Lectura del libro de Isaías 52, 7-10
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: «Tu Dios es rey»! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.
Sal 95, 1-2. 3. 7-8a. 10 R/. Contad a todos los pueblos las maravillas del Señor.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria. R/.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor
aclamad la gloria y el poder del Señor
aclamad la gloria del nombre del Señor. R/.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.
De la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 1-8
Querido hermano:
Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir.
Porque vendrá un tiempo en que la gente no soportará la doctrina sana, sino que, para halagarse el oído, se rodearán de maestros a la medida de sus deseos y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas.
Tú estate siempre alerta; soporta lo adverso, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio.
Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente.
He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe.
Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mi, sino a todos los que tienen amor a su venida.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 13-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.
No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los cielos».
Comentario Bíblico |
Está viendo el comentario bíblico de: Fray Miguel de Burgos Núñez También puede ver el de: Fr. Gerardo Sánchez Mielgo |
Os ofrecemos únicamente los comentarios bíblicos de la primera lectura y del Evangelio de los que ofrecemos hoy como posibles para la Solemnidad de Santo Domingo:
Iª Lectura: Isaías (52,7-10): Los pies del mensajero de paz
Este es un himno que el profeta, quien sea, porque estamos leyendo el Deuteroisaías, compone porque en su mente aparece un mensajero que trae los pies cansados. Pero son esos pies, benditos, los que traen la gran noticia, al pueblo, a la ciudad a Sión: paz, salvación. Más aún: Dios reina. Cuando Dios reina todo es distinto. Los reyes de este mundo no saben reinar, porque no son capaces de sellar la paz. Cuando lo han hecho ha sido una paz a medias, no dilatada en el tiempo y en la eternidad. Es eso lo que el profeta proclama ahora a Sión que ha pasado por lo peor. Jerusalén será liberada, el profeta es el vigía del mensajero que llega, un mensajero idílico de la victoria de Dios.
Evangelio: Mateo (5,13-16): Sal de la tierra y luz del mundo
III.1. El evangelio de Mateo, hoy, prosigue el sermón de la montaña con dos comparaciones -no llegan a parábolas-, sobre el papel del cristiano en la historia: la sal de la tierra y la luz del mundo. Todos sabemos muy bien para qué es la sal y cómo se degrada si no se usa. De la misma manera, desde las tinieblas, todos conocemos la grandeza de la luz, del día, del sol. Probablemente son de esas expresiones más conocidas del cristianismo y de las más logradas. En los contratos antiguos se usaba la sal como un símbolo de "permanencia". Ya sabemos que la sal conserva las cosas, los alimentos… y era un signo de la Alianza en el ámbito del judaísmo por ese sentido de la fidelidad de Dios a su pueblo y de lo que Dios pedía al pueblo. Entonces entenderemos muy bien el final de la comparación: "si la sal se vuelve sosa"… hay que tirarla. Pierde su esencia. No olvidemos que esta comparación viene a continuación de las bienaventuranzas y por lo mismo debemos interpretarla a la luz de la fuerza de las mismas. El cristiano que pierde la sal es el que no puede resistir viviendo en la opción de las bienaventuranzas.
III.2. La luz del mundo, y la ciudad en lo alto del monte… tienen también todo su sabor bíblico. Sobre la luz sabemos que hay toda una teología desde la creación… Pero también se usa en sentido religioso y se aplicaba a Jerusalén, la ciudad de la luz, porque era la ciudad del templo, de la presencia de Dios. Por eso "no se puede ocultar una ciudad"… hace referencia, sin duda a estos simbolismos de Jerusalén, de Sión, de la comunidad de la Alianza. El cristiano, pues, que vive de las opciones de las bienaventuranzas no puede vivir esto en una experiencia exclusivamente personal.. Es una interpelación a dar testimonio de esas opciones tan radicales del seguimiento de Jesús, de la fuerza del evangelio.
III.3. Con estos dichos del Señor se quiere rematar adecuadamente el tema de las bienaventuranzas. Efectivamente, esto que leemos hoy debemos ponerlo en relación directa, no solamente con el estilo literario de las bienaventuranzas, sino más profundamente aún con su teología. El Reino de Dios tiene que ser proclamado y vivido y el Sermón de la Montaña es una llamada global a llevarlo a la práctica. De la misma manera que la Alianza fue sellada en el Sinaí, después el pueblo está llamado a vivirla en fidelidad. La nueva comunidad que tiene su identidad de estas palabras del Sermón tiene que iluminar como una nueva Jerusalén, como una espléndida Sión. Ella misma es el templo vivo de la presencia de Dios, luz de luz. Y la comunidad, y el cristiano personalmente, deben estar en lo alto del monte, de la vida, de la historia, de los conflictos, de las catástrofes, no solamente para mostrar su fidelidad, sino para iluminar a toda la humanidad. Como los profetas soñaban de Sión.
