En este domingo concluye, en la franja evangélica, el largo discurso del pan de la vida y lo hace provocando una seria crisis en los seguidores del Maestro de Galilea. Los que esperaban otro tipo de Mesías encuentran el lenguaje de Jesús muy áspero y difícil y, por ello, deciden abandonarlo. Los que continúan con Él saben que tienen que aceptar sus palabras y confiar en Él. Las memorias de los santos que nos ofrecen estos siete días tienen tres puntos singulares: una madre, Mónica, y su hijo, Agustín; no está de más releer estos días en el hijo el rol pedagógico y orante de una madre que supo amasar con sus lágrimas el genio espiritual de su hijo, quizá porque se sintió amado sin medida. Se completa el trío conmemorativo con el recuerdo de esa cruel escena evangélica, culmen de la frivolidad insensata de los poderosos, que es el martirio de Juan el Bautista, porque había que quedar bien ante los invitados premiando la destreza en el baile de la hija ¡inhumana imbecilidad! En las primeras lecturas, y de lunes a miércoles, escucharemos fragmentos de la II carta de Pablo a los Tesalonicenses; y de jueves a sábado, versos del primer capítulo de la I carta de Pablo a los Corintios. El primer texto abordará la venida del Señor, si bien y a diferencia de la I a Tesalonicenses, no se insiste en su inmediatez. I Corintios, amén del saludo tan denso en teología, y como estrategia superadora de las divisiones de la comunidad corintia, Pablo habla de la sabiduría de Dios en Cristo, y éste crucificado, constatando que Dios ha elegido lo débil para que se manifieste su fuerza y gloria. Las perícopas evangélicas de la semana son también de Mateo, mas ahora tomadas de su discurso escatológico de los capítulos 23-25. Diatribas contra los escribas y fariseos, toque de atención para estar vigilantes, parábola de las diez muchachas en espera del esposo, y, por último, la parábola de los talentos. Amigos, recuerden que el mensaje del crucificado es para nosotros fuerza de Dios. No la dilapidemos.
"Ni entráis vosotros ni dejáis entrar a los que quieren." I. Contemplamos la PalabraComienzo de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 1,1-5.11b-12:Pablo, Silvano y Timoteo a los tesalonicenses que forman la Iglesia de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Os deseamos la gracia y la paz de Dios Padre y del Señor Jesucristo. Es deber nuestro dar continuas gracias a Dios por vosotros, hermanos; y es justo, pues vuestra fe crece vigorosamente, y vuestro amor, de cada uno por todos y de todos por cada uno, sigue aumentando. Esto hace que nos mostremos orgullosos de vosotros ante las Iglesias de Dios, viendo que vuestra fe permanece constante en medio de todas las persecuciones y luchas que sostenéis. Así se pone a la vista la justa sentencia de Dios, que pretende concederos su reino, por el cual bien que padecéis. Nuestro Dios os considere dignos de vuestra vocación, para que con su fuerza os permita cumplir buenos deseos y la tarea de la fe; para que así Jesús, nuestro Señor, sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, según la gracia de Dios y del Señor Jesucristo. Sal 95,1-2a.2b-3.4-5 R/. Contad las maravillas del Señor a todas las nacionesCantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre. R/. Proclamad día tras día su victoria. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. R/. Porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses. Pues los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo. R/. Lectura del santo evangelio según san Mateo 23,13-22:En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito y, cuando lo conseguís, lo hacéis digno del fuego el doble que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: "Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga"? ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro? O también: "Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga." ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? Quien jura por el altar jura también por todo lo que está sobre él; quien jura por el templo jura también por el que habita en él; y quien jura por el cielo jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él.» II. Oramos con la PalabraNo hay oración para este día. III. Compartimos la PalabraVuestra fe permanece constante en medio de las persecuciones
