EVANGELIO DEL DÍA

domingo, 20 de junio de 2010

«La medida que uséis la usarán con vosotros»

EVANGELIO DEL DÍA: 21/06/2010


¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68



Lunes de la XII Semana del Tiempo Ordinario


Segundo Libro de los Reyes 17,5-8.13-15.18.
Luego invadió todo el país, subió contra Samaría y la sitió durante tres años.
En el noveno año de Oseas, el rey de Asiria conquistó Samaría y deportó a los israelitas a Asiria. Los estableció en Jalaj y sobre el Jabor, río de Gozán, y en las ciudades de Media.
Esto sucedió porque los israelitas pecaron contra el Señor, su Dios, que los había hecho subir del país de Egipto, librándolos del poder del Faraón, rey de Egipto, y porque habían venerado a otros dioses.
Ellos imitaron las costumbres de las naciones que el Señor había desposeído delante de los israelitas, y las que habían introducido los reyes de Israel.
El Señor había advertido solemnemente a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y videntes, diciendo: "Vuelvan de su mala conducta y observen mis mandamientos y mis preceptos, conforme a toda la Ley que prescribí a sus padres y que transmití por medio de mis servidores los profetas".
Pero ellos no escucharon, y se obstinaron como sus padres, que no creyeron en el Señor, su Dios.
Rechazaron sus preceptos y la alianza que el Señor había hecho con sus padres, sin tener en cuenta sus advertencias. Fueron detrás de ídolos vanos, volviéndose así vanos ellos mismos, por ir detrás de las naciones que los rodeaban, aunque el Señor les había prohibido obrar como ellas.
El Señor se irritó tanto contra Israel, que lo arrojó lejos de su presencia. Sólo quedó la tribu de Judá.

Salmo 60,3.4-5.12-13.
¡Tú nos has rechazado, Señor, nos has deshecho! Estabas irritado: ¡vuélvete a nosotros!
Hiciste temblar la tierra, la agrietaste: repara sus grietas, porque se desmorona.
Impusiste a tu pueblo una dura prueba, nos hiciste beber un vino embriagador.
si tú, Señor, nos has rechazado y ya no sales con nuestro ejército?
Danos tu ayuda contra el adversario, porque es inútil el auxilio de los hombres.

Evangelio según San Mateo 7,1-5.
No juzguen, para no ser juzgados.
Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes.
¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo?
¿Cómo puedes decirle a tu hermano: 'Deja que te saque la paja de tu ojo', si hay una viga en el tuyo?
Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano. 
Mt 7,1-5
Leer el comentario del Evangelio por 
Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de la Hermanas Misioneras de la Caridad
Nadie tiene amor más grande
«La medida que uséis la usarán con vosotros»
     Existen diversos medicamentos y tratamientos según cada enfermedad. Pero sin una mano dulce dispuesta a servir y un corazón generoso dispuesto a amar, no creo se pueda curar esta terrible enfermedad que es la falta de amor.

     Ninguno de entre nosotros tiene el derecho de condenar nada. Y eso a pesar de ver a alguien que cae sin comprender el porque. ¿No es cierto que Jesús nos invita a no juzgar? Es posible que nosotros mismos hayamos colaborado a que esas personas sean como son. Hemos de comprender que son hermanos y hermanas nuestros. Ese leproso, ese borracho, ese enfermo son nuestros hermanos porque también ellos han sido creados para un amor más grande. No deberíamos olvidarlo jamás. El mismo Jesucristo se identifica con ellos cuando dice: «Lo que hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40). Es posible que estas personas se encuentren en la calle, con falta de todo amor y de todo cuidado porque hemos rechazado ayudarles, darles nuestro cariño. Seamos mansos, infinitamente suaves con el pobre que sufre. ¡Comprendemos tan poco lo que está viviendo! Lo más difícil es no sentirse aceptado.




lunes 21 Junio 2010

San Inocente de Mérida



San Inocente 
San Inocente (Inocencio)de Mérida, obispo emeritense, confesor (s. VII)  Su vida hizo honor a su nombre.   Parece ser que su candidez y humildad jalonaron su ministerio en Mérida, capital de la provincia Lusitana, en el tiempo de la España visigoda.  Se cuenta de él que su santidad y penitencia las ponía al servicio para impetrar las lluvias, tan deseadas en los tiempos de sequía, presidiendo rogativas, que siempre eran escuchadas por el Omnipotente.

Cuando lo eligieron para ser consagrado obispo, era, según se nos dice, el último en el orden de los diáconos. Y lo consagraron para servir a la diócesis emeritense como sucesor del gran obispo visigodo Masona que abrió la «Edad de Oro» del episcopado de Mérida. «Después de él fue elegido un virtuoso varón, de suma santidad y llaneza, llamado Inocencio, cuya condición la expresa bien su propio nombre. Inocente, en verdad, y cándido; que a nadie juzgó, a nadie condenó, a nadie enjuició; y vivió humilde y piadoso todos los días de su vida»   Asistió al Concilio de Toledo del año 610 que preside San Leandro de Sevilla en tiempos de Gundemaro.   Debió estar pocos años al frente de su sede.

No hay comentarios: