Desperdiciamos alimentos alegremente, pero su producción supone un coste gigantesco para el planeta
¿Quién no lo ha hecho alguna vez? Los restos de la leche del desayuno acaban desapareciendo por el sumidero del fregadero de la cocina. Es un gesto casi cotidiano, pero también una forma ingrata de tratar el planeta y desaprovechar los recursos. Una investigación realizada por científicos británicos asegura que la leche desperdiciada en su país crea cada año una huella de carbono equivalente a las emisiones provocadas por los tubos de escape de miles de automóviles.
Los científicos de la Universidad de Edimburgo dicen que cada año se desperdician en Reino Unido cerca de 360.000 toneladas de leche, lo que genera emisiones de gases de efecto invernadero equivalentes a 100.000 toneladas de CO2., lo mismo que emiten unos 20.000 coches anualmente. No es que la leche en sí misma contamine, sino las explotaciones ganaderas necesarias para producirla... y después tirarla.
La investigación identifica otras formas en las que los consumidores también podrían ayudar a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, como reducir la cantidad de comida que compran y luego malgastan. También sugieren que la industria de alimentos podría reducir las emisiones mediante la búsqueda de formas más eficientes de utilizar fertilizantes.
Puede parecer increíble, pero los científicos aseguran que si disminuyera a la mitad la cantidad de pollo que se consume en Reino Unido y otros países desarrollados (para llegar a los niveles que, por ejemplo, se consumen en Japón) se podrían reducir las emisiones de gases de efecto invernadero equivalentes a retirar 10 millones de automóviles de las carreteras.
Menos pollo, menos gas
Las cifras muestran que si el consumo medio de pollo en los países desarrollados cayera desde los actuales 26 kg cada individuo por año a la media japonesa de unos 12 kg para el año 2020, las emisiones mundiales de aves de corral podría caer por debajo de los niveles actuales, a pesar de la mayor producción del mundo en vías de desarrollo. Esto reduciría la producción mundial prevista de óxido nitroso, un gas invernadero clave, a partir de esta fuente de casi un 20%.
Se espera que la demanda de alimentos, especialmente carne, aumente en las próximas décadas si la población del mundo sigue creciendo y los países emergentes consumen más. La agricultura es la mayor fuente de óxido nitroso, un potente gas de efecto invernadero que se emite por el suelo y los fertilizantes. La producción de carne envía a la atmósfera aún más emisiones que los cultivos, ya que grandes cantidades de cereales se cultivan para alimentar al ganado.
«Comer menos carne y desperdiciar menos alimentos puede jugar un papel importante en ayudar a evitar el crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero a medida que aumenta la población mundial», asegura el responsable del estudio, David Reay, de la Escuela de Geociencias de la Universidad de Edimburgo.
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