EVANGELIO DEL DÍA: 04/09/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Sábado de la XXII Semana del Tiempo Ordinario
Carta I de San Pablo a los Corintios 4,6-15.
En todo esto, hermanos, les puse mi ejemplo y el de Apolo, a fin de que aprendan de nosotros el refrán: "No vayamos más allá de lo que está escrito", y así nadie tome partido orgullosamente en favor de uno contra otro.
En efecto, ¿con qué derecho te distingues de los demás? ¿Y qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?
¡Será que ustedes ya están satisfechos! ¡Será que se han enriquecido o que se han convertido en reyes, sin necesidad de nosotros! ¡Ojalá que así fuera, para que nosotros pudiéramos reinar con ustedes!
Pienso que a nosotros, los Apóstoles, Dios nos ha puesto en el último lugar, como condenados a muerte, ya que hemos llegado a ser un espectáculo para el mundo, para los ángeles y los hombres.
Nosotros somos tenidos por necios, a causa de Cristo, y en cambio, ustedes son sensatos en Cristo. Nosotros somos débiles, y ustedes, fuertes. Ustedes gozan de prestigio, y nosotros somos despreciados.
Hasta ahora sufrimos hambre, sed y frío. Somos maltratados y vivimos errantes.
Nos agotamos, trabajando con nuestras manos.
Nos insultan y deseamos el bien. Padecemos persecución y la soportamos. Nos calumnian y consolamos a los demás. Hemos llegado a ser como la basura del mundo, objeto de desprecio para todos hasta el día de hoy.
No les escribo estas cosas para avergonzarlos, sino para reprenderlos como a hijos muy queridos.
Porque, aunque tengan diez mil preceptores en Cristo, no tienen muchos padres: soy yo el que los ha engendrado en Cristo Jesús, mediante la predicación de la Buena Noticia.
Salmo 145(144),17-18.19-20.21.
El Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus acciones;
está cerca de aquellos que lo invocan, de aquellos que lo invocan de verdad.
El Señor cumple los deseos de sus fieles, escucha su clamor y les da la salvación;
el Señor protege a todos sus amigos y destruye a los malvados.
Mi boca proclamará la alabanza del Señor: que todos los vivientes bendigan su santo Nombre, desde ahora y para siempre.
Evangelio según San Lucas 6,1-5.
Un sábado, en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas entre las manos, las comían.
Algunos fariseos les dijeron: "¿Por qué ustedes hacen lo que no está permitido en sábado?".
Jesús les respondió: "¿Ni siquiera han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre,
cómo entró en la Casa de Dios y, tomando los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y dio de comer a sus compañeros?".
Después les dijo: "El hijo del hombre es dueño del sábado".
En todo esto, hermanos, les puse mi ejemplo y el de Apolo, a fin de que aprendan de nosotros el refrán: "No vayamos más allá de lo que está escrito", y así nadie tome partido orgullosamente en favor de uno contra otro.
En efecto, ¿con qué derecho te distingues de los demás? ¿Y qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?
¡Será que ustedes ya están satisfechos! ¡Será que se han enriquecido o que se han convertido en reyes, sin necesidad de nosotros! ¡Ojalá que así fuera, para que nosotros pudiéramos reinar con ustedes!
Pienso que a nosotros, los Apóstoles, Dios nos ha puesto en el último lugar, como condenados a muerte, ya que hemos llegado a ser un espectáculo para el mundo, para los ángeles y los hombres.
Nosotros somos tenidos por necios, a causa de Cristo, y en cambio, ustedes son sensatos en Cristo. Nosotros somos débiles, y ustedes, fuertes. Ustedes gozan de prestigio, y nosotros somos despreciados.
Hasta ahora sufrimos hambre, sed y frío. Somos maltratados y vivimos errantes.
Nos agotamos, trabajando con nuestras manos.
Nos insultan y deseamos el bien. Padecemos persecución y la soportamos. Nos calumnian y consolamos a los demás. Hemos llegado a ser como la basura del mundo, objeto de desprecio para todos hasta el día de hoy.
No les escribo estas cosas para avergonzarlos, sino para reprenderlos como a hijos muy queridos.
Porque, aunque tengan diez mil preceptores en Cristo, no tienen muchos padres: soy yo el que los ha engendrado en Cristo Jesús, mediante la predicación de la Buena Noticia.
Salmo 145(144),17-18.19-20.21.
El Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus acciones;
está cerca de aquellos que lo invocan, de aquellos que lo invocan de verdad.
El Señor cumple los deseos de sus fieles, escucha su clamor y les da la salvación;
el Señor protege a todos sus amigos y destruye a los malvados.
Mi boca proclamará la alabanza del Señor: que todos los vivientes bendigan su santo Nombre, desde ahora y para siempre.
Evangelio según San Lucas 6,1-5.
Un sábado, en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas entre las manos, las comían.
Algunos fariseos les dijeron: "¿Por qué ustedes hacen lo que no está permitido en sábado?".
Jesús les respondió: "¿Ni siquiera han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre,
cómo entró en la Casa de Dios y, tomando los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y dio de comer a sus compañeros?".
