado individualmente, respetamos y aplaudimos su valentía, pero no hemos tenido nada que ver", dicen desde la organización fundada por José María Escrivá de Balaguer. Lo aclaran, pues se ha hablado de una guerra civil en el clero por el control de la diócesis de Granada. Lo cierto es que es una denuncia individual, de D. contra los que considera sus abusadores... Relata así los abusos que sufrió...

Película pornográfica

"El motivo de esta carta es narrar un acontecimiento de mi vida, bastante trágico, que me ha causado gran daño y al menos a otras cuatro personas que han debido pasar por el mismo tormento que yo...". La cantidad de menores abusados no se conoce aún. Las estimaciones van de los chicos que cita D., a decenas. Por lo pronto, van dos denuncias hechas en sede judicial. En la misiva al Papa se dan los nombres de los lobos con piel de cordero eclesial: Román Martínez Velázquez de Castro, Francisco Javier Campos Martínez, Manuel Morales Morales... Entre los acusados "hay dos parejas de hermanos". Una de ellas es la de Sergio y Manuel Quintana Muñoz. Sólo Sergio está imputado... ¿Qué le hizo Román a D., según el escrito? "Jamás tuve cama propia en la casa parroquial, tenía que dormir en su cama a diario... Para cambiarse de ropa, no podías esconderte o taparte, pues no estabas siendo natural y estabas ocultando tu cuerpo, que es natural y un regalo de Dios... Las prácticas sexuales más frecuentes iban desde masajes a masturbaciones y besos en la boca... Sentí que me volvía loco... No comprendí jamás el porqué había que poner una película pornográfica homosexual en la habitación y verla [junto a Román]... Me consta que también cometieron abusos con un amigo mío, pero se marchó al ver lo que sucedía allí". Este amigo es M. que añade, en su testimonio de denuncia, aún más crudeza... "Sentía sus erecciones rozarme y me decían que no tuviera miedo".

La denuncia no sólo fue tomada en serio por el Santo Padre. El propio fiscal superior de Andalucía, José María García Calderón, la tramitó sin demora. Por el contrario, la actitud del obispo de Granada fue, por decirlo con sutileza, laxa. Desde la llamada de Bergoglio a D. hasta que suspendieron a divinis a los tres sacerdotes, el 15 de octubre de 2014, pasaron 66 días. Tiempo suficiente para que pudieran borrar todas las pruebas y planificar una estratagema. Esta actitud ha hecho que distintas voces pidan la dimisión del arzobispo Martínez, a quien D. acudió por petición de Francisco I. "Mañana ve al obispo", le indicó el Papa. "Le escribí al obispo para que empezara el trabajo, para que hiciera la investigación y fuese adelante", explica Francisco. Pero D. sintió indiferencia por parte del prelado granadino. Hasta que decidió ir a la justicia terrenal.

No habrá paz para los malvados

Por eso, la petición de perdón, postrado, el pasado domingo, de Martínez por varios minutos junto a otros sacerdotes sobre el suelo de la catedral de Granada, de poco le podría servir... Él ya sabía que las detenciones de Román y sus romanes era cuestión de horas. El lunes fueron enviados al calabozo Martínez Velázquez de Castro, Campos Martínez, de 44 años, Manuel Morales Morales, 42, y Sergio Quintana... El escándalo se hizo mundial. Desde EEUU a Roma ya se habla del clan. Al día siguiente, en pleno Parlamento Europeo, el Papa fue lapidario: "No se puede esconder la verdad".

M. también se atrevió a acusarlos judicialmente. "Me veo con fuerzas... tras años de silencio, miedo y vergüenza". Y un tercer testimonio salió a la luz también. Uno que demuestra que la actividad de Román no comenzó ahora. El relato de G. Tenía 15 años y Román, 33, "la edad de Cristo", como bromeaba él. Eran inicios de 1986, hace 28 años. "Román intentó tocarme cuando salí de la ducha...". Dice más: "Me abre la puerta y veo, por detrás, en el pasillo cuatro diáconos, o lo que fueran, completamente desnudos".

Agotadas, al límite, las 72 horas de detención preventiva, el juez imputó a los cuatro acusados por delitos "contra la libertad e indemnidad sexual". Tres están en libertad con cargos desde el miércoles noche. Don Román consiguió no ingresar en prisión pagando inmediatamente una fianza de 10.000 euros.

Ha sido fundamental la actuación de Javier Muriel, abogado penalista de Marbella, nada barato, quien pleiteó también en el escandaloso caso Malaya, que anticipó a este suplemento que sus clientes iban a ser liberados, cuando se preveía que Román iba a ir a prisión sin fianza. El sacerdote, a través de su letrado, se defiende: "Somos inocentes. Rechazamos todos los cargos y sólo queremos que la verdad se sepa. Llegaremos hasta el final". Los romanes -a quienes también, erróneamente, llaman Los romanones- están escondidos en la provincia de Granada, en pueblos del interior. Sólo tienen la obligación de fichar el próximo 7 de diciembre, 24 horas antes de la celebración de la Inmaculada Concepción.

