EVANGELIO DEL DÍA: 28/07/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Miércoles de la XVII Semana del Tiempo Ordinario
Libro de Jeremías 15,10.16-21.
¡Qué desgracia, madre mía, que me hayas dado a luz, a mí, un hombre discutido y controvertido por todo el país! Yo no di ni recibí nada prestado, pero todos me maldicen.
Cuando se presentaban tus palabras, yo las devoraba, tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque yo soy llamado con tu Nombre, Señor, Dios de los ejércitos.
Yo no me senté a disfrutar en la reunión de los que se divierten; forzado por tu mano, me mantuve apartado, porque tú me habías llenado de indignación.
¿Por qué es incesante mi dolor, por qué mi llaga es incurable, se resiste a sanar? ¿Serás para mí como un arroyo engañoso, de aguas inconstantes?
Por eso, así habla el Señor: Si tú vuelves, yo te haré volver, tú estarás de pie delante de mí; si separas lo precioso de la escoria, tú serás mi portavoz. Ellos se volverán hacia ti, pero tú no te volverás hacia ellos.
Yo te pondré frente a este pueblo como una muralla de bronce inexpugnable. Te combatirán, pero no podrán contra ti, porque yo estoy contigo para salvarte y librarte -oráculo del Señor-.
Yo te libraré de la mano de los malvados y te rescataré del poder de los violentos.
Salmo 59(58),2-3.4-5.10-11.17.18.
Líbrame de mis enemigos, Dios mío, defiéndeme de los que se levantan contra mí;
líbrame de los que hacen el mal y sálvame de los hombres sanguinarios.
Mira cómo me están acechando: los poderosos se conjuran contra mí; sin rebeldía ni pecado de mi parte, Señor,
sin culpa mía, se disponen para el ataque. Despierta, ven a mi encuentro y observa,
Yo miro hacia ti, fuerza mía, porque Dios es mi baluarte;
él vendrá a mi encuentro con su gracia y me hará ver la derrota de mis enemigos.
Pero yo cantaré tu poder, y celebraré tu amor de madrugada, porque tú has sido mi fortaleza y mi refugio en el peligro.
¡Yo te cantaré, fuerza mía, porque tú eres mi baluarte, Dios de misericordia!
Evangelio según San Mateo 13,44-46.
El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas;
y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
¡Qué desgracia, madre mía, que me hayas dado a luz, a mí, un hombre discutido y controvertido por todo el país! Yo no di ni recibí nada prestado, pero todos me maldicen.
Cuando se presentaban tus palabras, yo las devoraba, tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque yo soy llamado con tu Nombre, Señor, Dios de los ejércitos.
Yo no me senté a disfrutar en la reunión de los que se divierten; forzado por tu mano, me mantuve apartado, porque tú me habías llenado de indignación.
¿Por qué es incesante mi dolor, por qué mi llaga es incurable, se resiste a sanar? ¿Serás para mí como un arroyo engañoso, de aguas inconstantes?
Por eso, así habla el Señor: Si tú vuelves, yo te haré volver, tú estarás de pie delante de mí; si separas lo precioso de la escoria, tú serás mi portavoz. Ellos se volverán hacia ti, pero tú no te volverás hacia ellos.
Yo te pondré frente a este pueblo como una muralla de bronce inexpugnable. Te combatirán, pero no podrán contra ti, porque yo estoy contigo para salvarte y librarte -oráculo del Señor-.
Yo te libraré de la mano de los malvados y te rescataré del poder de los violentos.
Salmo 59(58),2-3.4-5.10-11.17.18.
Líbrame de mis enemigos, Dios mío, defiéndeme de los que se levantan contra mí;
líbrame de los que hacen el mal y sálvame de los hombres sanguinarios.
Mira cómo me están acechando: los poderosos se conjuran contra mí; sin rebeldía ni pecado de mi parte, Señor,
sin culpa mía, se disponen para el ataque. Despierta, ven a mi encuentro y observa,
Yo miro hacia ti, fuerza mía, porque Dios es mi baluarte;
él vendrá a mi encuentro con su gracia y me hará ver la derrota de mis enemigos.
Pero yo cantaré tu poder, y celebraré tu amor de madrugada, porque tú has sido mi fortaleza y mi refugio en el peligro.
¡Yo te cantaré, fuerza mía, porque tú eres mi baluarte, Dios de misericordia!
Evangelio según San Mateo 13,44-46.
El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas;
y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
Mt 13,44-46
San Buenaventura (1221-1274), franciscano, doctor de la Iglesia
Vida de san Francisco, Leyenda mayor, c. 7
La perla de gran valor
Entre los dones espirituales recibidos de la generosidad de Dios, Francisco obtuvo, particularmente, el de enriquecer siempre su tesoro de simplicidad gracias a su gran amor a la pobreza. Viendo que aquella que había sido la compañera habitual del Hijo de Dios había llegado a ser, a partir de entonces, objeto de una animadversión universal, la cogió como esposa y se consagró a ella con un amor eterno. No contentándose con «dejar por ella al padre y a la madre» (Gn 2,24), repartió entre los pobres todo lo que podía tener (Mt 19,21). Nadie ha guardado su dinero tan celosamente como Francisco conservó su pobreza; nunca nadie ha vigilado su tesoro más cuidadosamente como él ésta perla de la que habla el Evangelio.
Nada le producía una herida mayor que encontrar en sus hermanos alguna cosa que no fuera conforme a la pobreza de los religiosos. Desde el inicio de su vida religiosa hasta su muerte, no tuvo otra riqueza que su túnica, una cuerda como cinturón, unos pantalones; no le hacía falta nada más. A menudo, pensando en la pobreza de Jesucristo y de su Madre, lloraba: «He aquí, decía, el porque la pobreza es la reina de las virtudes; es ella la que ha brillado en el Rey de reyes (1Tm 6,15) y en la Reina, su madre».
Un día que los hermanos le preguntaron cuál es la virtud que nos hace más amigos de Cristo, abriendo, por así decir, el secreto de su corazón, les respondió: «Saben, hermanos, que la pobreza espiritual es el camino privilegiado para la salvación, porque es la savia de la humildad y la raíz de la perfección; sus frutos son innumerables aunque escondidos. Ella es ese «tesoro escondido en el campo» que, para comprarlo, dice el Evangelio, es preciso venderlo todo y cuyo valor nos debe empujar a despreciar toda otra cosa».
Nada le producía una herida mayor que encontrar en sus hermanos alguna cosa que no fuera conforme a la pobreza de los religiosos. Desde el inicio de su vida religiosa hasta su muerte, no tuvo otra riqueza que su túnica, una cuerda como cinturón, unos pantalones; no le hacía falta nada más. A menudo, pensando en la pobreza de Jesucristo y de su Madre, lloraba: «He aquí, decía, el porque la pobreza es la reina de las virtudes; es ella la que ha brillado en el Rey de reyes (1Tm 6,15) y en la Reina, su madre».
Un día que los hermanos le preguntaron cuál es la virtud que nos hace más amigos de Cristo, abriendo, por así decir, el secreto de su corazón, les respondió: «Saben, hermanos, que la pobreza espiritual es el camino privilegiado para la salvación, porque es la savia de la humildad y la raíz de la perfección; sus frutos son innumerables aunque escondidos. Ella es ese «tesoro escondido en el campo» que, para comprarlo, dice el Evangelio, es preciso venderlo todo y cuyo valor nos debe empujar a despreciar toda otra cosa».
Beata María Teresa Kowalska
Beata María Teresa Kowalska
Pertenecía al Convento de las Monjas Clarisas Capuchinas de Przasnysz. Si bien su vida transcurrió en silencio, el recuerdo de su muerte heroica - cosa única en la memoria de este monasterio - sigue siendo aún hoy muy vivo. Son pocas las noticias biográficas que se conservan de Sor Teresa.
Nació en Varsovia en 1902. No se conocen los nombres de sus padres y es probable que tuviera hermanos y hermanas. Hizo la primera comunión el 21 de junio de 1915 y la confirmación el 21 de mayo de 1920. Su padre, simpatizante socialista, se fue con la familia a la Unión Soviética por los años veinte. Desde entonces no se sabe nada de la familia de la Beata.
Por las notas escritas en su librito religioso El libro de la vida,sabemos que se inscribió en la asociación del "Rosario", del "Escapulario de la Inmaculada Concepción", del "Corazón de Jesús", de "San José", de la "Pasión del Señor", de la "Virgen de los Dolores". Pertenecía también a la cofradía de la "Madre de Dios de la Buena Muerte", a la "Archicofradía de la Guardia de Honor", al "Apostolado por los enfermos". Todo esto hace suponer que antes de entrar en la Orden de las Capuchinas llevaba una vida piadosa y ejemplar.
A los 21 años Mieczyslawa recibió la gracia de la vocación religiosa. Entró en el monasterio de las Monjas Clarisas Capuchinas de Przasnysz el 23 de enero de 1923, con la conciencia de reparar la culpa de su familia, contagiada por el ateísmo. Al tomar el hábito el 12 de agosto de 1923 recibió el nombre de Sor Teresa del Niño Jesús. Hizo la primera profesión el 15 de agosto de 1924, y la perpetua el 26 de julio de 1928.
Era una persona delicada y enfermiza, pero muy dispuesta para todo y para todos. En el monasterio servía a Dios con devoción y solicitud. Con su modo de hacer se conquistaba la confianza de todos - cuenta una de las religiosas. Gozaba de grande respeto y consideración por parte de los superiores y de las hermanas. Desempeñó uno tras otro diversos cargos: portera, sacristana, bibliotecaria, maestra del noviciado y consejera.
