EVANGELIO DEL DÍA

sábado, 1 de enero de 2011

El Salvador de mundo, acostado en un pesebre

EVANGELIO DEL DÍA: 02/01/2011
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Domingo II después de Navidad


Libro de Eclesiástico 24,1-4.12-16.
La sabiduría hace el elogio de sí misma y se gloría en medio de su pueblo,
abre la boca en la asamblea del Altísimo y se gloría delante de su Poder:
"Yo salí de la boca del Altísimo y cubrí la tierra como una neblina.
Levanté mi carpa en las alturas, y mi trono estaba en una columna de nube.
Yo eché raíces en un Pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su herencia.
Crecí como un cedro en el Líbano y como un ciprés en los montes del Hermón;
crecí como una palmera en Engadí y como los rosales en Jericó; como un hermoso olivo en el valle, y como un plátano, me elevé hacia lo alto.
Yo exhalé perfume como el cinamomo, como el aspálato fragante y la mirra selecta, como el gálbano, la uña aromática y el estacte, y como el humo del incienso en la Morada.
Extendí mis ramas como un terebinto, y ellas son ramas de gloria y de gracia.

Salmo 147,12-13.14-15.19-20.
¡Glorifica al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión!
El reforzó los cerrojos de tus puertas y bendijo a tus hijos dentro de ti;
él asegura la paz en tus fronteras y te sacia con lo mejor del trigo.
Envía su mensaje a la tierra, su palabra corre velozmente;
Revela su palabra a Jacob, sus preceptos y mandatos a Israel:
a ningún otro pueblo trató así ni le dio a conocer sus mandamientos. ¡Aleluya!

Carta de San Pablo a los Efesios 1,3-6.15-18.
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo,
y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor.
El nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad,
para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido.
Por eso, habiéndome enterado de la fe que ustedes tienen en el Señor Jesús y del amor que demuestran por todos los hermanos,
doy gracias sin cesar por ustedes recordándolos siempre en mis oraciones
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente.
Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos,

Evangelio según San Juan 1,1-18.
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre. 
Jn 1,1-18
Leer el comentario del Evangelio por 
Elredo de Rielvaux (1110-1167) monje cisterciense
Sermones de Navidad 2; PL 195, 226-227
El Salvador de mundo, acostado en un pesebre
        «Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador , que es el Mesías, el Señor.» (Lc 2,11) Corramos, pues, como los pastores cuando escucharon la buena noticia.... «Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» (Lc 2,12) Así que os digo: ¡tenéis que amar! Teméis al Señor de los ángeles, pero amad al niño; teméis el Señor en su majestad, pero amad al pequeño envuelto en pañales; teméis al rey de los cielos, pero amad al niño acostado en un pesebre!

        ¿Qué hay de especial en este niño en pañales y acostado en un pesebre? Todos los niños recién nacidos son envueltos en pañales. ¿Dónde está pues la señal? Se podrían decir muchas cosas sobre este signo...Pero, digamos en breve: Belén, «la casa del pan», es la Santa Iglesia donde es distribuido el pan del cuerpo de Cristo, el verdadero pan de vida. El pesebre de Belén es el altar en la Iglesia. Aquí se alimentan los miembros de la familia de Cristo. Los pañales significan el aspecto exterior de los sacramentos. En este pesebre, bajo la apariencia de pan y de vino, está el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de Cristo. Aquí vemos que está Cristo en persona, pero envuelto en pañales, es decir, presente de forma invisible bajo los signos sacramentales. No hay signos más grandes y más evidentes del nacimiento de Cristo que el hecho de acercarnos diariamente a su cuerpo y su sangre en el altar santo, y el hecho que vemos diariamente inmolarse por nosotros a Aquel que nació una sola vez de la Virgen.

        Así, pues, hermanos, apresurémonos para llegar al pesebre del Señor. En cuanto podamos preparémonos a este encuentro con su gracia, asociados a los ángeles, «con un corazón puro y buena conciencia y una fe sincera» (2Cor 6,6) Entonces cantaremos al Señor con toda nuestra vida y nuestro comportamiento: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor.» (Lc 2,14)


