EVANGELIO DEL DÍA

martes, 25 de marzo de 2014

La Encarnación del Hijo de Dios.

Lectio Divina: martes, 25 Marzo, 2014
Tiempo de Cuaresma
 

1. Oración inicial
Padre misericordioso, envíame también a mí, en este tiempo de oración y de escucha de tu Palabra, tu ángel santo, para yo pueda recibir el anuncio de la salvación y, abriendo el corazón, pueda ofrecer mi sí al Amor. Envía sobre mí, te ruego, tu Espíritu Santo, como sombra que me cubra, como potencia que me llene. Hasta ahora, oh Padre, yo no quiero decirte otra cosa que mi sí; decirte: "He aquí, que estoy aquí por ti. Haz de mí lo que quieras. "Amén.

2. Lectura
a) Para colocar el pasaje en su contexto:
El pasaje de la anunciación nos conduce del templo, espacio sagrado por excelencia, a la casa, a la intimidad del encuentro personal de Dios con su criatura; nos conduce dentro de nosotros mismos, al profundo de nuestro ser y de nuestra historia, allá donde Dios puede llegar y tocarnos. El anuncio del nacimiento de Juan el Bautista había abierto el seno estéril de Isabel, deshaciendo la absoluta impotencia del hombre y transformándola en capacidad de obrar junto con Dios. El anuncio del nacimiento de Jesús, por el contrario, llama a la puerta del seno fructífero de la "Llena de Gracia" y espera respuesta: es Dios que espera nuestro sí, para poder obrar todo.

b) Para ayudar en la lectura del pasaje:
vv.26-27: Estos dos primeros versículos nos colocan en el tiempo y el espacio sagrados del acontecimiento que meditamos y que reviven en nosotros: estamos en el sexto mes de la concepción de Juan Bautista y estamos en Nazaret, ciudad de Galilea, territorio de los alejados e impuros.. Aquí ha bajado Dios para hablarle a una virgen, para hablar a nuestro corazón.
Nos vienen presentados los personajes de este acontecimiento maravilloso: Gabriel, el enviado de Dios, una joven mujer de nombre María y su esposo José, de la casa real de David. También nosotros somos acogidos a esta presencia, estamos llamados a entrar en el misterio.
v.28-29: Son las primerísimas frases del diálogo de Dios con su criatura. Pocas palabras, apenas un suspiro, pero palabras omnipotentes, que turban el corazón, que ponen profundamente en discusión la vida, los planes, las esperanzas humanas. El ángel anuncia el gozo, la gracia y la presencia de Dios; María queda turbada y se pregunta de dónde le pueda venir a ella todo esto. ¿De dónde un gozo tal? ¿Cómo una gracia tan grande que puede cambiar incluso el ser?
v.30-33: Estos son los versículos centrales del pasaje: y la explosión del anuncio, la manifestación del don de Dios, de su omnipotencia en la vida del hombre. Gabriel. el fuerte, habla de Jesús: el rey eterno, el Salvador, el Dios hecho niño, el Omnipotente humilde. Habla de María, de su seno, de su vida que ha sido elegida para dar entrada y acogida a Dios en este mundo y en cualquier otra vida. Dios comienza, ya aquí, a hacerse vecino, a llamar. Está en pie, espera, junto a la puerta del corazón de María; pero también aquí, en nuestra casa, junto a nuestro corazón….
v.34: María ante la propuesta de Dios, se deja manejar por una completa disposición; revela su corazón, sus deseos. Sabe que para Dios lo imposible es realizable, no tiene la mínima duda, no endurece su corazón ni su mente, no hace cálculos; quiere solamente disponerse plenamente, abrirse, dejarse alcanzar de aquel toque humanamente imposible, pero ya escrito, ya realizado en Dios. Pone delante de Él, con un gesto de purísima pobreza, su virginidad, su no conocer varón; es una entrega plena, absoluta, desbordante de fe y abandono. Es la premisa del sí.
v. 35-37: Dios, humildísimo responde; la omnipotencia se inclina sobre la fragilidad de esta mujer, que somos cada uno de nosotros. El diálogo continúa, la alianza crece y se refuerza. Dios revela el cómo, habla del Espíritu Santo, de su sombra fecundante, que no viola, no rompe, sino conserva intacta. Habla de la experiencia humana de Isabel, revela otro imposible convertido en posible; casi una garantía, una seguridad. Y después, la última palabra, ante la cual es necesario escoger: decir sí o decir no; creer o dudar, entregarse o endurecerse, abrir la puerta o cerrarla. "Nada es imposible para Dios"
V.38: Este último versículo parece encerrar el infinito. María dice su "He aquí" se abre, se ofrece a Dios y se realiza el encuentro, la unión por siempre. Dios entra en el hombre y el hombre se convierte en lugar de Dios: son las Bodas más sublimes que se puedan jamás realizar en esta tierra. Y sin embargo el evangelio se cierra con una palabra casi triste, dura: María queda sola, el ángel se va. Queda, sin embargo, el sí pronunciado por María a Dios y su Presencia; queda la verdadera Vida.

