EVANGELIO DEL DÍA

domingo, 3 de abril de 2011

« Yo he venido a este mundo para un desafío: para que los que no ven puedan ver»

EVANGELIO DEL DÍA: 03/04/2011
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


IV Domingo de Cuaresma A

Primer Libro de Samuel 16,1.6-7.10-13. 
El Señor dijo a Samuel: "¿Hasta cuándo vas a estar lamentándote por Saúl, si yo lo he rechazado para que no reine más sobre Israel? ¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos al que quiero como rey".
Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: "Seguro que el Señor tiene ante él a su ungido".
Pero el Señor dijo a Samuel: "No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón".
Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero Samuel dijo a Jesé: "El Señor no ha elegido a ninguno de estos".
Entonces Samuel preguntó a Jesé: "¿Están aquí todos los muchachos?". El respondió: "Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño". Samuel dijo a Jesé: "Manda a buscarlos, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que llegue aquí".
Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Levántate y úngelo, porque es este".
Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David. Samuel, por su parte, partió y se fue a Ramá.

Salmo 23(22),1-3.4.5.6. 
Salmo de David. El señor es mi pastor, nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas; me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza.

Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo.

Carta de San Pablo a los Efesios 5,8-14. 
Antes, ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz.
Ahora bien, el fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad.
Sepan discernir lo que agrada al Señor,
y no participen de las obras estériles de las tinieblas; al contrario, pónganlas en evidencia.
Es verdad que resulta vergonzoso aun mencionar las cosas que esa gente hace ocultamente.
Pero cuando se las pone de manifiesto, aparecen iluminadas por la luz,
porque todo lo que se pone de manifiesto es luz. Por eso se dice: Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará.

Evangelio según San Juan 9,1-41. 
Al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento.
Sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?".
"Ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios.
Debemos trabajar en las obras de aquel que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.
Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo".
Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego,
diciéndole: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé", que significa "Enviado". El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía.
Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: "¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?".
Unos opinaban: "Es el mismo". "No, respondían otros, es uno que se le parece". El decía: "Soy realmente yo".
Ellos le dijeron: "¿Cómo se te han abierto los ojos?".
El respondió: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: 'Ve a lavarte a Siloé'. Yo fui, me lavé y vi".
Ellos le preguntaron: "¿Dónde está?". El respondió: "No lo sé".
El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos.
Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos.
Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. El les respondió: "Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo".
Algunos fariseos decían: "Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado". Otros replicaban: "¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?". Y se produjo una división entre ellos.
Entonces dijeron nuevamente al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?". El hombre respondió: "Es un profeta".
Sin embargo, los judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que había llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres
y les preguntaron: "¿Es este el hijo de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?".
Sus padres respondieron: "Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego,
pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta".
Sus padres dijeron esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo para excluir de la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías.
Por esta razón dijeron: "Tiene bastante edad, pregúntenle a él".
Los judíos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Glorifica a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador".
"Yo no sé si es un pecador, respondió; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo".
Ellos le preguntaron: "¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?".
El les respondió: "Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?".
Ellos lo injuriaron y le dijeron: "¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés!
Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de donde es este".
El hombre les respondió: "Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a pesar de que me ha abierto los ojos.
Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí al que lo honra y cumple su voluntad.
Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento.
Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada".
Ellos le respondieron: "Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?". Y lo echaron.
Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: "¿Crees en el Hijo del hombre?".
El respondió: "¿Quién es, Señor, para que crea en él?".
Jesús le dijo: "Tú lo has visto: es el que te está hablando".
Entonces él exclamó: "Creo, Señor", y se postró ante él.
Después Jesús agregó: "He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven".
Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: "¿Acaso también nosotros somos ciegos?".
Jesús les respondió: "Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero como dicen: 'Vemos', su pecado permanece". 


