EVANGELIO DEL DÍA

sábado, 29 de enero de 2011

«Dichosos los que lloran porque ellos serán consolados»

EVANGELIO DEL DÍA: 30/01/2011
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


IV Domingo del Tiempo Ordinario A

Libro de Sofonías 2,3.3,12-13.
Busquen al Señor, ustedes, todos los humildes de la tierra, los que ponen en práctica sus decretos. Busquen la justicia, busquen la humildad, tal vez así estarán protegidos en el Día de la ira del Señor.
Yo dejaré en medio de ti a un pueblo pobre y humilde, que se refugiará en el nombre del Señor.
El resto de Israel no cometerá injusticias ni hablará falsamente; y no se encontrarán en su boca palabras engañosas. Ellos pacerán y descansarán sin que nadie los perturbe.

Salmo 146,7.8-9.10.
Hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos,
abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados.
El Señor protege a los extranjeros y sustenta al huérfano y a la viuda; el Señor ama a los justos y entorpece el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. ¡Aleluya!

Carta I de San Pablo a los Corintios 1,26-31.
Hermanos, tengan en cuenta quiénes son los que han sido llamados: no hay entre ustedes muchos sabios, hablando humanamente, ni son muchos los poderosos ni los nobles.
Al contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes;
lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale.
Así, nadie podrá gloriarse delante de Dios.
Por él, ustedes están unidos a Cristo Jesús, que por disposición de Dios, se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia, en santificación y redención,
a fin de que, como está escrito: El que se gloría, que se gloríe en el Señor.

Evangelio según San Mateo 5,1-12.
Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.
Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
"Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron. 
Mt 5,1-12
Leer el comentario del Evangelio por 
Juan Taulero (hacia 1300-1361), dominico en Estrasburgo
Sermón 71, para Todos los santos
«Dichosos los que lloran porque ellos serán consolados»
     «Al ver Jesús al gentío subió a la montaña... y se puso a hablar enseñándoles». La montaña a la cual Jesús subió, era su propia felicidad y su esencia que consiste en que él es uno con el Padre. Y le siguió una gran multitud: ésa es la gran multitud de los santos cuya fiesta celebramos hoy; todos le han seguido, cada uno según la vocación a la que Dios le llamó. Es en esto que debemos imitarles, prestando cada uno mucha atención a la propia vocación para asegurase de cual es a la que Dios le llama, y poderla seguir...

     Llegado a lo alto de la montaña, Jesús abrió la boca para proclamar las ocho bienaventuranzas... «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos». Se trata, en primer lugar, de esa virtud que es la pobreza espiritual porque ella es el principio y la base de toda perfección. Si hacemos la pregunta fijándonos en cada una de sus facetas, siempre se verá cuán necesario es que el hombre, en su ser profundo, sea despojado, desprendido, libre, pobre y alejado de toda propiedad si realmente Dios tiene que llevar a cabo su obra en él. Debe estar desembarazado de toda atadura propia; solamente entonces Dios podrá estar en él como en su propia casa... 

     «Bienaventurados los sufridos, porque ellos heredarán la tierra» por toda la eternidad. Aquí se da un paso hacia delante porque, si por la verdadera pobreza nos liberamos de lo que nos estorba, con la paciencia vamos penetrando más profundamente, expulsando del interior toda amargura, irritabilidad y cualquiera imprudencia... Para el pacífico nada es amargo. Que para los que son buenos, todo sea también bueno, viene de su fondo bueno y puro... El que es pacífico posee la tierra y se mantiene en esa paz venga lo que viniere. Pero si tú no actúas así, perderás esa virtud y, al mismo tiempo, tu paz, y se podrá decir de ti que eres un gruñón y compararte a un perro furioso.

     «Dichosos los que lloran...» ¿Quiénes son esos que lloran? En un sentido son los que sufren; en otro sentido, son los que lloran sus pecados. Pero los nobles amigos de Dios, que bajo ese aspecto son los más dichosos de todos, han dejado de llorar sus pecados...; y sin embargo, no dejan de llorar: lloran los pecados y las faltas de su prójimo... Así es que, los verdaderos amigos de Dios lloran por la ceguedad y miseria de los pecados del mundo.

                    

domingo 30 Enero 2011

San Lesmes o Adelelmo



1100. Nacido en Londun, Poitou, de una rica familia; distribuyó sus bienes entre los pobres, y tomando el vestido de uno de sus criados, se encaminó hacia Roma.
Terminado su viaje, al llegar a Issoire, el B. Roberto, abad y fundador de Chaisse-Dieu, le instruyó en la vida monástica en su monasterio, donde se entregó a las más arduas penitencias.
Por influencia de Constanza, mujer de Alfonso VI de Castilla, Roberto envió a Lesmes a España, fijando su residencia en Burgos y fundando allí el monasterio benedictino de San Juan Evangelista, donde se consagró a la recepción de los peregrinos de Santiago y al cuidado de los enfermos.
La ciudad de Burgos le considera como su patrón.


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