EVANGELIO DEL DÍA: 04/07/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
XIV Domingo del Tiempo Ordinario
Libro de Isaías 66,10-14.
¡Alégrense con Jerusalén y regocíjense a causa de ella, todos los que la aman! ¡Compartan su mismo gozo los que estaban de duelo por ella,
para ser amamantados y saciarse en sus pechos consoladores, para gustar las delicias de sus senos gloriosos!
Porque así habla el Señor: Yo haré correr hacia ella la prosperidad como un río, y la riqueza de las naciones como un torrente que se desborda. Sus niños de pecho serán llevados en brazos y acariciados sobre las rodillas.
Como un hombre es consolado por su madre, así yo los consolaré a ustedes, y ustedes serán consolados en Jerusalén.
Al ver esto, se llenarán de gozo, y sus huesos florecerán como la hierba. La mano del Señor se manifestará a sus servidores, y a sus enemigos, su indignación.
Salmo 66(65),1-3.4-5.6-7.16.20.
Del maestro de coro. Canto. Salmo. ¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Canten la gloria de su Nombre! Tribútenle una alabanza gloriosa,
digan al Señor: "¡Qué admirables son tus obras!". Por la inmensidad de tu poder, tus enemigos te rinden pleitesía;
toda la tierra se postra ante ti, y canta en tu honor, en honor de tu Nombre.
Vengan a ver las obras del Señor, las cosas admirables que hizo por los hombres:
él convirtió el Mar en tierra firme, a pie atravesaron el Río. Por eso, alegrémonos en él,
que gobierna eternamente con su fuerza; sus ojos vigilan a las naciones, y los rebeldes no pueden sublevarse.
Los que temen al Señor, vengan a escuchar, yo les contaré lo que hizo por mí:
Bendito sea Dios, que no rechazó mi oración ni apartó de mí su misericordia.
Carta de San Pablo a los Gálatas 6,14-18.
Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo.
Estar circuncidado o no estarlo, no tiene ninguna importancia: lo que importa es ser una nueva criatura.
Que todos los que practican esta norma tengan paz y misericordia, lo mismo que el Israel de Dios.
Que nadie me moleste en adelante: yo llevo en mi cuerpo las cicatrices de Jesús.
Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo permanezca con ustedes. Amén.
Evangelio según San Lucas 10,1-12.17-20.
Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.
Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos.
No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'.
Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.
En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;
curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'.
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan:
'¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca'.
Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.
Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre".
El les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.
No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo".
¡Alégrense con Jerusalén y regocíjense a causa de ella, todos los que la aman! ¡Compartan su mismo gozo los que estaban de duelo por ella,
para ser amamantados y saciarse en sus pechos consoladores, para gustar las delicias de sus senos gloriosos!
Porque así habla el Señor: Yo haré correr hacia ella la prosperidad como un río, y la riqueza de las naciones como un torrente que se desborda. Sus niños de pecho serán llevados en brazos y acariciados sobre las rodillas.
Como un hombre es consolado por su madre, así yo los consolaré a ustedes, y ustedes serán consolados en Jerusalén.
Al ver esto, se llenarán de gozo, y sus huesos florecerán como la hierba. La mano del Señor se manifestará a sus servidores, y a sus enemigos, su indignación.
Salmo 66(65),1-3.4-5.6-7.16.20.
Del maestro de coro. Canto. Salmo. ¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Canten la gloria de su Nombre! Tribútenle una alabanza gloriosa,
digan al Señor: "¡Qué admirables son tus obras!". Por la inmensidad de tu poder, tus enemigos te rinden pleitesía;
toda la tierra se postra ante ti, y canta en tu honor, en honor de tu Nombre.
Vengan a ver las obras del Señor, las cosas admirables que hizo por los hombres:
él convirtió el Mar en tierra firme, a pie atravesaron el Río. Por eso, alegrémonos en él,
que gobierna eternamente con su fuerza; sus ojos vigilan a las naciones, y los rebeldes no pueden sublevarse.
Los que temen al Señor, vengan a escuchar, yo les contaré lo que hizo por mí:
Bendito sea Dios, que no rechazó mi oración ni apartó de mí su misericordia.
Carta de San Pablo a los Gálatas 6,14-18.
Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo.
Estar circuncidado o no estarlo, no tiene ninguna importancia: lo que importa es ser una nueva criatura.
