EVANGELIO DEL DÍA

martes, 9 de noviembre de 2010

«Ha vuelto para dar gloria a Dios»

EVANGELIO DEL DÍA: 10/11/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Miércoles de la XXXII Semana del Tiempo Ordinario


Carta de San Pablo a Tito 3,1-7.
Recuerda a todos que respeten a los gobernantes y a las autoridades, que les obedezcan y estén siempre dispuestos para cualquier obra buena.
Que no injurien a nadie y sean amantes de la paz, que sean benévolos y demuestren una gran humildad con todos los hombres.
Porque también nosotros antes éramos insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de los malos deseos y de toda clase de placeres, y vivíamos en la maldad y la envidia, siendo objeto de odio y odiándonos los unos a los otros.
Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres,
no por las obras de justicia que habíamos realizado, sino solamente por su misericordia, él nos salvó, haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo.
Y derramó abundantemente ese Espíritu sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador,
a fin de que, justificados por su gracia, seamos en esperanza herederos de la Vida eterna.

Salmo 23(22),1-6.
Salmo de David. El señor es mi pastor, nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas; me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo.

Evangelio según San Lucas 17,11-19.
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea.
Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia
y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!".
Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Y en el camino quedaron purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta
y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?
¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?".
Y agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado". 
Lc 17,11-19
Leer el comentario del Evangelio por 
San Francisco de Asís (1182- 1226) fundador de los Hermanos Menores
Primera Regla, 23
«Ha vuelto para dar gloria a Dios»
     Poderosísimo, santísimo, altísimo y soberano Dios,
Padre justo y santo, Señor, rey del cielo y de la tierra,
te damos gracias por ser tú quien eres,
porque, por tu santa voluntad,
y por tu Hijo único con el Espíritu Santo,
has creado todas las cosas, espirituales y corporales.
Nos has hecho a tu imagen y semejanza,
nos has colocado en el paraíso;
y nosotros, caímos por nuestras faltas.

     Te damos gracias porque,
igual que tú nos has creado por medio de tu Hijo
igualmente, por medio del santo amor con que nos has amado,
has hecho nacer a tu Hijo, verdadero Dios y verdadero hombre,
de la gloriosa Virgen, Santa María,
y, por su cruz, su sangre y su muerte,
has querido rescatarnos de nuestro cautiverio.

     Te damos gracias porque este mismo Hijo
vendrá en la gloria de su majestad,
para mandar al fuego eterno a los malditos
que no han querido convertirse y reconocerte
y para decir a todos los que te habrán reconocido,
adorado y servido en la penitencia:
«Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para   vosotros desde la creación del mundo» (Mt 25,34).

     Todos somos miserables y pecadores,
no somos dignos de nombrarte;
te rogamos, pues, aceptes
que nuestro Señor Jesucristo
tu Hijo muy amado en quien te complaces,
junto con el Espíritu Santo Paráclito,
sea él mismo quien te de gracias por todo,
tal como te place y como a él le place,
él, que te basta siempre y en todo,
él, por quien has hecho tanto por nosotros. ¡Aleluya! 



miércoles 10 Noviembre 2010

San León Magno



San León Magno  
San León I, elegido obispo de Roma en el año 440 y muerto el 461, fue un Papa de momentos de crisis. Tenía un espíritu suficientemente magnánimo como para hacerles frente.   Resistió con igual energía e inteligencia el peligro de las invasiones de los bárbaros como el de la herejía monofisita, que ponía en peligro la fe de la Iglesia en el misterio de la Encarnación.
Si bien acertó a alejar la amenaza de Atila que pesaba sobre Italia (452), hubo de asistir, sin embargo, tres años más tarde, al saqueo de Roma por los vándalos (455).   Ahora bien, en el momento en que tenía que atender a las necesidades materiales de su pueblo, había de formular también la fe recibida de los Apóstoles con respecto a la persona de Jesús.
El Concilio de Calcedonia ratificó por aclamación su doctrina: «Pedro ha hablado por boca de León», exclamaron los Padres (451)   Pero la fe no es una pura especulación. De ahí que San León recuerde a su pueblo, a lo largo del año, las consecuencias que supuso para la vida del cristiano la Encarnación: «Reconoce, cristiano, tu dignidad.
Recuerda de qué cabeza y de qué cuerpo eres miembro».   Es admirable que unas oraciones litúrgicas, unos sermones y cartas compuestos en medio de tantas dificultades resuman tal serenidad.
El secreto de semejante paz y dominio hay que buscarlo en el amor y la fe que animaban a León Magno: fe en Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, y amor a Aquel que es Hijo de Dios e hijo de María; fe en sus promesas, cuya depositaria es la Iglesia en la persona del sucesor de Pedro, y amor hacia esa misma Iglesia, que sigue siendo gobernada por la segura mano de Pedro.




Oremos 




Señor, tú que nos ha prometido que las fuerzas del mal nunca prevalecerán contra la Iglesia, cimentada sobre la roca de Pedro, haz que, por la intercesión del Papa San León Magno, tu pueblo permanezca siempre firme en la verdad y goce de una paz estable y verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

"He returned, glorifying God"

DAILY GOSPEL: 10/11/2010
«Lord, to whom shall we go? You have the words of eternal life.» John 6,68


Wednesday of the Thirty-second week in Ordinary Time


Letter to Titus 3:1-7.
Remind them to be under the control of magistrates and authorities, to be obedient, to be open to every good enterprise.
They are to slander no one, to be peaceable, considerate, exercising all graciousness toward everyone.
For we ourselves were once foolish, disobedient, deluded, slaves to various desires and pleasures, living in malice and envy, hateful ourselves and hating one another.
But when the kindness and generous love of God our savior appeared,
not because of any righteous deeds we had done but because of his mercy, he saved us through the bath of rebirth and renewal by the holy Spirit,
whom he richly poured out on us through Jesus Christ our savior,
so that we might be justified by his grace and become heirs in hope of eternal life.

Psalms 23(22):1-6.
A psalm of David. The LORD is my shepherd; there is nothing I lack.
In green pastures you let me graze; to safe waters you lead me;
you restore my strength. You guide me along the right path for the sake of your name.
Even when I walk through a dark valley, I fear no harm for you are at my side; your rod and staff give me courage.
You set a table before me as my enemies watch; You anoint my head with oil; my cup overflows.
Only goodness and love will pursue me all the days of my life; I will dwell in the house of the LORD for years to come.

Holy Gospel of Jesus Christ according to Saint Luke 17:11-19.
As he continued his journey to Jerusalem, he traveled through Samaria and Galilee.
As he was entering a village, ten lepers met (him). They stood at a distance from him
and raised their voice, saying, "Jesus, Master! Have pity on us!"
And when he saw them, he said, "Go show yourselves to the priests." As they were going they were cleansed.
And one of them, realizing he had been healed, returned, glorifying God in a loud voice;
and he fell at the feet of Jesus and thanked him. He was a Samaritan.
Jesus said in reply, "Ten were cleansed, were they not? Where are the other nine?
Has none but this foreigner returned to give thanks to God?"
Then he said to him, "Stand up and go; your faith has saved you." 
Lc 17,11-19
Commentary of the day 
Saint Francis of Assisi (1182-1226), Founder of the Friars Minor
The Earlier Rule, 23 (©Classics of Western Spirituality, 1982)
"He returned, glorifying God"
All-powerful, most holy, most high and supreme God, Holy and just Father,
Lord, King of heaven and earth
we thank You for Yourself for through Your holy will and through Your only Son with the Holy Spirit
You have created all things spiritual and corporal and, having made us in Your own image and likeness, You placed us in paradise.
And through our own fault we have fallen.

And we thank You
for as through Your Son You created us
so also, through Your holy love with which You loved us, You brought about His birth
as true God and true man
by the glorious, ever-virgin, most blessed, holy Mary and You willed to redeem us captives
through His cross and blood and death.

And we thank You
for Your Son Himself will come again in the glory of His majesty
to send the wicked ones
who have not done penance and who have not known You into the eternal fire,
and to say to all those who have known You and have adored You
and have served You in penance:
"Come, you blessed of my Father, receive the kingdom,
which has been prepared for you from the beginning of the world" (Mt 25,34).

And because all of us wretches and sinners
are not worthy to pronounce Your name,
we humbly ask that
our Lord Jesus Christ Your beloved Son
in whom You were well pleased
together with the Holy Spirit, the Paraclete, give You thanks
as it pleases You and Him for everything,
[He] Who always satisfies You in everything
through Whom You have done such great things for us.
Alleluia!


Wednesday, 10 November 2010

St. Leo the Great, Pope and Doctor of the Church († 461) - Memorial



SAINT LEO THE GREAT
Pope and Doctor of the Church
(†461)
        Leo was born at Rome. He embraced the sacred ministry, was made archdeacon of the Roman Church by St. Celestine, and under him and Sixtus III. had a large share in governing the Church. On the death of Sixtus, Leo was chosen Pope, and consecrated on St. Michael's day, 440, amid great joy.
        It was a time of terrible trial. Vandals and Huns were wasting the provinces of the empire, and Nestorians, Pelagians, and other heretics wrought more grievous havoc among souls. Whilst Leo's zeal made head against these perils, there arose the new heresy of Eutyches, who confounded the two natures of Christ. At once the vigilant pastor proclaimed the true doctrine of the Incarnation in his famous "tome;" but fostered by the Byzantine court, the heresy gained a strong hold amongst the Eastern monks and bishops. After three years of unceasing toil, Leo brought about its solemn condemnation by the Council of Chalcedon, the Fathers all signing his tome, and exclaiming, "Peter hath spoken by Leo."
        Soon after, Attila with his Huns broke into Italy, and marched through its burning cities upon Rome. Leo went out boldly to meet him, and prevailed on him to turn back. Astonished to see the terrible Attila, the "Scourge of God," fresh from the sack of Aquileia, Milan, Pavia, with the rich prize of Rome within his grasp, turn his great host back to the Danube at the Saint's word, his chiefs asked him why he had acted so strangely. He answered that he saw two venerable personages, supposed to be Sts. Peter and Paul, standing behind Leo, and impressed by this vision he withdrew. If the perils of the Church are as great now as in St. Leo's day, St. Peter's solicitude is not less. Two years later the city fell a prey to the Vandals; but even then Leo saved it from destruction.
        He died A. D. 461, having ruled the Church twenty years.