EVANGELIO DEL DÍA: 21/12/2010
¿Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Martes de la IV Semana de Adviento (21 de diciembre)
Cantar de los Cantares 2,8-14.
¡La voz de mi amado! Ahí viene, saltando por las montañas, brincando por las colinas.
Mi amado es como una gacela, como un ciervo joven. Ahí está: se detiene detrás de nuestro muro; mira por la ventana, espía por el enrejado.
Habla mi amado, y me dice: "¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía!
Porque ya pasó el invierno, cesaron y se fueron las lluvias.
Aparecieron las flores sobre la tierra, llegó el tiempo de las canciones, y se oye en nuestra tierra el arrullo de la tórtola.
La higuera dio sus primeros frutos y las viñas en flor exhalan su perfume. ¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía!
Paloma mía, que anidas en las grietas de las rocas, en lugares escarpados, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz; porque tu voz es suave y es hermoso tu semblante". Coro
Salmo 33(32),2-3.11-12.20-21.
Alaben al Señor con la cítara, toquen en su honor el arpa de diez cuerdas;
entonen para él un canto nuevo, toquen con arte, profiriendo aclamaciones.
pero el designio del Señor permanece para siempre, y sus planes, a lo largo de las generaciones.
¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se eligió como herencia!
Nuestra alma espera en el Señor; él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
Nuestro corazón se regocija en él: nosotros confiamos en su santo Nombre.
Evangelio según San Lucas 1,39-45.
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
¡La voz de mi amado! Ahí viene, saltando por las montañas, brincando por las colinas.
Mi amado es como una gacela, como un ciervo joven. Ahí está: se detiene detrás de nuestro muro; mira por la ventana, espía por el enrejado.
Habla mi amado, y me dice: "¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía!
Porque ya pasó el invierno, cesaron y se fueron las lluvias.
Aparecieron las flores sobre la tierra, llegó el tiempo de las canciones, y se oye en nuestra tierra el arrullo de la tórtola.
La higuera dio sus primeros frutos y las viñas en flor exhalan su perfume. ¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía!
Paloma mía, que anidas en las grietas de las rocas, en lugares escarpados, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz; porque tu voz es suave y es hermoso tu semblante". Coro
Salmo 33(32),2-3.11-12.20-21.
Alaben al Señor con la cítara, toquen en su honor el arpa de diez cuerdas;
entonen para él un canto nuevo, toquen con arte, profiriendo aclamaciones.
pero el designio del Señor permanece para siempre, y sus planes, a lo largo de las generaciones.
¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se eligió como herencia!
Nuestra alma espera en el Señor; él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
Nuestro corazón se regocija en él: nosotros confiamos en su santo Nombre.
Evangelio según San Lucas 1,39-45.
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
Lc 1,39-45
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Poesía «Porqué te amo, María», estrf. 4-7
« El poderoso ha hecho obras grandes por mí» (Lc 1,49)
Te amo cuando proclamas que eres la sierva del Señor,
del Señor a quien tú con tu humildad cautivas. (Lc 1,38)
Esta es la gran virtud que te hace omnipotente
y a tu corazón lleva la Santa Trinidad.
Entonces el Espíritu, Espíritu de amor, te cubre con su sombra, (Lc 1,35)
y el Hijo, igual al Padre, se encarna en ti...
¡Muchos habrán de ser sus hermanos pecadores
para que se le llame: Jesús, tu primogénito! (Lc 2,7)
María, tú lo sabes: como tú, no obstante ser pequeña,
poseo y tengo en mí al todopoderoso.
Mas no me asuste mi gran debilidad,
pues todos los tesoros de la madre son también de la hija,
y yo soy hija tuya, Madre mía querida.
¿Acaso no son mías tus virtudes y tu amor también mío?
Así, cuando la pura y blanca Hostia baja a mi corazón,
tu Cordero, Jesús, sueña estar reposando en ti misma, María.
Tú me haces comprender, que no me es imposible
caminar tras tus huellas, ¡oh Reina de los santos!.
Nos hiciste visible el estrecho camino que va al cielo
con la constante práctica de virtudes humildes.
Imitándote a ti, permanecer pequeña es mi deseo,
veo cuán vanas son las riquezas terrenas.
Al verte ir presurosa a tu prima Isabel,
de ti aprendo, María, a practicar la caridad ardiente.
En casa de Isabel escucho, de rodillas,
el cántico sagrado, ¡oh Reina de los ángeles!,
que de tu corazón brota exaltado (Lc 1,46s)
Me enseñas a cantar los loores divinos,
a gloriarme en Jesús, mi Salvador.
