EVANGELIO DEL DÍA: 02/08/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Lunes de la XVIII Semana del Tiempo Ordinario
Libro de Jeremías 28,1-17.
Aquel mismo año, al comienzo del reinado de Sedecías, rey de Judá, el cuarto año, en el quinto mes, Ananías, hijo de Azur, que era un profeta de Gabaón, me habló así en la Casa del Señor, en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo:
"Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: ¡Yo he quebrado el yugo del rey de Babilonia!
Dentro de dos años, devolveré a este lugar los objetos de la Casa del Señor que Nabucodonosor, rey de Babilonia, sacó de este lugar y se llevó a Babilonia.
Y también a Jeconías, hijo de Joaquím, rey de Judá, y a todos los deportados de Judá que fueron a Babilonia, los haré volver a este lugar -oráculo del Señor- cuando yo quiebre el yugo del rey de Babilonia".
Entonces el profeta Jeremías se dirigió al profeta Ananías, en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo, que estaban de pie en la Casa del Señor,
y el profeta Jeremías dijo: "¡Amén! ¡Que así lo haga el Señor! Que el Señor cumpla tus palabras, las que tú has profetizado, haciendo volver los objetos de la Casa del Señor y a todos los deportados, de Babilonia a este lugar.
Sin embargo, escucha bien esta palabra que yo digo a tus oídos, y a los oídos de todo el pueblo:
Los profetas que nos han precedido desde siempre, a mí y a ti, profetizaron la guerra, el hambre y la peste a numerosos países y contra grandes reinos.
Pero si un profeta profetiza la paz, sólo cuando se cumple la palabra de ese profeta, él es reconocido como profeta verdaderamente enviado por el Señor ".
El profeta Ananías tomó la barra que estaba sobre el cuello de Jeremías y la quebró.
Luego dijo, en presencia de todo el pueblo: "Así habla el Señor: De esta misma manera, dentro de dos años, yo quebraré el yugo de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que está encima del cuello de todas las naciones". Y el profeta Jeremías se fue por su camino.
Después que el profeta Ananías quebró la barra que estaba sobre el cuello del profeta Jeremías, la palabra del Señor llegó a Jeremías, en estos términos:
"Ve a decirle a Ananías: Así habla el Señor: Tú has quebrado barras de madera, pero yo pondré en lugar de ellas barras de hierro.
Porque así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Yo he puesto un yugo de hierro sobre todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y ellas lo servirán; hasta los animales del campo se los he dado".
El profeta Jeremías dijo al profeta Ananías: "¡Escucha bien, Ananías! El Señor no te ha enviado, y tú has infundido confianza a este pueblo valiéndote de una mentira.
Por eso, así habla el Señor: Yo te enviaré lejos de la superficie del suelo: este año morirás, porque has predicado la rebelión contra el Señor ".
El profeta Ananías murió ese mismo año, en el séptimo mes.
Salmo 119,29.43.79.80.95.102.
Apártame del camino de la mentira, y dame la gracia de conocer tu ley.
No quites de mi boca la palabra verdadera, porque puse mi esperanza en tus juicios.
Que se vuelvan hacia mí tus fieles; los que tienen en cuenta tus prescripciones.
Que mi corazón cumpla íntegramente tus preceptos, para que yo no quede confundido.
Los malvados están al acecho para perderme, pero yo estoy atento a tus prescripciones.
No me separo de tus juicios, porque eres tú el que me enseñas.
Evangelio según San Mateo 14,13-21.
Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie.
Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos.
Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: "Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos".
Pero Jesús les dijo: "No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos".
Ellos respondieron: "Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados".
"Tráiganmelos aquí", les dijo.
Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas.
Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Aquel mismo año, al comienzo del reinado de Sedecías, rey de Judá, el cuarto año, en el quinto mes, Ananías, hijo de Azur, que era un profeta de Gabaón, me habló así en la Casa del Señor, en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo:
"Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: ¡Yo he quebrado el yugo del rey de Babilonia!
Dentro de dos años, devolveré a este lugar los objetos de la Casa del Señor que Nabucodonosor, rey de Babilonia, sacó de este lugar y se llevó a Babilonia.
Y también a Jeconías, hijo de Joaquím, rey de Judá, y a todos los deportados de Judá que fueron a Babilonia, los haré volver a este lugar -oráculo del Señor- cuando yo quiebre el yugo del rey de Babilonia".