c) El texto:
Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y, entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin. María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes de la que se decía que era estéril, porque no hay nada imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel, dejándola, se fue.

3. Un momento de silencio orante
He leído y escuchado las palabras del evangelio. Estoy en silencio…Dios está aquí, a la puerta, y pide asilo, precisamente a mí, a mi pobre vida….

4. Algunas preguntas
a) El anuncio de Dios, su ángel, entra en mi vida, ante mí y me habla. ¿Estoy preparado para recibirlo, para dejarle espacio, para escucharlo con atención?
b) Enseguida recibo un anuncio desconcertante; Dios me habla de gozo, de gracia, de presencia. Precisamente las cosas que yo estoy buscando desde hace tanto tiempo, de siempre. ¿Quién me podrá hacer verdaderamente feliz?¿Quiero fiarme de su felicidad, de su presencia?
c) Ha bastado un poco, apenas un movimiento del corazón, del ser; Él ya se ha dado cuenta. Ya me está llenando de luz y amor. Me dice: "Has encontrado gracia a mis ojos". ¿Agrado yo a Dios? ¿Él me encuentra amable? Sí, así es. ¿Por qué no lo hemos querido creer antes?¿Por qué no lo he escuchado?
d) El Señor Jesús quiere venir a este mundo también a través de mí; quiere acercarse a mis hermanos a través de los senderos de mi vida, de mi ser. ¿Podré estropearle la entrada?¿Podré rechazarlo, tenerlo lejano?¿Podré borrarlo de mi historia de mi vida?

5. Una clave de lectura
Algunas palabras importantes y fuertes que resuenan en este pasaje del evangelio

¡Alégrate!
Verdaderamente es extraño este saludo de Dios a su criatura; parece inexplicable y quizás sin sentido. Y sin embargo, ya desde siglos resonaba en las páginas de las divinas Escrituras y, por consiguiente, en los labios del pueblo hebreo. ¡Gózate, alégrate, exulta! Muchas veces los profetas habían repetido este soplo del respiro de Dios, habían gritado este silencioso latido de su corazón por su pueblo, su resto. Lo leo en Joel: "No temas, tierra, sino goza y alégrate, porque el Señor ha hecho cosas grandes…."(2,21-23); en Sofonías: "Gózate, hija de Sion, exulta, Israel, y alégrate con todo el corazón, hija de Jerusalén! El Señor ha revocado tu condena" (3,4); en Zacarías: "Gózate, exulta hija de Sion porque, he aquí, que yo vengo a morar en medio de ti, oráculo del Señor" (2,14). Lo leo y lo vuelvo a escuchar, hoy, pronunciado también sobre mi corazón, sobre mi vida; también a mí se me anuncia un gozo, una felicidad nueva, nunca antes vivida. Descubro las grandes cosas que el Señor ha hecho por mí; experimento la liberación que viene de su perdón, yo no estoy ya condenado, sino agraciado, para siempre; vivo la experiencia de la presencia del Señor junto a mí, en mí. Sí, Él ha venido a habitar entre nosotros; Él está de nuevo plantando su tienda en la tierra de mi corazón, de mi existencia. Señor, como dice el salmo, Tú te gozas con tus criaturas (Sal 104, 31) y también yo me gozo en ti; mi gozo está en ti (Sal 104, 34).

