EVANGELIO DEL DÍA

viernes, 10 de diciembre de 2010

Elías en el Monte Horeb

EVANGELIO DEL DÍA: 11/12/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Sábado de la II Semana de Adviento


Libro de Eclesiástico 48,1-4.9-11.
Después surgió como un fuego el profeta Elías, su palabra quemaba como una antorcha.
El atrajo el hambre sobre ellos y con su celo los diezmó.
Por la palabra del Señor, cerró el cielo, y también hizo caer tres veces fuego de lo alto.
¡Qué glorioso te hiciste, Elías, con tus prodigios! ¿Quién puede jactarse de ser igual a ti?
tú fuiste arrebatado en un torbellino de fuego por un carro con caballos de fuego.
De ti está escrito que en los castigos futuros aplacarás la ira antes que estalle, para hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos y restablecer las tribus de Jacob.
¡Felices los que te verán y los que se durmieron en el amor, porque también nosotros poseeremos la vida!

Salmo 80(79),2-3.15-16.18-19.
Escucha, Pastor de Israel, tú que guías a José como a un rebaño; tú que tienes el trono sobre los querubines,
resplandece ante Efraím, Benjamín y Manasés; reafirma tu poder y ven a salvarnos.
Vuélvete, Señor de los ejércitos, observa desde el cielo y mira: ven a visitar tu vid,
la cepa que plantó tu mano, el retoño que tú hiciste vigoroso.
Que tu mano sostenga al que está a tu derecha, al hombre que tú fortaleciste,
y nunca nos apartaremos de ti: devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre.

Evangelio según San Mateo 17,10-13.
Entonces los discípulos le preguntaron: "¿Por qué dicen los escribas que primero debe venir Elías?".
El respondió: "Sí, Elías debe venir a poner en orden todas las cosas;
pero les aseguro que Elías ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que hicieron con él lo que quisieron. Y también harán padecer al Hijo del hombre".
Los discípulos comprendieron entonces que Jesús se refería a Juan el Bautista. 
Mt 17,10-13
Leer el comentario del Evangelio por 
San Efrén (hacia 306-373), diácono en Siria, doctor de la Iglesia
Obras, ed. Assemani, t.1, pág. 486
Elías en el Monte Horeb

     « Pasó ante el Señor un viento huracanado, que agrietaba los montes y rompía los peñascos: en el viento no estaba el Señor» (1R 19,11). Vino después un terremoto y rayos después del huracán; Elías comprendió que tampoco allí estaba Dios. Estos fenómenos tuvieron por finalidad contener el celo, por otra parte muy loable del profeta dentro de los límites de su cargo, y enseñarle que, según los signos dados por la autoridad divina, la severidad debe ser temperada por la misericordia. Según el sentido escondido que tenían tanto los torbellinos de viento que precedían a la venida del Señor, como los temblores de tierra y los incendios atizados por los vientos eran los signos precedentes al juicio universal...

     «Después del fuego se escuchó un susurro ligero.» A través de este signo Dios retuvo el celo inmoderado de Elías. Con ello le quiso decir: «Te das cuenta que no son de mi agrado ni los vientos desenfrenados, ni los horribles temblores de tierra, ni me gustan los rayos ni los relámpagos: ¿por qué no imitas la suavidad de tu Dios? ¿Por qué no aflojas un poco de este celo ardiente que tienes para ser más bien el protector más que el acusador de los hombres de tu pueblo?» El murmullo suave representa el gozo de la vida bienaventurada que será dada al justo cuando, al final de los tiempos, llegará el temible juicio general...

     «Después de oír el susurro suave, Elías se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la gruta. Una voz le preguntó: '¿qué te trae por aquí, Elías?' contestó: 'Mi pasión por el Señor Dios de los Ejércitos, porque los israelitas han abandonado tu alianza'». El profeta se mantuvo a la entrada de la gruta sin atreverse a acercarse a Dios que venía, se cubrió el rostro pensando que era indigno de ver a Dios... Y sin embargo tenía delante de los ojos un signo de la clemencia divina y, lo que debería haberle afectado todavía más, hacía en su propia persona la experiencia de la bondad maravillosa de Dios en las palabras que él le dirigió. ¿Quién no sería seducido por la benevolencia de una majestad tan grande, por una pregunta tan suave: «¿Qué te trae por aquí, Elías?».


sábado 11 Diciembre 2010

San Daniel de Maratha



San Daniel de Marathahttps://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWlz3TF0_YMrjRSKbF0J4rcWMP0QBhT-iahPw6borD_yAPrr451VKgXXfEBwjrGQV5HIa7iuX7c6_4VWJosSSz5lSt5XNPxUJKh34-dBgYSCG49W9YO0ckJ3GFt5jLhDTJY6ODiQEXhXU/s400/Daniel+de+Maratha.jpg

Nacido cerca de Samosata, en la aldea de Maratha, Daniel observó la vida monástica desde los doce años. Al conocer a San Simeón, el primero y más famoso de los estilitas (que vive en lo alto de una columna), decidió seguir su ejemplo. Para ello levantó una columna en una altura cercana a Constantinopla y en ella vivió el resto de su vida. Murió el año 489.




Oremos 

Tú, Señor, que concediste a San Daniel Maratha el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo. 


I vísperas fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe

Himno

Como a Belén llegaste a dar luz al Hijo,
Del Padre la sustancia, de tu carne vestido,
Al Tepeyac desciendes por engendrar al indio
Al amor de una patria y a la fe en Jesucristo.

A prueba de unas rosas nacidas del invierno,
Tú pides que se erija en la colina un templo;
De tu vientre nos naces a doble alumbramiento,
Flor de tu patria mestiza y fruto de Evangelio.

Diego cree que en su ayate va una carga de rosas,
Que a vista del obispo como argumento arroja;
Sólo una Rosa impresa de tez morena asoma,
A pinceles pintada por Quién pintó la aurora.

Danos la paz y el trigo, Señora y Niño nuestra,
Una patria que sume hogar, templo y escuela,
Un pan que alcance a todos y una fe que se encienda
Por tus manos unidas, por tu ojos de estrella. Amén



Señor, Dios nuestro, que has concedido a tu pueblo la protección maternal de la siempre Virgen María, Madre de tu Hijo, concédenos, por su intercesión, permanecer siempre firmes en la fe y servir con sincero amor a nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

No hay comentarios: