EVANGELIO DEL DÍA

jueves, 20 de enero de 2011

El misterio de la vocación

EVANGELIO DEL DÍA: 21/01/2011
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Viernes de la II Semana de Tiempo Ordinario

Carta a los Hebreos 8,6-13.
Pero ahora, Cristo ha recibido un ministerio muy superior, porque es el mediador de una Alianza más excelente, fundada sobre promesas mejores.
Porque si esta primera Alianza hubiera sido perfecta, no habría sido necesario sustituirla por otra.
En cambio, Dios hizo al pueblo este reproche: Llegarán los días -dice el Señor- en que haré una Nueva Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá,
no como aquella que hice con sus padres el día en que los tomé de la mano para sacarlos de Egipto. Ya que ellos no permanecieron fieles a mi Alianza, yo me despreocupé de ellos -dice el Señor- :
Y ésta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel después de aquellos días -dice el Señor- : Pondré mis leyes en su conciencia, las grabaré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo.
Entonces nadie tendrá que instruir a su compatriota ni a su hermano, diciendo: "Conoce al Señor"; porque todos me conocerán, desde el más pequeño al más grande.
Porque yo perdonaré sus iniquidades y no me acordaré más de sus pecados.
Al hablar de una Nueva Alianza, Dios declara anticuada la primera, y lo que es viejo y anticuado está a punto de desaparecer.

Salmo 85,8.10.11-12.13-14.
¡Manifiéstanos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación!
Su salvación está muy cerca de sus fieles, y la Gloria habitará en nuestra tierra.
El Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán;
la Verdad brotará de la tierra y la Justicia mirará desde el cielo.
El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos.
La Justicia irá delante de él, y la Paz, sobre la huella de sus pasos.

Evangelio según San Marcos 3,13-19.
Después subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él,
y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar
con el poder de expulsar a los demonios.
Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro;
Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno;
luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo,
y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. 
Mc 3,13-19
Leer el comentario del Evangelio por 
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctor de la Iglesia
Ms A, 2rº-vº
El misterio de la vocación
     Sólo pretendo una cosa: comenzar a cantar lo que un día repetiré por toda la eternidad: «¡¡¡Las misericordias del Señor!!!» (Sl 88,1)...
Abriendo el Evangelio, mis ojos se encontraron con estas palabras: «Subió Jesús a una montaña y fue llamando a los que él quiso, y se fueron con él» (San Marcos, cap. II, v. 13). He ahí el misterio de mi vocación, de mi vida entera, y, sobre todo, el misterio de los privilegios que Jesús ha querido dispensar a mi alma... El no llama a los que son dignos, sino a los que él quiere, o, como dice san Pablo: «Tendré misericordia de quien quiera y me apiadaré de quien me plazca. No es, pues, cosa del que quiere o del que se afana, sino de Dios que es misericordioso» (Rm 9, 15-16).

     Durante mucho tiempo me he preguntado por qué tenía Dios preferencias, por qué no recibían todas las almas las gracias en igual medida. Me extrañaba verle prodigar favores extraordinarios a los santos que le habían ofendido, como san Pablo o san Agustín, a los que forzaba, por así decirlo, a recibir sus gracias; y cuando leía la vida de aquellos santos a los que el Señor quiso acariciar desde la cuna hasta el sepulcro, retirando de su camino todos los obstáculos que pudieran impedirles elevarse hacia él... Jesús ha querido darme luz acerca de este misterio. Puso ante mis ojos el libro de la naturaleza y comprendí que todas las flores que él ha creado son hermosas... El ha querido crear grandes santos, que pueden compararse a los lirios y a las rosas; pero ha creado también otros más pequeños, y éstos han de conformarse con ser margaritas o violetas destinadas a recrear los ojos de Dios cuando mira a sus pies. La perfección consiste en hacer su voluntad, en ser lo que él quiere que seamos...


viernes 21 Enero 2011

Santa Inés



Santa Inés es una de las santas más populares del calendario. Una de las figuras más graciosas, una de las heroínas más cantadas por los poetas y los Santos Padres. Luego, de la poesía y la leyenda pasó al arte, desde Bernini hasta Alonso Cano.