III.4. Los que han hecho las opciones por el mundo de las bienaventuranzas han hecho una elección manifiesta: ser sal de la tierra y luz del mundo. Esto quiere decir sencilla y llanamente que las bienaventuranzas no es para vivirlas en interioridades secretas, sino que hay que comprometerse en una misión: la de anunciar al mundo, a todos los hombres, eso que se ha descubierto en las claves del Reino de Dios. Las bienaventuranzas, son un compromiso, una praxis, que debe testimoniarse. No puede ser de otra manera para quien se ha identificado con los pobres, con la justicia, con la paz. Eso no puede quedar en el secreto del corazón, sino que debe llevarnos a anunciarlo y a luchar por ello. Porque esto de ser sal de la tierra y luz del mundo se ha usado muchos para "santos" especiales; pero no deja de ser un despropósito… es sencilla y llanamente la identificación de la verdadera vocación cristiana. Todo cristiano está llamado a ser la sal de la tierra y la luz del mundo… aunque no llegue a esa santidad desproporcionada.
Fray Miguel de Burgos Núñez Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura Enviar comentario al autor |
Este comentario está incluido en el libro: Sedientos de su Palabra. Comentarios bíblicos a las lecturas de la liturgia dominical. Ciclos A, B y C. Editorial San Esteban, Salamanca 2009. |
Pautas para la homilía |
Luz de la Iglesia, doctor de la Verdad
En los textos que nos propone la liturgia romana para esta celebración se recogen los aspectos principales de la figura de Santo Domingo. En la Primera Lectura, tomada del libro de Isaías (52, 7-10), diríase que el profeta contempla los pasos de un "predicador" que recorre buena parte de la Europa del siglo XIII anunciando la paz y la comunión entre los diferentes pueblos y familias enfrentados, y defendiendo, por otra parte, la verdad del Evangelio empañada por algunos herejes del ámbito de las sectas de cátaros y albigenses. Los amaneceres luminosos de los campos de la vieja Castilla, que había contemplado nuestro santo desde su infancia, le hacen descubrir por contraste las oscuridades y sombras en que se debatían estas sectas.
Domingo vive con todo su realismo el misterio de la humanidad de Cristo —en particular su Pasión y muerte— y ello le permite enfrentarse a las oscuras doctrinas de estos herejes que consideraban el mundo dividido en dos sectores irreconciliables: los "mundanos", "materialistas" y "pecadores" por un lado, y los "espirituales", "iluminados" y "místicos" por otro. Al igual que el mensajero de Isaías, también Domingo de Guzmán "anuncia la Buena Nueva", "pregona la victoria de nuestro Dios", y canta y grita por los senderos de Europa: "¡Tu Dios es el Rey que vuelve y consuela a su pueblo y rescata la ciudad santa de Jerusalén" —su Iglesia—. Su misión como predicador consistirá en promover una renovación evangélica del régimen de Cristiandad decadente en el que encontraba la Iglesia de aquella época, mediante una vuelta más exigente y un compromiso más firme con las exigencias del Evangelio. Por eso: ¡Luz de la Iglesia, Doctor de la Verdad!
Ejemplo de paciencia, ideal de castidad
En 1216, santo Domingo recibe del Papa Honorio III la carta de confirmación de la primera comunidad de predicadores itinerantes que luego sería reconocida como "Orden de Frailes Predicadores". No cabe duda que para afianzar los primeros pasos de esta nueva forma de vida religiosa en la Iglesia, nuestro Santo —como la mayoría de los Fundadores de las diferentes Familias Religiosas— necesitó, entre otras cosas:
a) Agua de la Sabiduría. Por una parte, necesitó una visión clara y precisa del presente y futuro de los elementos constitutivos de esa nueva Orden Religiosa, que sólo el don de Sabiduría puede transmitir a los que la suplican. Por eso la Familia Dominicana reconoce una y otra vez en su fundador: "el haberle dado a beber con largueza del agua de la Sabiduría".
