EVANGELIO DEL DÍA

martes, 12 de octubre de 2010

«Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29)

EVANGELIO DEL DÍA: 13/10/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Miércoles de la XXVIII Semana del Tiempo Ordinario


Carta de San Pablo a los Gálatas 5,18-25.
Pero si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley.
Se sabe muy bien cuáles son las obras de la carne: fornicación, impureza y libertinaje,
idolatría y superstición, enemistades y peleas, rivalidades y violencias, ambiciones y discordias, sectarismos, disensiones
y envidias, ebriedades y orgías, y todos los excesos de esta naturaleza. Les vuelvo a repetir que los que hacen estas cosas no poseerán el Reino de Dios.
Por el contrario, el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza,
mansedumbre y temperancia. Frente a estas cosas, la Ley está de más,
porque los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus malos deseos.
Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por él.

Salmo 1,1-2.3.4.6.
¡Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor y la medita de día y de noche!
El es como un árbol plantado al borde de las aguas, que produce fruto a su debido tiempo, y cuyas hojas nunca se marchitan: todo lo que haga le saldrá bien.
No sucede así con los malvados: ellos son como paja que se lleva el viento.
porque el Señor cuida el camino de los justos, pero el camino de los malvados termina mal.

Evangelio según San Lucas 11,42-46.
Pero ¡ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la menta, de la ruda y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el amor de Dios! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.
¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas!
¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven y sobre los cuales se camina sin saber!".
Un doctor de la Ley tomó entonces la palabra y dijo: "Maestro, cuando hablas así, nos insultas también a nosotros".
El le respondió: "¡Ay de ustedes también, porque imponen a los demás cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo! 
Lc 11,42-46
Leer el comentario del Evangelio por 
La Didajé (entre 60-120), catequesis judeo-cristiana
§3
«Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29)
     Hijo, huye de todo lo que es malo o se asemeja al mal. No te enfurezcas: la cólera impulsa al crimen. No seas celoso, ni batallador, ni brutal: estas pasiones son causa de asesinatos. Hijo, no seas sensual: la sensualidad es el camino del adulterio. Que tu lenguaje no sea atrevido ni arriesgada tu mirada: también esto engendra adulterio...Guárdate de los embrujos, astrologías, purificaciones mágicas; rechaza el verlas y escucharlas: esto sería zozobrar en la idolatría. Hijo, no seas mentiroso, porque la mentira arrastra al robo. No te dejes seducir ni por el dinero ni por la vanidad, que también ellos incitan al robo. Hijo, no masculles: llegarías a blasfemar. No seas insolente ni malévolo, también esto lleva a la blasfemia.

     Ten paz: « los pacíficos heredarán la tierra » (Mt 5,5). Sé paciente, misericordioso, sin malicia, lleno de paz y de bondad. Tiembla constantemente ante las palabras que has escuchado (Is 66,2). No te ensalzarás a ti mismo, no entregarás tu corazón al orgullo. No te encontrarás con los soberbios sino que irás con los justos y los humildes. Acogerás los acontecimientos de la vida como un favor, sabiendo que nada ocurre que no sea en Dios.



miércoles 13 Octubre 2010

San Eduardo III



San Eduardo III http://zaragozaciudad.net/zemmz/upload/20081013125944-san-eduardo-13-octubre-2008.jpg
Llamado el Confesor para distinguirle de su tío, el homónimo rey mártir, es el último de los monarcas anglosajones antes de la conquista normanda, el fundador de la abadía de Westminster donde aún se veneran sus restos. Fue antes que san Jorge el patrón de Inglaterra y de la familia real.  
Su atributo es «el anillo que estuvo siete años en el Cielo»: para poner a prueba su caridad, san Juan Evangelista se disfrazó de mendigo y pidió limosna al rey, quien al tener vacía la bolsa le dio su anillo de oro.   Al cabo de siete años, a un peregrino inglés que se encontraba en Palestina se le apareció san Juan y le dio el mismo anillo para que se lo entregase al rey, anunciándole que no tardaría en entrar en el Paraíso.  
Pero más aún nos interesa el que fuese el Hamlet de la santidad, contemporáneo del también shakesperiano Macbeth: depuesto y asesinado su padre, vive en el destierro de Normandía desde los diez años, su madre se casa con el usurpador y le da un heredero que será rey, y su hermano Alfredo encuentra la muerte al tratar de reconquistar Inglaterra; hasta que a los cuarenta años la súbita muerte del hermanastro le permite ceñir la corona.  
Shakespeare y Freud parecen entretejer estos bárbaros episodios de crueldad y pasiones desatadas, pero Eduardo se mueve en este sangriento clima con un espíritu cristiano que desconcierta a los historiadores; bondadoso y débil, dicen unos, santo en la firmeza, la misericordia y los afanes de paz, según otros.  
Hasta el fin de sus días será un soberano ansioso de justicia y modelo de piedad. Su tremenda historia personal es un acicate para hacer el bien en las peores circunstancias, el espíritu de los Evangelios corrige a Shakespeare.




Oremos                                

Confesamos, Señor, que sólo tú eres santo y que sin ti nadie es bueno, humildemente te pedimos que la intercesión de San Eduardo, venga en nuestra ayuda para que de tal forma vivamos en el mundo que merezcamos llegar a la contemplación de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

«Learn from me, for I am gentle and humble of heart» (Mt 11,29)

DAILY GOSPEL: 13/10/2010
«Lord, to whom shall we go? You have the words of eternal life.» John 6,68



Wednesday of the Twenty-eighth week in Ordinary Time

Letter to the Galatians 5:18-25.
But if you are guided by the Spirit, you are not under the law.
Now the works of the flesh are obvious: immorality, impurity, licentiousness,
idolatry, sorcery, hatreds, rivalry, jealousy, outbursts of fury, acts of selfishness, dissensions, factions,
occasions of envy, drinking bouts, orgies, and the like. I warn you, as I warned you before, that those who do such things will not inherit the kingdom of God.
In contrast, the fruit of the Spirit is love, joy, peace, patience, kindness, generosity, faithfulness,
gentleness, self-control. Against such there is no law.
Now those who belong to Christ (Jesus) have crucified their flesh with its passions and desires.
If we live in the Spirit, let us also follow the Spirit.