Leer el comentario del Evangelio por 
San Efrén (v. 306-373), diácono en Siria, doctor de la Iglesia
Comentario al  Diatessaron, 16, 28-31
« Yo he venido a este mundo para un desafío: para que los que no ven puedan ver»
     << Hizo barro con su saliva y la aplicó sobre los ojos del ciego>>Y la luz ha brotado de la tierra, como al principio, como cuando... la tiniebla lo cubría todo y le ordenó a la luz que surgiera de la oscuridad (Gn 1,2-3). Por lo tanto curó un defecto que existía después del nacimiento, para mostrar que Él, da la mano acabando aquello que falta a la naturaleza. Era bueno que le diera la mano a aquellos que había formado en la creación al principio. Y como nos negamos a creer que Él era anterior a Abraham (Jn 8,57), Él ha probado por sus obras que es el Hijo de Aquel que, de su mano, << forma de tierra al primer Adán>>. (Gn 2,7).
     Él hace esto para aquellos que buscan milagros a fin de creer: "Los judíos buscan milagros" (1Co 1,22). No es la piscina de Siloé lo que ha abierto los ojos del ciego, como no son las aguas del Jordán las que purifican a Naamán (2R 5,14): es el poder del Señor el que lo hace todo. Por lo tanto, no es el agua de nuestro bautismo, sino el nombre de la Trinidad que se pronuncia sobre ella lo que nos purifica. << Él frotó sus ojos con barro>>, con el fin de que los fariseos limpien la ceguera de su corazón...
     Aquellos que vieron la luz material estaban conducidos por un ciego que vio la luz del espíritu; y, en su noche, el ciego estuvo conducido por aquellos que veían externamente, pero eran espiritualmente ciegos.
     El ciego ha lavado el barro de sus ojos, y se ha visto a sí mismo; otros han lavado la ceguera de su corazón, y se han examinado a sí mismos. De este modo, abriendo exteriormente los ojos de un ciego, nuestro Señor abre secretamente los ojos de muchos otros ciegos... En estas pocas palabras del Señor están escondidos tesoros admirables, y en esta curación, fue esbozado un símbolo: Jesús, hijo del Creador.


domingo 03 Abril 2011

Santa Engracia



En el tiempo de Cristo, Zaragoza era una rica villa romana. Después de la tolerancia con que trataban a los cristianos durante el mandato de Galileo (202A.D.), su sucesor, el emperador Diocleciano (285-305A.D.), en sucesivos decretos, ordenó persecuciones generales contra ellos en todo el mundo romano.


En España los mártires comenzaron a caer en Gerona y terminaron en Zaragoza. El historiador Prudencio recogió muchos de sus nombres poco antes del 400 A.D.
    En Zaragoza murieron por Jesucristo Santa Engracia y sus dieciocho compañeros: Lupercio (su tío), Optato, Suceso, Marcial, Urbano, Julio, Quintiliano, Publio, Frontonio, Félix, Ceciliano, Evencio, Primitivo, Apodemio, Matutino, Casiano, Fausto y Januario.

La Roma que se jactaba de ser la creadora del derecho y la defensora de la justicia se mancha con sangre inocente. 
Además de Santa Engracia y sus compañeros, los mártires aquí enterrados incluyen a Luperto y Lamberto cerca de sus urnas se conservan las "Santas Masas" para designar a una multitud de mártires cuyos nombres se desconocen.

Santa Engracia -patrona de Zaragoza- y sus compañeros fueron al martirio en el año 303. Era ella una noble joven que visitaba a Zaragoza procedente de otras tierras. Por su fidelidad a Cristo sufrió grandes torturas. La azotaron asida a una columna, fue arrastrada por la ciudad atada a la cola de un caballo y por fin le hincaron un garfio de hierro en la frente. El cuerpo de la Santa fue sepultado honrosamente en una urna de mármol y los dieciocho compañeros fueron puestos en un sepulcro contiguo.

Junto a la basílica que se construyó en este lugar para honrar a los mártires, se fundó un monasterio en el 592 A.D.  Aquí estudió San Eugenio y San Braulio fundó su "escuela episcopal".

El rey de Aragón, Juan II agradeció a la santa por su exitosa operación de cataratas y como agradecimiento construyó el Monasterio de Santa María de las Santas Masas.

Esta es la segunda iglesia de Zaragoza, después de la Basílica del Pilar.  En ella se conservó el culto a pesar de la dominación musulmana.  En 1389, al excavar una zanja, se descubrieron nuevamente  los sagrados enterramientos con los restos de los santos mencionados y muchos otros.

Los ejércitos de Napoleón invadieron desde Francia causando la destrucción del monasterio pero no pudo destruir la veneración a los mártires que siguen victoriosos su misión de ser testigos ejemplares de la vida cristiana. La actual iglesia sobre la cripta es del 1899.




Estos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios, dándole culto día y noche en su santuario; y el que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed; ya no los molestará el sol ni el calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos. Ap 7, 14-17



Oración
Padre todopoderoso, por gracia tuya la fuerza se realiza en la debilidad; por eso te pedimos que a cuantos celebramos el triunfo de tus mártires, Santa Engracia y sus compañeros, nos concedas el don de fortaleza con el que ellos salieron victoriosos en el martirio, y que como ellos seamos tus testigos ante el mundo. Amén.



Calendario de Fiestas Marianas: Nuestra Señora de Sichem (474)

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