El Señor está contigo
Estas palabras tan simples, tan luminosas, dicha por el ángel a María, encierra una fuerza omnipotente; me doy cuenta que bastaría, por sí sola, a salvarme la vida, a levantarme de cualquier caída o fallo, de cualquier error. El hecho de que Él, mi Señor, está conmigo, me sostiene en vida, me vuelve animoso, me da confianza para continuar existiendo. Si yo existo, es porque Él está conmigo. Quizás pueda valer para mí la experiencia que la Escritura cuenta de Isaac, al cual le sucedió la cosa más bella que se puede desear a un hombre que cree en Dios y lo ama; un día se le acerca a él Abimelech con sus hombres, diciéndole; "Hemos visto que el Señor está contigo" (Gén 26, 28) y pidiendo que se hicieran amigos, que se hiciera un pacto. Quisiera que también de mí se dijera la misma cosa; quisiera poder manifestar que el Señor verdaderamente está en mí, dentro de mi vida, en mis deseos, mis afectos, mis gustos y acciones; quisiera que otros pudieran encontrarlo por mi mediación. Quizás, por esto, es necesario que yo absorba su presencia, que lo coma y beba.
Me voy a la escuela de la Escritura, leo y vuelvo a leer algunos pasajes en la que la voz del Señor me repite esta verdad y, mientras Él me habla, me voy cambiando, me siento más habitado. "Permanece en este país y yo estaré contigo y te bendeciré" (Gén 26,3). "Después el Señor comunicó sus órdenes a Josué , hijo de Nun, y le dijo: "Sé fuerte y ten ánimo, porque tu introducirás a los Israelitas en el país que he jurado darles, y yo estaré contigo" (Dt 31,23). "Lucharán contra ti pero no prevalecerán, porque yo estaré contigo para salvarte y liberarte" (Jer 15,20). "El ángel del Señor aparece a Gedeón y le dice: "¡El Señor es contigo, hombre fuerte y valeroso!" (Jue 6,12). "En aquella noche se le apareció el Señor y le dijo: Yo soy el Dios de Abrahán tu padre, no temas porque yo estoy contigo. Te bendeciré y multiplicaré tu descendencia por amor a Abrahán, mi siervo" ("Gén 26,24). He aquí que yo estoy contigo y te protegeré a donde quieras que vayas; luego te haré regresar a este país, porque no te abandonaré sin hacer todo lo que te he dicho" (Gén 28,15) "No temas porque yo estoy contigo; no te descarríes, porque yo soy tu Dios. Te hago fuerte y acudo en tu ayuda y te sostengo con la diestra victoriosa" (Is 41,10)

No temas
La Biblia se encuentra rebosante de este anuncio lleno de ternura; casi como un río de misericordia esta palabra recorre todos los libros sagrados, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Es el Padre que repite a sus hijos que no tengan miedo, porque Él está con ellos, no los abandona, no los olvida, no los deja en poder del enemigo. Es como si fuese una declaración de amor, de corazón a corazón, y llega hasta nosotros. Abrahán ha oído esta palabra y después de él su hijo Isaac, después los patriarcas, Moisés, Josué, David, Salomón y con ellos, Jeremías y todos los profetas. Ninguno está excluido de este abrazo de salvación que el Padre ofrece a sus hijos, también a los más alejados, los más rebeldes. María sabe escuchar profundamente esta palabra y se la cree con fe plena, con absoluto abandono; Ella escucha y cree, acoge y vive también para nosotros. Ella es la mujer fuerte y animosa que se abre a la llegada del Señor, dejando caer todos los miedos, las incredulidades, las negativas. Ella repite este anuncio de Dios dentro de nuestra vida y nos invita a creer con Ella.

