EVANGELIO DEL DÍA

martes, 1 de junio de 2010

« Creo en la resurrección de la carne »

EVANGELIO DEL DÍA: 02/06/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Miércoles de la IX Semana del Tiempo Ordinario


Segunda Carta de San Pablo a Timoteo 1,1-3.6-12.
Pablo, Apóstol de Jesucristo, por la voluntad de Dios, para anunciar la promesa de Vida que está en Cristo Jesús,
saluda a Timoteo, su hijo muy querido. Te deseo la gracia, la misericordia y la paz que proceden de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo.
Doy gracias a Dios, a quien sirvo con una conciencia pura al igual que mis antepasados, recordándote constantemente, de día y de noche, en mis oraciones.
Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos.
Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad.
No te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que soy su prisionero. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios.
El nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde toda la eternidad,
y que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la Buena Noticia,
de la cual he sido constituido heraldo, Apóstol y maestro.
Por eso soporto esta prueba. Pero no me avergüenzo, porque sé en quien he puesto mi confianza, y estoy convencido de que él es capaz de conservar hasta aquel Día el bien que me ha encomendado.

Salmo 123(122),1-2.
Canto de peregrinación. Levanto mis ojos hacia ti, que habitas en el cielo.
Como los ojos de los servidores están fijos en las manos de su señor, y los ojos de la servidora en las manos de su dueña: así miran nuestros ojos al Señor, nuestro Dios, hasta que se apiade de nosotros.

Evangelio según San Marcos 12,18-27.
Se le acercaron unos saduceos, que son los que niegan la resurrección, y le propusieron este caso:
"Maestro, Moisés nos ha ordenado lo siguiente: 'Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda'.
Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos.
El segundo se casó con la viuda y también murió sin tener hijos; lo mismo ocurrió con el tercero;
y así ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos ellos, murió la mujer.
Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?".
Jesús les dijo: "¿No será que ustedes están equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios?
Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo.
Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído en el Libro de Moisés, en el pasaje de la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?
El no es un Dios de muertos, sino de vivientes. Ustedes están en un grave error". 
Mc 12,18-27
Leer el comentario del Evangelio por 
San Justino (hacia 100-160), filósofo y mártir
Tratado sobre la resurrección, 2.4.7-9
« Creo en la resurrección de la carne » (Credo)
     Los que están en el error dicen que no hay resurrección de la carne, que es imposible que ésta, después de ser destruida y reducida a polvo, encuentre de nuevo su integridad. Según ellos la resurrección de la carne no sólo sería imposible, sino perjudicial: censuran la carne, critican sus defectos, la hacen responsable de los pecados; dicen que si esta carne ha de resucitar, también resucitarán sus defectos... Pero el Salvador dice: «Los que resucitan, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como los ángeles del cielo». Ahora bien, ellos dicen que los ángeles no tienen carne, ni comen, ni se unen. Así pues, dicen ellos, no habrá resurrección de la carne...

    ¡Cuán ciegos son los ojos del entendimiento solo! Porque no han visto en la tierra «que los ciegos ven, que los cojos andan» (Mt 11,5) gracias a la palabra del Salvador..., para que creamos que en la resurrección, la  carne resucitará completa. Si en esta tierra él curó las enfermedades de la carne y devolvió al cuerpo su integridad, cuánto más lo hará en el momento de la resurrección a fin de que la carne resucite sin defecto, íntegramente... Me parece que esa gente ignora el conjunto de la acción divina en los orígenes de la creación, en la formación del hombre; ignoran porque han sido hechas las cosas terrestres.

     El Verbo dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» (Gn 1,26)... Es evidente que el hombre, modelado a imagen de Dios, sea de carne. Así que ¡qué absurdo pretender menospreciar, sin ningún mérito, a la carne modelada por Dios según su propia imagen! Que la carne sea preciosa a los ojos de Dios, es evidente por ser su obra. Y porque en ella se encuentra el principio de su proyecto para el resto de la creación, es por lo que ella es lo más precioso a los ojos del creador.

                    


miércoles 02 Junio 2010

San Marcelino



Santos Marcelino y Pedro  
Marcelino y Pedro se encuentran entre los Santos romanos que se conmemoran diariamente en el canon de la Misa.   Marcelino era sacerdote en Roma durante el reinado de Diocleciano, mientras que Pedro según se afirma, ejercía el exorcismo.
Uno de los relatos que habla de la «pasión» de estos mártires, cuenta que fueron aprehendidos y arrojados a la prisión, donde mostraron un celo extraordinario en alentar a los fieles cautivos y catequizar a los paganos.   Marcelino y Pedro, fueron condenados a muerte por el magistrado Sereno o Severo, quien ordenó que se les condujera en secreto a un bosque llamado Selva Negra para que nadie supiera el lugar de su sepultura.  
Allí se les cortó la cabeza. Sin embargo, el secreto se divulgó, tal vez por el mismo verdugo que posteriormente se convirtió al Cristianismo. Dos piadosas mujeres exhumaron los cadáveres y les dieron correcta sepultura en la catacumba de San Tiburcio, sobre la Vía Lavicana.   El emperador Constantino mandó edificar una Iglesia sobre la tumba de los mártires y, en el año 827, el Papa Gregorio IV donó los restos de estos Santos a Eginhard, hombre de confianza de Carlomagno, para que las reliquias fueran veneradas.  
Finalmente, los cuerpos de los mártires descansaron en el monasterio de Selingestadt, a unos 22 Km de Francfort. Durante esta traslación, cuentan algunos relatos, ocurrieron numerosos milagros.




  Oremos  

Señor, que en el glorioso martirio de los santos Marcelino y Pedro nos has dado un modelo de firmeza y un apoyo para nuestra debilidad, concédenos que el ejemplo de su fe nos ilumine para mejorar nuestra vida y que nos conforte siempre su continua intercesión. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.