EVANGELIO DEL DÍA

jueves, 26 de agosto de 2010

«Estad en vela»

EVANGELIO DEL DÍA: 26/08/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Jueves de la XXI Semana del Tiempo Ordinario


Carta I de San Pablo a los Corintios 1,1-9.
Pablo, llamado a ser Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes,
saludan a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto con todos aquellos que en cualquier parte invocan el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, Señor de ellos y nuestro.
Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
No dejo de dar gracias a Dios por ustedes, por la gracia que él les ha concedido en Cristo Jesús.
En efecto, ustedes han sido colmados en él con toda clase de riquezas, las de la palabra y las del conocimiento,
en la medida que el testimonio de Cristo se arraigó en ustedes.
Por eso, mientras esperan la Revelación de nuestro Señor Jesucristo, no les falta ningún don de la gracia.
El los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en el día de la Venida de nuestro Señor Jesucristo.
Porque Dios es fiel, y él los llamó a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.

Salmo 145(144),2-3.4-5.6-7.
Día tras día te bendeciré, y alabaré tu Nombre sin cesar.
¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza: su grandeza es insondable!
Cada generación celebra tus acciones y le anuncia a las otras tus portentos :
ellas hablan del esplendor de tu gloria, y yo también cantaré tus maravillas.
Ellas publican tus tremendos prodigios y narran tus grandes proezas.
divulgan el recuerdo de tu inmensa bondad y cantan alegres por tu victoria.

Evangelio según San Mateo 24,42-51.
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor.
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.
¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno?
Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo.
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si es un mal servidor, que piensa: 'Mi señor tardará',
y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos,
su señor llegará el día y la hora menos pensada,
y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. 
 Mt 24,42-51
Leer el comentario del Evangelio por 
San Ambrosio (hacia 340- 397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia
12avo sermón sobre el salmo 118; CSEL 62,258
«Estad en vela»
     Dichoso tú cuando Cristo llama a tu puerta. Nuestra puerta es la fe que, si es sólida, defiende toda la casa. Es por esta puerta que Cristo entra. Por eso la Iglesia dice en el Cantar de los Cantares: «Oigo la voz de mi hermano que llama a la puerta». Escucha al que llama, escucha al que desea entrar: «¡Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, mi perfecta! Que mi cabeza está cubierta de rocío y mis bucles del relente de la noche». (Ct 5,2). Fíjate en qué momento el Dios Verbo llama a tu puerta: cuando tu cabeza está cubierta del rocío de la noche. Porque él se digna visitar a los que están sometidos a prueba y a tentaciones a fin de que ninguno sucumba, vencido por las dificultades. Su cabeza está cubierta de rocío o de gotas de agua cuando su cuerpo está penando.

     Es entonces cuando hay que velar por temor a que, cuando el Esposo vendrá, no se vaya porque ha encontrado cerrada la puerta de la casa. En efecto, si tú duermes y tu corazón no está en vela (Ct 5,2), él se aleja antes de llamar; si tu corazón está en vela, llama y te pide le abras la puerta. Nosotros, pues, disponemos de la puerta de nuestra alma, y disponemos también de las puertas sobre las cuales se ha escrito: «¡Portones, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria!»



jueves 26 Agosto 2010

San Alejandro de Bérgamo



San Alejandro de Bérgamo
San Alejandro, mártir, soldado de la misma legión en Bérgamo en la Francia Cisalpina: habiendo confesado con la mayor constancia el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, fue por ello degollado. Se sitúa el suceso durante la gran persecución de Maximiano, cuando ya la Galia estaba gobernada por Constancio Cloro.
Perteneciente a la legión tebana, murió en un 26 de  agosto, por no querer acceder a la orden del emperador  Maximiano, de sacrificar a los dioses. La villa de Bérgamo  se atribuye la posesión de sus reliquias auténticas.

Cada persona,  en los planes divinos, viene al mundo para hacer algo  que Dios ha determinado de antemano. Según su adaptación a  los divinos planes, así sus méritos; la gracia necesaria no  le faltará en ningún momento. Pues bien, en esa ordenación  especial de cada uno —y, por tanto, de cada Santo—,  están las diferencias personales que hacen a éste el Santo  de la pobreza, a aquél el de la obediencia; y  a todos, los Santos del amor a Dios y al  prójimo.

