Lucas 9, 51-62

Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.

Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?". Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.

Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!". Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza".

Y dijo a otro: "Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre". Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios".

Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos". Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".

COMENTARIO

por Mons. Rafael Escudero López-Brea
Obispo prelado de Moyobamba

Después de anunciar la pasión, Jesús inicia el camino hacia Jerusalén; entre tanto va rechazando como discípulos a quienes no están dispuestos a seguirlo en la pobreza y renuncia a todo lo mundano.

"Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo…". Con fórmula solemne y penetrante anuncia el Señor su muerte y resurrección. Muerte que no es fruto del azar, ni del destino, sino cumplimiento de la misión que el Padre le ha encomendado. Resurrección que es también ascensión. Aquí el evangelista evoca todo el misterio pascual, su etapa dolorosa y sombría y su etapa gloriosa y luminosa. Leer más de este artículo