Cada época la reproduce a su estilo, pero todos compitiendo en ensalzarla. Como la Inés de Carlos Dolci, cuya dulce hermosura y blancura de lirio nos atrae con su encanto inefable.
La devoción a Santa Inés se ha mantenido viva a través de los tiempos. La Iglesia introdujo su nombre en el canon de la Misa. Es el prototipo de la virgen fiel consagrada a Cristo, desde su más tierna edad. Su mismo nombre, pura en griego y cordera en latín, es ya un presagio.

La tierna corderita tiñó su candor virginal con la sangre del martirio a principios del siglo IV, en la persecución de Diocleciano. Inés, patricia romana, niña tan pura como su nombre, frisaba en los trece años. Su devoción, dice San Ambrosio, era superior a su edad. Su energía superaba a su naturaleza. No había en aquel cuerpecito lugar para el golpe de la espada. Pero quien no tenía dónde recibir la herida del hierro, tuvo fortaleza para vencer al mismo hierro y a los que querían dominarla.

Rehusó la mano del hijo del Prefecto de Roma, por lo que fue acusada de cristiana y juzgada. La doncellita, canta Prudencio en sus versos, caldeada ya en el amor a Cristo, resistía firmemente las seducciones de los impíos para que abandonase la fe, y ofrecía de grado su cuerpo a la tortura. San Dámaso cantó también la fidelidad de la virgen. Holló bajo sus pies las amenazas del tirano y superó, siendo niña, un inmenso terror.

¡Cuántos terrores, insiste San Ambrosio, ensayó el verdugo para asustarla! ¡Cuántos halagos y promesas para rendirla! Pero ella respondía con firmeza superior a su edad: "Injuria sería para mi Esposo el pretender agradar a otro. Me entregaré sólo a aquél que primero me eligió. ¿Qué esperas, verdugo? Perezca un cuerpo que puede ser amado por ojos que detesto".

Anuncia luego el juez un lugar más terrible para una virgen. "Haz lo que quieras, responde Inés, impávida y confiada. Cristo no olvida a los suyos. Teñirás, si quieres, la espada con mi sangre. Pero no mancillarás mis miembros con la lujuria". Despechados sus jueces, fue conducida a un lupanar público, expuesta al fuego criminal de la lujuria. Pero le crece milagrosamente la cabellera, que se derrama sobre el lirio desnudo de su cuerpo, para que ningún rostro humano profanara el templo del Señor.

Para recordar este hecho, en aquel mismo lugar, en la actual plaza Navona, se alza hasta nuestros días la iglesia de Santa Inés. Se venera aún allí una reliquia insigne de la virgen de Cristo.
Aún pasó Inés el tormento del fuego. Pero el fuego respetó el cuerpo virginal. Llegó entonces el verdugo armado con la espada. Tiembla el brazo del verdugo, recuerda San Ambrosio, su rostro palidece. Inés, entretanto, aguarda valerosa.

La Corderita lo recibió gozosa, oró brevemente, inclinó la cabeza y quedó consumado el martirio. La descripción de esta última escena es una de las más bellas páginas de Fabiola, la ejemplar novela del cardenal Wiseman. Los restos virginales fueron enterrados en la Vía Nomentana, en las llamadas catacumbas de Santa Inés. Todavía hoy, el 21 de enero de cada año, se bendicen en este lugar dos corderillos con cuya lana se teje al pallium del papa y de los arzobispos. Santa Inés sigue siendo hoy ejemplo de las jóvenes cristianas.




Oremos


Dios todopoderoso y eterno, que te has complacido en elegir lo débil a los ojos del mundo para confundir a los que se creían fuertes, concede a quienes estamos celebrando el martirio de Santa Inés imitar la heroica firmeza de su fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.



Calendario de fiestas marianas: Nuestra Señora de la Consolación, Roma (1471).


The mystery of vocation


DAILY GOSPEL: 21/01/2011
«Lord, to whom shall we go? You have the words of eternal life.» John 6,68

Friday of the Second week in Ordinary Time
Letter to the Hebrews 8:6-13.
Now he has obtained so much more excellent a ministry as he is mediator of a better covenant, enacted on better promises.
For if that first covenant had been faultless, no place would have been sought for a second one.
But he finds fault with them and says: "Behold, the days are coming, says the Lord, when I will conclude a new covenant with the house of Israel and the house of Judah.
It will not be like the covenant I made with their fathers the day I took them by the hand to lead them forth from the land of Egypt; for they did not stand by my covenant and I ignored them, says the Lord.
But this is the covenant I will establish with the house of Israel after those days, says the Lord: I will put my laws in their minds and I will write them upon their hearts. I will be their God, and they shall be my people.
And they shall not teach, each one his fellow citizen and kinsman, saying, 'Know the Lord,' for all shall know me, from least to greatest.
For I will forgive their evildoing and remember their sins no more."
When he speaks of a "new" covenant, he declares the first one obsolete. And what has become obsolete and has grown old is close to disappearing.

