EVANGELIO DEL DÍA: 11/08/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Miércoles de la XIX Semana del Tiempo Ordinario
Libro de Ezequiel 9,1-7.10,18-22.
El gritó fuertemente a mis oídos: "Acérquense, Castigos de la ciudad, cada uno con su instrumento de exterminio en la mano".
Entonces llegaron seis hombres del lado de la puerta superior que mira hacia el norte, cada uno con su instrumento de destrucción en la mano. En medio de ellos había un hombre vestido de lino, con la cartera de escriba en la cintura. Todos entraron y se detuvieron delante del altar de bronce.
La gloria del Dios de Israel se levantó de encima de los querubines sobre los cuales estaba, se dirigió hacia el umbral de la Casa, y llamó al hombre vestido de lino que tenía la cartera de escriba en la cintura.
El Señor le dijo: "Recorre toda la ciudad de Jerusalén y marca con una T la frente de los hombres que gimen y se lamentan por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella".
Luego oí que les decía a los otros: "Recorran la ciudad detrás de él, hieran sin una mirada de piedad y sin tener compasión.
Maten y exterminen a todos, ancianos, jóvenes, niños y mujeres, pero no se acerquen a ninguno que esté marcado con la T. Comiencen por mi Santuario". Y comenzaron por los ancianos que estaban delante de la Casa.
Después dijo: "Contaminen la Casa y llenen de víctimas los atrios; luego salgan y golpeen en la ciudad".
La gloria del Señor salió de encima del umbral de la Casa y se detuvo sobre los querubines.
Al salir, los querubines desplegaron sus alas y se elevaron del suelo, ante mis propios ojos, y las ruedas lo hicieron al mismo tiempo. Ellos se detuvieron a la entrada de la puerta oriental de la Casa de Señor, y la gloria del Dios de Israel estaba sobre ellos, en lo alto.
Eran los seres vivientes que yo había visto debajo del Dios de Israel a orillas del río Quebar, y reconocí que eran querubines.
Cada uno tenía cuatro rostros y cuatro alas, y una especie de manos de hombre debajo de sus alas.
En cuanto a la forma de sus rostros, era la misma que yo había visto en una visión a orillas del río Quebar. Cada uno avanzaba derecho hacia adelante.
Salmo 113(112),1-2.3-4.5-6.
¡Aleluya! Alaben, servidores del Señor, alaben el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor, desde ahora y para siempre.
Desde la salida del sol hasta su ocaso, sea alabado el nombre del Señor.
El Señor está sobre todas las naciones, su gloria se eleva sobre el cielo.
¿Quién es como el Señor, nuestro Dios, que tiene su morada en las alturas,
y se inclina para contemplar el cielo y la tierra?
Evangelio según San Mateo 18,15-20.
Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.
Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos.
Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.
Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.
También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá.
Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos".
El gritó fuertemente a mis oídos: "Acérquense, Castigos de la ciudad, cada uno con su instrumento de exterminio en la mano".
Entonces llegaron seis hombres del lado de la puerta superior que mira hacia el norte, cada uno con su instrumento de destrucción en la mano. En medio de ellos había un hombre vestido de lino, con la cartera de escriba en la cintura. Todos entraron y se detuvieron delante del altar de bronce.
La gloria del Dios de Israel se levantó de encima de los querubines sobre los cuales estaba, se dirigió hacia el umbral de la Casa, y llamó al hombre vestido de lino que tenía la cartera de escriba en la cintura.
El Señor le dijo: "Recorre toda la ciudad de Jerusalén y marca con una T la frente de los hombres que gimen y se lamentan por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella".
Luego oí que les decía a los otros: "Recorran la ciudad detrás de él, hieran sin una mirada de piedad y sin tener compasión.
Maten y exterminen a todos, ancianos, jóvenes, niños y mujeres, pero no se acerquen a ninguno que esté marcado con la T. Comiencen por mi Santuario". Y comenzaron por los ancianos que estaban delante de la Casa.
