EVANGELIO DEL DÍA

domingo, 18 de julio de 2010

El signo de Jonás

Lunes de la XVI Semana del Tiempo Ordinario


Libro de Miqueas 6,1-4.6-8.
Escuchen lo que dice el Señor: ¡Levántate, convoca a juicio a las montañas y que las colinas escuchen tu voz!
¡Escuchen, montañas, el pleito del Señor, atiendan, fundamentos de la tierra! Porque el Señor tiene un pleito con su pueblo, entabla un proceso contra Israel;
"¿Qué te hice, pueblo mío, o en qué te molesté? Respóndeme.
¿Será porque te hice subir de Egipto, porque te rescaté de un lugar de esclavitud y envié delante de ti a Moisés, Aarón y Miriam?
¿Con qué me presentaré al Señor y me postraré ante el Dios de las alturas? ¿Me presentaré a él con holocaustos, con terneros de un año?
¿Aceptará el Señor miles de carneros, millares de torrentes de aceite? ¿Ofreceré a mi primogénito por mi rebeldía, al fruto de mis entrañas por mi propio pecado?
Se te ha indicado, hombre, qué es lo bueno y qué exige de ti el Señor: nada más que practicar la justicia, amar la fidelidad y caminar humildemente con tu Dios.

Salmo 50(49),5-6.8-9.16-17.21.23.
"Reúnanme a mis amigos, a los que sellaron mi alianza con un sacrificio".
¡Que el cielo proclame su justicia, porque el Señor es el único Juez!
No te acuso por tus sacrificios: ¡tus holocaustos están siempre en mi presencia!
Pero yo no necesito los novillos de tu casa ni los cabritos de tus corrales.
Dios dice al malvado: "¿Cómo te atreves a pregonar mis mandamientos y a mencionar mi alianza con tu boca,
tú, que aborreces toda enseñanza y te despreocupas de mis palabras?
Haces esto, ¿y yo me voy a callar? ¿Piensas acaso que soy como tú? Te acusaré y te argüiré cara a cara.
El que ofrece sacrificios de alabanza, me honra de verdad; y al que va por el buen camino, le haré gustar la salvación de Dios".

Evangelio según San Mateo 12,38-42.
Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: "Maestro, queremos que nos hagas ver un signo".
El les respondió: "Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás.
Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches.
El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás.
El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón. 
Mt 12,38-42
Leer el comentario del Evangelio por 
San Pedro Crisólogo (hacia 406-450), obispo de Ravena, doctor de la Iglesia
Sermón 3, PL 52, 303-306, CCL 24, 211-215
El signo de Jonás
     He aquí que la huída del profeta Jonás lejos de Dios (Jo 1,3) se cambia en imagen profética, y lo que se presenta como un naufragio funesto se convierte en signo de la Resurrección del Señor. El mismo texto de la historia de Jonás nos muestra a las claras como éste realiza plenamente la imagen del Salvador. De Jonás se ha escrito que «huyó lejos de la presencia de Dios». El mismo Señor, para tomar la condición y un rostro humano ¿no ha huido de la condición y el aspecto de la divinidad? Así lo dice el apóstol Pablo: «Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo» (Fl 2,6-7). El que es el Señor ha revestido la condición de Servidor; para pasar desapercibido en el mundo, para vencer al demonio, él mismo huyó en el hombre... Dios está en todas partes: es imposible escapar de él; para «huir lejos de la faz de Dios», no en un lugar sino en cierta manera por el aspecto, Cristo se refugió en el rostro totalmente asumido de nuestra servidumbre.

     El texto sigue: «Jonás bajó a Jope para huir a Tarsis.» El que desciende, es éste: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo» (Jn 3,13). El Señor bajó del cielo a la tierra, Dios bajó hasta el hombre, el todopoderosos bajó hasta nuestra servidumbre. Pero Jonás que bajó hasta la nave tuvo que subir a ella para viajar; así Cristo, bajado hasta el mundo, subió, por las virtudes y milagros, a la nave de su Iglesia.

                    


