EVANGELIO DEL DÍA

viernes, 1 de junio de 2012

Fwd: [Unosmomentos] Lecturas del Sábado 2-6-12 y Domingo 3-6-12 (Solemnidad de la Santísima Trinidad)



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Fecha: 1 de junio de 2012 02:55:19 GMT+02:00
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Asunto: [Unosmomentos] Lecturas del Sábado 2-6-12 y Domingo 3-6-12 (Solemnidad de la Santísima Trinidad)
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Lecturas del Sábado 2-6-12 y Domingo 3-6-12 (Solemnidad de la Santísima Trinidad)

 

Unos Momentos con Jesús y María

 

Lecturas del 2-6-12 (Sábado de la Octava Semana)

 
SANTORAL:
 Santa María Ana de Jesús Paredes

Lectura de la carta del apóstol san Judas 17. 20b-25
 
 Queridos hermanos: Acuérdense de lo que predijeron los Apóstoles de nuestro Señor Jesucristo.
 Edifíquense a sí mismos sobre el fundamento de su fe santísima, orando en el Espíritu Santo. Manténganse en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la Vida eterna.
 Traten de convencer a los que tienen dudas, y sálvenlos librándolos del fuego. En cuanto a los demás, tengan piedad de ellos, pero con cuidado, aborreciendo hasta la túnica contaminada por su cuerpo.
 A aquel que puede preservarlos de toda caída y hacerlos comparecer sin mancha y con alegría en la presencia de su gloria, al único Dios que es nuestro Salvador, por medio de Jesucristo nuestro Señor, sea la gloria, el honor, la fuerza y el poder, desde antes de todos los tiempos, ahora y para siempre. Amén.
 
Palabra de Dios.
 

SALMO Sal 62, 2. 3-4. 5-6 (R.: 2b)
 
R. Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios míos.
 
 Señor, tú eres mi Dios,
 yo te busco ardientemente;
 mi alma tiene sed de ti,
 por ti suspira mi carne
 como tierra sedienta, reseca y sin agua.  R. 
 
 Sí, yo te contemplé en el Santuario
 para ver tu poder y tu gloria.
 Porque tu amor vale más que la vida,
 mis labios te alabarán.  R. 
 
 Así te bendeciré mientras viva
 y alzaré mis manos en tu Nombre.
 Mi alma quedará saciada
 como con un manjar delicioso,
 y mi boca te alabará
 con júbilo en los labios.  R. 
 
 
 
X Lectura del santo Evangelio según san Marcos 11, 27-33
 
Y llegaron de nuevo a Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a él y le dijeron: «¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo?»
Jesús les respondió: «Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. Díganme: el bautismo de Juan, ¿venía del cielo o de los hombres?»
Ellos se hacían este razonamiento: «Si contestamos: "Del cielo", él nos dirá: "¿Por qué no creyeron en él? ¿Diremos entonces: "De los hombres?"» Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta, respondieron a Jesús: «No sabemos.»
Y él les respondió: «Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas.»
 
Palabra del Señor.
 
 
 
Reflexión   
 
En el pasaje del Evangelio de ayer, leíamos la escena en que el Señor expulsó a los mercaderes del templo y dijo: "Acaso no está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las naciones?". Y los escribas, indignados por la autoridad con que había actuado el Señor, la cuestionan.
 
La autoridad de Jesús  proviene de su "ser Hijo de Dios" por naturaleza; Él es el verdadero Hijo de Dios, que recibe del Padre su divina naturaleza, toda entera. Tan perfecta como la del Padre, tan infinita y tan santa como la del Padre.
 
En el contexto histórico, la actitud del Señor fue un gesto significativo. Jesús ha manifestado que tiene autoridad sobre el Templo. Para los escribas y los ancianos de ese tiempo, esa fue una afirmación de una pretensión inverosímil.
¡Jesús reivindica su soberanía sobre la Casa de Dios! Y lo hace pretendiendo cumplir las profecías históricas que expresan la espera de todo un pueblo.
 
