EVANGELIO DEL DÍA

miércoles, 6 de octubre de 2010

«¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»

EVANGELIO DEL DÍA: 07/10/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Jueves de la XXVII Semana del Tiempo Ordinario


Carta de San Pablo a los Gálatas 3,1-5.
Gálatas insensatos, ¿quién los ha seducido a ustedes, ante quienes fue presentada la imagen de Jesucristo crucificado?
Una sola cosa quiero saber: ¿ustedes recibieron el Espíritu por las obras de la Ley o por haber creído en la predicación?
¿Han sido tan insensatos que llegaron al extremo de comenzar por el Espíritu, para acabar ahora en la carne?
¿Habrá sido en vano que recibieron tantos favores? ¡Ojalá no haya sido en vano!
Aquel que les prodiga el Espíritu y está obrando milagros entre ustedes, ¿lo hace por las obras de la Ley o porque han creído en la predicación?

Evangelio según San Lucas 1,69-70.71-72.73-75.
Y nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor,
como lo había anunciado mucho tiempo antes por boca de sus santos profetas,
para salvarnos de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian.
Así tuvo misericordia de nuestros padres y se acordó de su santa Alianza,
del juramento que hizo a nuestro padre Abraham
de concedernos que, libres de temor, arrancados de las manos de nuestros enemigos,
lo sirvamos en santidad y justicia bajo su mirada, durante toda nuestra vida.

Evangelio según San Lucas 11,5-13.
Jesús agregó: "Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: 'Amigo, préstame tres panes,
porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle',
y desde adentro él le responde: 'No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos'.
Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.
También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá.
Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.
¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente?
¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan". 
 Lc 11,5-13
Leer el comentario del Evangelio por 
Simeón, el Nuevo Teólogo (hacia 949-1022), monje griego
Himnos, nº 29
«¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»
     ¿De dónde vienes? ¿Cómo penetras,
quiero decir en el interior de mi celda,
cerrada por todas partes?
Esto es, efectivamente, extraño,
sobrepasa la palabra y el pensamiento.
Pero ¡que tú vengas a mí,
de repente todo entero y brilles,
que te dejes ver en forma luminosa,
como la luna en su plena luz,
esto me deja sin poder pensar
y sin voz, Dios mío!
Sé muy bien que tú eres
el que ha venido para alumbrar
a los que están sentados en las tinieblas (Lc 1,79),
y estoy estupefacto, me quedo
sin sentido y sin palabras,
al ver una extraña maravilla
que sobrepasa a toda la creación,
a toda la naturaleza y a todas las palabras...

     ¿Cómo Dios está fuera del universo
por esencia y por naturaleza,
por poder y  por gloria
y cómo habita también en todas partes y en todos,
pero de una manera especial en sus santos?
¿Cómo levanta su tabernáculo en ellos
de manera consciente y substancialmente,
él que está totalmente más allá de la sustancia?
¿Cómo está contenido en sus entrañas,
el que contiene toda la creación?
¿Cómo brilla en su corazón,
este corazón carnal y grueso?
¿Cómo está en el interior de éste,
cómo está fuera de todo,
y él mismo llena todas las cosas?
¿Cómo, día y noche,
brilla sin ser visto?

     Dime ¿es que el espíritu del hombre
puede concebir estos misterio
o podrá expresarlos?
¡Ciertamente no! un ángel no  podría,
ni un arcángel, explicártelo;
serían incapaces
de exponerte todo ello con palabras.
Es pues sólo el Espíritu de Dios, porque es divino,
quien conoce estos misterios y
sólo él los sabe porque sólo él
comparte la naturaleza, el trono y la eternidad
con el Hijo y el Padre.
Es, pues, a aquellos en quien el Espíritu resplandecerá
y a quienes se unirá liberalmente
que lo enseña todo de manera inexpresable...
Es como un ciego: si ve,
ve inmediatamente la luz
y seguidamente toda la creación
que está en la luz, ¡oh maravilla!
De la misma manera, el que ha sido iluminado
por el divino Espíritu en su alma,
inmediatamente entra en comunión con la luz
y contempla la luz,
la luz de Dios, Dios verdaderamente,
que también se lo enseña todo,
o mejor, lo que Dios decide,
todo lo que decide y lo que quiere.
A los que iluminará con su iluminación
les concede ver lo que está dentro de a luz divina.