Sor Teresa vivió su vida religiosa en el silencio, totalmente dedicada a Dios, distinguiéndose por su total entrega. El 2 de abril de 1941 los alemanes irrumpieron en el monasterio y arrestaron a todas las religiosas, llevándolas al campo de concentración de Dzialdawo. Entre ellas iba Sor Teresa, enferma ya de tuberculosis. Todas las 36 hermanas fueron encerradas en un único local y sometidas a condiciones de vida humanamente afrentosas e indignas: ambiente sucio, hambre tremenda, terror continuo. Las religiosas sufrían además sabiendo que en aquel mismo campo eran torturadas personas, como los obispos de Plock Antonio Nowowiejski y León Wetmanski, y tantos otros sacerdotes.
Después de un mes transcurrido en aquellas condiciones de vida, hasta las hermanas con más salud comenzaron a enfermar. La que más se resintió fue Sor Teresa, que no era ya capaz de mantenerse en pie. Aquejada de hemorragias pulmonares, le faltó cualquier clase de socorro médico e, incluso, el agua para aplacar la sed y para las exigencias fundamentales de la higiene.
Pero todos los sufrimientos los soportó con gran valor y, mientras le fue posible, acompañó a las hermanas en los rezos, además de su oración personal. En medio de tan duras pruebas, consciente de que su muerte estaba cercana, decía: Yo no saldré ya de aquí, ofrezco mi vida por que las hermanas puedan retornar al convento. De vez en cuando preguntaba a la Abadesa: Madre, ¿falta mucho todavía? ¿Moriré pronto? Se extinguió en la noche del 25 de julio 1941. Su cuerpo fue llevado de allí sin que se sepa qué fue de él.
Su muerte hizo reflexionar mucho a las hermanas. Estaban convencidas de que Sor Teresa había concluido su vida santamente y que moraba ya en la gloria de los bienaventurados; por ella sentían una particular veneración. Según lo que había predicho, dos semanas después de su muerte, el 7 de agosto de 1941 las monjas fueron dejadas libres. Aquella liberación la interpretaron como una gracia recibida de Dios por intercesión de sor Teresa. Hecho realmente singular, pues normalmente los alemanes no dejaban salir a nadie de los campos de concentración.
Las religiosas no pudieron volver entonces al monasterio de Przasnysz, pero quedaron libres hasta su retorno en 1945. En ellas se ha mantenido siempre vivo el recuerdo de la santa vida y de la muerte como mártir de su hermana. De ello queda constancia en el "Libro de las difuntas" del monasterio de Przasnysz. Las noticias sobre Sor Teresa Mieczyslawa Kowalska eran comunicadas a las nuevas candidatas, lo mismo que a los parientes o amigos que visitaban el monasterio. En la crónica del monasterio, cuando se describen los acontecimientos del arresto y de la permanencia de las monjas en Dzialdowo, se da mucho espacio a la suerte de Sor Teresa. Pero a causa de las condiciones de los monasterios contemplativos bajo el régimen comunista, no ha habido hasta ahora publicaciones sobre Sor Teresa Mieczyslawa Kowalska. Pero, con el proceso de beatificación, se fue difundiendo más la fama de su martirio.
A nuestra Beata Teresa Mieczyslawa Kowalska, monja clarisa capuchina, tratada de manera inhumana en el campo de concentración de Dzialdowo, se pueden atribuir las palabras de la Imitación de Cristo. Plenamente resignada a la voluntad de Dios, su ardiente deseo era unirse a Cristo: Si fuera probada y afligida por tantas adversidades, no tendré miedo del mal, porque Tú estás conmigo. Tu gracia es mi fuerza, me da consejo y me conforta. Es más poderosa que todos mis enemigos.
He aquí por qué Sor Teresa Mieczyslawa Kowalska vivió y testimonió a Cristo con su santa vida y sobre todo con su valerosa muerte.
Fue beatificada por Juan Pablo II el 13 de junio de 1999 en Varsovia junto con otros cinco capuchinos en el grupo de 108 mártires del nazismo. Su memoria no ha sido integrada con la de sus hermanos mártires capuchinos el 16 de junio, sino puesta como celebración personal el día 28 de julio.
Himno
Teresa Kowalska,
violeta escondida,
la sangre ha sellado
tu sí de novicia.
Al pie del altar
tu anhelo decías,
y Dios inmolado
don suyo lo hacía.
Entre tus hermanas
tú fuiste escogida,
Jesús, el Esposo,
buscaba una víctima.
Todas juntas erais
pan de Eucaristía,
la voz de la Iglesia,
que alaba y expía.
Y por tus hermanos
tu vida vertías;
en tu corazón
Dios los bendecía.
violeta escondida,
la sangre ha sellado
tu sí de novicia.
Al pie del altar
tu anhelo decías,
y Dios inmolado
don suyo lo hacía.
Entre tus hermanas
tú fuiste escogida,
Jesús, el Esposo,
buscaba una víctima.
Todas juntas erais
pan de Eucaristía,
la voz de la Iglesia,
que alaba y expía.
Y por tus hermanos
tu vida vertías;
en tu corazón
Dios los bendecía.
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