Entonces el profeta Jeremías se dirigió al profeta Ananías, en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo, que estaban de pie en la Casa del Señor,
y el profeta Jeremías dijo: "¡Amén! ¡Que así lo haga el Señor! Que el Señor cumpla tus palabras, las que tú has profetizado, haciendo volver los objetos de la Casa del Señor y a todos los deportados, de Babilonia a este lugar.
Sin embargo, escucha bien esta palabra que yo digo a tus oídos, y a los oídos de todo el pueblo:
Los profetas que nos han precedido desde siempre, a mí y a ti, profetizaron la guerra, el hambre y la peste a numerosos países y contra grandes reinos.
Pero si un profeta profetiza la paz, sólo cuando se cumple la palabra de ese profeta, él es reconocido como profeta verdaderamente enviado por el Señor ".
El profeta Ananías tomó la barra que estaba sobre el cuello de Jeremías y la quebró.
Luego dijo, en presencia de todo el pueblo: "Así habla el Señor: De esta misma manera, dentro de dos años, yo quebraré el yugo de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que está encima del cuello de todas las naciones". Y el profeta Jeremías se fue por su camino.
Después que el profeta Ananías quebró la barra que estaba sobre el cuello del profeta Jeremías, la palabra del Señor llegó a Jeremías, en estos términos:
"Ve a decirle a Ananías: Así habla el Señor: Tú has quebrado barras de madera, pero yo pondré en lugar de ellas barras de hierro.
Porque así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Yo he puesto un yugo de hierro sobre todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y ellas lo servirán; hasta los animales del campo se los he dado".
El profeta Jeremías dijo al profeta Ananías: "¡Escucha bien, Ananías! El Señor no te ha enviado, y tú has infundido confianza a este pueblo valiéndote de una mentira.
Por eso, así habla el Señor: Yo te enviaré lejos de la superficie del suelo: este año morirás, porque has predicado la rebelión contra el Señor ".
El profeta Ananías murió ese mismo año, en el séptimo mes.
Salmo 119,29.43.79.80.95.102.
Apártame del camino de la mentira, y dame la gracia de conocer tu ley.
No quites de mi boca la palabra verdadera, porque puse mi esperanza en tus juicios.
Que se vuelvan hacia mí tus fieles; los que tienen en cuenta tus prescripciones.
Que mi corazón cumpla íntegramente tus preceptos, para que yo no quede confundido.
Los malvados están al acecho para perderme, pero yo estoy atento a tus prescripciones.
No me separo de tus juicios, porque eres tú el que me enseñas.
Evangelio según San Mateo 14,13-21.
Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie.
Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos.
Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: "Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos".
Pero Jesús les dijo: "No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos".
Ellos respondieron: "Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados".
"Tráiganmelos aquí", les dijo.
Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas.
Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Mt 14,13-21
San Hilario (hacia 315-367), obispo de Poitiers y doctor de la Iglesia
Comentario al evangelio de Mateo, 14, 12
«Alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición»
El Señor, después de haber tomado los cinco panes, levantó su mirada al cielo para ensalzar a Aquel de quien él mismo recibe el ser. No estaba obligado a mirar al Padre con sus ojos de carne; quería hacer comprender a los allí presentes de quién había recibido el poder para realizar un acto de tanto poder. Da inmediatamente los panes a sus discípulos. No es por la multiplicación que los cinco panes se han convertido en muchos más. Los pedazos de suceden unos a otros y engañan a los que los rompen; ¡como si hubieran hecho los pedazos con anterioridad! La materia sigue desplegándose...
No te sorprenda, pues, que las fuentes manen, que haya racimos en las cepas, que los arroyuelos de vino nazcan de los racimos. Todos los recursos de la tierra se propagan según un ritmo anual que no falla. Una tal multiplicación de los panes, revela la acción del autor del universo. Normalmente Él impone un límite al crecimiento porque conoce a fondo las leyes de la materia. En la creación visible se da un trabajo invisible. El misterio de la presente acción es obra del Señor de los misterios celestiales. El poder de Aquel que actúa está por encima de toda la naturaleza, y el método de ese Poder desborda la comprensión del hecho. Queda tan sólo la admiración por ese poder.
