Lucas 17, 11-19

Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes.» Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?» Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado.»

COMENTARIO

por Mons. Rafael Escudero López-Brea,
obispo prelado de Moyobamba

En el evangelio de este domingo se nos presenta el ejemplo de unos hombres leprosos que alcanzan la salud al confiar en la palabra y en el poder de Jesús. Pero sólo uno de ellos es agradecido.

"Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se detuvieron a cierta distancia y a gritos le decían: Jesús, maestro, ten compasión de nosotros".

Jesús va caminando hacia Jerusalén, es su último viaje, va hacia la cruz, conscientemente, voluntariamente, sabiendo a donde va.

A través de la postura que ante Cristo adoptan los diez leprosos se nos indica que creer es confiar en el poder salvador de Dios. Los diez pobres desgraciados confían en el poder amoroso de Jesús. Su enfermedad no les permite esperanza alguna en el poder de los hombres. Sólo les queda el recurso al poder de Dios. Porque el poder de Dios está por encima de todo otro poder y porque el poder divino es siempre un poder de salvación.

Los diez leprosos del evangelio son la humanidad herida por el pecado y que vive "a cierta distancia" o alejada totalmente de Dios. Es la humanidad sufriente que grita suplicando que alguien se haga cargo de ella. Los diez leprosos somos también tú y yo, tan nescesitados de salud de la buena, la del alma, la que tenemos leprosa por el pecado. Que nunca tengamos miedo de clamar al Señor, de apelar a su compasión.

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