EVANGELIO DEL DÍA

domingo, 10 de octubre de 2010

La fe que purifica

EVANGELIO DEL DÍA: 10/10/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario


Segundo Libro de los Reyes 5,14-17.
Entonces bajó y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios; así su carne se volvió como la de un muchacho joven y quedó limpio.
Luego volvió con toda su comitiva adonde estaba el hombre de Dios. Al llegar, se presentó delante de él y le dijo: "Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra, a no ser en Israel. Acepta, te lo ruego, un presente de tu servidor".
Pero Eliseo replicó: "Por la vida del Señor, a quien sirvo, no aceptaré nada". Naamán le insistió para que aceptara, pero él se negó.
Naamán dijo entonces: "De acuerdo; pero permite al menos que le den a tu servidor un poco de esta tierra, la carga de dos mulas, porque tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses, fuera del Señor.

Salmo 98(97),1-4.
Salmo. Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria.
El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel. Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos.

Segunda Carta de San Pablo a Timoteo 2,8-13.
Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos y es descendiente de David. Esta es la Buena Noticia que yo predico,
por la cual sufro y estoy encadenado como un malhechor. Pero la palabra de Dios no está encadenada.
Por eso soporto estas pruebas por amor a los elegidos, a fin de que ellos también alcancen la salvación que está en Cristo Jesús y participen de la gloria eterna.
Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto con él, viviremos con él.
Si somos constantes, reinaremos con él. Si renegamos de él, él también renegará de nosotros.
Si somos infieles, él es fiel, porque no puede renegar de sí mismo.

Evangelio según San Lucas 17,11-19.
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea.
Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia
y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!".
Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Y en el camino quedaron purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta
y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?
¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?".
Y agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado". 
 Lc 17,11-19
Leer el comentario del Evangelio por 
San Bruno de Segni (hacia 1045- 1123), obispo
Comentario al evangelio de Lucas, 2, 40; PL 426-428
La fe que purifica
     ¿Qué es lo que representan los diez leprosos sino al conjunto de pecadores?... Cuando vino Cristo, nuestro Señor, todos los hombres eran leprosos del alma, incluso los que no estaban afectados por la del cuerpo... Ahora bien, la lepra del alma es mucho peor que la del cuerpo.

     Pero sigamos adelante. «Se pararon a lo lejos y a gritos le decían: Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Estos hombres se mantenían a distancia porque, dado su estado, no se atrevían a acercarse más a él. Lo mismo sirve para nosotros: todo el tiempo que estamos metidos en nuestros pecados, nos mantenemos distanciados de él. Así pues, para recobrar la salud y curar la lepra de nuestros pecados, clamemos con fuerte voz y digamos: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». De todas maneras, esta petición no debe salir de nuestra boca sino de nuestro corazón, porque el corazón habla con voz más fuerte que la boca. La oración del corazón penetra los cielos y se eleva muy alto, hasta el trono de Dios.

                    


domingo 10 Octubre 2010

Santo Tomás de Villanueva




Santo Tomás de Villanueva


OBISPO 1488-1555
Tomás García y Martínez de Castellanos nació en Fuenllana, aun cuando sus padres vivían normalmente en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real, 1488), dentro de una familia de molineros que sabían distribuir el pan, en su más literal sentido, con los necesitados.


Esta lección constante de la limosna, aprendida desde la cuna, le acompañaría durante toda la vida a Tomás. En 1516 ingresó entre los ermitaños de San Agustín, en Salamanca. Consagrado a la predicación, más aún con el testimonio de su vida que con la palabra, se conservan aún seis volúmenes de sus sermones, que hacen ver "la enorme fatuidad" son sus palabras de los que pretenden resplandecer mucho con la lámpara de la cultura desprovista del óleo de la caridad.


Pero Dios quería que la lámpara de Tomás fuera colocada en un lugar más alto para que iluminara a mayor distancia en la casa del Señor: prior, provincial y comisario de su Orden, y finalmente arzobispo de Valencia (1545).


En todos estos pasos siguió entregando todo a todos y entregándose a sí mismo por medio de su predicación, de las constantes visitas a parroquias, hospitales y cárceles y abriendo su propio hogar a todos los necesitados. «Amad, ricos, a los pobres, hermanos vuestros, redentores vuestros», decía a todos aquellos que habían recibido algún talento y sentían la tentación de enterrarlo.


Y el santo arzobispo caminaba delante con su ejemplo llevado del «espíritu de caridad que le impulsó a entregarse constantemente por la iglesia». Cristo, María y los sacramentos eran el constante alimento que nutría tal espíritu.


Sintiendo ya la urgencia de la muerte, pidió a los que le atendían que se apresurasen en la distribución de los pocos bienes que le quedaban, llegando a desprenderse del propio lecho en que reposaba. Así, vacío del todo para llenarse de Dios, moría el 8 de septiembre de 1555.


Castellano de la tierra de Don Quijote, serio, obstinado, consciente, dulce e inflexible, Tomás de Villanueva es uno de esos espíritus maravillosos que en la época de Lutero hacen la Reforma al revés, con fidelidad a la Iglesia, con una caridad sin límites, con una enorme exigencia, primero consigo mismo y luego con los demás.


La Reforma según el mundo aspira a organizarlo mejor, según Cristo empieza por la propia santificación.


Deja la universidad por el claustro y se hace agustino, como Lutero, cambia la cátedra por el púlpito y resulta un predicador de fuego, pero sobrio, ajustado, exigente «Tomás no pide nunca, siempre ordena», decía de él el Emperador, que le quiso por consejero, valeroso y decidido, pero humilde en todas sus cosas.


Este hombre múltiple, como su siglo, lo hizo todo: profesor, predicador, místico, reformador, asceta, limosnero, quizá sea en esta última faceta como más se le recuerde, sobre todo desde que le obligaron a aceptar una dignidad arzobispal, la de Valencia, que puso en sus manos grandes medios económicos que se apresuró a gastar íntegramente no sin escándalo de los que le rodeaban.


¿Y la dignidad de un arzobispo? Su idea de la dignidad era otra, y antes de morir quiso haber repartido hasta el último céntimo, hasta el jergón en que descansaba su cuerpo enfermo: «No me moriré hasta que sepa que no me queda nada en este mundo», avisó, porque no quería irse sin su misión cumplida, darlo todo para hacerse pobre y desnudo ante Dios.


Pero quizá la anécdota que mejor retrata al agustino Tomás, el anti-Lutero, es su proceder con los que se rebelaban contra la Iglesia, encerrarse con ellos en su despacho de arzobispo y flagelarse las espaldas ante un crucifijo diciéndoles: «Hermano, mis pecados tienen la culpa de todo, es justo que sea yo quien sufra el castigo».




Oremos


Señor, tú que colocaste a San Tomás de Villanueva en el número de los santos pastores y lo hiciste brillar por el ardor de la caridad y de aquella fe que vence al mundo, haz que también nosotros, por su intercesión, perseveremos firmes en la fe y arraigados en el amor y merezcamos así participar de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

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