Arranque de la II carta de Pablo a los Tesalonicenses, muy similar al comienzo de la I Tesalonicenses y de dudosa autenticidad paulina, que despliega una gratitud en tono dignamente solemne por los mejores recursos que acredita la comunidad de Tesalónica: notable fe que crece con vigor y amor fraterno acreditado en la generalidad de los casos. La alusión a los mejores valores de esta comunidad no tendría consistencia si no se subrayara la constancia con la que los hacen brillar y, sobre todo, la fuerza de los mismos en la dificultad y en la persecución. En las palabras de Pablo o en los de su escuela, no faltan nunca alusiones a la entereza en la persecución ni ánimos a los que en el agobio del día a día tienen que crecer en su fe y esperanza. Bueno es en nuestras comunidades no olvidar esta actitud: alentar a los hermanos en su no fácil recorrido vital siendo fieles al Evangelio y buscando el rostro de Dios, en lugar de acentuar las obligaciones morales y no tan morales de éste o aquel momento, cuando no la condena y la sospecha por esta o aquella práctica pastoral. La gratitud y el reconocimiento del esfuerzo que se hace en la comunidad día a día estimula mucho más que la llamada al orden, aunque ésta sea necesaria en algunos momentos. ¡Cuánto se agradece lo que nos ayuda a sentirnos dignos, o casi, de nuestra vocación cristiana! ¡Ay de vosotros que ni entráis ni dejáis entrar!
No es un párrafo agradecido este de Mateo donde se apiñan una serie de invectivas contra letrados y fariseos de su tiempo. La insistencia y la dureza de las mismas da a entender que el evangelista o su comunidad tenían sumo interés en zanjar una espinosa cuestión: la incompatibilidad del mensaje de Jesús con la doctrina tradicional de juristas y fariseos. Con esta sucesión de ayes se pretende poner a las claras la hipocresía, la nefasta doble moral de los que, desde el pres-tigio y el poder, engañaban al pueblo. Intento loable de abrir los ojos para no incurrir en la trampa que los poderosos tienden: suplantan la voz de los profetas, hacen creer que hablan en nombre de Dios, diluyen la fuerza de la alianza y la ley, para imponer su propio código legal y su pretendido magisterio. Denotan exactitud de cumplimiento en lo insignificante y un culpable olvido de lo más sustancial. Podíamos quedarnos en hacer inventario histórico, como cada vez que en el evangelio encontramos el desencuentro de Jesús con los fariseos; pero si solo nos quedamos en eso estaríamos traicionando el mensaje del Maestro con toda claridad. Porque puede resultar que de tanto ponderar y fomentar los manda-mientos de la Iglesia, por ejemplo, olvidemos que el horizonte moral nos viene marcado por el cumplimiento de los dos primeros preceptos de la Ley de Dios, donde se sustancia el perfil del seguidor de Jesús y se expresa con exactitud la tarea servicial de toda la comunidad creyente que se aglutina en torno al único nombre que salva.
"La Verdad os mantendrá firmes en la fe" I. Contemplamos la PalabraLectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (2,1-3a.14-17)Os rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si afirmásemos que el día del Señor está encima. Que nadie en modo alguno os desoriente. Dios os llamó por medio del Evangelio que predicamos, para que sea vuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así, pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta. Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerzas para toda clase de palabras y de obras buenas. Sal 95,10.11-12a.12b-13 R/. Llega el Señor a regir la tierraDecid a los pueblos: «El Señor es rey, él afianzó el orbe, y no se moverá; él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.
Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos. R/.