b) Ejemplo de paciencia. Por otra parte, quien se siente llamado por Dios a fundar una nueva forma de vida religiosa y apostólica en la Iglesia requiere estar dotado de una acendrada y probada paciencia —entendida ésta como equilibrio humano y dominio de sí mismo para escuchar, discernir, gobernar, enderezar y reprender cuando fuere necesario. Un claro exponente de este aspecto de la personalidad de Domingo de Guzmán lo tenemos en el hecho de que en las primeras Constituciones de la Orden de Predicadores, publicadas por él, se establece que el Superior o Prior de un convento preste una atención y cuidado especial a los enfermos, a los frailes atribulados y a quienes que se encuentran en alguna situación difícil o peligrosa, mostrándose especialmente comprensible y compasivo con ellos. Esto mismo declararon los testigos del proceso de canonización del Santo. Todos ellos coincidieron en retratarlo como hombre amable y padre bondadoso, abierto al diálogo y de fácil comunicación, sensible a los problemas de los demás, misericordioso con los que incurrían en alguna falta, sufridor con los enfermos y atribulados, que se alegraba y reía cuando lo requería la ocasión, y que, como San Pablo, se hacía todo para todos, para ganar por lo menos a algunos. Por esta razón la Familia Dominicana lo recordará diariamente en su liturgia como "ejemplo de paciencia".
c) Ideal de castidad. Estrechamente ligada a esta humanidad que Domingo manifestaba en su vida se encuentra ese otro título consignado en la antífona litúrgica: "Ideal de castidad". A esta virtud, entendida como equilibrio y desarrollo de la afectividad de la persona, acabamos de referirnos al citar los testimonios citados anteriormente. Pero además, es bueno recordar el dato de que en el lecho de su muerte fray Domingo confesó públicamente que había permanecido virgen durante toda su vida. De ahí que en la liturgia dominicana se le haya considerado siempre como "ideal de castidad".
Predicador de la Gracia: luz del mundo y sal de la tierra
Cuando Jesús declaró a sus discípulos que la misión que les confiaba era ser "luz" que iluminara las mentes y los sentimientos de los hombres, despertando en ellos un corazón nuevo y un espíritu nuevo para ver el mundo, estaba pensando sin duda al mismo tiempo en que, como "predicadores", el objetivo de su misión debería centrarse en continuar y desarrollar la obra iniciada por el Creador. Según el testimonio de las Escrituras, desde los albores de la creación, los primeros pobladores de nuestro planeta portaban consigo la imagen de Dios, una participación de su "ser" y, por consiguiente, estaban llamados a comportarse en el mundo como verdaderos "hijos de Dios". Este fue el motivo principal por el que Dios envió a su Hijo al mundo, y ésta sería también la razón de ser de sus enviados como "predicadores" de su Palabra: enseñar a la humanidad a vivir como Dios la había concebido y programado desde el principio. Por eso ser "luz del mundo y sal de la tierra" en este contexto equivale a ser "predicador de la gracia".
He aquí el significado del nuevo título con el que la liturgia define la personalidad de Domingo de Guzmán. El tema central de su predicación será siempre el anuncio de Jesucristo como Salvador y Redentor, es decir, como Hombre-Dios, bajado del cielo, para "salvar" y no "condenar", como portador de "vida" y no de "muerte", como oferta de "gracia" y no de "condenación". Su esforzada acción apostólica repartida entre "predicación" durante el día y "oración" durante la noche, tuvo siempre como objetivo lograr la conversión de los pecadores. Que abandonaran el pecado y las herejías en las que hubieran podida incurrir y que conformaran de nuevo sus vidas de acuerdo a los criterios del Evangelio. Alguno de los contemporáneos de nuestro Santo afirma que su ocupación diaria era "hablar de Dios a los hombres y hablar de los hombres a Dios". Y también: "De día nadie más comunicativo y alegre como él; y de noche, nadie más dedicado a la oración y a la meditación". Eso mismo rezamos al cantar: ¡Luz del mundo, sal de la tierra, predicador de la gracia!
Dentro del contexto de la predicación diaria a la que el Papa Francisco nos tiene habituados desde el comienzo de su pontificado podría decirse que Santo Domingo de Guzmán aparece en el panorama de la Iglesia actual como "predicador medieval, siempre actual y moderno" de la nueva evangelización. A un siglo de distancia de nuestro Santo, su egregia discípula Catalina de Siena decía: "Domingo predica aún y predicará siempre".
NOTA: Sobre la vida y obra de nuestro santo puede consultarse en esta misma página webwww.dominicos.org el apartado dedicado a Santo Domingo.
Fr. Roberto Ortuño O.P. Torrent-Vedat (Valencia) Enviar comentario al autor |
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