El Señor con la expulsión de los comerciantes del templo, ha herido a esta gente que tenía el monopolio del templo y se creía la suprema autoridad religiosa y civil en el pueblo y cuando ellos quieren exigirle una prueba jurídica de esa autoridad, el Señor los desconcierta preguntándole sobre Juan el Bautista.
 
 
No les responde a su pregunta porque era una trampa.
Jesús revela sus misterios a los pobres y pequeños, pero oculta su autoridad y el por qué de su proceder a los que con mala fe quieren sorprenderlo.
El Señor es bueno, pero no ingenuo y sabe a dónde lo quieren llevar sus enemigos.
 
Esa gente, que se preciaba de conocer las Escrituras, y que estaba capacitada para poder  leer en ellas los signos mesiánicos, en particular de los profetas, y reconocer al Mesías, no lo hizo.
Por eso Jesús tiene "derecho" a ocultarles la verdad ya que  sólo querían utilizar la confesión de Jesús para condenarlo, en lugar de reflexionar y buscar las razones del obrar de Jesús, tan en sintonía con la enseñanza y los gestos indicadores de los profetas de Israel.
 
También a nosotros nos ocurre muchas veces, que nos cerramos a los signos que nos presenta el Señor.
En muchas oportunidades, quizás sin la mala voluntad de los dirigentes de Israel, también ponemos en duda la autoridad de Jesús, y procuramos más bien que Él se adapta a nosotros en lugar de adaptar nosotros nuestro actuar a Él.
 
En nuestras vida, encontramos muchas excusas para desoír el llamado de Dios, sobre todo cuando ese llamado afecta a nuestro yo, afecta a nuestros intereses particulares.
Es la misma actitud de los dirigentes de Israel.
 
Dice un viejo refrán, que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Pidámosle hoy a Dios que no seamos sordos a los signos que Él pone en nuestro camino, aún cuando para obedecerlos tengamos que dejar de lado nuestra comodidad y nuestra aparente seguridad, convencidos de que siempre nos tiene en sus manos providentes.
 
Otra vez -te conozco- me has llamado.
Y no es la hora, no; pero me avisas.
De nuevo traen tus celestiales brisas
claros mensajes al acantilado
 
del corazón, que, sordo a tu cuidado,
fortalezas de tierra eleva, en prisas
de la sangre se mueve, en indecisas
torres, arenas, se recrea, alzado.
 
Y tú llamas y llamas, y me hieres,
y te pregunto aún, Señor, qué quieres,
qué alto vienes a dar a mi jornada.
 
Perdóname, si no te tengo dentro,
si no sé amar nuestro mortal encuentro,
si no estoy preparado a tu llegada. Amen
Himno de la Liturgia de las Horas

 

 

 