domingo 02 Enero 2011

San Macario



Macario significa: feliz, bienaventurado.
Este santo nació en Egipto por el año 300. Pasó su niñez como pastor, y     en las soledades del campo adquirió el gusto por la oración y por la meditación y el     silencio.
Una mujer atrevida le inventó la calumnia de que el niño que iba a     tener era hijo de Macario, el cual, según decía ella, la había obligado a pecar. La     gente enardecida arrastró al pobre joven por las calles. Pero él le pidió al Señor en     su oración que hiciera saber a todos la verdad, y sucedió que tal mujer empezó a sentir     terribles dolores y no podía dar a luz, hasta que al fin contó a sus vecinos quién era     el verdadero papá del niño. Entonces la gente se convenció de la inocencia de Macario y     cambió su antiguo odio por una gran admiración a su humildad y a su paciencia.
Para huir de los peligros del mundo, Macario se fue a vivir en un     desierto de Egipto, dedicándose a la oración, a la meditación y a la penitencia, y     allí estuvo 60 años y fueron muchos los que se le fueron juntando para recibir de él la     dirección espiritual y aprender los métodos para llegar a la santidad.
El obispo de Egipto ordenó de sacerdote a Macario para que pudiera     celebrarles la misa a sus numerosos discípulos. Después fue necesario ordenar de     sacerdotes a cuatro de sus alumnos para atender las cuatro iglesias que se fueron     construyendo allí cerca donde él vivía, para los centenares de cristianos que se     habían ido a seguir su ejemplo de oración, penitencia y meditación en el desierto.
Macario quería cumplir aquella exigencia de Jesús: "Si alguno     quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo", y se dedicó a mortificar     sus pasiones y sus apetitos. Estaba convencido de que nadie será puro y casto si no les     niega de vez en cuando a sus sentidos algo de lo que estos piden y desean. Deseaba dominar     sus pasiones y dirigir rectamente sus sentidos. Sentía la necesidad de vencer sus malas     inclinaciones, y notó que el mejor modo para obtener esto era la mortificación y la     penitencia. Como su carne luchaba contra su espíritu, se propuso por medio del espíritu     dominar las pasiones de la carne. A quienes le preguntaban por qué trataba tan duramente     a su cuerpo, les respondía: "Ataco al que ataca mi alma". Y si a alguno le     parecían demasiadas sus mortificaciones le decía: "Si supieras las recompensas que     se consiguen mortificando las pasiones del cuerpo, nunca te parecerían demasiadas las     mortificaciones que se hacen para conservar la virtud".
En aquellos desiertos, con 40 grados de temperatura y un viento     espantosamente caliente y seco, no tomaba agua ni ninguna otra bebida durante el día. En     un viaje al verlo torturado por la sed, un discípulo le llevó un vaso de agua, pero el     santo le dijo: "Prefiero calmar la sed, descansando un poco debajo de una     palmera", y no tomó nada. Y a uno de sus seguidores les dijo un día: "En estos     últimos 20 años jamás he dado a mis sentidos todo lo que querían. Siempre los he     privado de algo de lo que más deseaban".
Dominaba su lengua y no decía sino palabras absolutamente     necesarias. A sus discípulos les recomendaba mucho que como penitencia guardaran el mayor     silencio posible. Y les aconsejaba que en la oración no emplearan tantas palabras. Que le     dijeran a Nuestro Señor: "Dios mío, concédeme las gracias que Tú sabes que     necesito". Y que repitiera aquella oración del salmo: "Dios mío, ven en mi     auxilio, Señor date prisa en socorrerme".
Admirable era el modo como moderaba su genio y su carácter, de     manera que la gente quedaba muy edificada al verlo siempre alegre, de buen genio y que no     se impacientara por más que lo ofendieran o lo humillaran.
A un joven que le pedía consejos de cómo librarse de la preocupación del qué dirán los demás, lo mandó a un cementerio a que les dijera un montón de frases duras a los muertos. Cuando volvió le preguntó Macario: Qué ron! "Pues mira", le dijo el hombre de Dios: "Tú tienes que ser como los muertos: ni entristecerte porque te critican y te insultan, ni enorgullecerte porque te alaban y te felicitan. Porque tú eres solamente lo que eres ante Dios, y nada más ni nada menos".
A uno que le preguntaba qué debía hacer para no dejarse derrotar     por las tentaciones impuras le dijo: "Trabaje más, coma menos, y no les conceda a     sus sentidos y a sus pasiones el gusto al placer inmediato. Quien no se mortifica en lo     lícito, tampoco se mortificará en lo ilícito". El otro practicó estos consejos y     conservó la castidad.
Macario le pidió a Dios que le dijera a qué grado de santidad     había llegado ya, y Nuestro Señor le dijo que todavía no había llegado a ser como la     de dos señoras casadas que vivían en la ciudad más cercana. El santo se fue a     visitarlas y a preguntarles qué medios empleaban para santificarse, y ellas le dijeron     que los métodos que empleaban eran los siguientes: dominar la lengua, no diciendo     palabras inútiles o dañosas. Ser humildes, soportando con paciencia las humillaciones     que recibían y la pobreza y los oficios sencillos que tenían que hacer. Ser siempre     amables y muy pacientes, especialmente con sus maridos que eran muy malgeniudos, y con los     hijos rebeldes y los vecinos ásperos y poco caritativos. Y como medio muy especial le     dijeron que se esmeraban por vivir todo el día en comunicación con Dios, ofreciéndole     al Señor todo lo que hacían, sufrían y decían, todo para mayor gloria de Dios y     salvación de las almas.
Los herejes arrianos que negaban que Jesucristo es Dios, desterraron     a Macario y sus monjes a una isla donde la gente no creía en Dios. Pero allí el santo se     dedicó a predicar y a enseñar la religión, y pronto los paganos que habitaban en     aquellas tierras se convirtieron y se hicieron cristianos.
Cuando los herejes arrianos fueron vencidos, Macario pudo volver a     su monasterio del desierto. Y sintiendo que ya iba a morir, pues tenía 90 años, llamó a     los monjes para despedirse de ellos. Al ver que todos lloraban, les dijo: "Mis buenos     hermanos: lloremos, lloremos mucho, pero lloremos por nuestros pecados y por los pecados     del mundo entero. Esas sí son lágrimas que aprovechan para la salvación".
Jesús dijo: "Dichosos los que lloran, porque ellos serán     consolados (Mt. 5). Dichosos los que lloran y se afligen por sus propios pecados. Dichosos     los que lloran por las ofensas que los pecadores le hacen a Dios. Lloremos arrepentidos en     esta vida, para que no tengamos que ir a llorar a los tormentos eternos". Y murió     luego muy santamente. Llevaba 60 años rezando, ayunando, haciendo penitencia, meditando y     enseñando, en el desierto.
San Macario: santo penitente: consíguenos de Dios la gracia de     hacer penitencia por nuestros pecados en esta vida, para no tener que ir a pagarlos en los     castigos de la eternidad.




CALENDARIO DE FIESTAS MARIANAS: La mayoría de estas fiestas solo se celebran a nivel regional, y también las que se celebran a nivel eclesiástico.

Fundación de la Abadía en Dunes, Flandes en honor a la Santísima Virgen (1128).

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