EVANGELIO DEL DÍA

miércoles, 19 de enero de 2011

«Todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo»

EVANGELIO DEL DÍA: 20/01/2011
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Jueves de la II Semana del Tiempo Ordinario

Carta a los Hebreos 7,25-28.8,1-6.
De ahí que él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos.
El es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo.
El no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
La Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio, la palabra del juramento -que es posterior a la Ley- establece a un Hijo que llegó a ser perfecto para siempre.
Este es el punto capital de lo que estamos diciendo: tenemos un Sumo Sacerdote tan grande que se sentó a la derecha del trono de la Majestad en el cielo.
El es el ministro del Santuario y de la verdadera Morada, erigida no por un hombre, sino por el Señor.
Ahora bien, todo Sumo Sacerdote es constituido para presentar ofrendas y sacrificios; de ahí la necesidad de que tenga algo que ofrecer.
Si Jesús estuviera en la tierra, no podría ser sacerdote, porque ya hay aquí otros sacerdotes que presentan las ofrendas de acuerdo con la Ley.
Pero el culto que ellos celebran es una imagen y una sombra de las realidades celestiales, como Dios advirtió a Moisés cuando este iba a construir la Morada, diciéndole: Tienes que hacerlo todo conforme al modelo que te fue mostrado en la montaña.
Pero ahora, Cristo ha recibido un ministerio muy superior, porque es el mediador de una Alianza más excelente, fundada sobre promesas mejores.

Salmo 40(39),7-8.9.10.17.
Tú no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: "Aquí estoy.
En el libro de la Ley está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón".
Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, tú lo sabes, Señor.
Que se alegren y se regocijen en ti todos los que te buscan y digan siempre los que desean tu victoria; "¡Qué grande es el Señor!"

Evangelio según San Marcos 3,7-12.
Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea.
Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón.
Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara.
Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo.
Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!".
Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto. 
 Mc 3,7-12
Leer el comentario del Evangelio por 
San Alfonso-María de Liguorio (1696-1787), obispo y doctor de la Iglesia 
5º sermón para la novena de Navidad
«Todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo»
     «Decid a los cobardes de corazón: Sed fuerte, no temáis... el mismo Dios vendrá a salvaros» (Is 35,4). Se ha realizado esta profecía: que me esté permitido, pues, dar ahora gritos de alegría: ¡Alegraos, hijos de Adán, alegraos; lejos de vosotros todo desánimo! Viendo vuestra debilidad e impotencia para resistir a tantos enemigos «desterrad de vosotros todo temor, Dios mismo vendrá y os salvará». ¿Cómo vino él mismo y os ha salvado? Dándoos la fuerza necesaria para hacer frente y superar todos los obstáculos para vuestra salvación. ¿Y cómo el Redentor os ha procurado esta fuerza? Siendo fuerte y todopoderoso, se hizo débil; cargó sobre él nuestra debilidad, y nos comunicó su fuerza...

     Dios es todopoderoso: «Señor, gritaba Isaías, ¿quién resistirá la fuerza de tu brazo?» (40,10)... Pero las heridas que el pecado provocó en el hombre lo debilitaron de tal manera que se quedó incapaz de resistir a sus enemigos. ¿Qué es lo que ha hecho el Verbo eterno, la Palabra de Dios? De fuerte y todopoderoso que era, se hizo débil; se revistió de la debilidad corporal del hombre para procurar al hombre, a través de sus méritos, la necesaria fuerza de alma...; se hizo niño... Finalmente, al término de su vida, en el Huerto de los Olivos cargó con vínculos de los que no se pudo desprender. En el pretorio, fue atado a una columna para ser flagelado. Después, con la cruz sobre sus hombros, faltado de fuerzas, cae a menudo a lo largo del camino. Clavado en la cruz, no puede liberarse... ¿Somos débiles nosotros? Pongamos toda nuestra confianza en Jesucristo y lo podremos todo: «Todo lo puedo en Aquel que me conforta» decía el apóstol Pablo (Flp 4,13). Todo lo puedo, no por mis propias fuerzas, sino con las que me han obtenido los méritos de mi Redentor.


jueves 20 Enero 2011

San Fabián  



SAN FABIÁN Papa y Mártir y SAN SEBASTIÁN, Mártir
El culto de san Sebastián ha estado siempre unido al de san Fabián. Los martirologios más antiguos ponían ya juntos sus nombres y juntos permanecen aún en las Letanías de los santos.

No obstante las amenazas de persecución, el Papa san Fabián (236-250) organizó el cuadro religioso de la Roma cristiana, dividiendo la ciudad en siete distritos, administrados cada uno por un diácono. Fue una de las primeras víctimas de la persecución de Decio, quien lo consideraba como enemigo personal y rival suyo.