Que todos los que practican esta norma tengan paz y misericordia, lo mismo que el Israel de Dios.
Que nadie me moleste en adelante: yo llevo en mi cuerpo las cicatrices de Jesús.
Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo permanezca con ustedes. Amén.
Evangelio según San Lucas 10,1-12.17-20.
Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.
Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos.
No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'.
Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.
En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;
curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'.
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan:
'¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca'.
Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.
Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre".
El les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.
No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo".
Lc 10,1-12#Lc 10,17-20
Cardenal Joseph Ratzinguer [Papa Benedicto XVI]
Mensaje para la jornada mundial de la misiones 2006
La caridad, alma de la misión
La misión, si no es fruto de la caridad, si no brota de un profundo acto de amor divino, corre el riesgo de reducirse a una simple actividad filantrópica y social. El amor que Dios tiene por cada persona constituye, en efecto, el corazón de la experiencia y del anuncio del Evangelio, y todos los que lo acogen se convierten, a su vez, en unos testigos. El amor de Dios que da vida al mundo es el amor que nos ha sido dado en Jesús, Palabra de salvación, icono perfecto de la misericordia del Padre celestial.
El mensaje salvífico podría muy bien resumirse con las palabras del evangelista Juan: «En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él» (1Jn 4,9). Jesús lo confió el mandamiento de difundir el anuncio de este amor, a sus apóstoles después de su resurrección, y los apóstoles, transformados interiormente el día de Pentecostés por el poder del Espíritu Santo, comenzaron a dar testimonio del Señor muerto y resucitado. Después la Iglesia ha seguido esta misma misión, que constituye, para todos los creyentes, un compromiso permanente al que no se puede renunciar.
El mensaje salvífico podría muy bien resumirse con las palabras del evangelista Juan: «En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él» (1Jn 4,9). Jesús lo confió el mandamiento de difundir el anuncio de este amor, a sus apóstoles después de su resurrección, y los apóstoles, transformados interiormente el día de Pentecostés por el poder del Espíritu Santo, comenzaron a dar testimonio del Señor muerto y resucitado. Después la Iglesia ha seguido esta misma misión, que constituye, para todos los creyentes, un compromiso permanente al que no se puede renunciar.
Santa Isabel de Portugal
Santa Isabel de Portugal
S. XIV- Nació en Zaragoza, en el hermoso palacio de la Aljafería. Era hija de Pedro III el Grande, nieta de Jaime el Conquistador y sobrina nieta de Santa Isabel de Hungría. Desde niña fue muy inclinada a la piedad y más atenta a las virtudes de su tía abuela que a las hazañas de su padre y abuelo.
A los doce años (1283), fue entregada en matrimonio al rey Denís de Portugal, de quien tuvo una hija y un hijo. Su vida se vio señalada por múltiples pruebas, que soportó llena de fe. El rey, que la abandonó pronto, empezó a acusarla de mala conducta, mientras ella llevaba su abnegación hasta a educar a los hijos adulterinos de aquél. Denís, acusador inveterado, entró en conflicto con su yerno, y más tarde con su hermano, en tanto que su propio hijo se alzaba contra él. A esto respondía Isabel multiplicando sus ayunos y esfuerzos cerca de los interesados a fin de reconciliarlos.
Después, sobrevinieron los duelos familiares: su hija y su yerno murieron jóvenes. El rey murió en 1325. Delante del cadáver Isabel se viste el hábito de la Tercera Orden de San Francisco y empieza una vida completamente consagrada a Dios, a los pobres y a los enfermos. Se hace peregrina, llega a Compostela, y ante el Apóstol deja todas sus insignias reales.
Visita hospitales y mientras besa a los apestados va sembrando milagros. Habiendo brotado de nuevo la guerra, en esta ocasión entre su hijo y uno de sus nietos; se puso en camino para reconciliarles, pero moriría en el transcurso del viaje en Estremoz (1336). Madura ya para el cielo, exhala el último suspiro invocando a la Virgen María.
Oremos
Dios nuestro, fuente de paz y de amor, que otorgaste a Santa Isabel de Portugal el don admirable de reconciliar a quienes vivían enemistados, concédenos, por su intercesión, ser de aquellos que trabajan por la paz., para que así merezcamos ser llamados hijos de Dios. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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