EVANGELIO DEL DÍA

viernes, 16 de julio de 2010

Observar el sábado

EVANGELIO DEL DÍA: 16/07/2010

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68



Viernes de la XV Semana del Tiempo Ordinario


Libro de Isaías 38,1-6.21-22.7-8.
En aquellos días, Ezequías cayó gravemente enfermo. El profeta Isaías, hijo de Amós, fue a verlo y le dijo: "Así habla el Señor: Ordena los asuntos de tu casa, porque vas a morir. Ya no vivirás más".
Ezequías volvió su rostro hacia al pared y oró al Señor,
diciendo: "¡Ah, Señor! Recuerda que yo he caminado delante de ti con fidelidad e integridad de corazón, y que hice lo que es bueno a tus ojos". Y Ezequías se deshizo en llanto.
Entonces la palabra del Señor llegó a Isaías en estos términos:
"Ve a decir a Ezequías: Así habla el Señor, el Dios de tu padre David: He oído tu súplica, he visto tus lágrimas. Yo añadiré otros quince años a tu vida;
te libraré, a ti y a esta ciudad, de manos del rey de Asiria, y defenderé a esta ciudad".
Luego dijo Isaías: "Traigan un emplasto de higos; aplíquenlo sobre la úlcera, y el rey sanará".
Ezequías respondió: "¿Cuál es la señal de que podré subir a la Casa del Señor?".
"Esta es la señal que te da el Señor para confirmar la palabra que ha pronunciado:
En el reloj de sol de Ajaz, yo haré retroceder diez grados la sombra que ha descendido". Y el sol retrocedió en el reloj los diez grados que había descendido.

Libro de Isaías 38,10.11.12.16.
"Yo decía: En lo mejor de mis días me tengo que ir: he sido destinado a las puertas del Abismo por el resto de mis años.
Yo decía: Ya no contemplaré al Señor en la tierra de los vivientes; no verá más a los hombres entre los habitantes del mundo.
Arrancan mi morada y me la arrebatan, como una carpa de pastores. Como un tejedor, yo enrollaba mi vida, pero él me corta de la trama: ¡de la mañana a la noche terminas conmigo!
Los que el Señor protege, vivirán, y su espíritu animará todo lo que hay en ellos: tú me restablecerás y me harás revivir.

Evangelio según San Mateo 12,1-8.
En aquel tiempo, Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas.
Al ver esto, los fariseos le dijeron: "Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado".
Pero él les respondió: "¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre,
cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes?
¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta?
Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo.
Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes.
Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado". 
Mt 12,1-8
Leer el comentario del Evangelio por 
Elredo de Rielvaux (1110-1167), monje cisterciense
El Espejo de la caridad, III, 3,4
Observar el sábado
     En un principio debemos usar nuestras energías practicando buenas obras para, seguidamente, reposar en la paz de nuestra conciencia... Es la celebración gozosa de un primer sábado en el que reposamos de las obras serviles del mundo... y en el que ya no transportamos el peso de las pasiones.

     Pero se puede abandonar la celda íntima donde se celebra este primer sábado y  reencontrar la posada del corazón, allí donde hay costumbre de «alegrarse con los que gozan, llorar con los que loran (Rm 12,15), «ser débil con los débiles, arder con los que se escandalizan» (2C 11,29). Allí el alma se sentirá unida a la de todos los hermanos por el cemento de la caridad; allí no se es turbado por el aguijón de la envidia, quemado por el fuego de la cólera, herido por las flechas de la sospecha; allí se nos libera de las mordeduras devoradoras de la tristeza. Si se atrae a todos los hombres en el jirón pacificado de su espíritu, donde todos se sienten abrazados, ardientes por un dulce afecto y donde no forma con ellos más que «un solo corazón y una sola alma» (Hch 4,32), entonces, saboreando esta maravillosa dulzura, enseguida el tumulto de las codicias se acalla, el alboroto de las pasiones se pacifica, y en el interior se produce un total desprendimiento de todas las cosas nocivas, un reposo gozoso y pacífico en la dulzura del amor fraterno. En la quietud de este segundo sábado, la caridad fraterna no deja ya que subsista ningún vicio... Impregnado de la pacífica dulzura de este sábado, David estalló en un cántico de júbilo: «Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos» (Sl 132,1)



viernes 16 Julio 2010

Nuestra Señora del Monte Carmelo



Nuestra Señora del Carmen. El Carmelo, cuya hermosura ensalza la Biblia (ls. 35, 2), ha sido de siempre un monte sagrado. En el siglo IX A.C. , Elías lo convirtió en el refugio de la fidelidad al Dios único y en el lugar de los encuentros entre el Señor y su pueblo (1 R 18, 39). El recuerdo del Profeta «abrasado de celo por el Dios vivo» había de perpetuarse en el Carmelo.    En tiempo de las Cruzadas, las grutas del monte dieron acogida a los ermitaños cristianos. Pero hasta el siglo Xlll no pasaron éstos a formar una familia religiosa, a la que el patriarca Alberto de Jerusalén dio una regla (hacia el 1209), y que fue confirmada por el papa Honorio III (1226).    El Monte Carmelo, que domina la llanura de Galilea, no cae lejos de Nazaret, en donde vivió María conservando todo en su corazón». De ahí que la Orden del Carmelo haya querido desde sus orígenes ponerse bajo el patrocinio de la Madre de los contemplativos.    En el siglo XVI, los dos doctores y reformadores de la Orden - Santa Teresa de Ávila v San Juan de la Cruz - convertirían al Monte Carmelo en el símbolo de aquello que San Buenaventura llamaba «itinerario hacia Dios». Por eso le pedimos hoy al Señor que nos haga llegar, gracias a «la intercesión de la Virgen María» «hasta Cristo, monte de salvación».




Oremos  

Haz venir, Señor, sobre nosotros la poderosa intercesión de la gloriosa Virgen María, para que, protegidos con su auxilio, podamos llegar a tu monte santo, que es Jesucristo, tu Hijo. Que vive y reina contigo.

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