Aclamen los árboles del bosque, delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. R/. Lectura del santo evangelio según san Mateo (23,23-26):En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera.» II. Oramos con la PalabraSEÑOR, intentar ser cristiano de apariencias es no ser cristiano; querer ser cristiano sin compasión es no ser cristiano. A mí me pides hoy: que respete el derecho de los demás, que mi amor sea profundamente compasivo y misericordioso, que viva el Evangelio con sinceridad. Es el punto de partida para ser cristiano. Sólo con la ayuda de tu gracia podré ser así. III. Compartimos la Palabra«Nada os turbe, manteneos firmes»
Los tiempos corren y siempre parece que el final está llegando. Hoy parece que ya el hombre de la iniquidad está entre nosotros y la apostasía nos rodea. Pero si miramos atrás, veremos que muchas veces a lo largo de la historia se han dado situaciones similares y aún peores. Ciertamente hoy es alarmante la lucha contra Dios -y más enconada aún contra la Iglesia de Cristo- que se ha desatado en nuestro mundo. Se prohíben los crucifijos en público, se destruyen imágenes del Sagrado Corazón haciendo que sus trozos bailen colgados de una grúa antes de arrojarlos al suelo, se ríen de la cruz que llevas al cuello y se cuelgan una invertida en las orejas o en cualquier parte del cuerpo. Dios ciertamente parece ir en retroceso. Ante este estado de cosas se me ocurre hacer una pregunta: ¿Cuál es nuestra postura? Porque puede que nos lamentemos de la increencia que nos rodea, pero no pongamos nada de nuestra parte para remediarla o combatirla. Puede que nos irriten los intentos de erradicar la Cruz de los espacios públicos, pero entra dentro de lo posible que en nuestra casa no haya ninguna a la vista. Puede que estemos turbados, atemorizados, escondidos… con miedo al «¿qué dirán?»"; ocultando esa cruz o esa medalla que hace unos años lucíamos orgullosos. ¿Será que han llegado los tiempos del imperio del maligno y estemos retirándonos del campo de batalla en desbandada? Pablo nos consuela y ayuda exhortándonos a mantener la fe verdadera en el Evangelio recibido. El mismo Jesucristo consolará nuestros corazones y nos confirmará en cuanta obra buena hagamos y en toda palabra santa que se nos escuche. «Limpia lo de dentro y quedará limpio lo de fuera»
Un duro capítulo el 23 de Mateo. Va dirigido sin duda a fariseos y escribas, es decir, a los que creyéndose santos y poseedores de la verdad, la utilizan para intentar imponerla a los demás. Corremos el riesgo de pensar que estas palabras van dirigidas a unos personajes a los que hemos vestido con tintes siniestros, sin pensar que nosotros somos también los destinatarios de la diatriba. Nosotros, en no pocas ocasiones, nos transformamos también en oráculos de la verdad, de nuestra verdad, y tratamos de imponerla a quienes creemos bajo nuestra autoridad, atosigando, creando una atmósfera irrespirable alrededor de la Palabra. Es posible que no caigamos en la cuenta de que la Palabra de Dios tiene como fruto necesario la paz interior y exterior. Es posible que nos empeñemos en imponer nuestra doctrina que inquieta y desasosiega, contraviniendo el deseo y la enseñanza recibida del Señor Jesús. Es también posible que acomodemos nuestro mensaje a los deseos del escuchante y hagamos de la Palabra que debemos transmitir un mensaje anodino, sin valor alguno porque será un mensaje vacío, desarraigado de la verdad. Tengamos en cuenta cuando hablemos de Dios, con otros o con nosotros mismos, que el fruto necesario de nuestras palabras deben ser el amor y la paz. En cualquiera otro caso, estamos equivocados y predicamos una palabra que no está en la Verdad, en la que tal vez se haya colado en nosotros el enemigo del que nos hablaba Pablo en la primera lectura. Sólo así podremos escuchar la invitación del salmista y podremos cantar jubilosos a la roca que nos salva, al Dios que tiene en sus manos todo el poder.