SANTORAL:   Santa María Ana de Jesús Paredes

 
Es la primera santa del Ecuador, de gran fama por su belleza y santidad. Se la llama la azucena de Quito.
Pertenecía a una familia de alto linaje. Su padre era un militar español y quiteña era su madre. María Ana era la octava y última hija de aquel hogar, llamado casa de oración. Había nacido en 1618, un año después que santa Rosa de Lima.
Muy pequeña, quedó huérfana. Su hermana mayor, casada, muy devota y conocedora de la fe de la niña, cuidó de ella como verdadera madre.
Por aquel tiempo las congregaciones de monjas franciscanas y dominicas eran las únicas establecidas en Ecuador, pero en ninguno de sus conventos pudo ingresar como novicia. Con gusto aprendió a tocar la guitarra, la citara y el clave y a tejer, coser e hilar, como era costumbre entre las jóvenes de aquel tiempo.
Enterada de que tres mártires jesuitas habían ofrendado sus vidas en Japón, quiso imitarlos. Un fuerte deseo la devoraba: transformar los pueblos que aún no eran cristianos en comunidades conocedoras de la doctrina de Jesús.
Como aquello era inalcanzable, probó hacer vida solitaria en una capillita en ruinas, construida en las cercanías del volcán Pichincha, pero no lo logró. Entonces, en lo más apartado de la casa familiar se recluyó en la oración, el recogimiento y la penitencia.
Profesó más tarde en la tercera orden de san Francisco.
Era de singular belleza: su carácter afable atraía a los que llegaban a conocerla. Sabía hacer entender a los pecadores el errado camino que llevaban para lograr la salvación eterna.
Para apaciguar los terremotos que asolaron la ciudad y pedir por el cese de la consiguiente epidemia que segó, en 1645, tantas vidas, ofreció la suya al Señor, en expiación de los pecados de sus conciudadanos y por la salvación de su patria. Al día siguiente se sintió enferma y a los dos meses falleció, el 26 de mayo de 1645, a los veintiséis  años de edad, pronunciando el santo nombre de María.
El pueblo todo la lloró. Una multitud impresionante se agolpó en sus exequias. Si muchos fueron los milagros que ocurrieron mientras vivió, éstos se multiplicaron después de su muerte. Pio IX  la beatificó en 1850, fijando para su fiesta el 2 de junio. En 1950 fue solemnemente canonizada por Pío XII. La asamblea nacional constituyente de Ecuador la declaró, por la ofrenda que hizo de su vida, heroína nacional.
En 1873 se  creó la congregación bajo la advocación de la beata María Ana de Jesús. En 1973 se celebró el centenario de las marianitas, como se denomina a esas  religiosas. Se habían elevado cuarenta y ocho casas y tres noviciados, uno en Ecuador, otro en Colombia y un tercero en Venezuela, y residencias en Miami y Washington.
 

Otros Santos cuya fiesta se celebra hoy: Santos: Marcelino, Pedro, Erasmo (Elmo, Telmo), Potino, Bíblides, Atalo, Alejandro, Amelia, Blandina, mártires; Eugenio I, papa; Nicolás peregrino, confesor; Esteban, obispo; Ulrico, eremita.


 

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Unos Momentos con Jesús y María
 

Lecturas del Domingo 3-6-12 (Solemnidad de la Santísima Trinidad)

 

 

SANTORAL:   Santos Carlos Lwanga y compañeros mártires

Lectura del libro del Deuteronomio 4, 32-34. 39-40
 
Moisés habló al pueblo diciendo:
«Pregúntale al tiempo pasado, a los días que te han precedido desde que el Señor creó al hombre sobre la tierra, si de un extremo al otro del cielo sucedió alguna vez algo tan admirable o se oyó una cosa semejante.
¿Qué pueblo oyó la voz de Dios que hablaba desde el fuego, como la oíste tú, y pudo sobrevivir? ¿O qué dios intentó venir a tomar para sí una nación de en medio de otra, con milagros, signos y prodigios, combatiendo con mano poderosa y brazo fuerte, y realizando tremendas hazañas, como el Señor, tu Dios, lo hizo por ustedes en Egipto, delante de tus mismos ojos?
Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es Dios -allá arriba, en el cielo, y aquí abajo, en la tierra- y no hay otro.
Observa los preceptos y los mandamientos que hoy te prescribo. Así serás feliz, tú y tus hijos después de ti, y vivirás mucho tiempo en la tierra que el Señor, tu Dios, te da para siempre.»
 
Palabra de Dios.
 

SALMO Sal 32, 4-5. 6 y 9. 18-19. 20 y 22 (R.: 12b)
 
R. ¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia!
 
 La palabra del Señor es recta
 y él obra siempre con lealtad;
 él ama la justicia y el derecho,
 y la tierra está llena de su amor. 
R.
 
