Lc 9,11-17

Pero la multitud se dio cuenta y lo siguió. El los recibió, les habló del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados.
Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: "Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto".
El les respondió: "Denles de comer ustedes mismos". Pero ellos dijeron: "No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente".
Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: "Háganlos sentar en grupos de cincuenta".
Y ellos hicieron sentar a todos.
Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud.
Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.

COMENTARIO

por Mons. Rafael Escudero López-Brea
Obispo prelado de Moyobamba

"En aquel tiempo. Jesús se puso a hablar a la multitud del reino de Dios". Contemplamos a Jesús, lleno de amor y compasión, conmovido ante el entusiasmo de la multitud que le seguía hambrienta y sedienta de pan y agua, al final de la jornada, pero más necesitada aún, aunque muchos ni siquiera lo supiesen, de otro pan y otra bebida que calmase el hambre y la sed de felicidad y de vida auténtica. Jesús ve en cada uno de esta multitud a la humanidad que lleva en su corazón un limpio deseo de encontrar la verdad y el amor Leer más de este artículo