"¡Ay de vosotros que os parecéis a los sepulcros encalados!" I. Contemplamos la PalabraLectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 3,6-10.16-18:En nombre de nuestro Señor Jesucristo, hermanos, os mandamos: no tratéis con los hermanos que llevan una vida ociosa y se apartan de las tradiciones que recibieron de nosotros. Ya sabéis cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: no vivimos entre vosotros sin trabajar, nadie nos dio de balde el pan que comimos, sino que trabajamos y nos cansamos día y noche, a fin de no ser carga para nadie. No es que no tuviésemos derecho para hacerlo, pero quisimos daros un ejemplo que imitar. Cuando vivimos con vosotros os lo mandamos: El que no trabaja, que no coma. Que el Señor de la paz os dé la paz siempre y en todo lugar. El Señor esté con todos vosotros. La despedida va de mi mano, Pablo; ésta es la contraseña en toda carta; ésta es mi letra. La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos vosotros. Sal 127,1-2.4-5 R/. Dichosos los que temen al SeñorDichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. R/. Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida. R/. Lectura del santo evangelio según san Mateo 23,27-32:En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crímenes. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: "Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas"! Con esto atestiguáis en contra vuestra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!» II. Oramos con la PalabraNo hay oración para este día. III. Compartimos la Palabra"No viví entre vosotros sin trabajar "
San Pablo, en su segunda carta a los Tesalonicenses, se despide de sus destinatarios con una serie de exhortaciones finales que considera importantes para una comunidad cristiana que está intentando afianzarse pero que pasa por algunos conflictos internos. Uno de ellos tiene su origen en la manera en que algunos creyentes se sitúan ante la idea de la parusía, la segunda venida de Cristo, que en ese momento se pensaba iba a ser inminente. Parece que ante esta perspectiva, algunos se dedicaban a una vida ociosa, "desordenada" en palabras de Pablo. Se entiende: Puesto que lo mejor está por llegar ¿para qué esforzarse en el presente? Es la tentación de siempre de vivir una espiritualidad desencarnada, de mirar hacia "el cielo" con un cierto menosprecio de las realidades temporales. Frente a esta tentación la postura de Pablo es muy clara y está atestiguada por su propio ejemplo tal como reflejan sus palabras: "No viví entre vosotros sin trabajar, nadie me dio de balde el pan que comí, sino que trabajé y me cansé día y noche, a fin de no ser una carga para nadie." Y es que la confianza en la providencia, en la presencia de Dios en medio de la vida, no nos exime para nada, sino todo lo contrario, del esfuerzo y el trabajo. Porque, como señala el Concilio Vaticano II en Gaudium et Spes 39 "la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios" "Por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía"
¡Qué palabras duras las que hoy dirige Jesús a los escribas y fariseos de su tiempo! Y todo gira a un aspecto fundamental que parece indignar mucho al Señor: la hipocresía. La diferencia entre lo externo, lo que se ve, y lo que hay dentro de la persona; lo que "parece" y lo que realmente "es". En el caso de las personas a las que Jesús habla, lo de fuera "parece" muy bueno pero, lo de dentro "es" muy malo: "huesos, podredumbre, crímenes…"Es lo que ahora llamaríamos llevar una "doble vida". Pienso que algo de "doble" existe siempre nosotros, más o menos conscientemente y que la Palabra de Vida del Evangelio de hoy nos ayuda a tomar conciencia de ello, seguramente una vez más. Quizás es una ocasión para reflexionar y orar sobre el valor que damos a "la apariencia" en nuestra vida y en la vida de la Iglesia. ¡Es tan fácil quedarse en lo de fuera, sentirse "justificados" y tranquilos bajo las "buenas apariencias"! (parece tan buena persona, tan tranquila, tan agradable, si no rompe un plato, es tan obediente, no crea nunca conflicto, lo hace todo siempre tan bien…etc.) El drama de los fariseos y escribas (y de nosotros en la parte que tenemos de ello) fue sentirse tan puros y tan buenos que su corazón estaba incapacitado para ver la verdad de su corazón y la verdad de sus obras; creerse justificados por las "buenas" prácticas les impedía abrirse al amor de Dios en Jesucristo que es el que nos justifica. El Señor nos invita una vez más a mirar nuestro interior, a poner nombre a los sentimientos, emociones, motivaciones y deseos que nos habitan y a descubrir con humildad que "no es oro todo lo que reluce", no para "fustigarnos" sino para reconocer que estamos hechos de la misma pasta que todos los demás hombres y mujeres del mundo y que necesitamos que el Señor nos evangelice.