Psalms 1:1-2.3.4.6.
Happy those who do not follow the counsel of the wicked, Nor go the way of sinners, nor sit in company with scoffers.
Rather, the law of the LORD is their joy; God's law they study day and night.
They are like a tree planted near streams of water, that yields its fruit in season; Its leaves never wither; whatever they do prospers.
But not the wicked! They are like chaff driven by the wind.
The LORD watches over the way of the just, but the way of the wicked leads to ruin.

Holy Gospel of Jesus Christ according to Saint Luke 11:42-46.
Woe to you Pharisees! You pay tithes of mint and of rue and of every garden herb, but you pay no attention to judgment and to love for God. These you should have done, without overlooking the others.
Woe to you Pharisees! You love the seat of honor in synagogues and greetings in marketplaces.
Woe to you! You are like unseen graves over which people unknowingly walk."
Then one of the scholars of the law said to him in reply, "Teacher, by saying this you are insulting us too."
And he said, "Woe also to you scholars of the law! You impose on people burdens hard to carry, but you yourselves do not lift one finger to touch them. 
Lc 11,42-46
Commentary of the day 
Didache (between 60-120), Judaeo-Christian catechesis
§3 (trans. Maxwell Staniforth)
«Learn from me, for I am gentle and humble of heart» (Mt 11,29)
Keep away from every bad man, my son, and from all his kind. Never give way to anger, for anger leads to homicide. Likewise refrain from fanaticism, quarrelling, and hot-temperedness, for these too can breed homicide. Beware of lust, my son, for lust leads to fornication. Likewise refrain from unclean talk and the roving eye, for these too can breed adultery... Have nothing to do with witchcraft, astrology, or magic; do not even consent to be a witness of such practices, for they too can all breed idolatry. Tell no lies, my son, for lying leads to theft. Likewise do not be over-anxious to be rich or to be admired, for these too can breed thievishness. Do not be a grumbler, my son, for this leads to blasphemy. Likewise do not be too opinionated, and do not harbor thought of wickedness, for these too can breed blasphemy.

Learn to be meek, for «the meek are to inherit the earth» (Mt 5,5). School yourself to forbearance, compassion, guilelessness, calmness, and goodness; and never forget to respect the teaching you have had (cf. Is 66,2). Do not parade your own merits, or allow yourself to behave presumptuously, and do not make a point of associating with persons of eminence, but choose the companionship of honest and humble folk. Accept as good whatever experience comes your way, in the knowledge that nothing can happen without God.


Wednesday, 13 October 2010

St. Edward the Confessor († 1066)



SAINT EDWARD THE CONFESSOR
(† 1066)

        Edward was unexpectedly raised to the throne of England at the age of forty years, twenty-seven of which he had passed in exile. On the throne, the virtues of his earlier years, simplicity, gentleness, lowliness, but above all his angelic purity, shone with new brightness. By a rare inspiration of God, though he married to content his nobles and people, he preserved perfect chastity in the wedded state. So little did he set his heart on riches, that thrice when he saw a servant robbing his treasury he let him escape, saying the poor fellow needed the gold more than he. He loved to stand at his palace-gate, speaking kindly to the poor beggars and lepers who crowded about him, and many of whom he healed of their diseases.
        The long wars had brought the kingdom to a sad state, but Edward's zeal and sanctity soon wrought a great change. His reign of twenty-four years was one of almost unbroken peace, the country grew prosperous, the ruined churches rose under his hand, the weak lived secure, and for ages afterwards men spoke with affection of the "laws of good St. Edward." The holy king had a great devotion to building and enriching churches. Westminster Abbey was his latest and noblest work.
        He died January 5, 1066.

La Libertad Cristiana

Si el Hijo os libertare,
seréis verdaderamente libres
.
Juan 8:36.

Detrás de la palabra libertad cada uno ve su propio problema: escapar de tal apremio impuesto por superiores jerárquicos, los horarios, los requisitos administrativos, etc. De hecho, podemos ser liberados de todos esos problemas y no ser realmente libres, porque la libertad en el sentido más profundo se refiere a la vida interior. En su esencia, la libertad es ser libre para vivir la mejor vida, es decir, aquella que Dios quiere para nosotros.

       En este sentido, somos realmente libres sólo cuando Dios nos ha dado una vida nueva que tiene por gozo el hacer Su voluntad. Esta libertad está unida a la obediencia a la Palabra de Dios y a la comunión con Cristo: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31- 32).

Jesús nos dio el más grande ejemplo de tal vida. Eligió constante y libremente obedecer a su Padre; en esto encontraba un gozo profundo. Era “manso y humilde de corazón”, a pesar de la hostilidad, la injusticia y la humillación. Su libertad se manifestó hasta el sacrificio de sí mismo.

       La verdadera libertad cristiana se expresa: – en nosotros por la capacidad dada por Dios para hacer el bien; – hacia Dios, a quien conocemos como nuestro Padre, y hacia Jesús, a quien conocemos como nuestro Señor; – en el servicio a nuestro prójimo. ¡Y todo esto gracias al Espíritu Santo que nos conduce en este nuevo camino!