 La palabra del Señor hizo el cielo,
 y el aliento de su boca, los ejércitos celestiales;
 porque él lo dijo, y el mundo existió,
 él dio una orden, y todo subsiste.
  R.
 
 Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
 sobre los que esperan en su misericordia,
 para librar sus vidas de la muerte
 y sustentarlos en el tiempo de indigencia.
  R.
 
 Nuestra alma espera en el Señor:
 él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
 Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
 conforme a la esperanza que tenemos en ti.
  R.
 
 
 
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 8, 14-17
 
Hermanos:
Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, ¡Padre!
El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.
 
Palabra de Dios.
 

X Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28, 16-20
 
Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo.»
 
Palabra del Señor.
 
 
 
 
Reflexión   

La Iglesia celebra hoy el misterio central de nuestra fe, el misterio de la Santísima Trinidad, fuente de todos los dones y gracias; el misterio de la vida íntima de Dios. Toda la liturgia de la Misa de este domingo nos invita a tratar con intimidad a cada una de las Tres Personas, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Esta fiesta fue establecida en 1334 por el papa Juan XXII y quedó fijada para el domingo después de la venida del Espíritu Santo. Cada vez que con fe y con devoción rezamos Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, estamos invocando a la Santísima Trinidad, verdadero y único Dios.

La Trinidad constituye el misterio supremo de nuestra fe. Y misterio es una verdad de la que no podemos saberlo todo.

En el caso de la Santísima Trinidad, sabemos lo que Dios mismo a través de las Sagradas Escrituras y de Jesucristo, nos ha revelado.

Este misterio que no podemos comprender totalmente, sí podemos vivirlo, ya san Pablo, se despedía de las comunidades cristianas diciendo:

La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo, esté siempre con ustedes

El misterio de la Santísima Trinidad, estaba presente ya en tiempos de los apóstoles. Pero ¿vive fecundamente en nosotros?

En el Evangelio de hoy, Jesús al despedirse de sus discípulos, los envía, les da la misión universal de hacer discípulos y bautizar "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".

La misión fue cumplida por los discípulos y aún hoy lo está siendo por nosotros. Todos nosotros hemos sido bautizados "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", en el nombre de la Trinidad. Adoramos entonces a Dios uno y Trino como consecuencia de nuestra fe bautismal. De modo que al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad, adoramos a tres personas distintas, de única naturaleza, iguales en su dignidad según se reza en el prefacio de la misa de este domingo:

"En verdad es justo,...darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno.

Que con tu Único Hijo y el Espíritu Santo, eres un solo Dios, un solo Señor; no una sola Persona, sino tres Personas en una sola naturaleza.

Y lo que creemos de tu gloria, porque tú lo revelaste, lo afirmamos también de tu Hijo y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción".

De modo que, al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad, adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad.

Siempre es provechoso esforzarse en profundizar el contenido de la antigua tradición, de la doctrina y la fe de la Iglesia Católica, tal como el Señor nos la entregó, tal como la predicaron los Apóstoles y la conservaron los Santos Padres.

El cristianismo está colmado de misterios, pero el misterio fundamental, el más central, el misterio de los misterios es el de la Santísima Trinidad.

Todos los demás misterios sacan de él su alimento y todos, sin excepción alguna, desembocan nuevamente ahí.

En todos los misterios del cristianismo, llámese como se quieran, está girando el misterio del amor trinitario y todo lo que encierran los misterios es el amor infinito de la Santísima Trinidad a los hombres.

Cuántas veces nos hace notar la Sagrada Escritura, que Cristo pasó por el mundo bendiciéndolo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Los apóstoles, los evangelistas heredaron de Cristo esta actitud. Desde ese tiempo existió en toda la cristiandad el amor a la señal de la cruz.

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, comenzamos todas nuestras oraciones, comenzamos la Santa Misa y la celebración de todos los sacramentos y actos de la Iglesia.

