EVANGELIO DEL DÍA

jueves, 23 de septiembre de 2010

«El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser entregado a manos de los hombres»

EVANGELIO DEL DÍA: 24/09/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Viernes de la XXV Semana del Tiempo Ordinario


Libro de Eclesiastico, de Sirac 3,1-11.
Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol:
un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado;
un tiempo para matar y un tiempo para curar, un tiempo para demoler y un tiempo para edificar;
un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar;
un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas, un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse;
un tiempo para buscar y un tiempo para perder, un tiempo para guardar y un tiempo para tirar;
un tiempo para rasgar y un tiempo para coser, un tiempo para callar y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar y un tiempo para odiar, un tiempo de guerra y un tiempo de paz.
¿Qué provecho obtiene el trabajador con su esfuerzo?
Yo vi la tarea que Dios impuso a los hombres para que se ocupen de ella.
El hizo todas las cosas apropiadas a su tiempo, pero también puso en el corazón del hombre el sentido del tiempo pasado y futuro, sin que el hombre pueda descubrir la obra que hace Dios desde el principio hasta el fin.

Salmo 144(143),1-2.3-4.
De David. Bendito sea el Señor, mi Roca, el que adiestra mis brazos para el combate y mis manos para la lucha.
El es mi bienhechor y mi fortaleza, mi baluarte y mi libertador; él es el escudo con que me resguardo, y el que somete los pueblos a mis pies.
Señor, ¿qué es el hombre para que tú lo cuides, y el ser humano, para que pienses en él?
El hombre es semejante a un soplo, y sus días son como una sombra fugaz.

Evangelio según San Lucas 9,18-22.
Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?".
Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado".
"Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios".
Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie.
"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día". 
 Lc 9,18-22
Leer el comentario del Evangelio por 
Teodoreto de Ciro (393-460), obispo
Tratado sobre la encarnación, 26-27; PG 75, 1465
«El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser entregado a manos de los hombres»
     Jesús acude espontáneamente a los sufrimientos anunciados por la Escritura. A menudo los había predicho a los discípulos e increpado, en cierta ocasión, a Pedro por haber aceptado de mala gana este anuncio de la pasión (Mt 16,23). Había demostrado que a través de ella sería salvado el mundo. Por eso se presentó él mismo a los que venían a prenderle, diciendo: Soy yo a quien buscáis» (cf Jn 18, 5.8)... Fue abofeteado, escupido, injuriado, torturado, flagelado y, finalmente, crucificado. Aceptó que dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda, fueran asociados a su mismo suplicio, siendo así contado entre los homicidas y malhechores, gustando también el vinagre y la hiel de una viña perversa; se burlaron de él golpeándole con una caña, atravesado por la lanza en el costado y, finalmente, sepultado.

     Con todos estos sufrimientos nos alcanzó la salvación... Con la corona de espinas puso fin al castigo de Adán, porque éste, después del pecado, escuchó esta sentencia: «Maldito el suelo por tu culpa: brotará para ti cardos y espinas» (Gn 3,17-18). Con la hiel cargó sobre sí la amargura y molestias de la vida mortal y dolorosa de los hombres; con el vinagre asumió la naturaleza degradada del hombre y la reintegró a su estado primitivo. La púrpura significó su realeza; la caña fue indicio de cuan débil y frágil es el poder del diablo. Las bofetadas proclamaron nuestra libertad [como se hacía con los esclavos]; soportó las injurias, los castigos y los golpes de látigo que nosotros merecíamos.

     Fue abierto su costado, pareciéndose con ello a de Adán. Pero en lugar de salir de él una mujer que, por su extravío, engendró la muerte, brotó una fuente de vida (Gn 2,11; Jn 19,34), de la cual nacen dos arroyos para el mundo. Uno nos renueva y nos viste el vestido inmortal en el baptisterio; el otro, después del nacimiento, nos alimenta en la mesa de Dios tal como la leche alimenta a los recién nacidos.

                    


viernes 24 Septiembre 2010

Nuestra Señora de la Merced




Nuestra Señora de la Merced



La noche del 1 de agosto de 1218, estando San Pedro Nolasco en oración, se le apareció la Virgen María, le transmitió el mandato de fundar la Orden Religiosa de la Merced para redención de cautivos. Pocos días después, Nolasco, ayudado por D. Jaime el Conquistador y el consejero real San Raimundo de Peñafort, cumplía el mandato. Los mercedarios se comprometían con un cuarto voto: quedarse como rehenes, si fuera necesario, para liberar a otros más débiles en la fe.


De este modo, a través de los miembros de la Nueva Orden, la Virgen María, Madre y Corredentora, Medianera de todas las gracias, aliviaría a sus hijos cautivos y a todos los que suspiraban a ella, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. A todos daría la merced de su favor.


La Virgen María será invocada desde ahora la advocación de la Merced, o más bello todavía en plural: Santa María de las Mercedes, indicando así la abundancia incontable de sus gracias.


Bajo la protección de la Virgen de la Merced, los frailes mercedarios realizaron una labor ingente. Ingentes fueron también los sufrimientos de San Pedro Nolasco, San Ramón Nonato y San Pedro Armengol. Y no faltaron mártires como San Serapio, San Pedro Pascual y otros muchos.


El culto a Nuestra Señora de la Merced se extendió muy pronto por Cataluña y por toda España, por Francia y por Italia, a partir del siglo XIII. El año 1265 aparecieron las primera monjas mercedarias. Los mercedarios estuvieron entre los primeros misioneros de América. En la Española o República Dominicana, por ejemplo, misionó Fray Gabriel Téllez (Tirso de Molina).





Oremos


Señor, Dios nuestro, en tu admirable providencia quisiste que la Madre de tu único Hijo experimentase las angustias y los sufrimientos humanos; por intercesión de María, consuelo de los afligidos y libertadora de los cautivos, concede a los que sufren cualquier modo de esclavitud la verdadera libertad de los hijos de Dios. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

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