De Corazón a corazón: 2Pe 1,1-7 ("Por Jesucristo… os ha cabido en suerte una fe tan preciosa como la nuestra… partícipes de la naturaleza divina"); Mc 12,1-12 ("Respetarán a mi hijo")

Contemplación, vivencia, misión: Todo suena al amor de Dios que nos ha enviado a su Hijo, centro de la creación y de la historia salvífica, para hacernos partícipes de su misma divinidad. Aceptar los dones de Dios equivale a alabarle, agradecer, compartir... Aceptar a su Hijo significa no anteponer nada ni nadie a su amor. Quien vive en Cristo, está llamado a compartir su misma vida de amor a Dios y a todos los hermanos. Este amor de gratuidad nunca estará de moda y será, a veces, signo de contradicción. "Donde entra el Evangelio, y por tanto la amistad de Cristo, el hombre experimenta que es objeto de un amor que purifica, calienta y renueva, y nos hace capaces de amar al hombre con amor divino" (Benedicto XVI, 24.5.12).

En el día a día con la Madre de Jesús: El valor del tiempo de la vida humana se mide por la participación en la vida de Dios Amor. Un segundo de vida en ese amor vale más que todo el universo. Un "sí", como el de María, cambia la historia.