EVANGELIO DEL DÍA

sábado, 2 de octubre de 2010

«Somos unos pobres siervos»

EVANGELIO DEL DÍA: 03/10/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

XXVII Domingo del Tiempo Ordinario


Libro de Habacuc 1,2-3.2,2-4.
¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que tú escuches, clamaré hacia ti: "¡Violencia", sin que tú salves?
¿Por qué me haces ver la iniquidad y te quedas mirando la opresión? No veo más que saqueo y violencia, hay contiendas y aumenta la discordia.
El Señor me respondió y dijo: Escribe la visión, grábala sobre unas tablas para que se la pueda leer de corrido.
Porque la visión aguarda el momento fijado, ansía llegar a término y no fallará; si parece que se demora, espérala, porque vendrá seguramente, y no tardará.
El que no tiene el alma recta, sucumbirá, pero el justo vivirá por su fidelidad.

Salmo 95(94),1-2.6-7.8-9.
¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva!
¡Lleguemos hasta él dándole gracias, aclamemos con música al Señor!
¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:
"No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto,
cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras.

Segunda Carta de San Pablo a Timoteo 1,6-8.13-14.
Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos.
Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad.
No te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que soy su prisionero. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios.
Toma como norma las saludables lecciones de fe y de amor a Cristo Jesús que has escuchado de mí.
Conserva lo que se te ha confiado, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.

Evangelio según San Lucas 17,5-10.
Los Apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe".
El respondió: "Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', ella les obedecería.
Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: 'Ven pronto y siéntate a la mesa'?
¿No le dirá más bien: 'Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después'?
¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?
Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: 'Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber'". 
Lc 17,5-10
Leer el comentario del Evangelio por 
Papa Benedicto XVI
Encíclica «Deus caritas est», § 35
«Somos unos pobres siervos»
     Éste es un modo de servir que hace humilde al que sirve. No adopta una posición de superioridad ante el otro, por miserable que sea momentáneamente su situación. Cristo ocupó el último puesto en el mundo —la cruz—, y precisamente con esta humildad radical nos ha redimido y nos ayuda constantemente. Quien es capaz de ayudar reconoce que, precisamente de este modo, también él es ayudado; el poder ayudar no es mérito suyo ni motivo de orgullo. Esto es gracia.
     Cuanto más se esfuerza uno por los demás, mejor comprenderá y hará suya la palabra de Cristo: « Somos unos pobres siervos » (Lc 17,10). En efecto, reconoce que no actúa fundándose en una superioridad o mayor capacidad personal, sino porque el Señor le concede este don. A veces, el exceso de necesidades y lo limitado de sus propias actuaciones le harán sentir la tentación del desaliento. Pero, precisamente entonces, le aliviará saber que, en definitiva, él no es más que un instrumento en manos del Señor; se liberará así de la presunción de tener que mejorar el mundo —algo siempre necesario— en primera persona y por sí solo. Hará con humildad lo que le es posible y, con humildad, confiará el resto al Señor.
     Quien gobierna el mundo es Dios, no nosotros. Nosotros le ofrecemos nuestro servicio sólo en lo que podemos y hasta que Él nos dé fuerzas. Sin embargo, hacer todo lo que está en nuestras manos con las capacidades que tenemos, es la tarea que mantiene siempre activo al siervo bueno de Jesucristo: « Nos apremia el amor de Cristo » (2C 5, 14).



domingo 03 Octubre 2010

San Francisco de Borja



San Francisco de Borja 

(1510-1572)
Duque Gandía, Marqués de Lombay, Virrey de Cataluña y Grande España de la noble y turbulenta estirpe de los Borgias, bisnieto del Papa Alejandro VI, de no muy feliz memoria, gran señor, cortesano, amigo del emperador Carlos, que cambió todo el oro del mundo por seguir a ese Señor que nunca habría de faltarle.

Nació Francisco en Gandía el 10 de octubre de 1510. Su vida discurrió durante treinta y seis años en una constante entrega al servicio de la Corte de Carlos V, con cuyo hijo Felipe II mantuvo estrecha amistad, y su propia familia, sin que todo ello supusiera postergación alguna su recia vida de hombre de fe.

Pero Dios fue llamando repetidamente a las puertas de su alma, siendo los momentos claves la muerte de la reina y de su propia esposa, Leonor de Castro - de la que tuvo ocho hijos.  La muerte de la emperatriz Isabel, su bienhechora, provocó una de las frases más célebres en los anales de la santidad, «No servir a señor que se pueda morir».

Aún hubo de esperar para arreglar todos sus múltiples asuntos antes de poder seguir esa llamada sellándola con los votos de la vida religiosa. Por fin, el 30 de agosto de 1550 parte para Roma, haciendo sonar el estampido del que decía San Ignacio que no había oídos capaces de captarlo en el mundo.

Al año siguiente, culminando los estudios comenzados mucho antes recibe el sacerdocio. Su primera Misa registró ya una ingente multitud de asistentes que se apretaban para
ver con sus propios ojos al que llamaban el Duque Santo.

Santa, en efecto, fue su humilde vida de jesuita en la que buscaba con avidez los trabajos más simples como barrer, ayudar en la cocina, acarrear la leña... Pero Dios hacía brillar sus obras llegando a convertirse en el apóstol de Guípúzcoa, durante su período de estancia en Oñate, y más tarde llamándole nuevamente a negocios de mayor trascendencia ante los ojos del mundo: fue nombrado por Ignacio comisario general, con autoridad sobre toda la Compañía de Jesús de España y Portugal (1554).

Con todo, tampoco le faltaron a Borja las contradicciones: ante la animosidad creciente en España por sus decisiones, el sucesor de Ignacio, Diego Laínez, le llamó a Roma (1558), donde, tras alguna breve estancia nuevamente en España, se dedicó a la predicación.