lunes 19 Julio 2010

San Arsenio



San Arsenio
San Arsenio fue uno de los monjes más famosos de la antigüedad. Sus dichos o refranes fueron enormemente estimados. Las gentes hacían viajes de semanas y meses con tal de ir a consultarle y oír sus consejos.
Cuando el emperador Teodosio, el Grande buscaba un buen profesor para sus dos hijos, el Papa San Dámaso le recomendó a Arsenio, que era un senador sumamente sabio y muy práctico en los consejos que sabia dar. Y así durante diez años tuvo que estarse en el palacio imperial tratando de educar a los dos hijos del emperador, Arcadio y Honorio. Pero se dio cuenta de que el uno era demasiado atrevido y el otro demasiado apocado, y desilusionado de ese fracaso como educador de los dos futuros  emperadores dispuso dedicarse a otra labor que le fuera de mayor utilidad para su santificación y salvación.
Y estando un día orando, en medio de una gran crisis espiritual, mientras le pedía a Dios que le iluminara lo que debía hacer para santificarse, oyó una voz que le decía: "Apártese del trato con la gente, y váyase a la soledad". Entonces dispuso irse al desierto a orar y a hacer penitencia         con los demás monjes de esa soledad.
Cuando llegó al monasterio del desierto, los monjes, sabiendo que había estado viviendo tanto tiempo como senador y como alto empleado del Palacio imperial, dispusieron ponerle algunas pruebas para saber si en verdad era apto para esa vida de humillación y mortificación. El superior lo recibió fríamente, y al llegar al comedor, no lo hizo sentar a la mesa sino que lo dejó de pie, junto a su mesa.  Luego en vez de pasarle un plato de comida, le lanzó una tajada de pan al piso, y le dijo secamente: "Si quiere comer algo, recoja eso". Arsenio se inclinó humildemente,         recogió la tajada de pan y se sentó en el suelo a comer. El superior, al observar este         comportamiento admirable, lo consideró lo suficientemente humilde como para ser recibido         como monje y lo aceptó en el monasterio, diciendo a los demás religiosos: "Este será un buen hermano".
Arsenio había pasado toda su vida en el alto gobierno y en lujosos palacios, tratando con gente de mundo, y conservaba algunas costumbres mundanas que los otros monjes no hallaban como corregírselas, porque le tenían mucho respeto.Entonces dispusieron irlo corrigiendo indirectamente, y poco a poco. Así por ejemplo, él acostumbraba montar la pierna, mientras estaba rezando en la capilla. Y los demás para quitarle la tal costumbre, le dijeron a un monje joven que mientras rezaban tuviera la  pierna montada, y que ellos le llamarían la atención por eso. Y así lo hicieron,  regañando fuertemente al joven por esa actitud. Arsenio entendió muy bien la lección y se corrigió.
San Arsenio se hizo famoso por sus penitencias extraordinarias. Un día llegó un alto empleado del imperio a llevarle un documento en el  cual se le comunicaba que un senador riquísimo le dejaba en herencia todas sus grandes riquezas, y que se fuera a reclamarlas. El santo exclamó: "Antes de que él muriera  en su cuerpo, yo morí en mis ambiciones y avaricias. No quiero riquezas mundanas que me impidan adquirir las riquezas del cielo". Y renunció a todo esto en favor de los  pobres.
Con frecuencia pasaba toda la noche en oración. Los  sábados al anochecer empezaba a rezar de rodillas con los brazos en cruz y permanecía así hasta que caía por el suelo desmayado. Tenía 40 años cuando abandonó el palacio  imperial donde tenía todas las comodidades, para irse a un tremendo desierto, donde todo  faltaba. Desde los 40 años hasta los 95 años estuvo orando, ayunando y haciendo  penitencias en el desierto, por la conversión de los pecadores, la extensión de la  religión y el perdón de sus propios pecados.
Como hombre de mundo y de política que había sido, sentía una gran inclinación a tratar con la gente y a charlar con los demás, y en cambio hacía todo lo posible por retirarse del trato con todos, y vivir en la más completa soledad. Cuando un día el superior le llamó la atención porque no se prestaba  a quedarse a charlar con las numerosísimas personas que iban a consultarle, le         respondió: "Dios sabe que los quiero con toda mi alma y que gozo inmensamente charlando con ellos, pero como penitencia tengo que abstenerme lo más posible de las charlatanerías. El Señor me ha dicho que si quiero santificarme tengo que hacer la mortificación de apartarme del trato con las gentes". En verdad que a cada persona  la lleva Dios a la santidad por caminos diversos. A unos los hace santos haciendo que se dediquen totalmente a tratar con los demás para salvarlos, y a otros les ha pedido que  con el sacrificio de no tratar tanto con la gente, le ganen también almas para el cielo.
Por muchos siglos han sido enormemente estimados los dichos o frases breves que San Arsenio acostumbraba decir a las gentes. Desde remotas tierras iban viajeros ansiosos de escuchar sus enseñanzas que eran cortas pero sumamente provechosas. Recordemos algunos de sus dichos:
"Muchas veces he tenido que arrepentirme de haber hablado. Pero nunca me he arrepentido de haber guardado silencio". "Siempre he sentido temor a presentarme al juicio de Dios, porque soy un pecador".
El religioso debe preguntarse frecuentemente: "¿Para qué abandoné el mundo y me hice religioso? y responderse: Me hice religioso porque quiero santificarme y salvar mi alma. Si esto no lo consigo, he perdido totalmente mi  tiempo" (Esta frase ha conmovido a muchos santos. Por ej. San Bernardo la tenía escrita así en su habitación: "Bernardo: ¿a qué viniste a la vida religiosa? - Quiero salvar mi alma y  santificarme".
San Arsenio pedía consejos espirituales a monjes que eran muchísimo más ignorantes que él. Le preguntaron por qué lo hacía y respondió: "Yo sé idiomas, literatura, filosofía y política, pero en lo espiritual soy un analfabeta. En cambio estos religiosos que no hicieron estudios especiales, son unos especialistas en espiritualidad y de ello saben mucho más que yo".
Un religioso le preguntó por qué los sabios del mundo que conocen tantas ciencas y han leído muchos libros son tan ignorantes en lo que se refiere a la santidad, y en cambio tanta gentecita ignorante progresa tan admirablemente en lo  espiritual, y el santo respondió: "Es que la ciencia infla y llena de orgullo, y en un corazón orgulloso Dios no hace obras de arte en santidad. En cambio los humildes  conocen su debilidad, su ignorancia, y su insuficiencia, y ponen toda su confianza en  Dios, y en ellos sí hace prodigios de santificación Nuestro Señor".
Arsenio era muy conocido por su presencia venerable. Alto, flaco, bien parecido, con una barba larguísima y muy blanca, su hermosa figura descollaba majestuosamente entre los demás monjes. Y su santidad superaba a la de los demás  compañeros.Las gentes lo veneraban inmesamente y sus consejos han sido apreciados pormuchos siglos. Que Arsenio ruegue por nosotros y nos consiga una santidad como la suya.
De toda palabra indebida que diga una persona, tendrá que  rendir cuentas el día del juicio. (Jesucristo, Mt. 12,36).

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