No te sorprenda, pues, que las fuentes manen, que haya racimos en las cepas, que los arroyuelos de vino nazcan de los racimos. Todos los recursos de la tierra se propagan según un ritmo anual que no falla. Una tal multiplicación de los panes, revela la acción del autor del universo. Normalmente Él impone un límite al crecimiento porque conoce a fondo las leyes de la materia. En la creación visible se da un trabajo invisible. El misterio de la presente acción es obra del Señor de los misterios celestiales. El poder de Aquel que actúa está por encima de toda la naturaleza, y el método de ese Poder desborda la comprensión del hecho. Queda tan sólo la admiración por ese poder.
Nuestra Señora de los ÁngelesLa ciudad de Cartago, como muchas otras en la época colonial, segregaba a los blancos de los indios y mestizos. A todo el que no fuera blanco puro se le había prohibido el acceso a la ciudad, donde una cruz de piedra señalaba la división y los límites. Estamos en los alrededores del año 1635, en la sección llamada "Puebla de los Pardos" y Juana Pereira, una pobre mestiza, se ha levantado al amanecer para, como todos los días, buscar la leña que necesita. Es el 2 de agosto, fiesta de la Virgen de los Angeles, y la luz del alba que ilumina el sendero entre los árboles, le permite a la india descubrir una pequeña imagen de la Virgen, sencillamente tallada en una piedra oscura, visiblemente colocada sobre una gran roca en la vereda del camino. Con gran alegría Juana Pereira recogió aquel tesoro, sin imaginar que otras cinco veces más lo volvería a hallar en el mismo sitio, pues la imagen desaparecía de armarios, cofres, y hasta del sagrario parroquial, para regresar tenazmente a la roca donde había sido encontrada. Entonces todos entendieron que la Virgen quería tener allí un lugar de oración donde pudiera dar su amor a los humildes y los pobres. La imagen, tallada en piedra del lugar, es muy pequeña, pues mide aproximadamente sólo tres pulgadas de longitud. Nuestra Señora de los Angeles lleva cargado a Jesús en el brazo izquierdo, en el que graciosamente recoge los pliegues del manto que la cubre desde la cabeza. Su rostro es redondeado y dulce, sus ojos son rasgados, como achinados, y su boca es delicada. Su color es plomizo con algunos destellos dorados como diminutas estrellas repartidas por toda la escultura. La Virgen se presenta actualmente a la veneración de sus fieles en un hermoso ostensorio de nobles metales y piedras preciosas, en forma de resplandor que la rodea totalmente, aumentando visualmente su tamaño. De la base de esta "custodia" brota una flor de lis rematada por el ángel que sostiene la imagen de piedra. De esta sólo se ven los rostros de María y el Niño Jesús, pues un manto precioso la protege a la vez que la embellece. La "Negrita" como la llama el cariño de los costarricenses, fue coronada solemnemente el 25 de abril de 1926. Nueve años más tarde, su Santidad Pío XI elevó el Santuario de la Reina de los Angeles a la dignidad de Basílica menor. A Cartago llega un constante peregrinar de devotos que vienen a visitar a su Madre de los cielos; muchos entran de rodillas, como acto de humildad y de acción de gracias y luego van a orar ante la roca donde fue hallada la bendita imagen. Esta piedra se ha ido gastando por el roce de tantas manos que la acarician agradecidas mientras oran, dan gracias y piden alivio a su dolor, sus sufrimientos o sus necesidades. Debajo de esta piedra brota un manantial cuyas aguas recogen los que acuden en busca de la misericordia y la salud. El agua es signo del bautismo. No hay otra cosa que mas quiera la Virgen a que vivamos profundamente las gracias de nuestro bautismo. Oremos Oh Soberana Reina de los Ángeles, Madre amorosísima que te dignaste escoger a nuestra amada Patria para que fuera el trono de tus misericordias, te damos gracias por los innumerables beneficios recibidos de tu intercesión poderosa y te suplicamos que nos protejas en todos los momentos de nuestra vida, sobre todo cuando nos aflijan las preocupaciones; a esa hora, Oh Virgen y Madre de Dios, haz valer tus prerrogativas de Reina y de Madre ante la Santísima Trinidad; socórrenos desde el cielo con amor de Madre y con esplendidez de Reina. Vela por nuestra amada patria, Oh Reina Soberana de los Ángeles y sálvala por amor a Cristo, Nuestro Rey y Señor. AMEN. |
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