Era portaestandarte y oficial  de la legión africana de Tebas, que luchó en Europa.  Aprisionado por motivos que ignoramos —seguramente por su confesión cristiana—,  en Milán, es presentado al emperador, que le obliga a  sacrificar a los dioses. A su negativa, sigue la amenaza  del martirio, y a nuevas negativas, su ejecución.
El emperador dice a Alejandro:

—Si yo  te he hecho comparecer delante de mí, es únicamente para  que sacrifiques a los dioses inmortales, que tú has abandonado.  Sé, en efecto, que has renunciado al culto de los  dioses y que te has hecho cristiano.

Y, haciendo traer el  altar sagrado, cubierto con sus ricos paños propios, añade:

—Aproxímate y  sacrifica a los dioses, si quieres escapar al castigo terrible  reservado a los que los desprecian.

Alejandro le responde:

—Es proponerme un  crimen abominable, ¡oh emperador!; yo bien quiero respetarte y honrarte  como príncipe, pero no adorarte como a un dios.

Maximiano dice

—Si  no sacrificas pronunciaré contra ti sentencia de muerte.

Alejandro responde:

—Esta muerte,  con la que me amenazas, será para mí la vida  en el seno de mi Dios. Porque apenas haya abandonado  este mundo, iré a gozar de la vida verdadera y  de la posesión de este Rey lleno de justicia, que  es mi Creador y el tuyo.

La respuesta parece haber impresionado  a Maximiano, que hace al intrépido confesor de Cristo esta  propuesta:

—No pretendo obligarte a sacrificar por tu propia mano. Asóciate,  al menos, a los sacrificios ofrecidos por los demás, y  serás libre.

Entonces el emperador manda aproximar el altar y preparar  el sacrificio. Pero el prisionero, elevando los ojos a Dios,  exclama:

—¡Si pudiese llevarte al conocimiento del Dios verdadero y arrancar  de tu espíritu los pensamientos vanos! Tus amenazas, ¡oh César!,  son para mí más agradables que las promesas más seductoras,  y los tormentos que tu cólera me tiene reservados me  darán la corona inmortal...

Maximiano se irrita. Manda a sus esbirros  drogarle y obligarle a participar en el sacrificio. Alejandro es  arrastrado por la fuerza, pero una vez delante de aquel  altar, lo derriba de un puntapié. El emperador, exasperado por  tal audacia, ordena que sea ejecutado al momento el cristiano  sacrílego. Antes de ser decapitado, Alejandro, elevando los ojos al  cielo, rezará a Dios diciendo:

—Bendito seais, Creador todopoderoso, que otorgáis  los bienes eternos a aquellos que os sirven dignamente. Bienaventurado  seáis, Dios de la gloria, que anonadándoos tomando la forma  de esclavo, habéis querido, por nosotros, obedecer a vuestro Padre  hasta la muerte, y muerte de Cruz; por la que  después de haber destruido el imperio de la muerte, habéis  subido glorioso al cielo y allí nos habéis preparado un  lugar. Bendito seais, oh indulgente, que dais el arrepentimiento a  aquellos que abandonan el pecado, y que os habéis dignado  conceder una recompensa plena a los obreros de la hora  undécima. ¡Bendito seais, oh Señor, que en vuestra sabiduría habéis  apartado de mí la ignorancia de la impiedad, arrancándome del  culto a los ídolos, y me habéis admitido misericordiosamente en  el culto de los que os veneran!






                                                                                          1 Jn 5, 3-5

En ésto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo el que ha nacido de DIos vence al mundo. Y ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe; porque, ¿ quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?  

Oremos


Dios de poder y misericordia, que diste tu fuerza al mártir San Alejandro de Bérgamo para que pudiera resistir el dolor de su martirio, concédenos que quienes celebramos hoy el dia de su victoria, con tu protección, vivamos libres de las acechanzas del enemigo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

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