Después les dijo: "El hijo del hombre es dueño del sábado".
Lc 6,1-5
Catecismo de la Iglesia católica
§ 2168-2173
«El Hijo del Hombre es señor del sábado»
El tercer mandamiento del Decálogo proclama la santidad del sábado: «El día séptimo será día de descanso completo, consagrado al Señor» (Ex 31,15; cf 20,8).
La Escritura hace a este propósito 'memoria de la creación': «Pues en seis días hizo el Señor el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo el Señor el día del sábado y lo hizo sagrado» (Ex 20,11).
La Escritura ve también en el día del Señor un 'memorial de la liberación de Israel' de la esclavitud de Egipto: «Acuérdate de que fuiste esclavo en el país de Egipto y de que el Señor tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo; por eso el Señor tu Dios te ha mandado guardar el día del sábado» (Dt 5,15).
Dios confió a Israel el sábado para que lo guardara 'como signo de la alianza' inquebrantable. El sábado es para el Señor, santamente reservado a la alabanza de Dios, de su obra de creación y de sus acciones salvíficas en favor de Israel...
El Evangelio relata numerosos incidentes en que Jesús fue acusado de quebrantar la ley del sábado. Pero Jesús nunca falta a la santidad de este día, sino que con autoridad da la interpretación auténtica de esta ley: «El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado» (Mc 2,27). Con compasión, Cristo proclama que «es lícito en sábado hacer le bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla (Mc 3,4). El sábado es el día del Señor de las misericordias y del honor de Dios. «El Hijo del hombre es Señor del sábado».
La Escritura hace a este propósito 'memoria de la creación': «Pues en seis días hizo el Señor el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo el Señor el día del sábado y lo hizo sagrado» (Ex 20,11).
La Escritura ve también en el día del Señor un 'memorial de la liberación de Israel' de la esclavitud de Egipto: «Acuérdate de que fuiste esclavo en el país de Egipto y de que el Señor tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo; por eso el Señor tu Dios te ha mandado guardar el día del sábado» (Dt 5,15).
Dios confió a Israel el sábado para que lo guardara 'como signo de la alianza' inquebrantable. El sábado es para el Señor, santamente reservado a la alabanza de Dios, de su obra de creación y de sus acciones salvíficas en favor de Israel...
El Evangelio relata numerosos incidentes en que Jesús fue acusado de quebrantar la ley del sábado. Pero Jesús nunca falta a la santidad de este día, sino que con autoridad da la interpretación auténtica de esta ley: «El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado» (Mc 2,27). Con compasión, Cristo proclama que «es lícito en sábado hacer le bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla (Mc 3,4). El sábado es el día del Señor de las misericordias y del honor de Dios. «El Hijo del hombre es Señor del sábado».
Santa Rosalía
Santa Rosalía
Virgen, (1130-1160)
La patrona de Palermo (Italia), que goza de una gran devoción en Sicilia lo mismo que las mártires Agueda de Catama y Lucía de Siracusa, no tiene una historia igualmente rica de testimonios y tradiciones.
Parece que la santa, a los tres años de su muerte, pensó en colmar esta laguna apareciéndose a una mujer enferma, y ordenándole que fuera en peregrinación a la iglesita sobre el monte Pellegrino, un áspero promontorio que cierra el golfo de Palermo y le dijo el lugar donde se encontraban sus restos.
Los huesos hallados en una gruta excavada entre las piedras no tenían ninguna inscripción que señalara su pertenencia. Al principio se pensó que no se trataba de restos humanos. El arzobispo de Palermo, Giannettino Doria, nombró una comisión de expertos, médicos y teólogos se pronunció por la autenticidad de las reliquias.
Esto suscitó la devoción popular, y el Papa Urbano VIII, en 1630, incluyó el nombre de la santa en el Martirologio Romano para el 15 de julio y el 4 de septiembre. En ese mismo tiempo, y precisamente el 25 de agosto 1624, cuarenta días después del hallazgo de los huesos, dos albañiles, mientras trabajaban en el convento dominico de San Esteban de Quisquina, encontraron en una gruta una inscripción latina, muy rudimental, que decía:
" yo Rosalia Sinibaldi, hija de las rosas del Señor, por amor de mi Señor Jesucristo he decidido vivir en esta caverna de Quisquina».
Esto confirmaba en parte las tradiciones orales, recogidas por el mismo Gaietani, que hablaban de Rosalia, que nació en Palermo y vivió durante algunos años en la corte de la reina Margarita, esposa del rey Guillermo I de Sicilia (1154-1166). La reina le regaló el monte Pellegrino, y Rosalia fue a vivir allí por la soledad que ofrecía.
Vivió haciendo penitencia, y allí murió después de haber peregrinado por otros lugares más desiertos, siguiendo el ejemplo de los antiguos anacoretas.
Oremos
Tú, Señor, que te complaces en habitar en los limpios y sinceros de corazón, por intercesión de Santa Rosalía, virgen, concédenos vivir de tal manera que merezcamos tenerte siempre entre nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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