EVANGELIO DEL DÍA: 20/06/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
XII Domingo del Tiempo Ordinario
Libro de Zacarías 12,10-11.13,1.
Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de súplica; y ellos mirarán hacia mí. En cuanto al que ellos traspasaron, se lamentarán por él como por un hijo único y lo llorarán amargamente como se llora al primogénito.
Aquel día, habrá un gran lamento en Jerusalén, como el lamento de Hadad Rimón, en la llanura de Meguido.
Aquel día, habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, a fin de lavar el pecado y la impureza.
Salmo 63,2.3-4.5-6.8-9.
Señor, tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua.
Sí, yo te contemplé en el Santuario para ver tu poder y tu gloria.
Porque tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán.
Así te bendeciré mientras viva y alzaré mis manos en tu Nombre.
Mi alma quedará saciada como con un manjar delicioso, y mi boca te alabará con júbilo en los labios.
veo que has sido mi ayuda y soy feliz a la sombra de tus alas.
Mi alma está unida a ti, tu mano me sostiene,
Carta de San Pablo a los Gálatas 3,26-29.
Porque todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús,
ya que todos ustedes, que fueron bautizados en Cristo, han sido revestidos de Cristo.
Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús.
Y si ustedes pertenecen a Cristo, entonces son descendientes de Abraham, herederos en virtud de la promesa.
Evangelio según San Lucas 9,18-24.
Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?".
Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado".
"Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios".
Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie.
"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".
Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará.
Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de súplica; y ellos mirarán hacia mí. En cuanto al que ellos traspasaron, se lamentarán por él como por un hijo único y lo llorarán amargamente como se llora al primogénito.
Aquel día, habrá un gran lamento en Jerusalén, como el lamento de Hadad Rimón, en la llanura de Meguido.
Aquel día, habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, a fin de lavar el pecado y la impureza.
Salmo 63,2.3-4.5-6.8-9.
Señor, tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua.
Sí, yo te contemplé en el Santuario para ver tu poder y tu gloria.
Porque tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán.
Así te bendeciré mientras viva y alzaré mis manos en tu Nombre.
Mi alma quedará saciada como con un manjar delicioso, y mi boca te alabará con júbilo en los labios.
veo que has sido mi ayuda y soy feliz a la sombra de tus alas.
Mi alma está unida a ti, tu mano me sostiene,
Carta de San Pablo a los Gálatas 3,26-29.
Porque todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús,
ya que todos ustedes, que fueron bautizados en Cristo, han sido revestidos de Cristo.
Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús.
Y si ustedes pertenecen a Cristo, entonces son descendientes de Abraham, herederos en virtud de la promesa.
Evangelio según San Lucas 9,18-24.
Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?".
Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado".
"Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios".
Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie.
"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".
Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará.
Lc 9,18-24
Catecismo de la Iglesia Católica
§ 306-308
«Que tome su cruz y que me siga»
Dios es el Señor soberano de su designio. Pero para su realización se sirve también del concurso de las criaturas. Esto no es un signo de debilidad, sino de la grandeza y la bondad de Dios Todopoderoso. Porque Dios no da solamente a sus criaturas la existencia, les da también la dignidad de actuar por sí mismas... y de cooperar así a la realización de su designio.
Dios concede a los hombres incluso poder participar libremente en su providencia confiándoles la responsabilidad de «someter la tierra y dominarla» (Gn 1, 26-28). Dios da así a los hombres el ser causas inteligentes y libres para completar la obra de la Creación, para perfeccionar su armonía para su bien y el de sus prójimos. Los hombres, cooperadores a menudo inconscientes de la voluntad divina, pueden entrar libremente en el plan divino no sólo por sus acciones y oraciones, sino también por sus sufrimientos. Entonces llegan a ser plenamente «colaboradores de Dios» (1C 3,9 ; 1Te 3,2) y de su Reino.
Es una verdad inseparable de la fe en Dios Creador: Dios actúa en las obras de sus criaturas. Es la causa primera que opera en y por las causas segundas: «Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece (Flp 2,13).
Dios concede a los hombres incluso poder participar libremente en su providencia confiándoles la responsabilidad de «someter la tierra y dominarla» (Gn 1, 26-28). Dios da así a los hombres el ser causas inteligentes y libres para completar la obra de la Creación, para perfeccionar su armonía para su bien y el de sus prójimos. Los hombres, cooperadores a menudo inconscientes de la voluntad divina, pueden entrar libremente en el plan divino no sólo por sus acciones y oraciones, sino también por sus sufrimientos. Entonces llegan a ser plenamente «colaboradores de Dios» (1C 3,9 ; 1Te 3,2) y de su Reino.
Es una verdad inseparable de la fe en Dios Creador: Dios actúa en las obras de sus criaturas. Es la causa primera que opera en y por las causas segundas: «Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece (Flp 2,13).
Santa Florentina
Santa Florentina
«Vivió durante el siglo VII (murió en 636), en la España visigótica. Sus padres se llamaron Severiano y Túrtura y supieron educar cristianamente a sus hijos, entre los cuales se cuentan tres obispos, hermanos de la santa, que fueron Leandro, Isidoro y Fulgencio. Leandro fue arzobispo de Sevilla y una vez muertos sus padres, se encargó de formar a sus hermanos menores: Isidoro, que lo sucedió en la sede sevillana, y fue la gran lumbrera de la España de esa época; y Fulgencio, que fue obispo de Écija.
Todos fueron declarados Santos por la Iglesia, frutos de una familia donde reinaba el amor de Cristo y el don del Espíritu que conocemos como «temor de Dios», así como el trabajo arduo y animoso, y la formación espiritual. Florentina consagró su virginidad en el monasterio sevillano de Santa María del Valle, en Écija, donde llegó a ser abadesa y ejemplo y consejo para otros monasterios, en especial bajo los consejos del «tratado» que su hermano san Leandro le dio. Le aconseja allí, entre otras cosas, que sea "servicial con las hermanas que viven con ella y que procure no hacer sufrir a ninguna"; que "debe procurar leer y orar continuamente", y que "si vive la vida comunitaria, su vida se parecerá a la de los Apóstoles".
Y le brinda un consejo de oro, para ella, que era superiora, y que bien puede aplicarse a todo aquel que detente una autoridad como servicio: "Que sea discreta, prudente, para saber lo que debe conceder y negar según las necesidades de cada una". Crecer en la virtud para pasar de habitantes a ciudadanos Como conclusión de su homilía, monseñor Sarlinga dijo que, siendo esta festividad la que dio origen a la celebración de la ciudad de Campana, nos tiene que ayudar a crecer en una virtud no siempre practicada: la piedad, la cual, aclaró, no significa «lástima» sino que tiene el sentido antiguo de la «pietas», el amor y veneración por lo que es nuestro, por lo que nos dio origen, por lo que nos cobija, protege, contiene, por el ámbito de Iglesia y de ciudadanía en que vivimos".
Tiene que ver con "el cuarto mandamiento" y con el mencionado don del "temor de Dios". Así, exhortó, esta Festividad nos ayudará también a querer más a nuestra ciudad, saber colaborar al bien común, poner todas nuestras fuerzas para construir la comunidad según dicho bien, y crecer en "conciencia y amistad cívicas" que nos permitirá pasar "de meros habitantes" a "verdaderos ciudadanos", según el decir de la Comisión episcopal de Pastoral social.
Párrafo de la Homilía, Catedral Santa Florentina, Monseñor Oscar Carlinga, Obispo de la Diócesis Zarate - Campana, ( Argentina )
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