EVANGELIO DEL DÍA

martes, 21 de diciembre de 2010

«Ha mirado la humillación de su esclava» (Lc 1,48)

EVANGELIO DEL DÍA: 22/12/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Miércoles de la IV Semana de Adviento (22 de diciembre)


Primer Libro de Samuel 1,24-28.
Cuando el niño dejó de mamar, lo subió con ella, llevando además un novillo de tres años, una medida de harina y un odre de vino, y lo condujo a la Casa del Señor en Silo. El niño era aún muy pequeño.
Y después de inmolar el novillo, se lo llevaron a Elí.
Ella dijo: "Perdón, señor mío, ¡por tu vida, señor!, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti, para orar al Señor.
Era este niño lo que yo suplicaba al Señor, y él me concedió lo que le pedía.
Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a él; para toda su vida queda cedido al Señor". Después se postraron delante del Señor.

Primer Libro de Samuel 2,1.4-5.6-7.8.
Entonces Ana oró, diciendo: "Mi corazón se regocija en el Señor, tengo la frente erguida gracias a mi Dios. Mi boca se ríe de mis enemigos, porque tu salvación me ha llenado de alegría.
El arco de los valientes se ha quebrado, y los vacilantes se ciñen de vigor;
los satisfechos se contratan por un pedazo de pan, y los hambrientos dejan de fatigarse; la mujer estéril da a luz siete veces, y la madre de muchos hijos se marchita.
El Señor da la muerte y la vida, hunde en el Abismo y levanta de él.
El Señor da la pobreza y la riqueza, humilla y también enaltece.
El levanta del polvo al desvalido y alza al pobre de la miseria, para hacerlos sentar con los príncipes y darles en herencia un trono de gloria; porque del Señor son las columnas de la tierra y sobre ellas afianzó el mundo.

Evangelio según San Lucas 1,46-56.
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa. 
Lc 1,46-56
Leer el comentario del Evangelio por 
Ludolfo de Saxonia (hacia 1300- 1378), dominico, después cartujo en Estrasburgo
La Vida de Jesucristo
«Ha mirado la humillación de su esclava» (Lc 1,48)
     La concepción de nuestro Señor fue prefigurada por la zarza ardiendo que quemaba sin consumirse (Ex 3,2), tal como María concibió a su divino hijo sin perder la virginidad. El Señor, que estaba en la zarza ardiendo, así también habitó el seno de María. De igual manera que descendió a la zarza para liberar a los judíos sacándolos de Egipto, descendió también hasta María para rescatar a los hombres arrancándolos al infierno.

     El hecho de que, de entre todas las mujeres, Dios escogiera a María para revestir nuestra carne, fue ya prefigurado por el vellón de Gedeón (Jc 6,36s). En efecto, de la misma manera que sólo ese vellón recibió el rocío celestial cuando todas las tierras vecinas estaban secas, así también sólo María fue llena de este rocío divino del cual ninguna otra criatura, en el mundo entero, no fue hallada digna... La Virgen María es ese vellón del cual Jesucristo se formó una túnica. El vellón de Gedeón recibió el roció del cielo sin perjudicarlo, y María concibió al Hombre-Dios sin alterar su virginidad...

     Oh Jesús, Hijo del Dios vivo, tú que por voluntad del Padre celestial y con la cooperación del Espíritu Santo, saliste del seno de tu Padre como el río mana fuera del Paraíso de delicias, tú que visitando las profundidades de nuestros valles y fijándote en la humildad de tu sierva, bajaste el seno de una virgen donde, por una concepción inefable, revestiste tu carne mortal, te suplico, misericordioso Jesús y por los méritos de esta Virgen, tu madre, derrames tu gracia sobre mí, muy indigno siervo tuyo, a fin de que ardientemente te desee, por este amor te conciba en mi corazón y con la ayuda de esta misma gracia dé frutos saludables de buenas obras. Amén


miércoles 22 Diciembre 2010

San Flaviano



Antiguo prefecto de Roma y padre de Santa Bibiana, que recibió en la frente el signo de los esclavos y murió en el destierro, durante la sangrienta persecución de Juliano el Apóstata, el año 362.

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