La Iglesia disfrutaba de paz en la segunda mitad del siglo III, con lo que creció mucho el número de cristianos. El resultado fue que se extendió una cierta molicie y se originaron diversas luchas intestinas entre los cristianos, como explica el historiador Eusebio. A finales del siglo la Providencia permitió una nueva persecución, de parte de Diocleciano y Maximino, que la empezaron precisamente por los miembros de las tropas. Uno de los casos más famosos fue el del soldado Sebastián.

Sebastián, hijo de familia militar y noble, era oriundo de Narbona, pero se había educado en Milán. Llegó a ser capitán de la primera cohorte de la guardia pretoriana. Era respetado por todos y apreciado por el emperador, que desconocía su cualidad de cristiano. Cumplía con la disciplina militar, pero no participaba en los sacrificios idolátricos. Además, como buen cristiano, ejercitaba el apostolado entre sus compañeros, visitaba y alentaba a los cristianos encarcelados por causa de Cristo.

Esta situación no podía durar mucho. Fue denunciado al emperador. Maximino lo llamó, le afeó su conducta y le obligó a escoger entre ser su soldado o seguir a Jesucristo. Sebastián no dudó, escogió la milicia de Cristo. Desairado el emperador, le amenazó de muerte.

El cristiano Sebastián, convertido en soldado de Cristo por la confirmación, se mantuvo firme en su fe. Entonces, enfurecido Maximino, lo condenó a morir asaeteado. Los sagitarios lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo ataron a un poste y lanzaron sobre él una lluvia de saetas. Y lo dejaron allí por muerto.

Según el relato de su martirio, sus amigos que estaban al acecho, se acercaron y al ver que aún estaba vivo, lo recogieron, y lo llevaron a casa de una noble cristiana romana, llamada Irene, que lo mantuvo escondido en su casa y le curó las heridas hasta que quedó restablecido.
Le aconsejaban sus amigos que se ausentara de Roma, pero no quiso Sebastián, pues ya se había encariñado con la idea del martirio.

Se presentó inesperadamente ante el emperador, que quedó desconcertado, pues lo daba por muerto. Sebastián le reprochó con energía su conducta por perseguir a los cristianos. Maximino mandó que lo azotaran hasta morir. Los soldados cumplieron esta vez sin errores el encargo y tiraron su cuerpo en un lodazal. Los cristianos lo recogieron y lo enterraron en la Vía Apia, en la célebre catacumba que lleva el nombre de San Sebastián.

El culto a San Sebastián es muy antiguo. Es invocado contra la peste y contra los enemigos de la religión. Es uno de los santos más populares y de los que tiene más imágenes y más iglesias dedicadas. Es llamado el Apolo cristiano, uno de los santos más reproducidos por el arte, pues como el martirio lo presenta con el torso desnudo y cubierto de flechas, tenían los artistas más campo de acción. Pero la belleza estaba sobre todo en su alma, en su inquebrantable fidelidad a Cristo, que él prefirió a todas las ventajas y prestigios humanos, que le ofrecía el emperador.

San Ambrosio, que luego sería arzobispo de Milán, fue su gran panegirista: "Aprovechemos el ejemplo del mártir San Sebastián. Era oriundo de Milán y marchó a Roma en tiempo en que la fe sufría allí una terrible persecución. Allí padeció, mejor dicho, allí fue coronado".

En el cielo goza de doble aureola de mártir, pues padeció doble martirio, suficiente cada uno de ellos para alcanzar la corona de la gloria. Su generosidad en arrostrarlo por segunda vez es un ejemplo para todos.



oremos 


Señor Dios, gloria de aquellos que has escogido para tu servicio, te pedimos que, por la intercesión del Papa y mártir San Fabián, nos concedas progresar continuamente en la misma fe que él vivió y en el deseo de servirte cada día con mayor entrega. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


Señor, danos el espíritu de fortaleza, para que, siguiendo el ejemplo del mártir San Sebastián, aprendamos a obedecerte a ti que a los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Calendario de fiestas marianas: Nuestra Señora de las Mesas, Montpellier, Francia. "Armas de la ciudad de Montpellier"

"All those who had diseases were pressing upon him to touch him"

DAILY GOSPEL: 20/01/2011
«Lord, to whom shall we go? You have the words of eternal life.» John 6,68


Thursday of the Second week in Ordinary Time


Letter to the Hebrews 7:25-28.8:1-6.
Therefore, he is always able to save those who approach God through him, since he lives forever to make intercession for them.
It was fitting that we should have such a high priest: holy, innocent, undefiled, separated from sinners, higher than the heavens.
He has no need, as did the high priests, to offer sacrifice day after day, first for his own sins and then for those of the people; he did that once for all when he offered himself.
For the law appoints men subject to weakness to be high priests, but the word of the oath, which was taken after the law, appoints a son, who has been made perfect forever.
The main point of what has been said is this: we have such a high priest, who has taken his seat at the right hand of the throne of the Majesty in heaven,
a minister of the sanctuary and of the true tabernacle that the Lord, not man, set up.
Now every high priest is appointed to offer gifts and sacrifices; thus the necessity for this one also to have something to offer.
If then he were on earth, he would not be a priest, since there are those who offer gifts according to the law.
They worship in a copy and shadow of the heavenly sanctuary, as Moses was warned when he was about to erect the tabernacle. For he says, "See that you make everything according to the pattern shown you on the mountain."
Now he has obtained so much more excellent a ministry as he is mediator of a better covenant, enacted on better promises.