"Dichoso el siervo a quien su señor, al llegar, lo encuentre haciendo lo que debe" I. Contemplamos la PalabraComienzo de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1,1-9:Yo Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Cristo Jesús, a los santos que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro. La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros. En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo Señor nuestro. ¡Y él es fiel! Sal 144,2-3.4-5.6-7 R/. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi reyDía tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza. R/. Una generación pondera tus obras a la otra, y le cuenta tus hazañas. Alaban ellos la gloria de tu majestad, y yo repito tus maravillas. R/. Encarecen ellos tus temibles proezas, y yo narro tus grandes acciones; difunden la memoria de tu inmensa bondad, y aclaman tus victorias. R/. Lectura del santo evangelio según san Mateo 24,42-51:En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. ¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues, dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, mandándolo a donde se manda a los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.» II. Oramos con la PalabraNo hay oración para este día. III. Compartimos la PalabraEsta lectura es el comienzo de la primera carta de San Pablo a los Corintios. Pablo, que había vivido entre ellos un largo tiempo desplegando una intensa acción evangelizadora, los conoce muy bien, sabe de sus luces y sus sombras, de sus fortalezas y debilidades. Por eso al enterarse de ciertos problemas surgidos en la comunidad les escribe. La comunidad de Corinto ha sido bendecida con muchas gracias divinas, Pablo resalta los dones de la palabra y el conocimiento, recibidos sobreabundantemente; añadiendo además que "no os falta ningún don". San Pablo les recuerda, y nos recuerda a nosotros, que los dones que de Dios recibimos no deben hacernos pensar que ya hemos llegado a la meta y olvidarnos de que estamos en camino. No, estos dones nos son dados para que vivamos en plenitud la vocación a la que estamos llamados: "vivir en unión con Jesucristo", porque esta adhesión a Él es la que nos salva. Sólo apoyados en Él nos mantendremos firmes hasta el fin. Y todo esto lo tenemos que vivir con esperanza, no tenemos que vivir angustiados, porque "Dios es fiel" y cumple sus promesas. Nuestra tarea, como nos dirá el Evangelio, es velar. "Velad, porque no sabéis que día llegará vuestro Señor"
Este pasaje forma parte del último gran discurso de Jesús: "el discurso escatológico". Jesús exhorta a la vigilancia en la espera e ilustra el tema con cuatro parábolas, la primera es la que hemos leído. "Velad", "estad preparados", son las palabras claves de esta parábola, porque tan cierto es que vendrá el Señor como que no sabemos cuándo y por eso hemos de estar siempre en vela. Estar en vela, que propiamente significa abstenerse del sueño, es la actitud que Jesús recomienda a los que esperan su venida, porque el enemigo no descansa, por eso hemos de estar siempre vigilantes para que no nos gane la batalla. La vigilancia, en este estado de alerta, supone una esperanza firme y exige una presencia de espíritu sin decaimiento que recibe el nombre de "sobriedad". "Sed sobrios, estad alerta, que vuestro enemigo el diablo ronda buscando a quien devorar." Vigilar, estar alerta, rechazar el sueño de la tibieza que nos aliena, es propio de un corazón que ama. Un amor que se refuerza con el encuentro diario con Dios en la oración, en la Eucaristía. La confesión sacramental es también un arma para luchar contra las tentaciones, reconocernos pecadores y necesitados de perdón nos ayudará a estar siempre en actitud de combate como el soldado en el campo de batalla. De este modo cuando venga el Señor no nos sorprenderá sino que nos alegraremos de encontrarnos cara a cara con Él. San Agustín, cuya fiesta hoy celebramos, vivió una juventud alocada, totalmente alienado por los placeres de la vida. Pero cuando la gracia de Dios tocó su corazón, su vigilancia fue constante y murió santo, amigo de Dios, del que podemos decir con San Mateo: "dichoso el siervo a quien su señor, al llegar, lo encuentre haciendo lo que debe."
