EVANGELIO DEL DÍA: 27/11/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Sábado de la XXXIV Semana del Tiempo Ordinario
Apocalipsis 22,1-7.
Después el Angel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero,
en medio de la plaza de la Ciudad. A ambos lados del río, había arboles de vida que fructificaban doce veces al año, una vez por mes, y sus hojas servían para curar a los pueblos.
Ya no habrá allí ninguna maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la Ciudad, y sus servidores lo adorarán.
Ellos contemplarán su rostro y llevarán su Nombre en la frente.
Tampoco existirá la noche, ni les hará falta la luz de las lámparas ni la luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y ellos reinarán por los siglos de los siglos.
Después me dijo: "Estas palabras son verdaderas y dignas de crédito. El Señor Dios que inspira a los profetas envió a su mensajero para mostrar a sus servidores lo que tiene que suceder pronto.
¡Volveré pronto! Feliz el que cumple las palabras proféticas de este Libro".
Salmo 95(94),1-2.3-5.6-7.
¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva!
¡Lleguemos hasta él dándole gracias, aclamemos con música al Señor!
Porque el Señor es un Dios grande, el soberano de todos los dioses:
en su mano están los abismos de la tierra, y son suyas las cumbres de las montañas;
suyo es el mar, porque él lo hizo, y la tierra firme, que formaron sus manos.
¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:
Evangelio según San Lucas 21,34-36.
Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes
como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".
Después el Angel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero,
en medio de la plaza de la Ciudad. A ambos lados del río, había arboles de vida que fructificaban doce veces al año, una vez por mes, y sus hojas servían para curar a los pueblos.
Ya no habrá allí ninguna maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la Ciudad, y sus servidores lo adorarán.
Ellos contemplarán su rostro y llevarán su Nombre en la frente.
Tampoco existirá la noche, ni les hará falta la luz de las lámparas ni la luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y ellos reinarán por los siglos de los siglos.
Después me dijo: "Estas palabras son verdaderas y dignas de crédito. El Señor Dios que inspira a los profetas envió a su mensajero para mostrar a sus servidores lo que tiene que suceder pronto.
¡Volveré pronto! Feliz el que cumple las palabras proféticas de este Libro".
Salmo 95(94),1-2.3-5.6-7.
¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva!
¡Lleguemos hasta él dándole gracias, aclamemos con música al Señor!
Porque el Señor es un Dios grande, el soberano de todos los dioses:
en su mano están los abismos de la tierra, y son suyas las cumbres de las montañas;
suyo es el mar, porque él lo hizo, y la tierra firme, que formaron sus manos.
¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:
Evangelio según San Lucas 21,34-36.
Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes
como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".
Lc 21,34-36
Catecismo de la Iglesia católica
§672 – 677
«Estad siempre despiertos»
El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio, pero es un tiempo marcado todavía por la «tristeza» (1C 7,26) y la prueba del mal que afecta también a la Iglesia e inaugura los combates de los últimos días. Es un tiempo de espera y de vigilancia. Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente, aun cuando a nosotros no nos «toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad» (Hch 2,7). Este advenimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento...
Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el «misterio de iniquidad» bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (2Tes 2,3ss; 2Jn 7)...
La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección. El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal que hará descender desde el cielo a su Esposa (Ap 21,25). El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa.
Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el «misterio de iniquidad» bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (2Tes 2,3ss; 2Jn 7)...
La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección. El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal que hará descender desde el cielo a su Esposa (Ap 21,25). El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa.
Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa
Expresión simbólica del modo de ser de la Virgen, que ya en el siglo IV resaltaba San Jerónimo: «Durante su vida mortal fue María, de corazón tan piadoso y sensible para con los hombres, que nadie se ha afligido tanto por las penas propias, como María por las ajenas».
En 1828, Catalina Labouré, joven de 22 años en Borgoña, quiere ser Hija de la Caridad. Su padre la traslada a París, para que se distraiga. Por fin, en París mismo, dos años más tarde, consigue entrar en el seminario-noviciado de la calle du Bac, 140
El 27 de noviembre de 1830 está orando fervientemente con toda la comunidad en la capilla. Ese día comienza la devoción a Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, presentada por Santa Catalina Labouré como un diálogo de amor, de la Virgen con la humanidad.
A esta esfera que tú ves, representa al mundo entero y a cada persona en particular; estos rayos son el símbolo de las gracias que Yo derramo sobre los que me las piden. Haz acuñar una medalla, según este modelo. Recibirán abundantes gracias y gozarán de mi especial protección, todas las personas que la lleven bendecida y pendiente del cuello, y recen con confianza esta plegaria: Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.
Santa Catalina Labouré vivirá oculta, en humildad y obediencia, sus 46 años de vida religiosa, al servicio de los necesitados. Pero la devoción a Nuestra Señora se difunde por el mundo.
Un judío de Estrasburgo, Alfonso Ratisbona, al despedirse en 1842, para un viaje al Oriente, acepta por compromiso de un compañero católico, antiguamente protestante, una medalla de la Virgen Milagrosa, con la recomendación del rezo diario del «Acordaos» de San Bernardo.
El 30 de enero visita turísticamente en Roma la iglesia de San Andrés delle Fratte; de pronto se pone de rodillas inesperadamente; y, al levantarse, repite que la Virgen Milagrosa le ha transformado con su visita y sus palabras. Como sacerdote católico, dedicará la vida a sus hermanos judíos, atrayendo hasta Cristo a veintiocho de sus parientes y a trescientos ochenta más.
Su fundación de Sacerdotes y Hermanas de Sión surge con este ideal y con idéntica devoción a Nuestra Señora de la Medalla milagrosa.
Oremos
Que venga en nuestra ayuda, Señor, la poderosa intercesión de la Virgen María; así nos veremos libres de todo peligro y gozaremos de tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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