Cibersexo

Las investigaciones policiales van en pos del rastro informático de Los romanes. Los discos duros de sus ordenadores están vacíos. Han desaparecido gran parte de sus imágenes. Y se sabe que eran muy activos en las redes... "En la sexualidad se manifiesta nuestro ser más íntimo, con todas sus riquezas y miserias. Como expresión de nosotros mismos, la sexualidad puede ser maravillosa o tremendamente denigrante... La satisfacción que da una sexualidad integrada y armónica no tiene precio, pero hacen falta personas que quieran buscarla", escribió el miembro del tribunal eclesiástico e imputado, Francisco Campos. Su texto lo tituló: Cibersexo.

M., que no ha dejado Granada, es señalado con el dedo, como si él fuera culpable por haber contado su verdad, sus abusos... Mientras, D. vive un retiro espiritual. Pasará un rato con sus amigos, los que han compartido escapadas a festivales y fiestas, con quienes ha reído y llorado. Lo han acompañado y apoyado tras conocer lo que le pasó. Especialmente ése que ha conducido en coche, dirección norte, más de siete horas para ir a su encuentro, cual hermano. Que en su retorno a su ciudad, que hará en silencio, con los suyos, responderá a sus preguntas. El autor de la carta que conmovió al Papa, el futuro doctor, ya no tiene nada que callar.

LA CARTA QUE CONMOVIÓ AL PAPA FRANCISCO

Querido Santo Padre: Soy D... tengo 24 años y soy miembro supernumerario del Opus Dei... El motivo de esta carta es narrar un acontecimiento de mi vida, bastante trágico, que me ha causado gran daño y a, al menos, otras cuatro personas que han debido pasar por el mismo tormento que yo... Son nueve sacerdotes [involucrados, entre ellos...] Román Martínez Velázquez de Castro, Francisco Javier Campos Martínez, Manuel Morales Morales, Sergio Quintana Muñoz... Hasta los 16 años... mantuve un compromiso estable con la parroquia... pero de ir solo a misa, también empecé a visitar con frecuencia la casa parroquial. Allí pasaba fines de semana completos: estudiaba, estaba con ellos... Esto me supuso constantes discusiones con mis padres, que no entendían por qué pasaba tanto tiempo en la parroquia... Mi relación, confianza y cercanía con Román... Me convenció de que debía participar mucho más de la vida entre ellos e ir dejando poco a poco a la familia... Siguiendo sus consejos y su manipulación efectiva, dejé la casa de mis padres con 17 años y me fui a vivir a la casa parroquial. Dejé mi familia por completo para trasladarme a vivir a la parroquia dando de lado la relación con mis padres... La gran farsa que este hombre tiene montada... Jamás tuve cama propia en la casa parroquial, tenía que dormir en su cama a diario... Para cambiarse de ropa, no podías esconderte o taparte, pues no estabas siendo natural y estabas ocultando tu cuerpo que es natural y un regalo de Dios... [Decían] "Si no lo haces nos estás juzgando y es porque estás repleto de trabas mentales que te impiden ser natural"... Las prácticas sexuales más frecuentes iban desde masajes a masturbaciones, también besos en la boca... Sentí que me volvía loco. No entendía nada. No comprendí jamás por qué había que poner una película pornográfica homosexual en la habitación y verla [junto a Román]... Al resto de sacerdotes no los vi participar, pero sé que estaban informados de lo que se hacía en la habitación de este hombre... Durante aquel tiempo sentí que me volvía loco: siempre me habían gustado las mujeres y me encontré que estaba viviendo una sexualidad entre hombres que además eran sacerdotes, que se supone que debían vivir bajo los principios de la castidad y el celibato apostólico... Hoy soy profesor [detalla dónde y sus lugares de trabajo], pero por culpa de este sacerdote he desarrollado un trastorno de ansiedad generalizado... Al terminar la selectividad en el año 2008 dejé la parroquia y la relación con Román... Me consta que también cometieron abusos con un amigo mío, pero se marchó al ver lo que sucedía allí [es M., el segundo acusador y testigo en el caso]. Vio la luz y pudo escapar de todo eso... Querido Santo Padre, este tema es de una gravedad considerable. Desde que me fui con 18 años y hasta ahora que tengo 24, jamás pensé que informaría de esto a nadie, pero me preocupa que estas prácticas se estén haciendo también con una amiga mía... Sé que esta carta puede ser motivo de escándalo. No busco nada para mí, pero sí me preocupa que estos señores puedan estar arruinando la vida de otros... Mil veces he deseado contarlo todo a mis padres... pero no lo he contado a nadie. He llevado este asunto con absoluta prudencia para no desgastar a la Iglesia y a tantos ministros que hacen tanto bien a las almas... Entiendo que es inaceptable que estas personas puedan estar haciendo daño a niños y niñas... Le ruego que no permanezca impasible ante esto... Jamás he querido llevarlo a los tribunales, pero...



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