"Quiero la cabeza de Juan, el Bautista" I. Contemplamos la PalabraLectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 4,13-18Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él. Esto es lo que os decimos como palabra del Señor. Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venta el Señor, no aventajaremos a los difuntos. Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras. Sal 95, 1 y 3. 4-5. 11-12a. 12b-13 (R.: 13b) R.: El Señor llega a regir la tierraCantad al Señor un cántico nuevo, cantad al señor, toda la tierra. Contad a los pueblos su gloria sus maravillas a todas las naciones. R
Porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses. Pues lo dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo. R
Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuando lo llena; vitoreen los campos y cuando hay en ellos. R
Aclamen los árboles del bosque, delante del Señor, que ya llega ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. R Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 17-29En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo habla metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se habla casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodías aborrecia a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: -«Pídeme lo que quieras, que te lo doy.» Y le juró: -«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.» Ella salió a preguntarle a su madre: -«¿Qué le pido?» La madre le contestó: -«La cabeza de Juan, el Bautista.» Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: -«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.» El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron. II. Oramos con la PalabraSEÑOR, el que saltó de gozo en el vientre de su madre en testimonio de tu presencia dentro de María, termina su vida con el martirio en testimonio de la Verdad. Juan me enseña a ser testigo tuyo en los momentos de gozo y en circunstancias de sufrimiento, hasta la muerte. Siempre a tu lado, siempre de tu parte. III. Compartimos la PalabraCelebramos hoy la memoria de san Juan Bautista, el que nació, vivió y murió para anunciar y señalar con el dedo al Mesías. Su vida no tendría sentido sin la de Jesús, y su muerte tampoco. Al recordar hoy el desenlace de su vida, su martirio, celebramos sobre todo su misma persona, su integridad personal, que hizo exclamar a Jesús: "Entre los nacidos de mujer, no hay nadie mayor que Juan" (Lc 7,28). San Juan fue mártir, aunque no por confesar a Cristo directamente, sino por ser testigo de la verdad, primero, y de la Verdad de Jesús, después. Todo un modelo del testimonio que la mayoría de nosotros estamos llamados a ofrecer. Poder e influencia, cuando se emplean mal
Herodes Antipas, que había heredado de su padre, Herodes el Grande, Galilea, era un rey –o mejor tetrarca- débil y, en cuanto tal, un tanto contradictorio. Por una parte, "respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo", y, simultáneamente, "lo había mandado prender y lo había metido en la cárcel encadenado". ¿Cómo compaginaba Herodes el respeto con el encarcelamiento del inocente? ¿No tuvo otra forma más transparente de defenderle que encadenarle en la cárcel como si de un delincuente peligroso se tratara? Son contradicciones que, a veces, tenemos los humanos. Y, en el caso de Herodes, hubo mediaciones que facilitaron su actuación. El Bautista había denunciado su situación matrimonial irregular, y esta denuncia motivó que Herodías, "mujer de su hermano Filipo con la que Herodes se había casado", aborreciera a Juan y quisiera matarlo.