                    


jueves 07 Octubre 2010

Nuestra Señora del Santo Rosario




Ntra. Sra. del Santo Rosario
La fecha del 7 de octubre asocia la memoria de Nuestra Señora del Rosario con la victoria obtenida por los cristianos sobre los turcos en Lepanto en 1571. Mas hoy la Iglesia no nos invita tanto a rememorar un suceso lejano cuanto a descubrir la importancia de María dentro del misterio de la salvación y a saludarla como Madre de Dios, repitiendo sin cesar: Ave María.
Al dar ella su consentimiento a Dios en la Anunciación, «se consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo al misterio de la Redención con él y bajo él, por la gracia de Dios omnipotente» (Conc. Vaticano II, Const. sobre la Iglesia, n 56).   Por eso la liturgia recuerda como formando un todo las diversas fases de ese misterio, «la encarnación de Jesucristo, su pasión y la gloria de la resurrección», pidiendo al Señor por intercesión de María que haga que comulguemos en la fe y en el amor.
Para lograr que María nos escuche cuando rezamos el Avemaría, no es necesario haber meditado largamente sobre la estructura de esta plegaria. Con todo, no resultará inútil el saber que está compuesta por un saludo y una invocación.   El saludo es palabra de Dios: junta la salutación del Ángel en la Anunciación y la de Isabel en la en la Visitación.   Por lo que toca a la invocación, se fundamenta en la fe de la Iglesia en la maternidad divina de María para confiarle la vida presente de sus hijos y su tránsito a Dios al final de su Pascua.
Esta corona a la Virgen, repetitivo, es un Evangelio en miniatura que está al alcance de todas las inteligencias y de las memorias más torpes, así como de las situaciones espirituales más desangeladas y frías, y quizá porque conoce el paño es la devoción que María recomendó en Lourdes y Fátima, a manera de gran arma para la paz de nuestro tiempo.   En los últimos siglos, cuando la Historia tiende a hacernos creer más listos y originales, más modernos, la Virgen da la razón a los papas prefiriendo esta modalidad tan sencilla de adorar y pedir en la que se nos da todo hecho menos la actitud interior, y que obliga a poner el alma en lo que se dice, como introduciendo el sentido de Dios en la monotonía de las cosas de la vida cotidiana.
Plegaria personal por el impulso que cada cual le dé, pero también voz del coro de la Iglesia, como un murmullo de niño que no se cansa de repetir lo archisabido que no puede decirse mejor, con leves pausas meditativas para volver más confiados a la música envolvente de unas palabras que suenan a eternas de pura sencillez y profundidad.





Himno (laudes) 


Resplandeciente de alegría,

Amargo mar de los pesares,

Vestida de gracia y de gloria,

Te cantamos, Oh Virgen María.



Gozosa cuándo a Dios concibes,

Cuándo anhelante das el fruto,

Cuándo lo ofreces y lo pierdes,

Al Hijo, que es la luz del mundo.

Salve, primera de los mártires,

En el dolor de tu martirio;

Tu corazón supo de espinas,

Tu alma de cruces y de lirios.





Reina de gloria refulgente,

Madre fecunda de la Iglesia,

Cuándo las llamas del Paráclito

Del mundo ardieron las tristezas.



Recoged las Aves Marías

Para un rosario de azucenas;

Cantad a María alabanzas,

Que es Madre de eterna belleza. Amén



Señor, que por el anuncio del ángel nos ha hecho conocer la encarnación de tu Hijo, infunde tu gracia en nosotros y concédenos, por la intercesión de la Santísima Virgen María, que podamos alcanzar, por la virtud de la pasión y de la cruz de tu Hijo Jesucristo, la gloria de su resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

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