Psalms 85:8.10.11-12.13-14.
Show us, LORD, your love; grant us your salvation.
Near indeed is salvation for the loyal; prosperity will fill our land.
Love and truth will meet; justice and peace will kiss.
Truth will spring from the earth; justice will look down from heaven.
The LORD will surely grant abundance; our land will yield its increase.
Prosperity will march before the Lord, and good fortune will follow behind.

Holy Gospel of Jesus Christ according to Saint Mark 3:13-19.
Jesus went up the mountain and summoned those whom he wanted  and they came to him.
He appointed twelve (whom he also named apostles) that they might be with him and he might send them forth to preach
and to have authority to drive out demons:
(he appointed the twelve:) Simon, whom he named Peter;
James, son of Zebedee, and John the brother of James, whom he named Boanerges, that is, sons of thunder;
Andrew, Philip, Bartholomew, Matthew, Thomas, James the son of Alphaeus; Thaddeus, Simon the Cananean,
and Judas Iscariot who betrayed him. 
Mc 3,13-19
Commentary of the day 
Saint Thérèse of the Child Jesus (1873-1897), Carmelite, Doctor of the Church
MS A, 2 r°-v°
The mystery of vocation
I'm going to be doing only one thing: I shall begin to sing what I must sing eternally: "The Mercies of the Lord!» (Ps 89[88],1)... Opening the Holy Gospels my eyes fell upon these words: "And going up a mountain, he called to him men of his own choosing, and they came to him." This is the mystery of my vocation, my whole life, and especially the mystery of the privileges Jesus showered upon my soul. He does not call those who are worthy but those whom he pleases or as St. Paul says: "God will have mercy on whom he will have mercy, and he will show pity to whom he will show pity. So then, there is question not of him who wills nor of him who runs, but of God showing mercy" (Rm 9, 15-16).

I wondered for a long time why God has preferences, why all souls don't receive an equal amount of graces. I was surprised when I saw him shower his extraordinary favors on saints who had offended him, for instance, St. Paul and St. Augustine, and whom he forced, so to speak, to accept his graces. When reading the lives of the saints, I was puzzled at seeing how Our Lord was pleased to caress certain ones from the cradle to the grave, allowing no obstacle in their way... Jesus deigned to teach me this mystery. He set before me the book of nature; I understood how all the flowers he has created are beautiful... And so it is in the world of souls. He willed to create great souls comparable to lilies and roses, but he has created smaller ones and these must be content to be daisies or violets destined to give joy to God's glances when he looks down at his feet. Perfection consists in doing his will, in being what he wills us to be.


Friday, 21 January 2011

St. Agnes, Virgin and Martyr (+ 304) - Memorial



SAINT AGNES
Virgin and Martyr
(+ 304)
        St. Agnes was but twelve years old when she was led to the altar of Minerva at Rome and commanded to obey the persecuting laws of Diocletian by offering incense. In the midst of the idolatrous rites she raised her hands to Christ, her Spouse, and made the sign of the life-giving cross. She did not shrink when she was bound hand and foot, though the gyves slipped from her young hands, and the heathens who stood around were moved to tears. The bonds were not needed for her, and she hastened gladly to the place of her torture.
        Next, when the judge saw that pain had no terrors for her, he inflicted an insult worse than death: her clothes were stripped off, and she had to stand in the street before a pagan crowd; yet even this did not daunt her. "Christ," she said, "will guard His own." So it was. Christ showed, by a miracle, the value which He sets upon the custody of the eyes. Whilst the crowd turned away their eyes from the spouse of Christ, as she stood exposed to view in the street, there was one young man who dared to gaze at the innocent child with immodest eyes. A flash of light struck him blind, and his companions bore him away half dead with pain and terror.
        Lastly, her fidelity to Christ was proved by flattery and offers of marriage. But she answered, "Christ is my Spouse: He chose me first, and His I will be." At length the sentence of death was passed. For a moment she stood erect in prayer, and then bowed her neck to the sword. At one stroke her head was severed from her body, and the angels bore her pure soul to Paradise.