Después dijo: "Contaminen la Casa y llenen de víctimas los atrios; luego salgan y golpeen en la ciudad".
La gloria del Señor salió de encima del umbral de la Casa y se detuvo sobre los querubines.
Al salir, los querubines desplegaron sus alas y se elevaron del suelo, ante mis propios ojos, y las ruedas lo hicieron al mismo tiempo. Ellos se detuvieron a la entrada de la puerta oriental de la Casa de Señor, y la gloria del Dios de Israel estaba sobre ellos, en lo alto.
Eran los seres vivientes que yo había visto debajo del Dios de Israel a orillas del río Quebar, y reconocí que eran querubines.
Cada uno tenía cuatro rostros y cuatro alas, y una especie de manos de hombre debajo de sus alas.
En cuanto a la forma de sus rostros, era la misma que yo había visto en una visión a orillas del río Quebar. Cada uno avanzaba derecho hacia adelante.
Salmo 113(112),1-2.3-4.5-6.
¡Aleluya! Alaben, servidores del Señor, alaben el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor, desde ahora y para siempre.
Desde la salida del sol hasta su ocaso, sea alabado el nombre del Señor.
El Señor está sobre todas las naciones, su gloria se eleva sobre el cielo.
¿Quién es como el Señor, nuestro Dios, que tiene su morada en las alturas,
y se inclina para contemplar el cielo y la tierra?
Evangelio según San Mateo 18,15-20.
Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.
Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos.
Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.
Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.
También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá.
Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos".
Mt 18,15-20
Tertuliano (hacia 155-hacia 220), teólogo
La Penitencia, 10
«Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos»
¿Por qué crees que son diferentes de ti los que viven como hermanos, son servidores de un mismo señor, y todo lo tienen en común, la esperanza, el temor, el gozo, la pena, el sufrimiento (puesto que tienen una sola alma venida del mismo Señor y del mismo Padre)? ¿Por qué dudas de los que han tenido las mismas caídas que tú, como si tuvieran que alegrarse de tus caídas? El cuerpo no puede alegrase del mal que sufre uno de sus miembros; es preciso que todo él se duela y trabaje para curarse.
Allí donde dos fieles están unidos, allí está la Iglesia, pero la Iglesia es Cristo. Así pues, cuando tú abrazas las rodillas de tus hermanos, tocas a Cristo, y es a Cristo a quien suplicas. Y cuando los hermanos, por su parte, derraman lágrimas por ti, es Cristo quien sufre, es Cristo quien pide al Padre. Lo que el Hijo pide pronto está concedido.
Allí donde dos fieles están unidos, allí está la Iglesia, pero la Iglesia es Cristo. Así pues, cuando tú abrazas las rodillas de tus hermanos, tocas a Cristo, y es a Cristo a quien suplicas. Y cuando los hermanos, por su parte, derraman lágrimas por ti, es Cristo quien sufre, es Cristo quien pide al Padre. Lo que el Hijo pide pronto está concedido.
Santa Clara de Asís
Santa Clara de Asís
Nació en Asís, Italia, en 1193. Su conversión hacia la vida de plena santidad se efectuó al oír un sermón de San Francisco de Asís. Cuando ella tenía 18 años San Francisco predicó en Asís los sermones de cuaresma y allí insistió en que para tener plena libertad para seguir a Jesucristo hay que librarse de las riquezas y bienes materiales.
En secreto se fue a buscar al santo para pedirle que la instruyera en el modo de lograr conseguir la perfección cristiana. El le dijo que había que desprenderse de todo, la animó a dejar la vida de riquezas y comodidades que llevaba y dedicarse a una vida pobre, de oración y penitencia. San Francisco hizo que Clara se fuera a vivir junto a la Iglesia de San Damián en Asís, en una pobre y humilde casita. Y he aquí que su hermana Inés y su propia madre decidieron irse también de monjas con ella. Y muchas muchachas más se dejaron atraer por esa vida de oración y recogimiento, y así pronto el convento estaba lleno de mujeres dedicadas a la santidad.
