EVANGELIO DEL DIA
"¿Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna." Jn 6, 68
domingo 23 Marzo 2014
Tercer Domingo de Cuaresma
Santo(s) del día : San Toribio Mogrovejo
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San Máximo de Turín : "Dejando allí su cántaro, la mujer volvió a la ciudad y dijo: ' Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Mesías? ' "
Evangelio según San Juan 4,5-42. Jesús llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José.
Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía.
Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: "Dame de beber".
Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos.
La samaritana le respondió: "¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?". Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos.
Jesús le respondió: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: 'Dame de beber', tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva".
"Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva?
¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?".
Jesús le respondió: "El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed,
pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna".
"Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla".
Jesús le respondió: "Ve, llama a tu marido y vuelve aquí".
La mujer respondió: "No tengo marido". Jesús continuó: "Tienes razón al decir que no tienes marido,
porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad".
La mujer le dijo: "Señor, veo que eres un profeta.
Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar".
Jesús le respondió: "Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén se adorará al Padre.
Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.
Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre.
Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad".
La mujer le dijo: "Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos anunciará todo".
Jesús le respondió: "Soy yo, el que habla contigo".
En ese momento llegaron sus discípulos y quedaron sorprendidos al verlo hablar con una mujer. Sin embargo, ninguno le preguntó: "¿Qué quieres de ella?" o "¿Por qué hablas con ella?".
La mujer, dejando allí su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente:
"Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice. ¿No será el Mesías?".
Salieron entonces de la ciudad y fueron a su encuentro.
Mientras tanto, los discípulos le insistían a Jesús, diciendo: "Come, Maestro".
Pero él les dijo: "Yo tengo para comer un alimento que ustedes no conocen".
Los discípulos se preguntaban entre sí: "¿Alguien le habrá traído de comer?".
Jesús les respondió: "Mi comida es hacer la voluntad de aquel que me envió y llevar a cabo su obra.
Ustedes dicen que aún faltan cuatro meses para la cosecha. Pero yo les digo: Levanten los ojos y miren los campos: ya están madurando para la siega.
Ya el segador recibe su salario y recoge el grano para la Vida eterna; así el que siembra y el que cosecha comparten una misma alegría.
Porque en esto se cumple el proverbio: 'no siembra y otro cosecha'
Yo los envié a cosechar adonde ustedes no han trabajado; otros han trabajado, y ustedes recogen el fruto de sus esfuerzos".
Muchos samaritanos de esta ciudad habían creído en él por la palabra de la mujer, que atestiguaba: "Me ha dicho todo lo que hice".
Por eso, cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y él permaneció allí dos días.
Muchos más creyeron en él, a causa de su palabra.
Y decían a la mujer: "Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo".
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Máximo de Turín (?-c. 420), obispo
Sermón 22; PL 57, 477
"Dejando allí su cántaro, la mujer volvió a la ciudad y dijo: ' Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Mesías? ' "
"Como el agua apaga las llamas, la limosna apaga los pecados" (Eclo 3,30): el agua es comparada con la misericordia. Entonces así como el agua viene de una fuente, debo buscar la fuente de la misericordia. La encontré en casa del profeta: "En ti está la fuente de la vida, y tu luz nos hace ver la luz" (Sal. 35,10). Es Él quien en el Evangelio reclama agua a la mujer de Samaria… El Salvador reclama agua a la mujer, y finge tener sed para distribuir a los sedientos la gracia eterna. La fuente, en efecto, no podía tener sed, y aquel en que se encuentra el agua viva no podía beber el agua manchada por esta tierra. ¿Cristo tenía sed? Sí, tenía sed, no de la bebida de los hombres, sino de su salvación; tenía sed, no de agua de la tierra, sino de la redención del género humano.
Cristo, que es la fuente, sentado cerca del pozo, hacer brotar milagrosamente en el mismo lugar el agua de la misericordia; una mujer que ya había tenido seis amantes es purificada por los flujos del agua viva. Admirable: ¡una mujer con esta vida, viene al pozo de Samaria, y se va purificada de la fuente de Jesús! Venía a buscar agua y se marcha repleta de virtud. Confiesa en seguida los pecados a los que Jesús hace alusión, reconoce a Cristo y anuncia al Salvador. Deja allí su cántaro de agua; en su lugar lleva la gracia a su ciudad; aliviada de su carga, regresa colmada de santidad… La que fue pecadora se convierte en profetisa.
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