EVANGELIO DEL DÍA: 29/07/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Santa Marta - Memoria
Epístola I de San Juan 4,7-16.
Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él.
Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados.
Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros.
Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros.
La señal de que permanecemos en él y él permanece en nosotros, es que nos ha comunicado su Espíritu.
Y nosotros hemos visto y atestiguamos que el Padre envió al Hijo como Salvador del mundo.
El que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios permanece en él.
Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él.
Salmo 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9.10-11.
Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor; que lo oigan los humildes y se alegren.
Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: él me respondió y me libró de todos mis temores.
Miren hacia él y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor: él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.
El Angel del Señor acampa en torno de sus fieles, y los libra.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! ¡Felices los que en él se refugian!
Teman al Señor, todos sus santos, porque nada faltará a los que lo temen.
Los ricos se empobrecen y sufren hambre, pero los que buscan al Señor no carecen de nada.
Evangelio según San Juan 11,19-27.
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.
Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa.
Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas".
Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará".
Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día".
Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá;
y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?".
Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".
Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él.
Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados.
Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros.
Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros.
La señal de que permanecemos en él y él permanece en nosotros, es que nos ha comunicado su Espíritu.
Y nosotros hemos visto y atestiguamos que el Padre envió al Hijo como Salvador del mundo.
El que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios permanece en él.
Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él.
Salmo 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9.10-11.
Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor; que lo oigan los humildes y se alegren.
Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: él me respondió y me libró de todos mis temores.
Miren hacia él y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor: él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.
El Angel del Señor acampa en torno de sus fieles, y los libra.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! ¡Felices los que en él se refugian!
Teman al Señor, todos sus santos, porque nada faltará a los que lo temen.
Los ricos se empobrecen y sufren hambre, pero los que buscan al Señor no carecen de nada.
Evangelio según San Juan 11,19-27.
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.
Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa.
Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas".
Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará".
Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día".
Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá;
y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?".
Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".
Jn 11,19-27
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (Norte de África) y doctor de la Iglesia
Sermones sobre el evangelio de Juan, nº 49,15
«El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá»
«El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que vive y cree en mí no morirá para siempre». ¿Qué es lo que dice? «El que en mí, aunque haya muerto como Lázaro, vivirá» porque Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Ya, respecto a Abraham, Isaac y Jacob, los patriarcas muertos hacía tiempo, Jesús había dado a los judíos la misma respuesta: «Yo soy el Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob. No Dios de muertos sino de vivos, porque para él todos están vivos» (Lc 20,38). ¡Cree, pues, que aunque mueras, vivirás! Pero si no crees, aunque estés vivo, estás realmente muerto... ¿De dónde le viene la muerte al alma? De que ya no tiene fe. ¿De dónde le viene la muerte al cuerpo? De que el alma ya no está en él. El alma de tu alma es la fe.
«El que cree en mí, aunque su cuerpo esté muerto, tendrá vida en su alma hasta que el cuerpo mismo resucite para no morir ya nunca más. Y cualquiera que vive en su carne y cree en mí, aunque su cuerpo deba morir por un tiempo, vivirá para la eternidad a causa de la vida del Espíritu y de la inmortalidad de la resurrección».
Esto es lo que quiere decir Jesús al responder a Marta... «¿Crees tú esto?». «Sí, Señor, le responde ella, creo que tú eres el Cristo, el hijo de Dios, venido a este mundo. Creyendo esto he creído que tú eres la resurrección, que tú eres la vida, que el que cree en ti, aunque muera, vivirá; he creído que el que vive y cree en ti, no morirá eternamente».
«El que cree en mí, aunque su cuerpo esté muerto, tendrá vida en su alma hasta que el cuerpo mismo resucite para no morir ya nunca más. Y cualquiera que vive en su carne y cree en mí, aunque su cuerpo deba morir por un tiempo, vivirá para la eternidad a causa de la vida del Espíritu y de la inmortalidad de la resurrección».
Esto es lo que quiere decir Jesús al responder a Marta... «¿Crees tú esto?». «Sí, Señor, le responde ella, creo que tú eres el Cristo, el hijo de Dios, venido a este mundo. Creyendo esto he creído que tú eres la resurrección, que tú eres la vida, que el que cree en ti, aunque muera, vivirá; he creído que el que vive y cree en ti, no morirá eternamente».
Santa Marta
Santa Marta
Santa Marta (S. I ) aparece tres veces en el Evangelio: en el banquete de Betania en que, junto con su hermana María, recibe a Jesús en su casa; cuando la resurrección de su hermano Lázaro, en que hace profesión de su fe en Jesús «el Hijo de Dios», y en la comida ofrecida a Jesús seis días antes de la Pascua (Jn 12, 2).
En los dos banquetes, Marta se ocupa del servicio, en tanto que María unge los pies del Señor con perfume precioso o se sienta a sus pies para escucharle. Cuando Marta se queja a Jesús de que su hermana no le ayuda, el Señor no rechaza «su solicitud caritativa», pero la reprende por su inquietud y agitación, que tiene el peligro de dejar de lado lo esencial, que es su presencia ante él. «Pocas cosas son necesarias, y aun una sola»: «Ella ha elegido la mejor parte», dice Jesús de María, que no está «ociosa», sino «atenta». Supuso un honor para Marta el recibir a Jesús a su mesa y servirle.
Pero cada uno de nosotros puede, a su vez, ejercitar la misma hospitalidad: cuando servimos a nuestros hermanos, lo hacemos a Cristo».
Oremos
Dios todopoderoso y eterno, cuyo Hijo quiso aceptar la hospitalidad que Santa Marta le ofreció en su casa, haz que nosotros, por intercesión de esta santa, estemos siempre dispuestos a servirte en cada uno de nuestros hermanos y así merezcamos ser recibidos por ti en las moradas eternas, al final de nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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