No más espíritus
Cuando el médico Hipócrates dejó de lado la visión religiosa en el tratamiento de las enfermedades para pasar a un tratamiento racional y empírico no imaginó la revolución que causaría en el mundo al fundar la medicina moderna.Más aún, no dilucidó que llegaríamos, siglos después, a la socialización de la medicina a través de esquemas de atención sostenidos por los gobiernos o por las grandes transnacionales de la industria médica. Ya ni hablar de haber vislumbrado la automedicación, tan popular en países como el nuestro.
Y es que en México cualquier persona tiene algo de médico, basta ser madre para atreverse a recetar antibióticos, por ejemplo. Un analgésico no se le niega a nadie, por no decir más. Analizar el poder que significa que cada quien pueda curar sus enfermedades y las de los suyos, aunque sea en un esquema básico, es una avance inconmensurable.
El usar la razón y saber que tus enfermedades no son provocadas por espíritus malignos conforme al designio de los dioses, convierte a la persona de lacayo a sujeto de derechos, empezando por el derecho a la salud. Aunque sea por demás cuestionable el negocio político y financiero que se desarrolla alrededor de las enfermedades y su cura.
Por lo menos en el mundo occidental cada vez son menos los lugares y los grupos sociales que atribuyen las enfermedades a castigos divinos.
Saber que la enfermedad y el dolor son al final de cuentas el peso del objeto sobre el sujeto, genera una dialéctica que hace más comprensible nuestro paso por el mundo como seres de carnes y hueso, que al final de cuentas sufrimos enfermedades producto del verdadero azar, manifiesto ya sea en los genes o en lo que consumimos del exterior.
Quién no tiene un tío o madrina que maneja con pericia el PLM, mejor conocido como la Biblia del doctor o doctora. En él se contienen nombres de numerosos medicamentos aptos para cada enfermedad, desde una irritación en el ojo, hasta tendinitis.
El también llamado tumbaburros se actualiza y pública cada año con los nuevos hallazgos de la medicina. Es sabido que cuando los doctores y doctoras no saben que recetar acuden a este libro que se distribuye sin ninguna restricción, a la mano de todo aquel que quiera conocer los secretos de las drogas legales.
Otro gran ejemplo del avance de la ciencia médica lo encontramos en la psiquiatría, para lo cual el mundo tuvo que esperar hasta el siglo 19; esta ciencia ha avanzado vertiginosamente en el tratamiento de las enfermedades mentales, pasando del encierro y los electroshocks a medicamentos que regresan al paciente la posibilidad de recuperar su vida y ser funcional en la sociedad.
Lejos quedó cuando en el siglo 16 se alegaba que existía una piedra de la locura que supuestamente el médico extraía de la parte frontal del cerebro con cirugía. Este remedio no era más que un engaño, pues quienes lo practicaban solían guardar la piedra bajo la manga y hacerla aparecer de forma oportuna.
No obstante los avances en la medicina occidental, es cuestionable que ésta no haya aprendido de otras tradiciones médicas. Por ejemplo, tratándose de los enfermos mentales que en el mundo árabe son considerados seres con gracia que hay que cuidar y escuchar, en occidente, pese a su tratamiento y aceptación, siguen siendo vistos con cierta sospecha o rechazo.
No obstante la negación a aceptar estados alterados de conciencia con normalidad, en el entendido de que estamos en un proceso civilizatorio, es más cómodo una dosis de risperidona a que taladren tu cerebro para encontrar la piedra de la locura. Ya ni hablar del ritual del exorcismo para sacar malos espíritus.
*Directora del Centro de Justicia para las Mujeres
stagduran
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