Tus palabras de amor son las místicas rosas
que envolverán en su perfume vivo a los siglos futuros.
En ti el Omnipotente obró sus maravillas,
yo quiero meditarlas y bendecir a Dios.
del Señor a quien tú con tu humildad cautivas. (Lc 1,38)
Esta es la gran virtud que te hace omnipotente
y a tu corazón lleva la Santa Trinidad.
Entonces el Espíritu, Espíritu de amor, te cubre con su sombra, (Lc 1,35)
y el Hijo, igual al Padre, se encarna en ti...
¡Muchos habrán de ser sus hermanos pecadores
para que se le llame: Jesús, tu primogénito! (Lc 2,7)
María, tú lo sabes: como tú, no obstante ser pequeña,
poseo y tengo en mí al todopoderoso.
Mas no me asuste mi gran debilidad,
pues todos los tesoros de la madre son también de la hija,
y yo soy hija tuya, Madre mía querida.
¿Acaso no son mías tus virtudes y tu amor también mío?
Así, cuando la pura y blanca Hostia baja a mi corazón,
tu Cordero, Jesús, sueña estar reposando en ti misma, María.
Tú me haces comprender, que no me es imposible
caminar tras tus huellas, ¡oh Reina de los santos!.
Nos hiciste visible el estrecho camino que va al cielo
con la constante práctica de virtudes humildes.
Imitándote a ti, permanecer pequeña es mi deseo,
veo cuán vanas son las riquezas terrenas.
Al verte ir presurosa a tu prima Isabel,
de ti aprendo, María, a practicar la caridad ardiente.
En casa de Isabel escucho, de rodillas,
el cántico sagrado, ¡oh Reina de los ángeles!,
que de tu corazón brota exaltado (Lc 1,46s)
Me enseñas a cantar los loores divinos,
a gloriarme en Jesús, mi Salvador.
Tus palabras de amor son las místicas rosas
que envolverán en su perfume vivo a los siglos futuros.
En ti el Omnipotente obró sus maravillas,
yo quiero meditarlas y bendecir a Dios.
Santos Zacarías y Malaquías (Profetas)
Zacarías
El nombre de Zacarías, común a más de veinte personajes del Antiguo Testamento, tiene en hebreo el hermoso significado de Dios se acuerda, o el recordado de Dios, es decir, que su sola enunciación significaba un acto de fe en el Dios vivo.
Zacarías, hijo de Baraquías, y nieto de Addo (Esdr. 5, 1 y 6, 14, le llama hijo de éste en sentido lato), comenzó a profetizar en el mismo año que Ageo (520 a.C.). No parece, pues, ser, como muchos creyeron, el mismo saerdoteZacarías que Jesús cita en Mat. 23, 35 y Luc. 11, 51, pues, se considera que éste fue asesinado unos 330 años antes, por orden del rey Joás (II Par. 24, 21), y que era hijo de Joíada, siendo este nombre, según San Jerónimo, un apodo de Baraquías. La actividad profética de Zacarías abarca dos años (520-518),. Según otros, algo más.
Mientra Ageo exhorta al pueblo principalmente a la restauración del Templo, Zacarías, con su autoridad de profeta y de sacerdote de la tribu de Leví (Neh. 12, 16), y con un celo que se alaba en Esdr. 6, 14, “tomando como punto de partida el estado de aflicción en que se hallaba entonces Jerusalén ... anima, consuela, exhorta mostrando el porvenir brillante reservado a Israel y las bendiciones abundantes que se unirán a la restauración del Santuario de Jehová “ (Fillion), para lo cual expone ante todo ocho visiones ( cap. 1 a 6). Los capítulos 7 y 8 que forman la respuesta a una consulta, contienen enseñanzas espirituales y son, como Is. 37-39, un nexo entre la primera y la última parte de la profecía. En los restantes capítulos (9 a 14), cuya magnificencia es comparada con la de Isaías, el profeta vaticina el reino mesiánico, que es el fín y objeto principal de sus profecías, y muestra a Cristo en sus dos venidas: rechazado y doliente en la primera, triunfante y glorioso en la segunda. Véase y compárese Zac. 9, 9 (el Mesías montado en un asnillo, cfr. Mat.21, 5); 11, 12 ss. (traicionado y vendido, cfr. Mat. 27, 9); 12, 10 ss. (traspasado por la lanza, cfr. Juan 19, 37); 13, 7 (abandonado por los suyos, cfr. Mat. 26, 31).