Has encontrado gracia
Señor, si he encontrado gracia a tus ojos…". Esta es la plegaria que sale más veces del corazón de hombres y mujeres que buscan refugio en el Señor; de ellos habla la Escritura, los encontramos en las encrucijadas de nuestras calles, cuando no sabemos bien a donde ir, cuando nos sentimos golpeados por la soledad o la tentación, cuando vivimos los abandonos, las traiciones, las desconfianzas que pesan sobre nuestra existencia. Cuando no tenemos a nadie y no logramos ni siquiera encontrarnos a nosotros mismo, entonces también nosotros, como ellos, nos ponemos a rezar repitiendo aquellas palabras: "Señor, si he encontrado gracias a tus ojos…". ¡Cuantas veces quizás las hemos repetido, también solo, en silencio! Pero hoy aquí, en este pasaje evangélico tan sencillo, se nos adelantaron, hemos estado escuchando con anterioridad; ya no necesitamos suplicar, porque ya hemos encontrado todo aquello que estábamos siempre buscando y mucho más. Hemos recibido gratuitamente, hemos sido colmados y ahora rebosamos.

Para Dios nada hay imposible
Hemos llegado casi al final de este recorrido fortísimo de gracia y de liberación; acaba de alcanzarme ahora una palabra que me sacude en lo más profundo. Mi fe está puesta al retortero; el Señor me prueba, me sondea, pone a prueba mi corazón. Lo que el ángel afirma aquí, delante de María, había sido ya proclamado muchas veces en el Antiguo Testamento; ahora alcanza la plenitud, ahora todos los imposibles se realizan; Dios se hace hombre; el Señor se convierte en amigo; el lejano está muy cerca. Y yo, también yo, pequeño y pobre, me hago partícipe de esta inmensidad de gracia; se me dice que también en mi vida lo imposible se convierte en posible. Sólo debo creer, sólo dar mi consentimiento. Pero esto significa dejarse sacudir por la potencia de Dios; entregarme a Él: que me cambia, me libera, me renueva. Nada de esto es imposible. Sí, yo puedo renacer hoy, en este momento, por gracia de su palabra que me ha hablado, que me ha alcanzado hasta el punto más profundo del corazón. Busco y transcribo los pasos de la Escrituras que me repiten esta verdad. Y mientras escribo, "mientras las leo y las pronuncio despacio, masticando cada palabra, lo que ellas dicen se realizan en mí… Génesis 18,14; Job 42,2; Jeremías 32, 17; Jeremías 32, 27; Zacarías 8,6; Mateo 19,26; Lucas 18,27.

Heme aquí
Y ahora no puedo huir, ni evitar la conclusión. Sabía desde el principio que precisamente aquí, dentro de esta palabra, tan pequeña sin embargo, tan llena, tan definitiva, Dios me estaba aguardando. La cita del amor, de la alianza entre Él y yo se había señalado precisamente en esta palabra, apenas un suspiro de su voz. Permanezco aturdido por la riqueza de presencia que siento en este ¡"Heme aquí"!; no debo esforzarme mucho para recordar las innumerables veces que Dios mismo la ha pronunciado primero, la ha repetido. Él es el "Heme aquí" hecho persona, hecho fidelidad absoluta, insustituible. Debería ponerme solamente bajo su onda, sólo encontrar su impronta en los polvos de mi pobreza, de mi desierto; debería sólo acoger su amor infinito que no ha cesado jamás de buscarme, de estar junto a mi, de caminar conmigo, donde quiera que yo he ido. El "Heme aquí" está ya dicho y vivido, es ya verdad. ¡Cuántos, antes que yo y cuántos también hoy, junto a mi! No, no estoy solo. Hago una vez más silencio, me coloco una vez más a la escucha, antes de responder… "¡Heme aquí, heme aquí!" (Is 65,1) repite Dios; "Heme aquí, soy la sierva del Señor", responde María; "Heme aquí, que yo vengo para hacer tu voluntad" (Sal 39,8) dice Cristo.

