Lecturas del 1-3-14 (Sábado de la Séptima Semana)
Le señaló un número de días y un tiempo determinado, y puso bajo su dominio las cosas de la tierra.
Lo revistió de una fuerza semejante a la suya y lo hizo según su propia imagen. Hizo que todos los vivientes lo temieran, para que él dominara las fieras y los pájaros. Le dio una lengua, ojos y oídos, el poder de discernir y un corazón para pensar.
El colmó a los hombres de saber y entendimiento, y les mostró el bien y el mal.
Les infundió su propia luz, para manifestarles la grandeza de sus
obras, y les permitió gloriarse eternamente de sus maravillas: así alabarán su Nombre santo, proclamando la grandeza de sus obras.
Les concedió además la ciencia y les dio como herencia una Ley de vida; estableció con ellos una alianza eterna y les hizo conocer sus decretos.
Ellos vieron con sus ojos la grandeza de su gloria y oyeron con sus oídos la gloria de su voz. El les dijo: «Cuídense de toda injusticia», y dio a cada uno preceptos acerca del prójimo.
Los caminos de los hombres están siempre ante él y no pueden
ocultarse a sus ojos.
SALMO Sal 102, 13-14. 15-16. 17-18a (R.: cf. 17)
permanece para siempre.
así es cariñoso el Señor con sus fieles;
él conoce de qué estamos hechos,
sabe muy bien que no somos más que polvo. R.
él florece como las flores del campo;
las roza el viento, y ya no existen más,
ni el sitio donde estaban las verá otra vez. R.
y su justicia llega hasta los hijos y los nietos
de los que lo temen y observan su alianza. R.
discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.