17marzo2013

San Juan 8, 1-11

Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?". 

Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. 

Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra". E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. 

Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?". Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante".

COMENTARIO

Por  Monseñor Rafael Escudero

Obispo Prelado

"Jesús se retiró al monte de los Olivos"; lo hacía con frecuencia, se iba a un lugar apartado, en la soledad y en el silencio, con preferencia durante la noche, para orar. En su oración nos lleva a cada uno, ya que también asume nuestra humanidad, y nos ofrece al Padre, ofreciéndose a sí mismo. Todas las angustias de la humanidad de todos los tiempos, esclava del pecado y de la muerte, todas las súplicas y las intercesiones de la historia de la salvación están recogidas en la oración de Jesús. Él comparte en su oración humana todo lo que vivimos nosotros, sus hermanos; comparte nuestras debilidades para librarnos de ellas, comparte nuestras alegrías para alegrarse con ellas y nuestras penas para llevarlas en su corazón, se solidariza con nosotros en nuestros sufrimientos e ilusiones, y los presenta al Padre. Para eso le ha enviado el Padre.

El Hijo de Dios ora conforme a su corazón de hombre. Pero su oración brota de una fuente secreta y escondida: de su unión plena con el Padre. Toda la oración de Jesús está en la adhesión amorosa de su corazón de hombre al misterio de la voluntad del Padre. Jesús ora ante los momentos decisivos de su vida y su misión. La oración de Jesús ante lo que el Padre le pide es una entrega, humilde y confiada, de su voluntad humana a la voluntad amorosa del Padre. Leer más de este artículo