Jn 10, 27-30.

Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos.

Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa".

por Mons. Rafael Escudero López-Brea
obispo prelado de Moyobamba

Jesús se presenta a sí mismo como el buen Pastor anunciado, no sólo de Israel, sino de todos los hombres. Y su vida es una manifestación ininterrumpida, es más, una realización diaria de su caridad de buen pastor. Él siente compasión de las gentes, porque están cansadas y abatidas, como ovejas sin pastor.

"En aquel tiempo, dijo Jesús: Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco".

Las ovejas conocen la voz del pastor porque le pertenecen, son suyas y Él conoce perfectamente a sus ovejas por su nombre. Jesús nos conoce por nuestro nombre, nos sabe de memoria, todo lo nuestro, también nuestros pecados, y, a pesar de todo, nos ama personalmente a cada uno, como si solo existiéramos cada uno. Ambos, Pastor y ovejas, se pertenecen en ese conocerse, aceptarse y amarse mutuamente.

Cuando el discípulo-pastor se acerca a las ovejas unido al amor de Cristo, las ovejas escuchan también su voz, que es la voz de Jesús mismo. No siguen al pastor, sino a Jesús.

¡Que Dios envíe a su santa Iglesia muchos pastores que tengan la voz inconfundible de Jesús!  Leer más de este artículo