Al persignarnos hacemos una señal de la cruz pequeña sobre la frente, la boca y en el pecho sobre el corazón, ¿qué están indicando?.

La cruz sobre la frente se refiere al Padre que está sobre todo; la cruz en la boca, indica al Hijo, la Palabra eterna del Padre, brotada desde el seno del Padre celestial desde toda eternidad; la cruz sobre el corazón simboliza al Espíritu Santo.

¿Qué encierra este triple signo?

El reconocimiento del misterio creador más central del cristianismo.

La cruz es el símbolo del Redentor y de la Redención. ¿A quién se lo debemos?

Al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; a las tres personas, pero a cada una de modo diferente.

Tal vez convenga preguntarnos hoy, si hemos conservado el amor a la cruz, si nos avergonzamos tal vez de signarnos, si signamos a nuestros hijos.

Pensemos que cada vez que hacemos la señal de la cruz, estamos reconociendo y confesando la realidad de la Santísima Trinidad.

La hacemos en el nombre del Padre: el Padre es siempre lo primero, lo supremo, origen de todo.

En el nombre del Padre y del Hijo: el Hijo procede del Padre y ha venido al mundo.

Y En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: el Espíritu Santo es enviado por el Padre y el Hijo.

Así fue una vez la fe: inamovible, profunda y vital en la Santísima Trinidad. Este símbolo fue creado entonces, y nosotros lo hemos recibido, pero tal vez hemos olvidado su contenido.

¿Quién puede devolvernos esa fe viva?

El Espíritu Santo. Él viene a nuestra alma en forma de lenguas de fuego o de un viento impetuoso o en la suave y silenciosa brisa, entra en nuestra alma para lanzar de ella toda mediocridad, para aclarar toda incomprensión y para que nuestra alma se eleve al Dios eterno, y encuentre allí un lugar de reposo absoluto

Este misterio fundamental de nuestra fe, nunca será captado por nuestra capacidad creada de comprensión.

Nunca lo podremos captar aquí en la tierra, valiéndonos de nuestros sentidos naturales, nunca lo podremos captar con la inteligencia humana.

Cuando pasemos a la eternidad, podremos contemplar a Dios directamente, gozar de Él, pero nunca penetrar su misterio.

Hoy vamos a pedir a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, más fe. Queremos repetir cada vez con más fe: Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo. Creo en el Espíritu Santo. Y pedirle que nuestra vida sea real testimonio de la grandeza del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Que nuestra Madre María, que tal vez como nosotros, no comprendió pero sí vivió ese misterio como Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo, nos ayude a vivir a nosotros este misterio

¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!,
la Iglesia nos sumerge en tu misterio;
te confesamos y te bendecimos,
Señor, Dios nuestro.
 
Como un río en el mar de tu grandeza,
el tiempo desemboca en hoy eterno,
lo pequeño se anega en lo infinito,
Señor, Dios nuestro.
 
Oh Palabra del Padre, te escuchamos:
Oh Padre, mira el rostro de tu Verbo;
Oh Espíritu de Amor, ven a nosotros;
Señor Dios nuestro.
 
¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!
Haced de nuestras almas vuestro cielo,
llevadnos al hogar donde tú habitas,
Señor, Dios nuestro.
 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu:
fuente de gozo pleno y verdadero,
al Creador del cielo y de la tierra,
Señor, Dios nuestro. Amén.
Himno de la Liturgia de las Horas

 

 
 