6. Un momento de oración: Salmo 138
Estribillo: Padre, en tus manos encomiendo mi vida
Tú me escrutas, Yahvé, y me conoces;
sabes cuándo me siento y me levanto,
mi pensamiento percibes desde lejos;
de camino o acostado, tú lo adviertes,
familiares te son todas mis sendas.
Aún no llega la palabra a mi lengua,
y tú, Yahvé, la conoces por entero;
me rodeas por detrás y por delante,
tienes puesta tu mano sobre mí.
Maravilla de ciencia que me supera,
tan alta que no puedo alcanzarla.
¿Adónde iré lejos de tu espíritu,
adónde podré huir de tu presencia?
Si subo hasta el cielo, allí estás tú,
si me acuesto en el Seol, allí estás.
"Porque tú has formado mis riñones,
me has tejido en el vientre de mi madre;
te doy gracias por tantas maravillas:
prodigio soy, prodigios tus obras.
¡Qué arduos me resultan tus pensamientos,
"oh Dios, qué incontable es su suma!
Si los cuento, son más que la arena;
al terminar, todavía estoy contigo.
Sondéame, oh Dios, conoce mi corazón,
examíname, conoce mis desvelos.
Que mi camino no acabe mal,
guíame por el camino eterno.

7. Oración final
Padre mío, tu has bajado hasta mí, me has tocado el corazón, me has hablado, prometiéndome gozo, presencia, salvación. En la gracia del Espíritu Santo, que me ha cubierto con su sombra, también yo junto a María, he podido decirte mi sí, el "Heme aquí" de mi vida por ti. Ahora no me queda nada más que la fuerza de tu promesa, tu verdad: "Concebirás y darás a la luz Jesús". Señor, aquí tienes el seno abierto de mi vida, de mi ser, de todo lo que soy. Pongo todo en tu corazón. Tú, entra, ven, desciende te ruego a fecundarme, hazme generadora de Cristo en este mundo. El amor que yo recibo de ti, en medida desbordante, encuentre su plenitud y su verdad cuando alcance a los hermanos y hermanas que tú pones en mi camino. Nuestro encuentro, oh Padre, sea abierto, sea don para todos; sea Jesús, el Salvador. Amén"

Pasaje de: Curia, Carmelite. "Lectio Divina Marzo 2014 Español." iBooks. 
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Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho.

Lecturas del 25-3-14 (Martes de la Tercera Semana de Cuaresma)

 
SANTORAL: La Anunciación del Señor
 
Lectura del libro del profeta Isaías 7, 10-14; 8, 10c
 
El Señor habló a Ajaz en estos términos: «Pide para ti un signo de parte del Señor, en lo profundo del Abismo, o arriba, en las alturas.» Pero Ajaz respondió: «No lo pediré ni tentaré al Señor.»
Isaías dijo: «Escuchen, entonces, casa de David: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios? Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel. Porque Dios está con nosotros.»
 
Palabra de Dios.
 

SALMO Sal 39, 7-8a. 8b-9. 10 11 (R.: cf. 8a y 9c)
 
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
 
 Tú no quisiste víctima ni oblación;
 pero me diste un oído atento;
 no pediste holocaustos ni sacrificios, 
 entonces dije: «Aquí estoy.  R.
 
 En el libro de la Ley está escrito 
 lo que tengo que hacer: 
 yo amo, Dios mío, tu voluntad, 
 y tu ley está en mi corazón.»  R.
 
 Proclamé gozosamente tu justicia 
 en la gran asamblea;
 no, no mantuve cerrados mis labios, 
 tú lo sabes, Señor.  R.
 
 No escondí tu justicia dentro de mí, 
 proclamé tu fidelidad y tu salvación, 
 y no oculté a la gran asamblea 
 tu amor y tu fidelidad.  R.
 

 
Lectura de la carta a los Hebreos 10, 4-10
 
Hermanos:
Es imposible que la sangre de toros y chivos quite los pecados. Por eso, Cristo, al entrar en el mundo, dijo: 
Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has dado un cuerpo. No has mirado con agrado los holocaustos ni los sacrificios expiatorios. Entonces dije: Aquí estoy, yo vengo -como está escrito de mí en el libro de la Ley- para hacer, Dios, tu voluntad. 
El comienza diciendo: Tú no has querido ni has mirado con agrado los sacrificios, los holocaustos, ni los sacrificios expiatorios, a pesar de que están prescritos por la Ley. Y luego añade: Aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad. Así declara abolido el primer régimen para establecer el segundo. 
Y en virtud de esta voluntad quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre.
 
Palabra de Dios.
 

X Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38
 
El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. 
El ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo.» 
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. 
Pero el Angel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin.» 
María dijo al Angel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?» 
El Angel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios.» 
María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho.» 
 Y el Angel se alejó.
 
Palabra del Señor.

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En Reino Unido queman fetos de niños abortados...¡para calentar los hospitales! :: Ciencia :: Ser humano :: Periodista Digital

En Reino Unido queman fetos de niños abortados...¡para calentar los hospitales! :: Ciencia :: Ser humano :: Periodista Digital

En Reino Unido queman fetos de niños abortados...¡para calentar los hospitales!

Este lunes 24 de marzo de 2014 el canal inglés Channel 4 ha hecho saltar la bomba, emitiendo un cruento reportaje que da cuenta de que durante estos últimos años los cuerpos de miles de fetos abortados han sido quemados junto a los desechos clínicos en algunos hospitales de Reino Unido.

Según se hace eco The Telegraph, más de 15.000 bebés fueron así quemados junto a la basura, y en dos de los hospitales incluso se utilizaron en el incinerador que se utiliza para calentar el hospital. 

UN TOTAL DE 27 HOSPITALES

tp://www.libertaddigital.com/internacional/europa/2014-03-24/fetos-que-sufrieron-un-aborto-son-incinerados-para-calentar-hospitales-del-reino-unido-1276513987/

En tan solo dos años ese elevado número de cuerpos de no nacidos han ido a parar a las llamas de nada más y nada menos que 27 hospitales del Servicio Nacional de Salud.

La investigación reveló además que los padres no fueron consultados sobre su voluntad con respecto a los niños no nacidos.

El hospital Addenbrooke en Cambridge llegó a decir a los padres que sus niños fueron incinerados en crematorios, aunque en realidad los incineraba como residuos.

Otro hospital que cuenta con una planta para convertir los residuos en energía, el Hospital Ipswich, en realidad incineraba a los niños en crematorios, pero al mismo tiempo quemaba junto con los desechos médicos a los niños llevados de otros hospitales que no cuentan con sus propias plantas.

Dicha práctica provocó mucha indignación en el Reino Unido, lo que ha obligado al Departamento de Salud a prohibirla completamente argumentando que es "totalmente inaceptable ", según el ministro de Salud, Dan Poulter.



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La misericordia, estilo de Dios | CatInfor.com

La misericordia, estilo de Dios | CatInfor.com

La misericordia, estilo de Dios

La misericordia, estilo de Dios
El mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de 2014 tiene como lema lo que dice San Pablo de Cristo: "Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza" (cfr. 2 Co 8,9), y es una invitación a la generosidad personal y comunitaria.

En el texto explica cómo es el "estilo de Dios" en su amor por nosotros; y propone orientaciones fundamentales para el testimonio cristiano.

El estilo de Dios

Las referidas palabras de San Pablo, observa el Papa, nos dicen cuál es el estilo de Dios: "Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza". E interpreta Francisco que esto se refiere al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios: "Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se despojó, se 'vació', para ser en todo semejante a nosotros (cfr. Flp 2,7; Hb 4,15)".

