Mateo 3,13-17
Entonces Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se resistía, diciéndole: "Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!". Pero Jesús le respondió: "Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo". Y Juan se lo permitió.
Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección".
COMENTARIO
por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm,
arzobispo de Oviedo (España).
La fiesta de la Epifanía, es la fiesta de la manifestación de Jesús ante aquellos sabios de Oriente que siguiendo la estrella vinieron a adorarle. El domingo siguiente a la Epifanía celebramos la fiesta del Bautismo del Señor, que es como una segunda manifestación de aquel Niño encarnado en nuestra historia, de aquella Palabra acampada en nuestros mutismos. Han pasado casi treinta años de escondimiento desapercibido en Nazaret como uno de tantos. El bautismo de Jesús concluye esa fase del Señor en la que se asemejó completamente a nosotros.
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