SANTORAL:  Santos Carlos Lwanga y compañeros mártires

 
Durante el siglo XIX, en el África Central, los misioneros desplegaron una intensa y fecunda labor evangélica; hombres, mujeres, jóvenes y niños conocieron y pusieron en práctica la doctrina de Jesús.
Entre los jóvenes africanos que abrazaron la fe cristiana, Carlos Lwanga se destacó como un verdadero apóstol laico; ayudaba desinteresadamente a los misioneros, enseñaba el catecismo a grandes y pequeños y, gracias a su ejemplo y predicación, sus compañeros se convertían dejando todo lo que en los hábitos tribales  era opuesto al evangelio de Cristo.
Pero el soberano del reino de Uganda, al que pertenecía Carlos y los suyos, era un joven voluble y sensual de sólo dieciocho años, al que además rodeaban inescrupulosos consejeros. "¿No ves -lo azuzaban- que estos cristianos que quitarán el poder? Tendremos que huir y tus posesiones serán de ellos y de los extranjeros que los han engañado".
El joven  rey negro volvió, pues, al paganismo, que nunca había abandonado de corazón, convirtiéndose en perseguidor de los conversos; lo llevaban no sólo motivos de índole política, sino sobre todo los creyentes no habían querido acceder a sus deshonestas incitaciones.
El martirio de Carlos Lwanga fue atroz. La tribu rodeaba al muchacho ansiosa de que éste, abjurando de la fe, salvara su vida. Carlos era muy amado por sus compatriotas, pero el valiente joven no respondió una sola palabra a las acusaciones de sus injustos jueces. Finalmente, el tres de junio de 1886, junto con otros doce cristianos, fue consumido por el fuego sin exhalar un gemido.
Los jefes africanos prepararon con maestría el tormento. Cada uno de los infortunados muchachos fue envuelto en una gavilla de mimbre y el fuego lo devoró. Horrible espectáculo que había de convertirse a la vez en un aleccionador cuadro de fe. Entre el crepitar de los mimbres sólo se oía la voz juvenil y clara de los predestinados que rezaban llenos de esperanza las oración que Jesús nos enseñó. En media hora, el ciego fulgor del rey se encontraba saciado, pero los testigos del evangelio alcanzaron la visión de Dios.
Así nació la Iglesia en esa región africana, que conoce en nuestro siglo un vigoroso florecimiento cristiano. Dios, que no quiere ni el sufrimiento ni la muerte, hace fecunda la sangre de los que desinteresadamente se entregan a la voluntad.
Durante las crueles persecuciones de 1886 y 1887, Uganda produjo numerosísimos mártires, de las más diversas edades y provenientes del catolicismo y el  anglicanismo. La Iglesia beatificó a los católicos en 1920 y Pablo VI los canonizó en 1964, proponiéndolos como patronos de la joven cristiandad africana por su generosidad y desprendimiento.
 
 

Otros Santos cuya fiesta se celebra hoy:  Santos: Cecilio, Alberto, Atanasio, confesores; Pergentino, Laurentino, Luciniano y los niños Claudio, Hipacio, Pablo y Dionisio, mártires; Hilario, obispo; Isaac, monje; Paula, Olivia, vírgenes; Clotilde, reina; Juan Grande, Patrono de la Diócesis de Jerez (España).

  
 

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones que acompañan las lecturas, textos de distintos autores: Hablar con Dios del P. Fernández-Carvajal, Cinco Minutos con Dios del P. A. Milagros, Meditaciones del Pueblo de Dios del P. E. López Rosas, Buenas Noticias para cada día del P. J.M.Garuza, Encuentros Bíblicos del P. M. Wiechs, Por los Caminos del Señor del Card. C. Martini, Palabra de Dios para cada día del P. N Quesson, Pensar por Libres del P. E. Monasterio, etc.. y los comentarios de la Biblia Latinoamericana y de EUNSA.  También se han incluido Himnos y Salmos de la Liturgia de las Horas y se han utilizado las biografías de Amigos de Dios y de los Hombres, de Esther Pizzariello de Leoz, y 365 Historias de Clovis Bovo, para la preparación del Santoral.

Los realizadores de esta recopilación de textos no pretenden en ningún caso atribuirse la autoría de los mismos, ni persiguen ningún fin de lucro ni otro, que no sea la propagación de la Palabra de Dios y la doctrina católica.
 
 
 
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