EVANGELIO DEL DÍA

sábado, 11 de septiembre de 2010

Poner los cimientos sobre la roca

EVANGELIO DEL DÍA: 11/09/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Sábado de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario


Carta I de San Pablo a los Corintios 10,14-22.
Por esto, queridos míos, eviten la idolatría.
Les hablo como a gente sensata; juzguen ustedes mismos lo que voy a decirles.
La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo?
Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan.
Pensemos en Israel según la carne: aquellos que comen las víctimas, ¿no están acaso en comunión con el altar?
¿Quiero decir con esto que la carne sacrificada a los ídolos tiene algún valor, o que el ídolo es algo?
No, afirmo sencillamente que los paganos ofrecen sus sacrificios a los demonios y no a Dios. Ahora bien, yo no quiero que ustedes entren en comunión con los demonios.
Ustedes no pueden beber de la copa del Señor y de la copa de los demonios; tampoco pueden sentarse a la mesa del Señor y a la mesa de los demonios.
¿O es que queremos provocar los celos del Señor? ¿Pretendemos ser más fuertes que él?

Salmo 116(115),12-13.17-18.
¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?
Alzaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo,

Evangelio según San Lucas 6,43-49.
No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos:
cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.
El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca.
¿Por qué ustedes me llaman: 'Señor, Señor', y no hacen lo que les digo?
Yo les diré a quién se parece todo aquel que viene a mí, escucha mis palabras y las practica.
Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la creciente, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida.
En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande". 
Lc 6,43-49
Leer el comentario del Evangelio por 
San Afraates (?-hacia 345), monje y obispo cerca de Mosul
Las Disertaciones, nº 1 «Sobre la fe»
Poner los cimientos sobre la roca
     Escúchame que voy a hablarte de la fe cimentada sobre la roca y del edificio que se levanta sobre esa roca. En efecto, el hombre comienza por creer, y cuando cree, ama; cuando ama, espera; cuando espera, es justificado; cuando está justificado, está acabado; cuando está acabado, llega a la cima. Cuando todo su edificio está levantado, llegado a la cima y acabado, llega a ser casa y templo habitado por Cristo/el Mesías... Esto es lo que dice el bienaventurado apóstol Pablo: «Sois templo de Dios, y el Espíritu de Cristo habita en vosotros» (1C 3,16; 6,19). Y nuestro Señor mismo dice a sus discípulos: «Vosotros estáis en mí y yo en vosotros» n 14,20)...

     Cuando el edificio llega a ser casa habitada, entonces el hombre comienza a preocuparse de lo que le pide el que habita en esta casa. Es como una casa en la que vive el rey o un hombre de noble familia que lleva un nombre real. Entonces se piden para el rey todas las insignias de la realeza y todo el servicio que corresponde a su dignidad real. Nunca un rey vive en una casa vacía... Así ocurre con el hombre que ha llegado a ser casa habitada por Cristo/el Mesías: atiende a lo que conviene para el servicio del Mesías que le habita, a las cosas que le dan gusto.

     En efecto, ese hombre primero construye su edificio sobre roca, es decir, sobre el mismo Cristo. Sobre esta piedra pone su fe... El bienaventurado Pablo dice estas dos cosas: «Como hábil arquitecto coloqué el cimiento. Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo» (1C 3,10.11) Y también: «El Espíritu de Cristo/el Mesías habita en vosotros» porque nuestro Señor dice: «Mi Padre y yo somos uno» (Jn 10,30). Desde entonces se realiza la palabra según la cual el Mesías habita en los hombres que creen en él, y él es el fundamento sobre el cual se levanta todo el edificio



sábado 11 Septiembre 2010

San Juan-Gabriel Perboyre



San Juan-Gabriel Perboyre 
Nace en Montgesty, en el departamento francés de Lot, el 5 de enero de 1802. Es el menor de ocho hermanos. En 1816, entra en el Pequeño Seminario de Montauban dirigido por su tío, el Padre Santiago Perboyre. El 15 de septiembre de 1818 es admitido en el Seminario Interno de la Congregación de la Misión en París.
Ordenado sacerdote el 23 de septiembre de 1826 en la Capilla de las Hijas de la Caridad en París. Después de unas estancias en Montdidier y Saint-Flour, Juan-Gabriel es nombrado director del seminario interno (1832). Tiene treinta años.
Se ofrece voluntario para la misión en China y embarca en El Havre el 21 de marzo de 1835. El 29 de agosto desembarca en Macao y llega a Han Kou y Hou Pei el 21 de diciembre. En Ho Nan trabaja en la misión (1836).
Traicionado, Juan-Gabriel es detenido en septiembre de 1839 y encarcelado en Ou-Tchang-Fou, en el mismo lugar en que había sido encarcelado Francisco Regis Clet, su hermano de Congregación y modelo, muerto mártir el 18 de febrero de 1820.
Juzgado en el curso de un proceso que recuerda al de Jesús, es condenado a muerte en diciembre de 1839 y ejecutado por estrangulación el 11 de septiembre de 1840.
"En el crucifijo, el Evangelio y la Eucaristía encontramos todo lo que podemos desear. No hay otra vía, otra verdad, otra vida" (Juan-Gabriel Perboyre).
Es beatificado el 10 de noviembre de 1889 por el papa León XIII y canonizado en Roma el 2 de junio de 1996 por el papa Juan Pablo II.
Su fiesta se celebra el 11 de septiembre.





Juan Perboyre                Francisco Regis

Oremos

Dios todopoderoso y eterno, que diste a los Santos mártires Juan-Gabriel Perboyre y Fracisco Regis, la valentía de aceptar la muerte por el nombre de Cristo: concede también tu fuerza a nuestra debilidad para que, a ejemplo de aquellos que no dudaron en morir por tí, nosotros sepamos también ser fuerte, confesando tu nombre con nuestras vidas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. 

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