EVANGELIO DEL DÍA: 19/11/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Viernes de la XXXIII Semana del Tiempo Ordinario
Apocalipsis 10,8-11.
Y la voz que había oído desde el cielo me habló nuevamente, diciéndome: "Ve a tomar el pequeño libro que tiene abierto en la mano el Angel que está de pie sobre el mar y sobre la tierra".
Yo corrí hacia el Angel y le rogué que me diera el pequeño libro, y él me respondió: "Toma y cómelo; será amargo para tu estómago, pero en tu boca será dulce como la miel".
Yo tomé el pequeño libro de la mano del Angel y lo comí: en mi boca era dulce como la miel, pero cuando terminé de comerlo, se volvió amargo en mi estómago.
Entonces se me dijo: "Es necesario que profetices nuevamente acerca de una multitud de pueblos, de naciones, de lenguas y de reyes".
Salmo 119,14.24.72.103.111.131.
Me alegro de cumplir tus prescripciones, más que de todas las riquezas.
Porque tus prescripciones son todo mi deleite, y tus preceptos, mis consejeros.
Para mí vale más la ley de tus labios que todo el oro y la plata.
¡Qué dulce es tu palabra para mi boca, es más dulce que la miel!
Tus prescripciones son mi herencia para siempre, porque alegran mi corazón.
Abro mi boca y aspiro hondamente, porque anhelo tus mandamientos.
Evangelio según San Lucas 19,45-48.
Y al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores,
diciéndoles: "Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones".
Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo.
Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.
Y la voz que había oído desde el cielo me habló nuevamente, diciéndome: "Ve a tomar el pequeño libro que tiene abierto en la mano el Angel que está de pie sobre el mar y sobre la tierra".
Yo corrí hacia el Angel y le rogué que me diera el pequeño libro, y él me respondió: "Toma y cómelo; será amargo para tu estómago, pero en tu boca será dulce como la miel".
Yo tomé el pequeño libro de la mano del Angel y lo comí: en mi boca era dulce como la miel, pero cuando terminé de comerlo, se volvió amargo en mi estómago.
Entonces se me dijo: "Es necesario que profetices nuevamente acerca de una multitud de pueblos, de naciones, de lenguas y de reyes".
Salmo 119,14.24.72.103.111.131.
Me alegro de cumplir tus prescripciones, más que de todas las riquezas.
Porque tus prescripciones son todo mi deleite, y tus preceptos, mis consejeros.
Para mí vale más la ley de tus labios que todo el oro y la plata.
¡Qué dulce es tu palabra para mi boca, es más dulce que la miel!
Tus prescripciones son mi herencia para siempre, porque alegran mi corazón.
Abro mi boca y aspiro hondamente, porque anhelo tus mandamientos.
Evangelio según San Lucas 19,45-48.
Y al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores,
diciéndoles: "Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones".
Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo.
Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.
Lc 19,45-48
San Ignacio de Antioquia (?- hacia 110), obispo y mártir
Carta a los Efesios, 3-4, 9
«Escrito está: 'Mi casa es casa de oración'»
Os exhorto a caminar según el pensamiento de Dios. Porque Jesucristo, principio indefectible de nuestra vida, es el pensamiento del Padre. Igualmente los obispos, establecidos hasta los extremos de la tierra, forman parte del pensamiento de Jesucristo. Es conveniente, pues, seguir el pensamiento de vuestro obispo. Por otra parte, es lo que ya hacéis. El conjunto de vuestros presbíteros, verdaderamente dignos de Dios, está unido al obispo como las cuerdas los están a la cítara. Así, todos vuestros sentimientos acordes y vuestra caridad en armonía, cantáis a Jesucristo. Que cada uno de vosotros llegue a ser un miembro de vuestro coro para que, viviendo acordes y en armonía y con el tono de Dios, cantéis unidos con una sola voz la alabanzas del Padre, por Jesucristo...
Vosotros sois las piedras del templo del Padre, talladas para el edificio que construye Dios Padre, elevados hasta la cumbre por el instrumento de Jesucristo, que es su cruz, sirviéndoos del Espíritu Santo como cable. Vuestra fe os hace subir a lo alto, y la caridad es el camino que os eleva hasta Dios. Todos vosotros sois compañeros de camino, portadores de Dios y de su templo, portadores de Cristo, llevando los objetos sagrados, adornados totalmente con los preceptos de Jesucristo. Me alegro con vosotros...; me regocijo con vosotros que, viviendo una vida nueva, no amáis más que a Dios solo.
Vosotros sois las piedras del templo del Padre, talladas para el edificio que construye Dios Padre, elevados hasta la cumbre por el instrumento de Jesucristo, que es su cruz, sirviéndoos del Espíritu Santo como cable. Vuestra fe os hace subir a lo alto, y la caridad es el camino que os eleva hasta Dios. Todos vosotros sois compañeros de camino, portadores de Dios y de su templo, portadores de Cristo, llevando los objetos sagrados, adornados totalmente con los preceptos de Jesucristo. Me alegro con vosotros...; me regocijo con vosotros que, viviendo una vida nueva, no amáis más que a Dios solo.
Santa Isabel de Hungría
Santa Isabel nació en Hungría en 1207. A los catorce años fue desposada con el duque Luis IV de Turingia. Isabel poseía un espíritu de fuego. La influencia de su marido, al que amó extraordinariamente, le proporcionó un equilibrio humano y espiritual durante los felices años de su vida común.
Por entonces en la Iglesia destellaba una luz deslumbrante, la de Francisco de Asís. Isabel soñaba con reproducir dentro de su hogar el ideal franciscano y Luis era una persona apropiada para compartir las aspiraciones de su esposa. Pero en 1227, tuvo que partir él a la Cruzada. A los tres meses moría en Italia. El golpe resultó terrible para Isabel, que esperaba su tercer hijo.
Hubiera necesitado en tal coyuntura de un Francisco de Sales junto a ella, pero tenía como director espiritual a un maestro que la aterrorizaba y que incluso no dudaba en herirla. Siguiendo en pos de una alucinante búsqueda de abyección y penitencia, rompió con su familia, que la tomaba por loca, y confió a otros el cuidado de sus propios hijos con el fin de consagrarse al servicio de los pobres y enfermos más abandonados, en quienes veía a Cristo.
Su salud no pudo resistir todas estas austeridades. Murió en 1231, a los veinticuatro años.
Dios nuestro, que concediste a Santa Isabel de Hungría el don de reconocer y venerar a Cristo en los pobres, concédenos, por su intercesión, que sirvamos siempre a los necesitados y afligidos con una incansable caridad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Santa María Virgen Madre de la Divina Providencia
Atiende propicio, Señor, a tu pueblo que con júbilo festivo celebra la solemnidad de la Virgen María, Madre de la Divina Providencia, y concédele que, bajo el glorioso patrocinio de tan excelsa madre, con su caridad fraterna promueva una sociedad más humana y a la vez sea edificador y testigo de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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