¿Y por qué hizo esto? "La razón de todo esto –precisa Francisco– es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama". Y explica algo de lo que podemos experimentar nosotros: la caridad, el amor, es compartir en todo la suerte del amado; el amor nos hace semejantes, crea igualdad, derribando muros y distancias.

Pues bien, Dios hizo eso con nosotros. Como señala el Concilio Vaticano II, Jesús "trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, actuó con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado" (Gaudium et spes, 22).

Por tanto, apunta el Papa, la finalidad de Jesús al hacerse pobre de esta manera, no es la pobreza en sí misma, sino "una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y de la Cruz".

¿En que consiste la pobreza de Cristo?

La gracia de Cristo –su amor gratuito que nos salva–, señala Francisco, consiste en esto, que quiso hacerse uno de nosotros, en todo menos en el pecado, precisamente para cargar con el peso de nuestros pecados. "Ese es el camino que eligió para consolarnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria". Y es sorprendente que Cristo nos haya salvado y liberado no por medio de su riqueza y su poder divinos, sino de esta manera, porque su mayor riqueza es su amor por su Padre y por nosotros; eso es lo que nos ha dado a compartir, esa es la gracia maravillosa que nos ofrece.

¿En qué consiste entonces esta pobreza de Cristo?, se pregunta de nuevo el Papa, y responde: sobre todo consiste en este modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como buen samaritano (cfr. Lc 10,25ss). "Lo que nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros".

Con otras palabras: "La pobreza de Cristo, que nos enriquece, consiste en que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios". Y así Jesús nos invita "a compartir con Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano Primogénito (cfr. Rm 8,29)".

Desde ahí concluye Francisco este primer punto: "Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy); podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo".

Llamados a buscar a los pobres y a los pecadores

Pasando a nuestra situación escribe el Papa: cabría pensar que esa fue la pobreza de Cristo, pero ahora nosotros hemos de hacerlo con medios humanos. Y no es así, porque "Dios sigue salvando a los hombres y salvando al mundo mediante la pobreza de Cristo, que se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres". "La riqueza de Dios –agrega– no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo". ¿Cómo hacer esto?

Los cristianos, propone Francisco, estamos llamados a aliviar la miseria –pobreza sin confianza, sin solidaridad y sin esperanza– de nuestros hermanos. Y distingue tres tipos de miseria:

a) La miseria material, que habitualmente llamamos pobreza y afecta a los que viven en condiciones indignas de la persona humana. En los pobres y necesitados vemos a Cristo y en ellos le amamos y servimos, procurando además combatir las causas de la miseria. Y detalla: "Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas". "Por tanto –deduce–, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir".

b) La miseria moral, "que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado"; y esto incluye la esclavitud de las drogas, el alcohol, el juego o la pornografía. Muchas personas han llegado a vivir esta miseria "por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo que les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud".

c) La miseria espiritual que suele asociarse a la anterior, "nos llega cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor". Pero esto nos aboca al fracaso, porque solamente en Dios está la verdadera salvación y la liberación. "En cada ambiente –nos recuerda el Papa– el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente siempre, y que estamos hechos para la comunión y la vida eterna".

Por tanto estamos a llamados a anunciar esta alegría de la salvación traída por Cristo, para dar esperanza a tantos que están sumidos en el vacío. "Se trata –propone Francisco– de seguir e imitar a Jesús, que fue en busca de los pobres y los pecadores como el pastor con la oveja perdida, y lo hizo lleno de amor. Unidos a Él, podemos abrir con valentía nuevos caminos de evangelización y promoción humana".