En 1565 es designado como Superior General de la Orden, cargo en el que atendió con preferencia a la orientación de los noviciados, el fomento de la vida de piedad y la organización de los estudios; a la vez que actuaba como hombre de confianza del Papa Pío V en varias legaciones.

Francisco ilustró así el apellido de su familia, puntal de la leyenda negra de la Iglesia, en un sentido opuesto al de sus famosos antepasados; no sólo porque opuso santidad a libertinaje y cinismo, sino también porque contrapesa la pompa mundana y señorial de los suyos con su aniquilamiento voluntario, desgastándose en ingratas tareas que le consumen hasta su muerte en la noche del 30 de septiembre al 1 de octubre de 1572.

Siglos después, como para borrar cualquier residuo de grandezas visibles, la revolución aventará sus reliquias en el Madrid de 1936.





Oración

Tú, Señor, que concediste a San Francisco de Borja el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.

"We are unprofitable servants; we have done what we were obliged to do."

DAILY GOSPEL: 03/10/2010
«Lord, to whom shall we go? You have the words of eternal life.» John 6,68


Twenty-seventh Sunday in Ordinary Time


Book of Habakkuk 1:2-3.2:2-4.
How long, O LORD? I cry for help but you do not listen! I cry out to you, "Violence!" but you do not intervene.
Why do you let me see ruin; why must I look at misery? Destruction and violence are before me; there is strife, and clamorous discord.
Then the LORD answered me and said: Write down the vision Clearly upon the tablets, so that one can read it readily.
For the vision still has its time, presses on to fulfillment, and will not disappoint; If it delays, wait for it, it will surely come, it will not be late.
The rash man has no integrity; but the just man, because of his faith, shall live. Wealth, too, is treacherous: the proud, unstable man--

Psalms 95(94):1-2.6-7.8-9.
Come, let us sing joyfully to the LORD; cry out to the rock of our salvation.
Let us greet him with a song of praise, joyfully sing out our psalms.
Enter, let us bow down in worship; let us kneel before the LORD who made us.
For this is our God, whose people we are, God's well-tended flock. Oh, that today you would hear his voice:
Do not harden your hearts as at Meribah, as on the day of Massah in the desert.
There your ancestors tested me; they tried me though they had seen my works.

Second Letter to Timothy 1:6-8.13-14.
For this reason, I remind you to stir into flame the gift of God that you have through the imposition of my hands.
For God did not give us a spirit of cowardice but rather of power and love and self-control.
So do not be ashamed of your testimony to our Lord, nor of me, a prisoner for his sake; but bear your share of hardship for the gospel with the strength that comes from God.
Take as your norm the sound words that you heard from me, in the faith and love that are in Christ Jesus.
Guard this rich trust with the help of the holy Spirit that dwells within us.

Holy Gospel of Jesus Christ according to Saint Luke 17:5-10.
And the apostles said to the Lord, "Increase our faith."
The Lord replied, "If you have faith the size of a mustard seed, you would say to (this) mulberry tree, 'Be uprooted and planted in the sea,' and it would obey you.
Who among you would say to your servant who has just come in from plowing or tending sheep in the field, 'Come here immediately and take your place at table'?
Would he not rather say to him, 'Prepare something for me to eat. Put on your apron and wait on me while I eat and drink. You may eat and drink when I am finished'?
Is he grateful to that servant because he did what was commanded?
So should it be with you. When you have done all you have been commanded, say, 'We are unprofitable servants; we have done what we were obliged to do.'" 
 Lc 17,5-10
Commentary of the day 
Blessed Teresa of Calcutta (1910-1997), founder of the Missionary Sisters of Charity
No Greater Love
"We are unprofitable servants; we have done what we were obliged to do."
Always be faithful in little things because our strength is to be found in them. Nothing is too small for God. He does not mean anything to diminish. All things are infinite for Him. Practice fidelity in the tiniest things, not for their own sake but because of that great thing we call the will of God… for which I myself have infinite respect.

Don’t look for spectacular deeds. We should deliberately give up any desire to see the results of our work, only carry out what we are able to do as best we can, and leave the rest in God’s hands. What matters is your gift of self, the amount of love you put into each of your actions.

Don’t give in to discouragement when confronted with failure so long as you have done your best. Turn away from praise, too, when you succeed. Offer everything back to God with deepest gratitude. If you feel demoralised it is a sign of pride, showing you how much faith you place in your own strength. Don’t worry any more about what other people think. Be humble and nothing will ever upset you. The Lord has bound me where I am; he is the one who will unbind me.


Sunday, 03 October 2010

St. Gerard of Brogne, Abbot († 959)



SAINT GERARD OF BROGNE
Abbot
(† 959)
        Saint Gerard was of a noble family of the county of Namur, France. An engaging sweetness of temper, and a strong inclination to piety and devotion, gained him from the cradle the esteem and affection of every one. Having been sent on an important mission to the Court of France, he was greatly edified at the fervor of the monks of St. Denis, at Paris, and earnestly desired to consecrate himself to God with them. Returning home he settled his temporal affairs, and went back with great joy to St. Denis'.
         He had lived ten years with great fervor in this monastery, when in 931 he was sent by his abbot to found an abbey upon his estate at Brogne, three leagues from Namur. He settled this new abbey, and then built himself a little cell near the church, and lived in it a recluse until God called him to undertake the reformation of many monasteries, which he did successfully.
        When he had spent almost twenty years in these zealous labors, he shut himself up in his cell, to prepare his soul to receive the recompense of his labors, to which he was called on the 3d of October in 959.