Francisco nombró a Clara como superiora de la comunidad, y aunque ella toda la vida trató de renunciara al puesto de superiora y dedicarse a ser una sencilla monjita de segundo orden, sin embargo por cuarenta años será la priora del convento y las monjitas no aceptarán a ninguna otra en su reemplazo mientras ella viva, y es que su modo de ejercer la autoridad era muy agradable y lleno de caridad. Servía la mesa, lavaba los platos, atendía a las enfermas, y con todas era como una verdadera mamacita llena de compresión y misericordia.
A los pocos años ya había conventos de Clarisas en Italia, Francia, Alemania y Checoslovaquia. Y estas monjitas hacían unas penitencias muy especiales, inspiradas en el ejemplo de su santa fundadora que era la primera en dedicarse a la penitencia. No usaban medias, ni calzado, se abstenían perpetuamente de carne, y sólo hablaban si las obligaba a ello alguna necesidad grave o la caridad. La fundadora les recomendaba el silencio como remedio para evitar innumerables pecados de lengua y conservarse en unión con Dios, y alejarse de dañosas distracciones del mundo, pues si no hay silencio, la mundanalidad se introduce inevitablemente en el convento.
Siguiendo las enseñanzas y ejemplos de su maestro San Francisco, quiso Santa Clara que sus conventos no tuvieran riquezas ni rentas de ninguna clase. Y aunque muchas veces le ofrecieran regalos de bienes para asegurar el futuro de sus religiosas, no los quiso aceptar. Al Sumo Pontífice que le ofrecía unas rentas para su convento le escribió: "Santo Padre: le suplico que no me absuelva ni me libre de la obligación que tengo de ser pobre como lo fue Jesucristo". A quienes le decían que había que pensar en el futuro, les respondía con aquellas palabras de Jesús: "Mi padre celestial que alimenta a las avecillas del campo, nos sabrá alimentar también a nosotros".
Hoy las religiosas Clarisas son 18,000 en 1,248 conventos en el mundo. 27 años estuvo enferma nuestra santa, pero su enfermedad la soportaba con paciencia heroica. En su lecho bordaba y hacía costuras, y oraba sin cesar. El Sumo Pontífice la visitó dos veces y exclamó: "Ojalá yo tuviera tan poquita necesidad de ser perdonado, como la que tiene esta santa monjita". Cardenales y obispos iban a visitarla y a pedirle sus consejos.
San Francisco ya había muerto, y tres de los discípulos preferidos del santo, Fray Junípero, Fray Angel y Fray León, le leyeron a Clara la Pasión de Jesús mientras ella agonizaba. La santa repetía: "Desde que me dedique a pensar y meditar en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ya los dolores y sufrimientos no me desaniman sino que me consuelan".
El 10 de agosto del año 1253 a los 60 años de edad y 41 años de ser religiosa, se fue al cielo a recibir su premio. Un día como hoy fue sepultada. Santa Clara bendita: no dejes nunca de rogar a Dios por nosotros.
Oremos
Himno
Nada posee Clara,
Nada le pertenece;
Como lirio del huerto
Libre respira y crece.
Nada toma en su mano
Nada de aquí fenece;
Pobre, en la cruz se abraza
Con Cristo que padece.
Nada de lo que fluye
Su párpado estremece;
Clara mira y escucha
Al Verbo que acontece. Amén
Señor, Dios nuestro, que concediste a Santa Clara un gran amor por la pobreza evangélica, concédenos por su intercesión, seguir a Cristo en la pobreza del espíritu y llegar a contemplarte en tu glorioso reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Vísperas
Himno
Clara, virgen amable,
Esposa enamorada,
Dulce nos es tu nombre,
Muy suave tu fragancia.
El gozo de la cruz
Danos, benigna hermana;
Danos tu amor castísimo
Y la pobreza santa.
Gloria al Hijo doliente
En la cruz levantada;
Gloria a Jesús excelso
En la paz de la patria. Amén
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