La crítica racionalista niega la unidad de este libro, atribuyendo la última parte (9 a 14) a otro escritor anterior al cautiverio de Babilonia. A esto se opone la tradición, constante de la Sinagoga y de la Iglesia, demostrando, principalmente, no sólo que no existe prueba alguna de ello, sino también que la vuelta de la cautividad es presentada en ambas partes de Zacarías como imagen de la felicidad futura prometida a Israel, y descrita de la misma en Vigouroux, Cornely, Knabenbauer, etc., otros paralelismos importantes entre textos de Zacarías y los profetas Jeremías, Ezequiel, Sofonías, etc., que muestran que aquél se sirvió de ellos y no pudo por tanto ser anterior a la toma de Jerusalén por Nabucodonosor. Estos textos, que fueron admitidos como argumento decisivo por un crítico racionalista como de Wette, haciéndole cambiar de opinión sobre la autenticidad del final de Zacarías, son los siguientes: 9, 2 y Ez. 28, 4; 9, 3 y IRey. 10, 27; 9, 5 y Sof. 2, 3; 10, 3 y Ez. 34, 17; 11, 4 y Ez. 34, 4; 11, 3 y Jer. 12, 5; 13, 8 s. Y Ez. 5, 12; 14, 8 y Ez. 47, 1-12; 14, 10 s. y Jer. 31, 38-40 s. y Ez. 43, 12 y 44, 9.
Malaquías significa Mensajero mío (cfr. 3, 1), o Angel del Señor (así lo llama la versión griega), y de ahí que Clemente Alejandrino, Orígenes y otros Padres, a falta de datos sobre la persona del profeta, lo tomasen por un ser celestial. Mas tal opinión no se funda en argumento real alguno; tampoco lo admiten los exégetas modernos. El Targum de Jonatán dice, en cambio, queMalaquías era simplemente un nombre adoptado por el mismo Esdras para escribir la profecía.
La serie de los Profetas Menores se cierra con Malaquías, que vivió en tiempo de Esdras y Nehemías, casi un siglo después los profetas Ageo y Zacarías, cuando el Templo estaba ya reedificado y se había reanudado el culto. Malaquías sólo será sucedido, cuatro siglos más tarde, por el Precursor, a quien el mismo anuncia (como también la vuelta de Elías: cfr. 3, 1 y 4, 5 s.), y a quien Jesús había de caracterizar como el último y mayor Profeta del Antiguo Testamento, al decir: “La Ley y los Profetas llegan hasta Juan” (Luc. 16, 16).
Después de recordar, como una sentencia que agrava la culpa de Israel, cuánto fue el amor de Dios por su pueblo,Malaquías lucha contra los mismos abusos contra los cuales se dirigen los libros de Esdras y Nehemías, es decir, la corrupción de las tribus vueltas de Babilonia. “El estado moral de los judíos en Palestina se hallaba entonces bien lejos de ser perfecto. Una profunda depresión se había producido a este respecto desde los días mejores en que Ageo y Zacarías promulgaban sus oráculos. Malaquías nos muestra a la nacion teocrática descontenta de su Dios porque tardaban mucho, según ella, en realizarse las promesas de los Profetas anteriores” (Fillion).
Empieza tratando de los sacerdotes y del culto, por lo cual reprende a los ministros del Señor que se han olvidado del caracter sagrado de su cargo (1, 6 a 2, 9). Predica luego contra la corrupción de las costumbres en el pueblo (2, 10 a 3, 18), los matrimonios mixtos y los frecuentes divorcios, y exhorta a pagar escrupulosamente los diezmos. Al final anuncia la venida del Precursor Jesucristo, y la del mismo Señor, como también la segunda venidad de Elías para preparar el gran día del Señor, juntamente con predicciones mesiánicas muy importantes. (cfr.3, 1 ; 4, 5-6).
De viva voz que Cristo os dirigía,
Al mensaje de amor que él nos envía.
Vosotros, que invitados al banquete
Gustasteis el sabor del nuevo vino,
Llenad el vaso, del amor que ofrece,
Al sediento de Dios su camino.
Vosotros que tuvisteis la gran suerte
De verle dar a muertos nueva vida,
No dejéis que el pecado y que la muerte
Nos priven de la vida recibida.
Vosotros, que lo visteis ya glorioso,
Hecho Señor de gloria sempiterna,
Haced que nuestro amor conozca el gozo
De vivir junto a él la vida eterna. Amén