La ocasión para Herodías llegó cuando Herodes juró a la hija de Herodías lo que nunca tenía que haber jurado, y ésta ofreció a su madre lo que nunca tenía que haber ofrecido; ésta, a su vez, aconsejó a su hija lo que nunca tenía que haber pedido, y el rey mandó ejecutar el deseo de la joven que, aunque lo hubiera jurado, nunca tenía que haber cumplido. Así acabó Juan, por obra y gracia del "zorro" Herodes –en boca de Jesús-, que se creyó dueño de vidas y haciendas, dejándose influenciar por la voluble y arbitraria Herodías. Honradez, coherencia, transparencia
De Juan aprendemos, en particular, reciedumbre de carácter, todo lo contrario de Herodes, y coherencia de vida. Vivía como predicaba, y comía y vestía en consonancia con lo que decía. Nadie pudo encontrar en él doblez alguna. Era un hombre de una pieza. Hasta dar con Jesús tiene discípulos; una vez que lo señala no tiene empacho alguno en decir a sus discípulos que sigan a Jesús, porque su papel ya está cumplido.
Fue un hombre austero, íntegro y honrado. Su misión fue dar testimonio de la Verdad y, por ella y por él, predicar las verdades con minúscula a soldados, devotos, pecadores, reyes, a todos para que todos pudieran llegar y alcanzar la Verdad hecha carne. Y por amor a la verdad y denunciar la mentira fue encarcelado, encadenado y, finalmente, decapitado. El martirio de Juan nos invita a intentar vivir, y si fuera necesario morir, dando testimonio inequívoco de Cristo, con palabras –que si son verdaderas siempre denuncian- y con la vida, que hará creíbles nuestras palabras. Y que lo hagamos con formas, confesando como Juan: "Él tiene que crecer y yo menguar" (Jn 3,30).
" Al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará " I. Contemplamos la PalabraLectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1,26-31:Fijaos en vuestra asamblea, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención. Y así –como dice la Escritura– «el que se gloríe, que se gloríe en el Señor.» Sal 32 R/. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredadDichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad. El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres. R/. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R/. Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos. R/. Lectura del santo evangelio según san Mateo 25,14-30:En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Finalmente se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán; ¿con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque el que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas, allí será el llanto y el rechinar de dientes."»
II. Oramos con la PalabraNo hay oración para este día. III. Compartimos la Palabra"El que se gloría que se gloríe en el Señor".
En el fondo y en la superficie lo hemos recibido todo. Dios nos ha dado la vida y Dios nos ha dado a Cristo, su Hijo. Por eso, nunca podemos presumir. Si en la vida digamos meramente humana esto es verdad, lo es más, si cabe, en la vida cristiana. Es Cristo el que nos ofrece su amistad, es Cristo el que es la vid y nosotros los sarmientos, es Cristo el que nos dice: "sin mí no podéis hacer nada", es Cristo el que cada día nos alimenta con su cuerpo entregado y su sangre derramada, es Cristo el que nos espera para hacernos gozar de la felicidad total en el banquete de su amor: "venid benditos de mi Padre a disfrutar del banquete preparado para vosotros"… Lo nuestro es corresponder a tanto don recibido. Es lo que recuerda san Pablo a la primitiva comunidad de Corinto, donde no abundaban los aristócratas, ni los sabios. De esta manera era más fácil reconocer que "el que se gloría que se gloríe en el Señor". ¿Qué hacemos con los talentos recibidos?
El evangelio de hoy es un buen complemento de la lectura de San Pablo. Lo hemos recibido todo. Hemos recibido cada uno diferentes talentos. ¿Qué hemos de hacer con ellos? Después de agradecer al Señor que es el que nos ha regalado esos talentos, debemos negociad con ellos, debemos trabajar con lo recibido en la línea de Cristo. En la línea de vivir como Cristo, nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. Poniendo todas nuestras capacidades y actuaciones al servicio del bien común, al servicio del cuerpo místico de Cristo, que es la iglesia. Cristo gastó y desgató su vida en beneficio de todos nosotros. Como símbolo de su entrega lavó los pies a sus apóstoles. "Entendéis lo que he hecho con vosotros… si yo, pues, os he levado los pies siendo vuestro Señor y Maestro, también habéis de lavaros vosotros los pies unos otros. Porque yo os he dado ejemplo para que vosotros hagáis también como yo he hecho".
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