San Juan 10,11-18

Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas. 

Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor. 

El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre".

COMENTARIO

por Mons. Rafael Escudero López-Brea
obispo prelado de Moyobamba

"En aquel tiempo, dijo Jesús: Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da la vida por las ovejas…Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas".

Jesús se presenta a sí mismo como "el buen Pastor" anunciado, no sólo de Israel, sino de todos los hombres. Y su vida es una manifestación ininterrumpida, es más, una realización diaria de su caridad de buen pastor. Él siente compasión de las gentes, porque están cansadas y abatidas, como ovejas sin pastor; Él busca las dispersas y las descarriadas  y hace fiesta al encontrarlas, las recoge y defiende, las conoce y llama una a una, las conduce a los pastos frescos y a las aguas tranquilas, para ellas prepara una mesa, alimentándolas con su propia vida. Esta vida la ofrece el buen Pastor con su muerte y resurrección, como canta la liturgia de la Iglesia: "Ha resucitado el buen Pastor que dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su grey. Aleluya". Él quiere congregar a todos en un solo rebaño bajo el cuidado de un solo pastor. Leer más de este artículo