Psalms 40(39):7-8.9.10.17.
Sacrifice and offering you do not want; but ears open to obedience you gave me. Holocausts and sin-offerings you do not require;
so I said, "Here I am; your commands for me are written in the scroll.
To do your will is my delight; my God, your law is in my heart!"
I announced your deed to a great assembly; I did not restrain my lips; you, LORD, are my witness.
But may all who seek you rejoice and be glad in you. May those who long for your help always say, "The LORD be glorified."

Holy Gospel of Jesus Christ according to Saint Mark 3:7-12.
Jesus withdrew toward the sea with his disciples. A large number of people followed from Galilee and from Judea.
Hearing what he was doing, a large number of people came to him also from Jerusalem, from Idumea, from beyond the Jordan, and from the neighborhood of Tyre and Sidon.
He told his disciples to have a boat ready for him because of the crowd, so that they would not crush him.
He had cured many and, as a result, those who had diseases were pressing upon him to touch him.
And whenever unclean spirits saw him they would fall down before him and shout, "You are the Son of God."
He warned them sternly not to make him known. 
Mc 3,7-12
Commentary of the day 
Saint Alphonsus Liguori (1696-1787), Bishop and Doctor of the Church
5th Discourse for the Octave of Christmas
"All those who had diseases were pressing upon him to touch him"
«Say to those whose hearts are frightened: Be strong; fear not...God himself will come to save you» (Is 35,4). This prophecy has come to pass; allow me, therefore, to shout aloud for joy: Rejoice, you sons of Adam! Rejoice! Cast aside all discouragement. When you see your weakness and inability to stand up to so many enemies: «Fear not! God himself will come to save you.» In what way has he come himself and saved you? By giving you the strength you need to confront and overcome everything that stands in the way of your salvation. And how has our Redeemer gained this strength for you? By making himself weak, strong and almighty though he was. He has taken our weakness on himself and granted us his strength...

God is all-powerful: «Lord,» cried Isaiah, «who could withstand the strength of your arm?»... Yet the wounds caused by sin to humankind have so weakened us that we were unable to resist our enemies. What, then, has the eternal Word, the Word of God, done? From being strong and powerful he made himself weak; he put on our bodily weakness to gain for us through his merits the strength of soul we need ...; he became a child...; and finally, at the end of his life, in the Garden of Olives, he was loaded with bonds from which he was unable to be set free... Are we weak? Let us put our trust in Jesus Christ and we will be able to do everything: «I have the strength for everything through him who empowers me» said the apostle Paul (Phil 4,13). I have the strength for everything, not by my own strength but by the strength won for me through my Redeemer's merits.


Thursday, 20 January 2011

St. Sebastian, Martyr (c. 257-c. 288)



SAINT SEBASTIAN
Martyr
(c. 
257-c. 288)
        St. Sebastian was an officer in the Roman army, esteemed even by the heathen as a good soldier, and honored by the Church ever since as a champion of Jesus Christ. Born at Narbonne (France), Sebastian came to Rome about the year 284, and entered the lists against the powers of evil. He found the twin brothers Marcus and Marcellinus in prison for the faith, and, when they were near yielding to the entreaties of their relatives, encouraged them to despise flesh and blood, and to die for Christ. God confirmed his words by miracle: light shone around him while he spoke; he cured the sick by his prayers; and in this divine strength he led multitudes to the faith, among them the Prefect of Rome, with his son Tiburtius. He saw his disciples die before him, and one of them came back from heaven to tell him that his own end was near. It was in a contest of fervor and charity that St. Sebastian found the occasion of martyrdom.
        The Prefect of Rome, after his conversion, retired to his estates in Campania, and took a great number of his fellow-converts with him to this place of safety. It was a question whether Polycarp the priest or St. Sebastian should accompany the neophytes. Each was eager to stay and face the danger at Rome, and at last the Pope decided that the Roman church could not spare the services of Sebastian. He continued to labor at the post of danger till he was betrayed by a false disciple. He was led before Diocletian, and, at the emperor's command, pierced with arrows and left for dead. But God raised him up again, and of his own accord he went before the emperor and conjured him to stay the persecution of the Church. Again sentenced, he was at last beaten to death by clubs, and crowned his labors by the merit of a double martyrdom.


Lives of the Saints, by Alban Butler, Benziger Bros. ed. [1894]