Lucas 12, 13-21
Uno de la multitud le dijo: "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia".
Jesús le respondió: "Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?". Después les dijo: "Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas".
Les dijo entonces una parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: '¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha'. Después pensó: 'Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida'. Pero Dios le dijo: 'Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?'.
Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios".
COMENTARIO
por monseñor Rafael Escudero
Obispo Prelado de Moyobamba
Jesús denuncia un gravísimo peligro que llevamos dentro de nosotros: la avaricia, origen de injusticias, odios, intrigas, pleitos, discordias y escándalos. Ante las riquezas, aún las legítimas, podemos olvidarnos fácilmente que fuimos creados para la eternidad.
"Uno de la multitud le dijo: 'Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia'".
Contemplamos al Señor atendiendo, en medio de sus ocupaciones, a las personas que se acercaban a Él, dispuesto a escuchar y responder.
Entre los judíos, el primogénito tenía doble parte que cada uno de los hermanos en la herencia del padre y de la madre, él era el que debía liquidar los bienes y dar su parte a los demás hermanos; cuando surgían problemas los rabinos eran los que hacían justicia; como este hombre juzga a Jesús como rabino y reconoce su autoridad, a él acude para que le haga justicia. Leer más de este artículo
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