Testimoniar la misericordia

En suma, esta es la manera de actuar de los cristianos, con el mismo "estilo de Dios", imitando a Cristo y unidos a Él, configurados con Él. Así, sobre la base de la Palabra de Dios y de los sacramentos, Cristo sigue haciéndose pobre también a través de los cristianos. La condición es que encuentre "a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de dar testimonio, a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual, del mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, dispuesto a abrazar en Cristo a cada persona". Cabría añadir: no se trata de no contar con los medios humanos en absoluto –Cristo también los empleó–, sino de no aferrarnos a ellos como "medio de salvación" para nosotros o para otros; pues lo único que salva es acoger y participar el amor de Dios.

Todo ello, particularmente en Cuaresma, tiene manifestaciones bien patentes: "Nos vendrá bien preguntarnos de qué nos podemos privar para ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un desprendimiento sin esa dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele". La misericordia es el estilo de Dios y, por tanto, también del Espíritu Santo en nosotros.
camineo.info

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NOTA BLOGUERA:
No es que se hiciera uno "de nosotros", es que se hizo uno CON nosotros, convirtiéndonos a través de su Palabra en verdaderos Hijos de Dios, a su mismo nivel gracias a El. Este es el gran misterio, que nos transforma en auténticos HIJOS DE DIOS, POR EL ESPÍRITU SANTO QUE NOS HA SIDO DADO y todo gracias a Jesucristo, a El todo el honor, la gloria y la alabanza por los siglos de los siglos.

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El Evangelio del Día

EVANGELIO DEL DIA

"¿Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna." Jn 6, 68


martes 25 Marzo 2014

Solemnidad de la Anunciación del Señor


Santo(s) del día : San Tarasio, San Dimas, Santa Lucía Filippini

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San Juan Damasceno : "Te saludo Llena de gracia"

Evangelio según San Lucas 1,26-38.

En el sexto mes, el Angel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Angel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido.
Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús;
él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,
reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin".
María dijo al Angel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?".
El Angel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.
También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,
porque no hay nada imposible para Dios".
María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Angel se alejó.



Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Juan Damasceno (c. 675-749), monje, teólogo, doctor de la Iglesia
Homilía sobre la Natividad de la Virgen, § 9; SC 80 (trad. cf SC p. 69)

"Te saludo Llena de gracia"

Esta mujer será Madre de Dios, puerta de la luz, fuente de vida; destruirá la acusación que pesaba sobre Eva. Esta mujer, "los ricos de entre los pueblos buscarán su rostro", los reyes de las naciones se prosternarán ante ella ofreciéndole obsequios… pero la gloria de la Madre de Dios es interior: es el fruto de su vientre. Mujer tan digna de ser amada, tres veces bienaventurada, " eres bendita entre las mujeres y el fruto de tu vientre es bendito". Hija del rey David y Madre de Dios Rey del universo, la obra maestra en la que el Creador se regocija…, serás la cumbre de la naturaleza. Porque tu vida no será para ti, no has nacido para ti misma, sino que tu vida será para Dios.

Viniste al mundo para él, servirás para la salvación de todos los hombres, cumpliendo el designio de Dios fijado desde antiguo: la encarnación del Verbo, su Palabra, y nuestra divinización. Todo tu deseo es alimentarte de la palabra de Dios, fortalecerte con su sabia, "como verde olivo en la casa de Dios", "un árbol plantado al borde de la acequia", tú "el árbol de la vida" que "dio fruto a su tiempo"… El que es infinito, ilimitado, vino para quedarse en tu seno; Dios, el niño Jesús, se alimentó de tu leche. Eres la puerta siempre virginal de Dios; tus manos tienen a tu Dios; tus rodillas son un trono más elevado que los querubines… Eres la cámara nupcial del Espíritu, "la ciudad del Dios vivo, en la que se regocijan las aguas del río", es decir el efluvio de los dones del Espíritu. Eres "toda hermosa, la amada" de Dios.


(Referencias bíblicas: Sal 44,13; 71,11; Mt 2,11; Lc 1,42; Is 62,5; Sal 51,10; 1,2; cf Gn 2,9, Ap 22,2; cf Ez 44,2; Sal79,2; cf Ct 1,4; Sal 45,5; Ct 4,7)







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